Por Fernando Esponda
“El sistema de partidos uruguayo es uno de los más institucionalizados de América Latina (...) En los sistemas de partidos institucionalizados la estabilidad es la regla y los cambios sólo se producen de manera paulatina (...) las sorpresas no son habituales y la historia electoral es un insumo esencial para analizar los resultados presentes y entender sus patrones de variación respecto al pasado.”
Buquet
y Piñeiro (2015), Factores de mediano y largo plazo para el análisis del
proceso electoral de 2014 en Uruguay
Es
verdad, falta más de un año para las elecciones. Aún no conocemos los
candidatos, las alianzas, los slogans de campaña, los pegadizos jingles, lo qué
sucederá de aquí a octubre de 2024.
Sin
embargo, todos hacemos clic cuando salen las encuestas, reenviamos por whatsapp
fotos del informativo con gráficos de aprobación. Los políticos hablan con un
ojo en este período de gobierno, y otro en el próximo. Estamos un poco sí y
otro poco también, en campaña electoral. Aceptemos entonces que ya estamos prontos
para jugar con la bola de cristal y hacer predicciones electorales. ¿Quién está
mejor posicionado para ganar las elecciones en 2024?
Un
procedimiento habitual para proyectar el futuro es ver qué sucedió en el
pasado. Para ver dónde estamos parados analicé datos sobre la historia
electoral uruguaya posdictadura en base a tres grandes perspectivas:
1)
La historia de pérdida
de votos de los partidos de gobierno
2)
La aprobación de la
gestión del presidente
3)
La intención de voto
En
lo que sigue no voy a hacer ninguna valoración subjetiva ni sugerir hipótesis
explicativas, porque no me interesa y además porque no soy capaz. No hablaré
del cómo o el por qué; me detendré solamente en el cuánto, en mirar la foto que
muestran los números puros y duros.
1) La historia de pérdida
de votos de los partidos de gobierno
Desde
el punto de vista electoral, ejercer el gobierno tiene pros y contras. Por un
lado, permite disponer de un conjunto de recursos relevante para desplegar y
convencer a los electores. Existen trabajos que evidencian un ciclo electoral
de las cuentas públicas: el déficit fiscal tiende a aumentar en el año
electoral (Oddone et al, 2020).1 Por otro lado, sobre el gobierno descansa la responsabilidad de las políticas
públicas, las expectativas de los ciudadanos y su contraste con la realidad. La
pregunta que surge naturalmente es cuál es el resultado neto, a nivel
electoral, de los pros y contras de ser gobierno.
Buscando
respuesta sistematicé la variación en los votos del partido o coalición
gobernante desde 1985 a la fecha. Para los primeros cuatro gobiernos
(Sanguinetti, Lacalle Herrera, Sanguinetti y Batlle), sumé el caudal de votos
del Partido Nacional y del Partido Colorado.2 Para
los siguientes tres (Vázquez, Mujica y Vázquez), la votación del Frente Amplio.
Como en los primeros gobiernos no había balotaje, comparé siempre las
votaciones en primera vuelta.
Lo
que muestran los datos electorales es que el partido o coalición gobernante
siempre han perdido votos. En promedio pierden 5% de votos, oscilando entre un
máximo de 9% (en el gobierno de Batlle, que desembocó en el primer gobierno de
Vázquez) y un mínimo de 0,1% (en el gobierno de Mujica, que fue sucedido por el
segundo gobierno de Vázquez).
El
balotaje de 2019 fue el más parejo de la historia de balotajes de Uruguay.
Lacalle Pou le ganó a Daniel Martínez por 37.000 votos, lo que equivale a un
1,5% de los electores.
Desde
esta perspectiva, si el actual gobierno pierde la misma cantidad de votos que
los dos gobiernos de Sanguinetti, el de Lacalle Herrera, el de Batlle o los dos
de Vázquez, entonces perdería la elección. El Partido Nacional y su coalición
multicolor deberían tener un desempeño más parecido al del Frente Amplio en el
gobierno de Mujica para seguir en el gobierno.
2) La aprobación de la
gestión del presidente
La Unidad de Métodos y Acceso a Datos de la Facultad de Ciencias Sociales de la UdelaR tiene una maravillosa base de datos sobre opinión pública, con resultados de encuestas desde 1989 a la fecha (Schmidt, Nicolás; Cardarello, Antonio; Luján, Diego (2023)).3
Lo
que hice en este segundo análisis fue fijarme qué decían sobre la gestión del
presidente los relevamientos de opinión pública en todos los meses de junio del
año preelectoral.
Resumí
la gestión del presidente en un valor único, el saldo de aprobación, que es la
diferencia entre los que aprueban la gestión y los que la desaprueban. Si el
saldo tiene un valor positivo es porque hay mayor aprobación que desaprobación.
El dato de junio de 2023, que aún no está en la base de la Facultad, lo agregué
yo, usando el promedio de las últimas encuestas de Equipos, Cifra, Usina de
Percepción Ciudadana y Opción.4 Armé dos gráficos, uno con la serie completa con todos los valores y otro que
sólo mira lo que pasaba a mitad del año preelectoral.
Lo
que encontré fue que Lacalle Herrera, Sanguinetti, Batlle y Vázquez en su
segundo gobierno tenían un saldo negativo de aprobación a mitad del año
preelectoral. En los cuatro casos perdieron caudal electoral y/o las siguientes
elecciones. Solo Vázquez en su primer gobierno y Mujica tenían saldo positivo
de aprobación a mitad del año preelectoral.
El
promedio de las últimas encuestas ubica a Lacalle Pou con un saldo de
aprobación positivo. En este aspecto el actual gobierno comparte la condición
de aprobación positiva con los dos primeros gobiernos del Frente Amplio, que
lograron mantenerse en el poder.
