En los últimos
años han ocurrido una serie de episodios en algunas universidades americanas
que muestran un escenario preocupante sobre las condiciones de debate en el
ámbito universitario de las ciencias sociales. Existe una creciente resistencia
desde el estudiantado a aceptar discutir y siquiera conocer ideas, argumentos y
autores conservadores o de derecha. [1]
Independientemente de la virulencia de los incidentes, este rechazo a la
discusión por un lado, y la creciente homogeneización ideológica de los
académicos universitarios por otro lado, han demostrado tener efectos muy
negativos tanto para el estudiantado como para la institución universitaria. En
la Universidad Pública de Uruguay, y en particular en el ámbito de las ciencias
sociales yo percibo una creciente polarización y dogmatismo en la discusión donde
algunos temas (por ej. aborto, presupuesto para educación pública, femicidio,
etc.) prácticamente no son o no pueden ser objeto de discusión so pena de ser
descalificado de conservador o fascista.
En lo que
sigue, quiero primero relatar tres hechos ocurridos en Universidades americanas
que muestran esta resistencia a debatir y escuchar ideas conservadoras. Luego
quiero hablar de un movimiento que ha ganado fuerza y que en base a dos ideas
(micro agresión y alertas preventivas) busca limitar el debate público para
ayudar a construir un espacio seguro de violencia para los estudiantes. En
tercer lugar, quiero mostrar que ésta solución no es un gran idea y genera un
montón de efectos perversos. Finalmente quiero terminar hablando de cómo esta
problemática se puede conectar con los problemas de discusión que tenemos en el
ámbito universitario de las ciencias sociales en Uruguay.
I. Episodios
de resistencia a las ideas conservadoras en las Universidades Americanas
Hecho 1: La charla que
nunca ocurrió del supuesto supremacista blanco
En 2017 el
profesor Charles Murray fue a dar una charla sobre su último libro a
Middlesbury College en Vermont, Estados Unidos. Sin embargo, se generaron
fuertes resistencias desde un grupo de estudiantes que argumentaban que era
inaceptable que la Universidad le diera una plataforma para una visión que
consideraban era muy ofensiva. El problema era que tres décadas atrás Charles
Murray había escrito (junto con el bioquímico Richard Herrstein) un famoso y
polémico libro: The Bell Curve.
Intelligence and Class Structure in American Life (Herrstein & Murray,
1994). En dicho libro Murray y Herrstein hacían varias afirmaciones
controversiales entre ellas señalar que la inteligencia tenía un fuerte
componente genético, y que existía un vinculo entre el nivel de inteligencia y
la raza. Desde las autoridades de la Universidad se argumentaba que Murray
había sido invitado por pedido de un grupo de estudiantes de la universidad y
que tenían todo el derecho a hacerlo en tanto que miembros de la institución.
Conforme se acercaba la fecha de la conferencia la situación se fue complicando
y finalmente la charla no tuvo lugar ya que fue impedida por un conjunto de
estudiantes enojados. La situación terminó tan mal que hasta la profesora de
Middlesbury College, que iba a participar del evento junto con Murray, fue
atacada y termino siendo atendida en el hospital (Stanger, 2017).
Hecho 2: No dejen hablar a
la feminista anti feminista
En 2018 la
filósofa Christina Sommers fue a dar una conferencia a la Escuela de Derecho
del College Lewis & Clark. Sin embargo, un grupo de estudiantes se
movilizaron para que la charla no tuviera lugar, y le pidieron a las
autoridades que rescindieran la invitación, acusando a la universidad de
defender la visión de dicha filósofa. ¿Cuál era el problema? Sommers es
defensora de un feminismo liberal (que ella cataloga como feminismo factual) y en sus obras (por ejemplo, Who stole Feminism?) cuestiona
fuertemente las variantes actuales de feminismo radical que según ella ignoran
o interpretan los datos de la realidad en forma muy sesgada, y lo que es peor,
sugieren políticas injustas que castigan inadecuadamente a las hombres (Sommers,
1995). Los estudiantes, intentaron bloquear el acceso al salón donde tendría
lugar el evento, y luego ingresaron varias veces a interrumpir la charla
enarbolando lemas del tipo ‘de que lado estas’, ‘ningún tipo de plataforma para
fascistas’, y ‘lucharemos por la justicia hasta que Sommers se vaya’. Finalmente,
luego de varias interrupciones, y viendo el clima que se había generado, se le
pidió a Sommers que terminara su presentación, para pasar a las preguntas del público
y terminar rápidamente el evento.
