¿Se están volviendo más conservadores los jóvenes uruguayos respecto a la igualdad de género?
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De
Gonzalo Di Landro
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En los últimos años se ha instalado en las democracias occidentales una narrativa sobre un “giro a la derecha” de los varones jóvenes, acompañado de posiciones más conservadoras respecto a la igualdad entre hombres y mujeres. Y aunque suele asociarse a Europa o Estados Unidos, versiones de esta narrativa también circulan en América Latina. Pero ¿qué nos dice la evidencia al respecto? ¿Cómo se posiciona Uruguay en esta materia?
Usando datos de opinión pública de Latinobarómetro, analicé actitudes hacia la igualdad de género en América Latina entre 1997 y 2023, con especial foco en el caso de Uruguay. Los resultados muestran que los varones jóvenes uruguayos no están asumiendo posturas más conservadoras; por el contrario, la evidencia sugiere que en las últimas tres décadas se han vuelto más igualitarios en materia de relaciones entre hombres y mujeres, al punto de ubicarse entre los más progresistas de la región. Estos hallazgos invitan a reflexionar sobre sus posibles causas, así como sobre la importancia de mantener cautela ante narrativas que se amplifican en los medios.
El “giro a la derecha” de los jóvenes varones
Leyendo noticias tanto nacionales como internacionales es fácil encontrarse con relatos sobre el “giro a la derecha” de los jóvenes varones. Por ejemplo, una nota en el Financial Times ha señalado un creciente distanciamiento ideológico entre jóvenes hombres y mujeres en países como Estados Unidos, Alemania, Reino Unido y Corea del Sur. Como parte del mismo fenómeno, otra nota documenta que, en 2024, más de uno de cada tres votantes menores de 24 años declaró que votaría por un partido de derecha radical en países como Francia y Holanda, y aproximadamente uno de cada cinco expresó la misma preferencia en Suecia, Italia y Alemania.
Esta narrativa también ha cobrado fuerza en América Latina, donde, por ejemplo, artículos de prensa han enfatizado de una manera generalista cómo los jóvenes varones reaccionan cada vez más al “feminismo radical” o al “wokismo” con posturas conservadoras y antiigualitarias. Podría decirse que el caso paradigmático es el de Argentina, donde se ha destacado que una parte importante del apoyo juvenil a Javier Milei proviene de varones, lo que refuerza la impresión de un viraje conservador masculino en la región.
¿Qué nos dicen los expertos sobre este fenómeno?
Sin dudas, la narrativa del giro a la derecha de los jóvenes varones atrae atención mediática y social, dado su carácter novedoso y sin precedentes. Ahora bien, cientistas políticos expertos en la materia han destacado dos inconsistencias—o fallas—en este argumento:
1. Su generalidad respecto a los jóvenes varones.
2. Su parcialidad, al centrarse exclusivamente en el comportamiento político de los varones jóvenes y no en el de las jóvenes mujeres.
1. La importancia del contexto: ¿quiénes son los jóvenes varones más proclives para adoptar posturas antiigualitarias en materia de genero?
Comencemos definiendo nuestro concepto de interés: normas de género. Estas son expectativas culturales compartidas sobre los roles y comportamientos considerados apropiados para mujeres y hombres, tanto en la vida privada (por ejemplo, la división del trabajo doméstico y de cuidado) como en la esfera pública (por ejemplo, el acceso al liderazgo político y a empleos remunerados).
Las normas de género tradicionales tienden a concebir el rol del hombre como el de proveedor material, y el de la mujer como el de cuidadora y responsable de la familia. En cambio, las normas de género igualitarias plantean la igualdad entre hombres y mujeres, una distribución equitativa de las tareas domésticas y de crianza, y una participación igualitaria en el mercado laboral.
Estas normas no son estáticas: se construyen socialmente, varían entre culturas y contextos, y pueden transformarse a lo largo del tiempo como resultado de cambios económicos y educativos en el seno de un país.
Estudios han señalado que, cuando las normas de género evolucionan hacia una mayor igualdad, algunos hombres jóvenes pueden percibir estos cambios como una amenaza a su posición en la sociedad o incluso a sus expectativas económicas y materiales. Esta percepción de “pérdida de estatus” o de “desventaja material” se asocia a una visión de la igualdad de género como un juego de suma cero, en el que las mujeres “ganan” a costa de que los hombres “pierdan”. Esto puede generar reacciones defensivas y un acercamiento a ideologías más conservadoras.
Ahora bien, este no se trata de un fenómeno generalizado entre los jóvenes hombres, sino que, en caso de acontecer, se concentra en aquellos de contextos socioeconómicos y socioeducativos más desfavorables, y/o en aquellos jóvenes con tendencias hipermasculinistas, más proclives a lo que se conoce como masculinidad frágil, es decir, la percepción de que no están a la altura de lo que la sociedad espera de ellos en tanto hombres. Por ejemplo, un estudio realizado en Europa encuentra que los hombres menores de 30 años son significativamente más propensos que los hombres mayores—o que las mujeres—a creer que la igualdad de género reduce sus propias oportunidades de progresar en la vida, en especial en regiones con altas tasas de desempleo.