3) La intención de voto
La
otra pregunta de encuestas sobre la que hay disponibles series largas es la de
intención de voto. Como el actual gobierno es una coalición de partidos, para
no tener que ponerme a sumar las intenciones de voto de todos los partidos de
la coalición multicolor usé un camino más sencillo: simplemente miré la
intención de voto del Frente Amplio.
Nuevamente, para las anteriores elecciones usé la base de la Facultad de Ciencias Sociales, mientras que el dato de junio de 2023 lo construí yo usando el promedio de las últimas encuestas de Equipos, Cifra, Factum, Opción y Usina de Percepción Ciudadana.5
La
serie histórica muestra dos grandes escenarios. Por un lado, niveles de
intención de voto del Frente Amplio de entre 19% y 34% en junio de 1993, 1998 y
2018, en los años previos a sus derrotas electorales. Por otro lado, niveles de
intención de voto de entre 45% y 46% en junio de 2003, 2008 y 2013, en los años
previos a las tres elecciones que ganó.
Actualmente
el nivel de intención de voto, a quince meses de la elección, se encuentra en
el entorno de 42%. Desde esta perspectiva, el escenario actual se encuentra más
cercano a las tres elecciones que el FA ganó que a las que salió derrotado.
Lo posible y lo
extraordinario
Si
bien la distancia temporal con las elecciones puede verse como un problema,
también tiene una virtud: nos permite no distraernos con cosas menores.
Próximos a la elección seremos bombardeados semanalmente con información y
análisis sobre movimientos no significativos en la intención de voto: que
Fulana bajó 1% porque tartamudeó en tal respuesta, que Sultano subió 2% porque
salió canchero en tal programa de entretenimientos, que Perengano cayó 3%
porque su implante capilar no fue lo suficientemente exitoso. Ruido
entretenido, pero que no nos da información pertinente si nos distrae de las
tendencias fundamentales del electorado. La opinión pública uruguaya, como
tantos aspectos de nuestro querido país, tiene movimientos lentos, de
penillanura, que suceden de a poco y deben ser analizados obviando anecdóticas
explicaciones de movimientos no significativos.
Por
eso me gusta pensar las elecciones desde este vuelo más lejano, mirando las
grandes tendencias y observando un período electoral más amplio, que abarca más
de 30 años de vida electoral. Recapitulando:
Si
usted quiere alegrar a sus amigos frenteamplistas, tiene dos análisis
diferentes para enviarles junto con el emocionante jingle “aprontá tu corazón”.
En primer lugar, si la actual coalición gobernante tuviera la misma pérdida de
votos promedio que los anteriores gobiernos, perdería la siguiente elección. En
segundo lugar, las encuestas ubican al Frente Amplio, a 15 meses de la
elección, en un nivel de intención de voto mucho más cercano al de los triunfos
de 2004, 2009 y 2014, que al de sus derrotas de 1994, 1999 y 2019. Desde estas
dos perspectivas una nueva victoria del Partido Nacional y su coalición
multicolor sería un evento posible, pero extraordinario.
Si
usted quiere alegrar a sus amigos multicolores, tiene un análisis para
mostrarles escuchando de fondo el emocionante jingle “es ahora”. En la historia reciente encontramos dos grandes categorías: gobiernos con aprobación negativa a mitad
del año preelectoral, que perdieron caudal electoral en las siguientes
elecciones, y gobiernos con aprobación positiva, que lograron ganar y
mantenerse en el poder. El gobierno actual se encuadra dentro de la segunda
categoría. Desde esta perspectiva una derrota del Partido Nacional y su
coalición multicolor sería un evento posible, pero extraordinario.
Hasta aquí mi contribución. A partir de este artículo me quedan dos cosas picando que dejo para cerrar, líneas abiertas para futuros análisis. Primero, si hay alguno de los tres análisis que es más relevante, o si hay otro enfoque importante a atender. A mí me gustan y defiendo estas tres perspectivas porque conjugan datos electorales, información de opinión pública y una mirada amplia e histórica, pero esto queda a gusto del consumidor. Segundo, ya más para los analistas en ciencia política, qué es lo que hay detrás de la aparente distancia entre el panorama que dan las encuestas de intención de voto y las de aprobación de gestión presidencial, y qué tanto una dimensión puede permear en la otra en el camino a las elecciones de 2024.6
[1] Oddone,
Ithurralde, Iturralde y Torres (2020), Fiscalidad
y Ciclo Presupuestal en Uruguay: Lecciones, desafíos y recomendaciones
[2] Siguiendo el concepto de familias ideológicas, entendiendo al Partido Nacional y el Partido Colorado dentro de la familia de “partidos tradicionales”. La información de los resultados electorales de cada partido en cada elección la saqué de Wikipedia.
[3]
Accesible para descargar aquí: https://github.com/Nicolas-Schmidt/opuy
[4] Equipos
muestra un saldo de 11%, Cifra de 8%, Opción de 12% y Usina de percepción
ciudadana de -6%.
[5] Equipos
muestra 43%, Opción 42%, Factum 40%, Cifra 44% y Usina de Percepción Ciudadana
45%.
[6] En
ocasión de la elección de la LUC me llamó la atención esta aparente
disociación: el saldo de aprobación del presidente era en marzo de 2022 de 24%,
28% y 21% según Equipos, Opción y Cifra respectivamente, y la distancia entre
el Sí y el No fue de 1% en las urnas. Dejo link sobre el análisis que hice sobre
el referéndum de la LUC aquí:
https://ladiaria.com.uy/politica/articulo/2022/4/la-era-de-la-paridad-resultados-destacados-del-referendum-mas-competitivo-de-la-historia/
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