Hecho 3: Indicaciones sobre
como disfrazarnos en Halloween
En 2015 el
consejo de la Escuela Asuntos Interculturales del Silliman College de la
Universidad de Yale, hizo una nota pidiéndole a los estudiantes que fueran más
cuidadosos respecto a las implicancias de los disfraces que elegían ponerse en
la fiesta de Halloween. Se recomendaba evitar usar disfraces que pudieran
llegar a ofender porque se burlaran de costumbres religiosas o culturales importantes
para las personas, y/o porque se basaran en falta de información, información
sesgada, o estereotipos (FIRE, 2015). Algunos estudiantes se quejaron sobre
esta nota y la profesora Erika Christakis que no solo es profesora de la
Universidad, sino que tenía responsabilidades en la vida del campus, escribió
una nota respondiendo a ese mail invitando a toda la comunidad a pensar sobre
la polémica de los disfraces de Halloween. El mail era bastante moderado y
simplemente intentaba discutir con más profundidad algunos matices que no
parecían haber sido tomados en cuenta (Christakis, 2015). La respuesta de los
estudiantes fue bastante dura. Fue acusada de ser una conservadora insensible
al sufrimiento y humillación de colectivos culturales, y culpable de no ayudar
a crear un espacio seguro para los estudiantes. Muchos estudiantes demandaron
que fuera echada de la Universidad y varios se dedicaron a desarrollar una campaña
de acoso y vergüenza pública por los medios. A pesar de recibir el apoyo del Decano
del Silliman College, Erika no aguantó más y terminó renunciando a su rol
docente y sus tareas en el campus.
II.
Micro agresiones y alertas preventivas
Todos estos
eventos ocurren en el marco de un movimiento que desde hace algún tiempo se ha
posicionado fuertemente en varias Universidades de Estados Unidos, y que tiene
un objetivo claro y explicito: eliminar todas las palabras o ideas que puedan
resultar ofensivos y generan violencia y dolor psíquico o stress en los
estudiantes. El objetivo es que la vida en la universidad constituya un espacio
seguro y se parte de la base de que los estudiantes tienen bastante fragilidad
emocional y están expuestos a serios daños sicológicos. De esta manera la
política a establecer, es que cuando los profesores den clases, deben evitar
las micro agresiones, es decir, todos
aquellos términos, ideas, imágenes o referencias que aun cuando sean bien
intencionados, puedan ser potencialmente violentos para algún estudiante. Y
como medida complementaria, los profesores que van a hablar de algún tema que
pueda causar fuertes reacciones emocionales, o stress deberían establecer unas alertas preventivas para que los
estudiantes que puedan potencialmente sentirse mal, puedan elegir evitar esas
clases y así prevenir sentirse traumatizados o retraumatizados por el tema.
Existen muchos relatos de profesores denunciando que es prácticamente imposible
dar clase sin sufrir los reclamos, denuncias y verse sometidos a
investigaciones éticas por reclamos de los estudiantes. Hay un aspecto
adicional relevante: todos estos hechos ocurren en el marco de un particular ambiente
en algunas universidades americanas, donde los grupos de estudiantes más
liberales o de izquierda tienen capacidad de movilizarse colectivamente,
protestar y enfrentar enérgicamente a las autoridades universitarias,
intentando bloquear ideas conservadoras que son consideradas inmorales,
injustas y/o que generan estos graves traumas psicológicos al alumnado.
