Por Karina Colombo y Elisa Failache
En esta entrada resumimos los resultados sobre los efectos de internet de alta velocidad en el desarrollo de niños y niñas de 0 a 5 años obtenidos por la literatura, así como en base a una investigación que llevamos adelante para Uruguay durante el período 2011-2018.
¿Qué se conoce de los efectos de las nuevas tecnologías en el desarrollo infantil?
La literatura que analiza los efectos de internet y las nuevas tecnologías en el bienestar se encuentra en pleno auge. Existe una creciente literatura económica que ha estudiado los efectos del acceso a internet sobre distintas dimensiones.[4] Estos estudios muestran efectos generalmente negativos para el bienestar subjetivo y la salud mental, y efectos a veces positivos y otras veces negativos para los logros educativos. Existe también abundante literatura médica que analiza más en concreto la relación entre la exposición a pantallas y el desarrollo infantil.[5] Para niños/as de 2 años y medio o menos, algunos estudios encuentran que la exposición a pantallas no tiene relación con el desarrollo infantil y otros encuentran que tiene una relación negativa.[6] Esto está parcialmente explicado por el fenómeno conocido como “déficit de video”, que refiere a la menor habilidad que tienen niñas y niños pequeños para aprender habilidades verbales y de resolución de problemas a partir de vídeos en comparación con fuentes en vivo.[7] Para preescolares mayores de 2 años y medio, existe evidencia que sugiere que mirar contenido educativo puede tener un impacto positivo en el desarrollo infantil, pero también hay estudios que muestran que niños y niñas pueden aprender actitudes perjudiciales de contenido inadecuado o de la publicidad.[8] Esta literatura también encuentra que la presencia de una persona adulta mirando junto con el niño/a que lo ayude a entender y transferir el contenido a la vida real es clave para aprender de la pantalla y minimizar sus efectos negativos.
Aunque todavía no existe evidencia clara sobre cuál sería el tiempo seguro de exposición a pantallas o sus potenciales daños, varias organizaciones sugieren limitaciones en su uso en la primera infancia. Por ejemplo, la Academia Americana de Pediatría sugiere que niños/as menores de 1 año y medio no tengan ninguna exposición a pantallas, y para los más grandes limitar a una hora por día de programación de calidad, recomendando especialmente el acompañamiento de una persona adulta mientras se mira. Las recomndaciones de la Organización Munidal de la Salud, UNICEF Uruguay y de la Sociedad Uruguaya de Pediatría son similares. Estas sugerencias se basan en las pruebas preliminares de los riesgos de una exposición excesiva en la primera infancia, así como en el costo de oportunidad asociado a las pantallas. Cuando un niño/a usa pantallas está dejando de realizar otras actividades que pueden ser más beneficiosas para su desarrollo, como realizar actividad física, el juego libre, interactuar con adultos, etc. En este caso el costo de oportunidad refiere a los beneficios que se podrían haber obtenido si se hubiera realizado la actividad alternativa en lugar de usar las pantallas.
Para aportar a la discusión sobre los efectos de internet en el desarrollo infantil en la primera infancia realizamos un estudio para Uruguay aprovechando ciertas particularidades del contexto.
Aprovechando el caso de Uruguay: evidencia para la primera infancia[9]
Desde 2011 en Uruguay se llevó adelante el despliegue de la red de fibra óptica al hogar (FTTH), que aumentó de forma significativa la velocidad y calidad de internet a nivel nacional en aproximadamente una década. Esto generó un escenario útil para analizar los efectos de las nuevas tecnologías en el desarrollo infantil por varias razones. La colocación del cable de fibra óptica en el hogar por parte de ANTEL, a lo que de ahora en más nos referiremos por accesibilidad a la fibra óptica, fue realizada en todos los hogares con teléfono fijo por defecto, sin costo y sin necesidad de trámite previo. Esto significa que la accesibilidad a la fibra estaba dada por algo fuera del control de los hogares, que no se relaciona con sus características.[10] Debido a que la fibra óptica llegó a los barrios en distintos momentos del tiempo, la comparación del desarrollo infantil de niños/as de los mismos barrios pero que nacieron en diferentes años (y por tanto tuvieron distinta exposición a la fibra óptica) nos permite inferir un efecto causal del acceso a internet de alta velocidad en el desarrollo infantil. Realizar esta comparación es posible porque es justamente en este período de despliegue de la fibra que se realizó la Encuesta de Nutrición, Desarrollo Infantil y Salud (ENDIS), otorgándonos información de muy buena calidad sobre el nivel de desarrollo de niños y niñas a nivel nacional.