En este contexto, los partidos políticos—especialmente los de derecha radical—pueden activar y amplificar dichas actitudes mediante discursos y acciones que apelan a normas de género tradicionales, a fin de movilizar a votantes que se identifican culturalmente con la defensa de un statu quo percibido como amenazado. Tal capacidad de movilizar en base a agravios económicos y culturales hace que las normas de género no sean solo un reflejo pasivo de la sociedad, sino un terreno activo de disputa política.
2. La parcialidad en el enfoque: ¿y qué es de las jóvenes mujeres?
Otro aspecto del fenómeno del giro a la derecha de los varones jóvenes es su visión parcial del mismo, que suele pasar por alto las dinámicas que acontecen entre sus pares mujeres.
En particular, muchas veces se habla del “viraje de los jóvenes varones” en comparación con las posiciones de las jóvenes mujeres, obviando los cambios actitudinales que acontecen en este segundo grupo. Como señalan los expertos, las jóvenes mujeres en democracias occidentales se han corrido hacia la izquierda en materia actitudinal en las últimas décadas a pasos acelerados, y esto se manifiesta ciertamente en sus posturas respecto a la igualdad de género.
Las razones son varias, y darían lugar a una publicación en sí misma, pero estas posturas podrían adscribirse a las desigualdades sistemáticas que siguen enfrentando las mujeres en comparación con los hombres en diversas arenas de la sociedad: desde el hogar y los cuidados, tanto a nivel físico como mental (piénsese en las tareas organizativas de un hogar), los cuales suelen recaer en las mujeres; hasta en el ámbito laboral, donde las mujeres siguen enfrentando desigualdades a la hora de avanzar en sus carreras debido a la falta de prestaciones y servicios del Estado que permitan combinar familia y trabajo de manera igualitaria entre hombres y mujeres, así como brechas salariales.
Estas desigualdades también se manifiestan en política, donde las mujeres suelen enfrentar barreras al acceso a espacios de poder y toma de decisión, por ejemplo, dificultades en el acceso a posiciones “ganables” en listas electorales, a financiación para campañas, o a las carteras ministeriales más codiciadas (Economía, Relaciones Exteriores, Defensa), por no mencionar la cúspide de la pirámide en los regímenes presidenciales: la presidencia en sí. El giro a la izquierda de las jóvenes mujeres, por lo tanto, podría responder al rechazo a estas dinámicas sistemáticas y a un llamado por parte del Estado y la sociedad a paliar estas desigualdades.
¿Qué nos dice la evidencia de América Latina y Uruguay?
Para evaluar la validez de la narrativa sobre un giro conservador de los varones jóvenes, utilicé datos del Latinobarómetro (1997–2023), una encuesta de opinión pública que, desde 1995, recopila anualmente información sobre actitudes y comportamientos políticos en varios países de América Latina. Este estudio resulta especialmente útil porque permite observar tendencias comparadas a lo largo del tiempo y entre distintos grupos demográficos.
El análisis se centra en dos indicadores incluidos en varias rondas de la encuesta:
1. Normas de género en la sociedad: acuerdo con la afirmación “Es mejor que la mujer se concentre en el hogar y el hombre en el trabajo”.
2. Normas de género en la política: acuerdo con la afirmación “Los hombres son mejores líderes políticos”.
Estos indicadores provienen de preguntas con opciones de respuesta ordinales (Muy de acuerdo, De acuerdo, En desacuerdo, Muy en desacuerdo). Para analizarlos, convertí estas respuestas en valores numéricos (1 a 4), donde valores más altos indican mayor desacuerdo con la afirmación y, por lo tanto, normas de género más progresistas.
Para cada país y año (es decir, en cada ronda de la encuesta) estimé los valores predichos de acuerdo para hombres y mujeres jóvenes en base a modelos probabilísticos lineales. Este procedimiento permite comparar directamente la magnitud y la dirección de las diferencias de género a lo largo del tiempo y entre países. Estos modelos son simplemente descriptivos y no incluyen ninguna otra variable (por ejemplo, otros aspectos sociodemográficos de los encuestados), a modo de ilustrar las tendencias generales por género. En los análisis me enfoco en las y los jóvenes, definidos como personas en edad de votar y de 24 años o menos, un punto de corte consistente con la investigación en la materia. Los resultados son similares al emplear otros criterios de edad para definir a la población joven.
