Así, ¿quién quiere ser millonario?
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Hace un par de meses, a raíz de una propuesta del
PIT-CNT, se reavivó la discusión sobre los impuestos a los más ricos, o al 1%,
o alguna fórmula por el estilo. No se trata de una propuesta ni de una
discusión novedosa, ya que en el pasado ha tenido lugar tanto entre nosotros,
como en otros países del mundo y en distintas circunstancias. Pero eso no le
resta importancia al tema, entre otras cosas porque contamos cada vez con más
evidencia empírica sobre los posibles efectos de estas políticas. Y, punto no menor,
también hay en el mundo —y en Uruguay— cada vez más personas con ingresos
multimillonarios[1].
¿Qué opinan los propios multimillonarios sobre impuestos dirigidos y focalizados al 1%? Podemos imaginar que, en su mayoría, estos individuos se oponen a mayores impuestos. Y, en efecto, la evidencia respalda esta suposición natural (e.g. Fairfield 2015; Page et al. 2013; Bogliaccini and Luna 2016; Mathisen 2023). En ocasiones, algunos de ellos comparten sus posturas públicamente, como fue el caso entre nosotros del empresario Juan Carlos López Mena, quien recientemente criticó la propuesta: “Los más ricos pueden hacer más cosas; esas son mentalidades obsoletas. Si tenés más millones, podés invertir más, crear más puestos de trabajo y más tecnología. Creo que se equivocan de rumbo”.
Sin embargo, debido a las dificultades metodológicas para acceder a este segmento, contamos con poca información sistematizada sobre las actitudes de los más ricos. Por ejemplo, es muy difícil realizar una encuesta entre ellos por la falta de un marco muestral[2]; ni hablar de obtener un número suficiente de super ricos en encuestas generales. A diferencia de otras élites, como la política, los super ricos suelen mantener perfiles bajos y no se exponen al público (ni a la academia).
Como parte de mi investigación, entrevisté a más de 130 individuos del 1% más rico en tres países: Uruguay, Honduras y México. Abordamos temas relacionados con la pobreza y la distribución del ingreso, y también recogí sus perspectivas sobre los impuestos a las grandes riquezas. A continuación, ejemplifico y comento brevemente los argumentos más recurrentes, que en su enorme mayoría son contrarios a estos impuestos. Ninguno resulta sorprendente: son los mismos que esgrimen también los políticos y técnicos que se oponen a este tipo de medidas fiscales. Pero, aun así, vale la pena repasar los testimonios directos de aquellos individuos que se verían directamente afectados por estas medidas, con el fin de anticipar puntos de veto e identificar posibles oportunidades de colaboración.
Desincentivo a la inversión privada
Comencemos con uno de los puntos más comunes en el discurso público, el mismo del que se hace eco López Mena en sus declaraciones: que al introducir o aumentar impuestos a los ricos, se desincentiva la inversión. Entre mis entrevistados, sin duda es una de las razones más presentes. La mayoría de ellos no parece ser contraria a todos los impuestos o la progresividad de los mismos, pero sí ven un balance muy fino entre las políticas tributarias y el incentivo al desarrollo privado, que lo entienden como crucial para el desarrollo del país en su conjunto.
“Conceptualmente me parece que las soluciones de los problemas de la pobreza no creo que sean aplicando mayores impuestos, y menos, especialmente a un sector de la sociedad que es el que más empuja, porque corremos el riesgo de desestimularlos (…) Yo estoy convencido que los que ponen los huevos de oro son los empresarios, en el mundo entero. Los gobiernos no tienen plata, los gobiernos no tienen riqueza, simplemente toman riqueza de lo que generan el resto de los ciudadanos y lo administran. Podría ser un error importante, podría impactar muy negativamente tal vez en el sistema de incentivos.”
“Eso es un error. Yo lo que necesito es que se vengan a radicar más inversiones acá a nuestro país para ocupar más gente. Las economías crecen si hay inversión, punto. No hay otra manera. Y esas son las que dan mano de obra, inversión”.
“Muchas veces estas grandes riquezas son las que generan justamente que la economía continúe movilizándose. Y la verdad, yo preferiría incentivar o dar ciertos incentivos para que inviertan esa riqueza en el mercado y que de alguna manera generen más puestos de trabajo.”