Utilizando una metodología que lleva a la práctica lo mencionado en el párrafo anterior, nuestros resultados muestran que la accesibilidad a internet de alta calidad genera un deterioro en el desarrollo infantil. En concreto, observamos retrasos en las áreas de comunicación, resolución de problemas y habilidades sociales, medidas por test de desarrollo validados internacionalmente. Este impacto negativo es ligeramente mayor para las niñas, niños/as con padres/madres más educadas y niños/as que viven en ciudades más pequeñas. Cuando analizamos los mecanismos que podrían explicar los efectos encontrados, observamos un aumento en los niños/as que utilizan pantallas al menos una hora al día. Esto refleja un efecto directo negativo del uso de pantallas en el desarrollo infantil. También encontramos que el acceso a la fibra genera un empeoramiento de las prácticas parentales de exposición a pantallas, dado por un aumento en los/as cuidadores que están de acuerdo con que dejar a los niños/as delante de la televisión durante un largo periodo de tiempo es una solución válida cuando las madres están ocupadas. Además, encontramos un aumento del uso de internet por parte de las personas adultas del hogar y un aumento de las prácticas parentales de riesgo. Por último, observamos que en aquellos hogares con mayor acceso a internet de alta velocidad hay una disminución del número de libros infantiles disponibles en el hogar. En términos generales, nuestro análisis de mecanismos indica que una mayor exposición a Internet de alta velocidad afecta al desarrollo infantil de forma directa mediante un incremento del uso de pantallas, y de forma indirecta a través del comportamiento de sus personas referentes. Esto repercute en el entorno familiar de niños y niñas, probablemente disminuyendo las interacciones de alta calidad con personas adultas, que son cruciales para el desarrollo durante la primera infancia.
Si bien los efectos encontrados son robustos a diferentes variaciones en la aplicación de la metodología señalada, la interpretación de nuestros resultados requiere algunas advertencias. Aunque estamos utilizando datos de alta calidad para detectar retrasos en el desarrollo infantil, es posible que estas pruebas no capten nuevas capacidades que niños y niñas estén adquiriendo debido a la exposición a nuevas tecnologías. Además, puede suceder que estos retrasos encontrados desaparezcan a medida que los niños/as crezcan, por lo que es crucial seguir el desarrollo de estas generaciones a lo largo del tiempo.
Entonces, ¿hacia dónde vamos?
El internet de alta velocidad, así como los dispositivos conectados a internet, ya forman parte de nuestra cotidianeidad y van a estar cada vez más presentes en nuestro día a día. La cuestión clave es generar estrategias para aprovechar las ventajas que las tecnologías nos brindan y minimizar sus riesgos. La evidencia parece mostrar que en los primeros años de vida lo mejor es dilatar el inicio de la exposición, y que a medida que el niño/a crece se pueden obtener beneficios del uso de internet y de pantallas. En este contexto, diseñar e implementar políticas públicas que brinden herramientas a cuidadores y cuidadoras, de forma de acompañar e informar sobre buenas prácticas en el uso de pantallas desde los primeros meses de vida, es fundamental.
Referencias
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[1] UNICEF 2019.
[2] Holloway et al.
2013, Chen & Adler 2019, Goode et al. 2019.
[3] Heckman 2008, WHO 2020.
[4] Faber et al. 2015,
Dettling et al. 2018, Grenestam & Nordin 2019, McDool et al. 2020,
Sanchis-Guarner et al. 2021, Arenas- Arroyo et al. 2022, Donati et al. 2022.
[5] Por ejemplo, las revisiones de DeLoache & Chiong
2009, Anderson & Kirkorian 2015, Calvert 2015, Chassiakos et al. 2016,
Moreno et al. 2016, Radesky et al. 2016, Anderson et al. 2017,
Kostyrka-Allchorne et al. 2017, Gottschalk 2019, ofrecen buenos resúmenes del
estado de la literatura.
[6] Chassiakos
et al. 2016, Radesky et al. 2016, Anderson et al. 2017, Kostyrka-Allchorne et
al. 2017.
[7] Radesky
et al. 2016, DeLoache & Chiong 2009.
[8] Anderson &
Kirkorian 2015, Calvert 2015, Chassiakos et al. 2016, Radesky et al. 2016,
Anderson et al. 2017, Kostyrka-Allchorne et al. 2017.
[9] Los resultados
presentados en la siguiente sección se basan en la investigación “Exposure to
High-Speed Internet and Early Childhood Development“ que puede ser encontrada
en el siguiente link: https://drive.google.com/file/d/17xFCnIwICmz1YjgKcJPA7-4hr9uI7kaG/view
[10] Esto es relevante
porque, si compráramos directamente aquellos hogares con niños/as más expuestos
a las nuevas tecnologías con otros menos expuestos, seguramente se
diferenciarían en muchas otras cosas que también afectan el desarrollo infantil,
además del uso de las nuevas tecnologías. Por tanto, no podríamos separar los
efectos de las nuevas tecnologías de los efectos de otros patrones de comportamiento
y pautas de crianza.
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