III. Porque la
idea de un ambiente inmunizado de contaminación ideológica no es la mejor de
las soluciones
Hay algo que
parece intuitivamente problemático cuando una de las voces de un debate es
bloqueada por la fuerza, y no precisamente la fuerza de los argumentos. Y esto
es particularmente grave cuando las instituciones académicas universitarias son
cómplices de ese bloqueo cediendo a presiones, o más indirectamente cuando los
profesores empiezan a auto censurarse. Por supuesto que es bueno y saludable
para la vida de las universidades que los estudiantes constituyan un cuerpo
vivo, enérgico, activo y desafiante. Es más, es clave para una atmosfera
universitaria dinámica que los estudiantes tengan su propia visión y voz, que
muchas veces va a antagonizar con la visión de los profesores, y que puedan
ejercerla en la vida universitaria y en el debate publico. Pero una cosa es
defender su voz y visión en el debate, y otra cosa es pretender silenciar voces
distintas declarándolas de antemano enemigas, fascistas e intrínsecamente
inmorales y potencialmente victimizadoras o dañinas. Si las charla de Murray o
de Sommers defienden una postura que se considera cuestionable y existen buenos
argumentos para demostrar su debilidad, la solución no es hacer todo lo posible
para impedir que presenten sus ideas apelando a distintas formas de violencia
física o simbólica. Al contrario, es fundamental ir a debatir y demostrar sus
problemas y errores. Si una autoridad cree que no debe limitarse la forma en
que los estudiantes desean disfrazarse en Halloween y se cree que es
equivocado, el camino no parece ser pedir que expulsen a esa profesora de la
universidad sin mas. Al revés, hay que intentar convencer a dicho profesor del
error de su razonamiento o de las consecuencias insospechadas de este tipo de
posiciones. Mas grave aún es que muchos de éstos reclamos y cuestionamientos se
han basado en visiones sesgadas, estereotípicas cuando no completamente falsas
sobre los autores a los que rechazan. Por ejemplo, en el caso de Charles Murray,
muchos de los estudiantes repetían citas sobre el racismo y clasismo de su
libro, que no se habían molestado siquiera en chequear. De hecho, muchas de las
citas racistas mencionadas por los estudiantes afirmaban lo contrario de lo que
Murray establecía en su texto original (Stanger, 2017b).
Por otra parte,
si el limite se encuentra allí donde alguien pueda potencialmente sentirse
ofendido, casi cualquier argumento o tema pueden ser objeto de censura o auto
censura. Por ejemplo, un docente presentando una clase inicial de Geografía o
Astronomía que refiera al carácter casi esférico de la tierra sin haber
establecido un alerta preventiva sería altamente irresponsable! El no sabe si
alguno de sus alumnos no es adherente de la Flat
Earth Society, y por tanto, cuestionar tan brutalmente su creencia en que
la Tierra es plana, lo está avergonzando generándole humillación y stress
psicológico totalmente evitable.
Pero además,
impedir el debate en un sentido muy básico (tan básico que da vergüenza tener
que explicitarlo por escrito) es una contradicción para la vida académica y
universitaria. ¿Qué significa ser estudiante universitario y aprender algo de
amor por el conocimiento, sino enfrentarse al debate y cuestionamiento de las
ideas y nociones que tenemos acerca del mundo? Como señalan Lukianoff y Haidt,
el método básico de enseñanza que empleamos es el socrático ya que fomenta el
pensamiento crítico, donde la clave es estimular a os estudiantes, para que
revisen y cuestionen muchas de sus creencias y valores. Sin embargo, esta
actividad se distorsiona completamente cuando la idea de sentirse ofendidos, o
potencialmente agredidos se transforma en una carta de triunfo frente a la cual
hay que simplemente silenciar voces. Lukianoff y Haidt además advierten de cómo
este tipo de medidas pueden afectar la calidad de la enseñanza. En lugar de
prepararlos para enfrentar creativa y valientemente un mundo lleno de ideas
diferentes y antagónicas de la suyas que
no podrán silenciar o controlar, este tipo de ambientes los prepara para pensar
patológicamente en forma dogmática y protegida. De hecho, estos “ambientes
protegidos de contaminación ideológica” preparan mucho más pobremente a los
alumnos para la vida profesional dinámica, que exige la capacidad para
enfrentar críticas y poder trabajar colectivamente con gente que muchas veces
piensa diametralmente diferente de nosotros (Lukianoff & Haidt, 2015).