Mal uso de dineros públicos
Más allá de la suposición acerca de que los impuestos erosionarían la inversión, un argumento todavía más común entre mis entrevistados, es que no consideran que el Estado vaya a darle un buen uso a los recursos. Mientras que en Honduras y México las preocupaciones se centran en la corrupción, en Uruguay el argumento gira en torno a la ineficiencia estatal y una burocracia sobredimensionada. No creen que los problemas de la sociedad, como la pobreza, se resuelvan con una mayor recaudación.
“Si los impuestos que van a poner están mal encaminados y sin control, y no generan claramente un beneficio, la verdad, no estoy de acuerdo.”
“El Estado está muy grande, se requiere mucha gente, requiere mucho dinero para bancar el estado que tenemos. Y todo ese dinero, en vez de ir a parar a un lugar social, ahora está yendo para pagar salarios de empleados públicos.”
En varios casos, los entrevistados señalan, de manera más o menos directa, que no les molestaría tanto contribuir más, siempre y cuando los recursos se usen de manera eficiente.
“En general, para determinadas situaciones, yo creo que tal vez habría que pagar más impuestos. Yo no le tengo miedo a pagar más impuestos siempre y cuando se devuelva con servicios y se devuelvan con una buena utilización. El problema es que a veces uno paga impuesto y el resultado, ¿dónde queda? Pero cuando uno realmente paga por algo y ve que se usa bien… Si uno tuviera que pagar un impuesto para la enseñanza pública y ve que realmente se empieza la transformación, bueno, uno lo paga. Lo bravo es lo otro, cuando pagamos para alimentar a un sistema que no, que va cada vez peor.”
“Más que poner nuevos impuestos, es que estén bien utilizados. la mayoría de los empresarios que conozco no les molesta tanto lo de los impuestos, les molesta que se malgaste lo que les sacan, y yo lo entiendo.”
Estas respuestas también dejan entrever que, si el Estado abriera esa “caja negra” de a dónde va a parar la plata —supuesto que las élites estuvieran de acuerdo con ese destino— entonces se mostrarían más dispuestas a colaborar. Evidentemente, la publicación del Presupuesto General o de presupuestos parciales, o de las Rendiciones de Cuentas, no dan satisfacción a esta demanda acerca del destino final de los dineros públicos. Este hallazgo no es exclusivo de mis entrevistas: tanto en otros estudios sobre élites como en investigaciones sobre población general, la disposición a pagar impuestos aumenta cuando estos están destinados a un objetivo específico (Flores-Macías 2018; Flores-Macias 2022), en contextos de mayor eficiencia y transparencia (Ortega et al. 2016), y, en general, cuando hay mayor confianza en el Estado (e.g. Berens and Von Schiller 2017; Armesto 2021; Habibov et al. 2018; Rudolph 2009).
Por supuesto, cabe la posibilidad de que el discurso del deficiente uso de los recursos públicos, sea simplemente una excusa políticamente correcta. Para analizar esta posibilidad, realicé un experimento de encuesta entre futuras élites empresariales latinoamericanas (estudiantes de MBA en programas prestigiosos de EE.UU.). Les presenté una propuesta de nuevo impuesto. La mitad de los encuestados recibió una descripción tradicional del impuesto, manejado por el gobierno, pero con la especificación de que lo recaudado se destinaría a políticas sociales. La otra mitad recibió una descripción menos usual —aunque basada en experiencias reales— en la que el sector privado tiene un rol más activo en la administración de los fondos, dirigidos a programas sociales ejecutados por la sociedad civil. Es decir: unos leyeron sobre un impuesto gestionado y ejecutado por el Estado; otros, sobre un impuesto recaudado por el Estado pero administrado y ejecutado por el sector privado.
Como era de esperar, encontré que el apoyo aumenta (o la oposición se reduce) cuando el administrador del impuesto es el sector privado, un actor que los encuestados perciben como más eficiente y transparente que el Estado. Por otro lado, sin embargo, el apoyo fue más alto para fondos dirigidos a políticas sociales, ejecutadas por el Estado, que para aquellos dirigidos a programas sociales ejecutados por organizaciones de la sociedad civil.
Este último punto es consistente con las conversaciones que mantuve con mis entrevistados: en la enorme mayoría de los casos, se reconoce que el Estado cumple un rol importante en la sociedad; pocos cuestionan su papel en la provisión de bienes públicos y no proponen sustituirlo por el sector privado. Lo que se pone en duda es la capacidad del Estado para cumplir con esas funciones.