Normas de género en la sociedad
El primer gráfico muestra la evolución del desacuerdo con la afirmación “Es mejor que la mujer se concentre en el hogar y el hombre en el trabajo” en América Latina. A nivel regional, lo que se observa a grandes rasgos es estabilidad en estas actitudes a lo largo del tiempo.
En términos estadísticos, se identifican algunos países donde los jóvenes varones han asumido posturas más progresistas en comparación con las primeras mediciones disponibles en 1997, como es el caso de Costa Rica, República Dominicana y Ecuador. En Uruguay, los niveles de desaprobación entre los varones jóvenes parecen moverse al alza a lo largo del período —en 1997 se ubicaban en torno a 3,0 puntos (sobre un máximo de 4) y en 2023 en torno a 3,3—, aunque los intervalos de confianza se solapan levemente, por lo que no puede afirmarse que exista un cambio estadísticamente significativo entre ambos años. De todas formas, sí puede señalarse que en 2023 los varones jóvenes uruguayos adoptaron posiciones más igualitarias en comparación con la medición de 2010, diferencia que resulta significativa a niveles convencionales de acuerdo con los modelos estimados.
En contraste, las mujeres jóvenes en varios países de la región—por ejemplo, en Brasil, Costa Rica y Ecuador—muestran un corrimiento claro hacia posiciones progresistas, en algunos casos generando brechas de género en torno a estas actitudes.
En el caso uruguayo, lo más llamativo en 2023 es que no existe una brecha significativa entre hombres y mujeres jóvenes: ambos grupos se ubican entre los más progresistas de la región en su rechazo a la idea de que el hombre debe trabajar y la mujer concentrarse en el hogar.
Normas de género en la política
El segundo gráfico refleja el desacuerdo con la afirmación “Los hombres son mejores líderes políticos”. En Uruguay los varones jóvenes han experimentado un cambio hacia posiciones más igualitarias, alcanzando niveles prácticamente idénticos a los de las mujeres jóvenes.
Este patrón ubica a los hombres jóvenes uruguayos entre los más progresistas de la región, algo que no se replica en países como Argentina, Bolivia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala y Panamá, donde los hombres jóvenes siguen expresando actitudes menos igualitarias que sus pares mujeres y no muestran un cambio estadísticamente significativo en comparación con 2004, la primera medición de este item.
En cierto sentido, esta aceptación por parte de los jóvenes varones uruguayos de líderes políticas mujeres contrasta con la realidad del sistema político nacional: nunca ha habido una presidenta, los líderes de partidos y de sectores suelen ser hombres, y la representación femenina en el Parlamento uruguayo ranquea muy por debajo del de otras democracias plenas en el mundo (ocupando el puesto 64 entre 182 países).
Comentarios finales
¿Están los varones jóvenes uruguayos girando hacia posturas más conservadoras en materia de igualdad de género? Esta narrativa, aunque atractiva, ha sido señalada por expertos como generalista y parcial: generalista porque asume que todos los jóvenes varones comparten la misma tendencia, y parcial porque rara vez contempla los desplazamientos de las jóvenes mujeres hacia posiciones más igualitarias.
Los datos de América Latina y, en particular, de Uruguay permiten poner a prueba esta afirmación. La evidencia sugiere que, lejos de volverse más conservadores, en las últimas décadas, los varones jóvenes uruguayos han adoptado actitudes más igualitarias, hasta ubicarse—junto con las mujeres jóvenes—entre los grupos más progresistas de la región.
¿Qué explica este patrón en Uruguay? No existe una única causa, pero las respuestas pueden encontrarse tanto en la sociedad como en el sistema político. En el plano social, es posible que los varones jóvenes uruguayos tengan una visión menos polarizada de las relaciones de género y menos asociada a la lógica de suma cero—es decir, la idea de que los avances de las mujeres implican pérdidas para los hombres y posturas que conciben las mejoras en la igualdad de las mujeres como algo positivo y deseable. En el plano político, una explicación plausible es que los partidos uruguayos no han buscado movilizar electoralmente a los jóvenes en torno a divisiones de género, a diferencia de lo que ocurre en contextos donde los partidos de derecha radical apelan a normas tradicionales de género para atraer votantes.
Las implicancias son dobles. Por un lado, subrayan la necesidad de cautela frente a narrativas que, aunque mediáticamente potentes, no siempre se sostienen en la evidencia empírica. Por otro, muestran que el caso uruguayo merece un lugar destacado en la agenda comparada de investigación sobre juventud, género y política, como un escenario que ofrece pistas valiosas para comprender cómo las nuevas generaciones configuran sus actitudes en torno a la igualdad de género y qué rol juegan los partidos en tal proceso. En este sentido, la expansión de normas de género progresistas entre los jóvenes de ambos sexos constituye también una señal clara para los partidos políticos sobre la necesidad de avanzar en la inclusión y representación de las mujeres en política.
Imagen de portada generada con OpenAI.

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