El Voto legalmente Obligatorio: Argumentos en favor y en contra
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De
Cristian Pérez
-
Por Julia Maskivker
En una era en la cual las divisiones políticas e ideológicas parecen tragarse todo lo que encuentran en su camino, no es sorprendente que la discusión acerca del voto legalmente obligatorio haya alcanzado ciertos niveles de controversia en la esfera pública. ¿Es el voto obligatorio un instrumento legitimo de las democracias que aspiran a ser saludables o puede este verse como una interferencia indebida a la libertad del ciudadano? En este corto ensayo voy a analizar los dos lados del debate; pero antes de empezar se hace necesaria una clarificación que no es muy neutral. En mi libro, The Duty to Vote, argumento que existe una obligación moral de votar cuando ciertas condiciones de justicia procedimental y política existen en el sistema electoral en cuestión. La idea principal del libro es que votar con juicio e información relevante es contribuir a modificar las estructuras sociales y político-económicas que no son aceptablemente justas o funcionales en nuestras sociedades. Es más, argumento que en casos más o menos extremos de injusticia, votar de cierta manera puede considerarse un acto de rescate que debemos emprender por el bien de nuestros conciudadanos. Esta no es una defensa del voto legalmente obligatorio, ya que es posible cumplir con obligaciones morales que no son respaldadas con sanciones externas por parte del estado o las autoridades. Por ejemplo, nadie duda que es un deber moral hacer obras de caridad para ayudar a quienes lo necesitan, pero es evidente que no es asunto del estado el castigarnos si no somos generosos con los mas desafortunados. Entonces, la pregunta es, asumiendo que hay un deber de votar que es moral ( esto puede rechazarse, pero asumamos que es cierto) ¿se sigue de este deber puramente ético que el estado tiene derecho a reforzarlo con sanciones legales? ¿Es la amenaza de coerción estatal legitima en este caso?
Para empezar, es claro que hay otros deberes morales que el estado respalda con sanciones por incumplimiento. Pagar impuestos es (supuestamente) un ejemplo. En países donde hay juicio por jurados, la población debe aceptar ser llamada para participar en el sistema de justicia. Estos ejemplos muestran que estas obligaciones son necesarias para el funcionamiento de la democracia de forma medianamente justa y efectiva. Nadie parece estar en contra de ellas por razones normativas ( diferentes a las razones auto interesadas, pero estas no tienen peso ético alguno en esta discusión). ¿Cuál es el “bien social” que el voto legalmente obligatorio trae según el argumento en su favor? Podemos enumerar al menos tres puntos que aparecen siempre en la conversación.
El primero es que el voto legalmente obligatorio acrecienta el nivel de representatividad del sistema electoral en su totalidad. Cuanta mas gente participa las urnas, más intereses y necesidades se verán expresados, y los políticos y gobernantes deberán reconocer e identificar estos intereses y preferencias en sus políticas publicas. Muchos investigadores en ciencia política e instituciones sugieren que cuando el gobierno sabe que casi todos votan, se ve obligado a ofrecer resultados que “apetezcan” a una mayor parte de la población, así no pierden su apoyo. Esta es una cuestión de incentivos racionales en elecciones, pero una consecuencia es que, en teoría, las leyes y políticas resultantes tienden a ser mas igualitarias y justas.
En relación a lo expuesto, el segundo argumento en favor del voto obligatorio sugiere que en sistemas en los cuales los ciudadanos deben votar, la población hace mayor honor al principio filosófico de igualdad política entre las personas. Si todos votamos, el ideal de una persona un voto se ve reflejado en la practica, no solo en la teoría; y esto es lo que empodera a las personas mas tradicionalmente marginadas o excluidas-- aquellas a las cuales el sufragio universal tiende a proteger
Por ultimo, tenemos el argumento que se basa en un rechazo del “freeriding”. Freeriding es un termino anglosajón que se refiere a la persona que toma ventaja del sacrificio de otros al beneficiarse de ellos sin contribuir nada de su parte a un proyecto común. Si concebimos a la democracia como un proyecto común ( porque todos nos beneficiamos de gobiernos justos, economías estables, y sistemas de leyes seguros, entre tantas otras cosas), entonces, tiene sentido decir que las personas que votan se toman el trabajo de mantener este proyecto común en pie y andando, mientras las que no votan se benefician de los esfuerzos de los que si. Son free-riders. Esto es injusto, piensan muchos. El voto legalmente obligatorio es una forma de asegurarnos de que todos contribuyan su parte, de la misma manera que nos ocupamos de que todos paguen los impuestos que deben pagar según sus ingresos. Esta forma de razonamiento es interesante, aunque esta plagada de problemas, también. Uno de ellos apunta a la efectividad del votante como individuo. Si mi voto aislado no determina una elección, ¿qué importa si voto o no voto?