Motivaciones políticas
También hay un grupo de entrevistados que se muestran molestos por el uso político de estas medidas enfocadas en los ricos. Consideran que esto tiene efectos muy nocivos en la sociedad, no solo por su posible impacto en la inversión —como se mencionó anteriormente—, sino también en el tejido social.
“La frase de ‘saquémosle a los ricos para darle a los pobres’ no existe, no, no puede existir. No conduce a nada, porque pidiéndole ayuda a los ricos y a los empresarios para sacar al país de la pobreza es lo que muchos - no sé si todos, pero seguro que el 80 por ciento de los empresarios - es algo que quiere. Ahora, la frase sacarla de los ricos para los pobres, la verdad que es muy pobrecita la frase y permanentemente se repite, y la lucha de clases, que genera esa desigualdad mental entre ambas partes, derecha, izquierda. La verdad, no está nada bueno.”
“Yo creo que cuando vos hablás de los impuestos a los súper ricos estás en el campo del populismo (…) El sistema tributario tiene que ser racional y equitativo y con los incentivos correctos. Y obviamente es lógico que los que tienen más riqueza, paguen más. Cuando hablás de los impuestos a los súper ricos, yo creo que estás en un terreno peligroso donde podés terminar haciendo algo que no obtenga el resultado deseado, generando populismo, con una agenda más ideológica que de política pública.”
“Pero no me gusta hablar de los impuestos a los superricos, porque es el tipo de medidas que dividen a la sociedad entre ellos y nosotros. Entonces, si alguien habla de un sistema tributario moderno, eficiente, que cada uno pague su parte, me parece espectacular.”
“Me parece que para que haya menos pobreza hay que generar riqueza. No creo en el discurso ideológico de que para que no haya pobreza, hay que sacarle el que tiene, porque eso desestimula la producción (…) El sistema populista de ‘saquémosle al que tiene, y démosle al que no tiene’, es una fórmula que de repente viene bien políticamente porque genera crédito político.”
Estos sentimientos también se hacen evidentes al comparar las reacciones de mis entrevistados frente a discusiones sobre la pobreza, en contraste con aquellas sobre la desigualdad económica. Hablar de pobreza genera mucha más empatía; hay mayor reconocimiento de las barreras estructurales —como la falta de oportunidades educativas— que llevan a las personas a vivir en esas condiciones. Sin embargo, las discusiones sobre desigualdad suelen disparar reacciones más defensivas, ya que los entrevistados se sienten atacados por sus éxitos económicos.
En el experimento de encuesta mencionado anteriormente también encuentro indicios de que la retórica con la que se presenta un impuesto puede influir decisivamente en los niveles de apoyo que este recibe. Más específicamente, el apoyo es más alto cuando el impuesto se introduce como una medida para combatir la pobreza, en lugar de para reducir la desigualdad.
Este hallazgo no es único: diversos trabajos muestran que el tipo de discurso o retórica en torno a la desigualdad (por ejemplo, enfatizar el privilegio de los más ricos frente a las desventajas de los más pobres) tiene un efecto sustantivo sobre el apoyo a impuestos o políticas redistributivas (Chow and Galak 2012; Dietze and Craig 2020; Culpepper et al. 2023; Bai et al. 2023; Piff et al. 2020).
La elusión o la evasión
Un último argumento que se suele manejar en la agenda pública, es que estas iniciativas no tienen sentido, ya que hay maneras relativamente sencillas de eludir y/o evadir estos impuestos. Y en efecto, antes del establecimiento de un impuesto, las élites económicas suelen tener diversas herramientas para intentar influir en las decisiones políticas, por ejemplo a través del lobby, el financiamiento de campañas, el contacto directo con políticos, etc. Sin embargo, la efectividad de estos recursos varía y las élites no siempre logran imponer sus preferencias. Pero entonces, después del establecimiento de un impuesto, en algunos contextos y bajo ciertas circunstancias, existen diversas estrategias financieras para reducir su carga, entre ellas, mover el capital fuera del país, una práctica que se ha verificado como reacción a crisis financieras (Marchesi and Marcolongo 2023), sanciones económicas (Kavalki et al. 2023), y reformas fiscales (Londoño-Vélez and Ávila-Mahecha 2021; Caruana-Galizia and Caruana-Galizia 2016).