Pero además, enfrentando
el disenso de esta manera no solo forma mal a los estudiantes para enfrentar el
mercado laboral. Peor aún, la universidad se está cavando la tumba en términos
de la calidad de su propia investigación científica. Algunos estudios recientes
muestran como la falta de diversidad ideológica puede afectar seriamente la
capacidad creativa del mundo académico para generar nuevos problemas y
resolverlos. Un trabajo reciente en el campo de la sicología social muestra
como en los últimos 50 años la academia ha perdido buena parte de la diversidad
política que la caracterizaba. Pero lo más grave es que esta falta de
diversidad política ha debilitado la calidad de la investigación por la vía de
sesgar los temas y métodos de investigación, alejar a los investigadores de
temas que son relevantes, pero políticamente incorrectos, y arribar a
conclusiones que descriptivamente caracterizan en forma errónea no solo a los
conservadores, sino también a los liberales (Duarte et al., 2015).
IV.
Y ¿que tiene que ver esto con Uruguay?: operarnos en una cloaca
Este escenario
parece bastante lejano a Uruguay, y en particular al ámbito de las ciencias
sociales en la Universidad de la República que es el que yo conozco, y donde yo
trabajo. Es verdad que todavía no hay reclamos sobre micro agresiones ni
exigencias de alertas preventivos. No obstante, si es posible señalar dos
cosas. En primer lugar, creo que no digo nada polémico si afirmo que hay un
visible predominio ideológico de la izquierda. Estoy pensando más específicamente
en la Facultad de Ciencias Sociales donde yo trabajo y donde se forman una
importante masa de los cientistas sociales uruguayos. En segundo lugar, como mencionaba
en la introducción, existen varios temas altamente complejos que merecen
profundos debates filosóficos y científicos en la literatura internacional,
pero que sin embargo, en nuestra institución para la mayoría de mis colegas y
para la gran mayoría de estudiantes son temas trivialmente simples. Es decir,
que no hay un debate genuino, no son problemas reales, y por ende, la posición justa a tomar es clara.
Y si uno siquiera plantea, no ya un antagonismo frente la posición mayoritaria,
sino solamente dudas, o el deseo de no embanderarse como un barra brava, o un
miembro de una secta religiosa, automáticamente pasa al bando de los fascistas.
· ¿Es tan claro
que los que están en contra de legalizar el aborto son todos unos católicos recalcitrantes
adoradores de crucifijos, o será que puede haber algún argumento interesante en
esa posición?
· ¿Plantear
dudas acerca de la necesidad y justicia de los cambios legales asociados al
femicidio solo puede entenderse como el resultado de tener una visión machista,
patriarcalista o insensible frente a la suerte de las mujeres?
· ¿Oponerse a hacer
paro y marchar para que le den más presupuesto a la Universidad, sin ninguna
rendición de cuentas, lo transforma a uno en energúmeno neoliberal privatizador
que está en contra de la Universidad Pública y del Estado?
· ¿Plantear que
no es simplemente imposible que puedan existir efectos perversos de algunas
políticas sociales, significa que uno esté a favor de eliminar el MIDES y de
asumir reglas de juego liberales que se despreocupen de poblaciones
desaventajadas?
·
¿No estar seguro de que medidas son más adecuadas
para resolver el problema de los individuos homeless que viven en las
instalaciones de la facultad, es un claro signo de insensibilidad social y
despreocupación por los más débiles?
Cuando leo las
falacias de falsa oposición y ad hominem que acabo de escribir me da vergüenza,
pero es sencillamente en los términos en los cuales se plantea muchas veces el
debate en nuestra institución. Lo vivo a diario: Colegas que no solo no tienen
vergüenza alguna de plantear estos problemas (y muchos otros) en estos términos
tan simples e inconsistentes, sino que no dudan en reprobar y estigmatizar a
cualquiera que ose plantear dudas, por más moderadas que éstas sean.
Y ante el
reclamo por una actitud un poco más objetiva y menos sesgada, la respuesta que por
reiterada no deja de ser sorprendente: señalan que es una ingenuidad
epistemológica querer tener un punto de vista desde ningún lado; que es
imposible escapar a nuestros valores, prejuicios e ideología cuando desarrollamos
la disciplina científica, y cuando opinamos sobre los problemas de la sociedad.
