Nuestros derechos legítimos sobre las mujeres

Todo el mundo está en contra del acoso sexual. ¿O no? Algunas de las reacciones recientes frente a la iniciativa “Un baile libre de acoso”, del CECSO-FEUU, o a la campaña del Colectivo Catalejo para desincentivar el acoso callejero, demuestran que la cosa es mucho más complicada. La respuesta ha sido inusitada, feroz y abrumadoramente masculina. Se podría decir que el problema está en que no todos entendemos lo mismo por “acoso”; que algunos creen que es distinto un piropo elegante a una guarangada; que existe un riesgo de malentender y reprimir acercamientos “legítimos”. Sin embargo, el tono de la reacción no busca despejar estos malentendidos, menos aún obtener una comprensión empática de la experiencia cotidiana de las mujeres. Las denuncias se minimizan; la indignación se juzga histérica; las propuestas se ridiculizan. Se acusa al feminismo de tener “agendas ocultas”. Esta actitud la despliegan, sobre todo, hombres. A diferencia de lo que sucede con el aborto...