¿Misión imposible? Autor: Ruben Kaztman
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
La acelerada expansión de la
inteligencia artificial y la robótica anticipa grandes tormentas en el mundo
laboral. En paralelo, se multiplican las señales sobre la entrada de la
humanidad en un “Fin de época”, esto es, a un punto de inflexión histórico de
magnitudes comparables a la revolución industrial de fines del siglo
XVIII.
La idea de “fin de época” es un
intento de convertir masas nebulosas de hechos en marcos de referencia
generales. El propósito de la conversión es mejorar nuestra capacidad para
interpretar, tanto la naturaleza de cada una de las transformaciones que se activan
en esos puntos de inflexión históricos, como las distintas formas en las
transformaciones interactúan entre sí.
Tal como sucedió en el pasado, es
muy probable que las innovaciones tecnológicas sigan operando como los motores
más importantes de un “fin de época”. En la actualidad, la inquietud que
despiertan dichas innovaciones está centrada en los impactos de la inteligencia
artificial y la robótica en distintos frentes, así como en la celeridad de su
ritmo de cambio.
Los que estudian los efectos de
tales cambios en el funcionamiento de las sociedades enfrentan por lo menos
tres grandes desafíos. Primero, no quedar atrapados en miradas extremas -buenas
o malas- sobre las consecuencias de los cambios. Segundo, diferenciar los
efectos de las innovaciones tecnológicas tomando debidamente en cuenta las
características contextuales específicas de las sociedades donde se producen.
Tercero, mantener un monitoreo permanente de las alteraciones en las
condiciones de vida y en la subjetividad de las personas que son afectadas por
esos procesos. A continuación, breves comentarios sobre cada uno de estos
desafíos
Evitar las miradas extremas implica
tener siempre presente que las consecuencias de la adopción de nuevas
tecnologías pueden magnificar el bien o magnificar el mal. Las diferencias de
opiniones a este respecto están lejos de ser superadas. Resulta interesante
observar que aún entre los recientemente galardonados con el premio Nobel de
economía 2025 se encuentran visiones que enfatizan uno u otro lado de esa
dicotomía. Así, Peter Howitt asume la prevalencia de impactos negativos en el
mundo del trabajo con resonancias significativas en la inestabilidad del orden
social. Mientras que Joel Mokyr apunta a aspectos positivos del panorama futuro
"Las máquinas no nos reemplazan. Nos trasladan a trabajos más
interesantes y complejos".
Respetar los perfiles
institucionales de cada sociedad implica reconocer que las
características específicas de las instituciones que en cada sociedad
fundamentan el orden social inciden de manera significativa en la dirección del
fiel de la balanza que monitorea el impacto de las innovaciones tecnológicas.
La advertencia anterior asume
que, aun reconociendo el papel central de los cambios tecnológicos en el
surgimiento de un “fin de época”, el potencial heurístico de cualquier mirada
que pretenda anticipar la intensidad y diversidad de sus impactos sobre el
orden social dependerá de la profundidad de nuestro conocimiento acerca de las
relaciones entre los cambios tecnológicos y la salud de las instituciones
específicas de la sociedad analizada.
Reconocer la importancia de esta
advertencia conduce a tomar precauciones como las siguientes. En el caso de los
sistemas políticos mantener bajo la lupa los niveles de la crisis de
representación y de la capacidad de los estados para satisfacer las demandas
ciudadanas. En el caso de los sistemas económicos, definir una imagen, lo más
clara posible, sobre los impactos que está teniendo la globalización y la
creciente concentración financiera internacional en la salud de las economías
bajo estudio. En el caso de los sistemas sociales mantener una información
actualizada sobre fenómenos tales como los avances del crimen organizado y su
peso en distintos espacios territoriales, el estado de las transformaciones en
las estructuras familiares y su incidencia en las capacidades de socialización
de las nuevas generaciones, de los cambios en la composición demográfica, etc.
En el caso de los sistemas ecológicos, monitorear los avances de la crisis
climática y sus consecuencias en las condiciones de vida de distintos sectores
de la población.
Registro permanente de las
alteraciones en el humor colectivo de las poblaciones afectadas por las
transformaciones tecnológicas. Cualquier evaluación de los aspectos
positivos y negativos de los cambios que acompañan la transición a una nueva
época debería dar prioridad a las variaciones en los niveles de bienestar de la
gente afectada. Parece razonable asumir que las incertidumbres e inseguridades
que acompañarán los intentos de adaptación a las nuevas circunstancias se
reflejarán en el humor colectivo, el que se alimentará del conjunto de
evaluaciones que hagan las personas sobre la eficacia con que sus gobiernos los
protegen de las inclemencias de los cambios.