Entre mis entrevistados, solo una minoría se refirió a este punto, tal vez porque no se animaron a hablar de un tema que podría ser controversial, o porque genuinamente no es lo primero que se le vino a la mente. Los que hablan abiertamente del asunto, enfatizan la facilidad con la que la plata se mueve, y las herramientas para poder zafar de estos impuestos.
“Es muy ingenuo, porque si un súper rico a nivel uruguayo detecta o sospecha que le van a poner impuestos mucho más altos, es muy fácil para esa persona sacar su patrimonio del Uruguay.”
“Las grandes riquezas normalmente buscan lugares de refugio y tiene muchas más condiciones que cualquier otro actor para buscar su espacio de conveniencia.”
“Podemos inventar algo para no pagarlos, siempre hay manera de escaparse igual a esas cosas.”
“Este tipo de política lo que hace es que la gente empieza a encontrar otras alternativas, pasa mucho que, o encontrás otras nacionalidades, o cambiás tus estructuras fiscales para que ya no tributen a través del país sino a través de otros países. Entonces creo que frente a este tipo de medidas siempre hay forma de darlas vuelta.”
Hay espacio para sumar aliados
Las respuestas recogidas muestran que, aunque la oposición a los impuestos a las grandes riquezas es fuerte, no es intransigente ni homogénea. Entre los entrevistados hay puntos de inflexión que pueden abrir espacio a propuestas que generen menos resistencia, como mejorando la percepción de eficiencia y destino del gasto público o la forma en que se comunica el propósito de esta política. Estos hallazgos invitan a repensar no solo el contenido de las reformas, sino también su proceso de formulación y presentación. Si el objetivo es generar apoyo —o al menos minimizar el rechazo— entre actores con poder de veto, entender sus racionalidades y miedos puede permitir construir una narrativa que, sin diluir el objetivo redistributivo, logre interpelar a quienes podrían verla inicialmente como una amenaza.
Referencias
Armesto, Alejandra. 2021. “Sobornos En Servicios Sociales y Preferencias Redistributivas En América Latina.” Política y Gobierno 28 (2).
Bai, Jie, Bu-Xiao Xu, Shen-Long Yang, and Yong-Yu Guo. 2023. “Why Are Higher-Class Individuals Less Supportive of Redistribution? The Mediating Role of Attributions for Rich-Poor Gap.” Current Psychology 42 (20): 16883–93. https://doi.org/10.1007/s12144-022-02836-2.
Berens, Sarah, and Armin Von Schiller. 2017. “Taxing Higher Incomes: What Makes the High-Income Earners Consent to More Progressive Taxation in Latin America?” Political Behavior 39 (3): 703–29. https://doi.org/10.1007/s11109-016-9376-2.
Bogliaccini, Juan A., and Juan Pablo Luna. 2016. Deflecting My Burden, Hindering Redistribution: How Elites Influence Tax Legislation in Latin America. 92nd ed. Vol. 2016. WIDER Working Paper. UNU-WIDER. https://doi.org/10.35188/UNU-WIDER/2016/135-2.
Caruana-Galizia, Paul, and Matthew Caruana-Galizia. 2016. “Offshore Financial Activity and Tax Policy: Evidence from a Leaked Data Set.” Journal of Public Policy 36 (3): 457–88. https://doi.org/10.1017/S0143814X16000027.
Chow, Rosalind M., and Jeff Galak. 2012. “The Effect of Inequality Frames on Support for Redistributive Tax Policies.” Psychological Science 23 (12): 1467–69. https://doi.org/10.1177/0956797612450035.
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Strehl-Pessina, Matías, Marcelo Bergolo, and Martin Leites. 2025. “Beyond Income: Understanding Preferences for Redistribution among the Top 1%.” Journal of Economic Behavior & Organization 237 (September): 107132. https://doi.org/10.1016/j.jebo.2025.107132.
[1] https://www.busqueda.com.uy/economia/uruguay-sumo-363-nuevos-millonarios-2024-y-son-17675-segun-banco-suizo-n5401130
[2] Existen algunas excepciones, entre ellas Strehl-Pessina et al. )2025) para el caso uruguayo

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