Es más, no solo que es imposible ese desprendimiento ideológico, sino que es
deseable estar imbuido de esa ideología, valores o preferencias. Cualquier
intento de objetividad, a su juicio, se reviste de una falsa objetividad positivista.
Pero no es
necesario recurrir a falacias de falsa oposición. Nadie le está pidiendo a los
científicos de la Universidad que tengamos que purgarnos de nuestros valores o
ideología. Pero una cosa es tener esos valores o posición moral, e intentar
defenderla en forma honesta buscando combatir los sesgos de confirmación, e
intentando discutir con la mejor versión de los argumentos de nuestros
oponentes. Y otra cosa muy diferente es retroalimentar y fomentar esos sesgos y
discutir con caricaturas de argumentos rivales. El economista Robert Solow planteó
una analogía útil al respecto: que sea imposible tener total objetividad no
significa que debamos perder todo decoro en el intento de explicitar y
minimizar nuestros prejuicios y valores. Cuando tenemos que operarnos
quirúrgicamente sabemos que es imposible lograr la asepsia total, no por eso
estamos dispuestos a operarnos en una cloaca llena de mierda y ratas.
La imagen de
la cloaca no puede ser más pertinente si pensamos en los debates anteriormente
referidos, y en las distintas formas en las cuales se intenta restringir y
excluir posiciones antagónicas o alternativas del espectro ideológico
conservador o de derecha. La universidad como institución educativa y académica
debería buscar activamente que exista diversidad y un debate rico y
heterogéneo. No hacerlo, o por pasiva, permitir que ese debate se vaya
deteriorando y volviendo más dogmático, va minando las propias bases sobre las
cuales debe montarse una institución académica seria, legítima y valiosa para
la sociedad. En última instancia, por mucho que los cientistas sociales nos
esforcemos en disimularlo, la sociedad nos paga el sueldo por pensar. Tal vez
es hora que empecemos a hacer eso por lo que nos pagan.
Referencias
Christakis, E. (2015) Email from Erika Christakis:
“Dressing Yourselves,” email to Silliman College (Yale) Students on Halloween
Costumes, retrieved from https://www.thefire.org/email-from-erika-christakis-dressing-yourselves-email-to-silliman-college-yale-students-on-halloween-costumes/
Duarte, J.L., Crawford, J.T., Stern,
C., Haidt, J., Jussim, L., & Tetlock,
P. (2015) Political Diversity will Improve Social Psychological Science,
Behavioral and Brain Sciences, 38, 1 – 58.
FIRE (2015) Email from the Intercultural
Affairs Comitte, retrieved from https://www.thefire.org/email-from-intercultural-affairs/
Haidt, J. (2012) The
Righteous Mind: Why Good People are Divided by Politics and Religion, Penguin
Books, London.
Herrstein, R. & Murray, C. (1994) The Bell Curve. Intelligence and Class Structure
in American Life, Free Press Paperbacks, New York.
Lukianoff, G. & Haidt, J. (2015) The Coddling of the American Mind, The Atlantic, retrieved
from https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2015/09/the-coddling-of-the-american-mind/399356/
Lukianoff, G. & Haidt, J. (2015b) The Backstory to ‘The Coddling of the American
Mind’, retrieved from https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2015/09/greg-lukianoffs-story/399359/
Sommers, C. (1995) Who stole feminism? How women
have betrayed women, Touchtone Rockefeller Center, New York.
Stanger, A. (2017) Understanding the Angry Mob at
Middlebury That Gave Me a Concussion, The New York Times, Marzo, 13, 2017, retrieved
from https://www.nytimes.com/2017/03/13/opinion/understanding-the-angry-mob-that-gave-me-a-concussion.html
Stanger, A. (2017b) Interview with Allison
Stanger about the Middlesbury College incident; retrieved from
[1] La contraposición entre conservadores y liberales es
utilizada por algunos autores como una aproximación de la contraposición entre
derecha e izquierda (ver por ejemplo Haidt, 2010). Aunque la asociación
izquierda – liberal hace ruido en
español, en el sentido anglosajón están bastante emparentadas, al menos con
cierta parte de la centro izquierda o izquierda más moderada.