El debilitamiento de las
protecciones sociales suele vincularse a cambios estructurales tales como: a)
el aumento de los niveles de fragmentación socioeconómica en la comunidad; b)
el repliegue hacia el individualismo, con el consecuente debilitamiento
de las redes sociales; c) la profundización de la crisis de representación
política; d) la multiplicación de espacios territoriales en los que, frente a
la vacancia de los Estados nacionales, las organizaciones criminales asumen
funciones de Estado, control comunitario y gestión de oportunidades de
mercado. Tales sustituciones son particularmente visibles en los barrios más
humildes. Entre los pilares que sostienen esos procesos se destacan los pactos
de silencio que impone el crimen organizado a las poblaciones que quedan
sometidas a sus arbitrios.
Algunas noticias difundidas a
través de los medios de comunicación en las últimas semanas (como la
participación de policías y militares en el tráfico de drogas en Chile[1];
el hacinamiento en las cárceles y la falta de control estatal sobre su
funcionamiento en distintas grandes ciudades de la región; la masacre en las
favelas de Rio de Janeiro en Octubre; el triple femicidio en Buenos Aires[2];
el atentado a la fiscal Mónica Ferrero en Montevideo[3],
entre otros) abonan la imagen de un crecimiento significativo en los
niveles de inseguridad e incertidumbre colectivos. Somos muchos los que
sentimos la amenaza de un desastre cada vez más cercano. Las balas suenan
cerca.
¿Qué hacer?
Tengo la impresión que la nube de
estupor que generan las inseguridades e incertidumbres del actual “fin de
época” también está afectando a las ciencias sociales de la región.
El estupor es un estado mental
que reduce las capacidades para responder a estímulos externos. Entre los
científicos sociales suele manifestarse como desaliento intelectual, pesimismo
en las visiones de futuro y repliegues del pensamiento crítico. En la situación
de cambio de época, uno de los aspectos más negativos de esos procesos es el
debilitamiento de la capacidad académica para proponer salidas racionales a los
atolladeros que se multiplican en esos puntos de inflexión histórica.
¿Qué podemos hacer para mejorar
este panorama? En una situación de “fin de época”: ¿cómo podemos
robustecer nuestra capacidad para lidiar con los desafíos que plantea la
construcción de un orden social que, además de equitativo y estable, sea compatible
con las nuevas dinámicas de las estructuras (tecnológicas, laborales,
económicas, políticas, sociales, demográficas, etc.) centrales al
funcionamiento de la sociedad que surge?
No tengo dudas que las
dificultades para responder ese tipo de preguntas pueden resultar apabullantes.
Pero tampoco dudo de la urgencia de las respuestas así como de la necesidad por
poner en marcha iniciativas cuyos resultados, por modestos que sean, vayan
aportando piezas confiables al amplio tablero conceptual que demanda un
enfrentamiento eficaz a los desafíos de este fin de época.
Uno de los caminos que puede
transitar la academia frente a estos problemas es ayudar a identificar, y
apoyar los funcionamientos, de iniciativas comprometidas con el
mejoramiento de la salud de los tejidos sociales de las comunidades
intervenidas y que ya están en marcha.
Me refiero, por ejemplo, a
programas de seguimiento de los impactos de las nuevas realidades sobre el
humor de la gente, de activación en sectores juveniles de espirales virtuosos
entre esfuerzos y logros, de iniciativas que tratan de fortalecer las redes
comunitarias para hacer frente a los estragos del crimen organizado, de
monitoreos persistentes de los esfuerzos por amortiguar los procesos de
segmentación en la educación, de segregación espacial entre los lugares de
residencia de clases diferentes, de reducción de las distancias entre las
configuraciones de activos de las personas y los requerimientos para acceder a
ocupaciones estables con ingresos dignos, de reducción de las irritantes
desigualdades en las atenciones de salud, etc.
Además de contrapesar el
pesimismo sobre el futuro que hoy abunda en la academia, tengo la impresión que
acciones de ese tipo podrían alimentar un reservorio de antecedentes cuyo uso
inteligente ayudaría a lubricar las compatibilidades entre las transformaciones
en curso y los avances hacia sociedades integradas sobre bases de equidad.
[1] Esteban
González (13/7/2025): “El aterrizaje de la amenaza narco en las Fuerzas
Armadas”; La Tercera. https://www.latercera.com/nacional/noticia/el-aterrizaje-de-la-amenaza-narco-en-las-fuerzas-armadas/
[2] Mar
Centenera (24/09/2025): “Un triple feminicidio a manos del narco indigna a
Argentina”. El País. https://elpais.com/argentina/2025-09-24/un-triple-feminicidio-a-manos-del-narco-indigna-a-argentina.html
[3] Pedro
Tristant (29/9/2025). “Atentaron contra la jefa de fiscales en Uruguay: La
investigación señala a una banda vinculada a Marset”. Infobae. https://www.elobservador.com.uy/nacional/detuvieron-una-nueva-persona-el-atentado-contra-la-fiscal-monica-ferrero-n6022991

Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.