Una respuesta casi obvia a este dilema es que, si bien es verdad que nadie puede hacer ganar o perder una elección con su voto individual, lo cierto es que lo que importa son las acumulaciones de votos, y es por esto que contribuir a la elección es importante. No todo lo que es moralmente válido tiene que ser resultado de nuestras acciones individuales aisladas de las de tantos otros. Después de todo, reciclamos la basura, por ejemplo, aunque sabemos que una botella más o una botella menos no hace a la diferencia en términos de calentamiento global.
Ahora, ¿cuáles son los argumentos en contra del voto legalmente obligatorio? Uno bastante claro es que cuando los ciudadanos deben votar, se les quita la libertad de expresar su descontento vía la abstención. El voto en blanco parcialmente responde a esta demanda, pero es verdad que hay algo de valor en la repudiación de un sistema político que decepciona y no satisface nuestras demandas más básicas. “Patear el tablero” y no presentarse a la elección parece un acto de protesta mas contundente que ir y votar en blanco, aunque es difícil saber si las abstenciones ( quedarse en casa) son debido al enojo político o a la mas mundana indiferencia por la cosa pública. Es mas divertido salir con amigos que votar.
En todo caso, hay un segundo argumento en contra del voto legalmente obligatorio que tiene fuertes raíces normativas y es el siguiente: el derecho a votar implica la opción de votar, si eso es lo que el ciudadano desea, pero los derechos deben hacer lugar a la posibilidad de no ser ejercidos si el beneficiario de tal derecho así lo elige. El derecho a la libre expresión incluye la libertad de callar. ¿No debería el derecho a votar incluir la libertad de no votar? Y aquí es cuando la discusión parece acabarse. Formalmente este argumento es lógico, pero la práctica nos muestra que muchas veces, focalizarnos en derechos y no en deberes no es lo mas justo o lo mas socialmente útil. Uno podría decir que algunas formas de coerción no son moralmente preocupantes porque no atañen a la dignidad o integridad de la persona. ¿Es el voto obligatorio un ejemplo de esto?
Una ultima objeción contundente en contra del voto obligatorio por ley es que da lugar a los votos irresponsables y desinformados porque los votantes ignorantes o prejuiciosos deben votar. El problema de la desinformación del votante en democracia va mas allá de la discusión acerca del voto obligatorio, por supuesto. Aquí, sin embargo, los estudios empíricos producen conclusiones ambiguas. La literatura muestra que cuando el voto es visto como un deber, más gente tiende a informarse antes de votar. Sin embargo, en un mundo en donde la información disponible esta distorsionada, el sentido del deber político puede ofrecer poco consuelo porque puede amplificar dichas distorsiones. Es por ello que nuestras sociedades deben preocuparse por mantener los canales de información y opinión limpios y transparentes, sea cual sea el sistema de elecciones que adopten.
Obligatorio o no, el voto es un valioso instrumento para hacer valer nuestros derechos. Valdría la pena recordar lo que dijo Benjamin Constant, quien defendía fervientemente la libertad individual en contra de atropellos del estado: “ El peligro de la Libertad moderna consiste en que, nosotros absortos en el goce de nuestra independencia privada, y en la consecución de nuestros intereses particulares, no renunciemos demasiado fácilmente a nuestros derechos de compartir el poder político.” Votar es una manera de no perdernos en la búsqueda de la felicidad privada a costa de la justicia.

Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.