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“La visión que fue plantada en mi mente
Todavía permanece
Dentro del sonido del silencio”.
(Simon y Garfunkel)
En el marco de la celebración de
los 30 años del retorno democrático se abrieron muchos espacios para reflexionar
sobre diversos asuntos y aristas que presentó ese fenómeno. Entre las preocupaciones que se compartieron
en el evento “Expectativas y disputas en torno a la nueva democracia” organizada
por la Universidad de la República estuvo la del rol de los movimientos
sociales en la transición (ver mesa aquí).
Junto con María Eugenia Jung escribimos una columna sobre el movimiento
estudiantil en la transición a la democracia y quería aprovechar esta
oportunidad para dejar planteadas algunas interrogantes para el estudio de los
movimientos sociales en la transición que tienen que ver con la dimensión
generacional y cómo operó al interior de los movimientos, especialmente el
estudiantil.
Los jóvenes que comienzan a
militar dentro del movimiento estudiantil en los 80s son ciertamente los
sucesores de la generación de la dictadura, que estuvo constituida por varias
cohortes de estudiantes que ingresaron a la Universidad de la República a lo
largo de la década. Los ochenta
constituyen una década privilegiada para analizar cómo es que operó la falta de
continuidad intergeneracional dentro de la militancia estudiantil y cuáles
fueron los mecanismos alternativos de transmisión que tuvieron lugar. Este hiatus
generacional y la posible ausencia
de un interlocutor que funcione como nexo directo entre estudiantes activistas
de una generación y la siguiente, suscita varias interrogantes analíticas
interesantes respecto a los mecanismos de configuración de identidad
generacional estudiantil durante el período post-dictadura. Las generaciones
anteriores sirven generalmente como un
“espejo” a partir del cual las generaciones posteriores construyen su
identidad, se “miden”, y construyen lazos de identificación y diferenciación (Mannheim,
1928 y Feuer, 1971).
Los estudiantes no son un actor
social cualquiera, tienden a ser jóvenes, poseen una identidad transitoria a
nivel individual y, al mismo tiempo, tienen garantizada la continuidad histórica a nivel agregado, en
la medida que ingresan a sus filas nuevas cohortes todos los años. Por otro
lado, y a diferencia de otros movimientos sociales, la gerontocracia como característica
legitimadora en el campo es débil, ya que cuando sus militantes egresan (si es
que lo hacen) deben abandonar la militancia estudiantil, abriéndose paso a las nuevas generaciones. Mientras en otros
ámbitos políticos y sociales de militancia (como ser los partidos políticos y
los gremios), la reapertura democrática estuvo caracterizada por un retorno de
sus antiguos dirigentes, en el ámbito estudiantil la mayoría de los dirigentes
previos al golpe de estado de estado ya habían dejado las universidades,
abriendo el paso a una cierta renovación en la dirigencia.
Más que una generación perdida,
la generación de militantes que operó previamente al 80 lo hizo con una
modalidad al estilo “topo”, saliendo a la superficie y adquiriendo visibilidad
en momentos específicos con la realización de acciones combativas concretas y
luego sumergiéndose nuevamente en los ámbitos subterráneos y clandestinos. El carácter esporádico y fugaz de estas
movilizaciones invisibilizó la red que, aunque compartimentada, operaba en la
clandestinidad en diversas facultades.
Es posible identificar indicios de movilización estudiantil y
resistencia clandestina previos a la irrupción estudiantil en el ochenta que
dotaron de un legado organizacional y simbólico a la generación sucesora.
Algunos eventos que cabe señalar son (Markarian, Jung y Wschebor, 2009): los
sucesivos recordatorios de la muerte de Líber Arce a partir de 1968 (Sempol, 2004);
los reclamos universitarios por demandas particulares (en 1975 se registra un
paro en Facultad de Medicina, en 1977 en Facultad de Veterinaria contra medidas
para restringir el ingreso y en 1978 la “renuncia colectiva a los cursos” exigiendo
la renuncia del decano interventor); la creación de la mesa central de la
Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) en 1978 sobre la base de las juventudes comunista y
socialista (Porrini, 2012); la reaparición de publicaciones periódicas
estudiantiles hacia fines de los setenta y, finalmente, el surgimiento de
revisas estudiantiles luego del plebiscito de 1980 y la concomitante creación
de la Coordinadora de Revistas. Los testimonios acerca de las interacciones,
las organizaciones y las solidaridades que se tejieron en estos procesos
contradicen la tesis de ausencia de transición generacional. Este movimiento
estudiantil que operó en la clandestinidad a través de grupos de base fue
buscando ganar espacios de legalidad.
Estas reivindicaciones de
continuidad generacional, no son solamente narradas y traídas a colación por
los propios actores estudiantiles que las protagonizaron, sino que también por
muchos de los documentos que surgen luego del 82 por militantes que no
necesariamente vivieron estos sucesos en carne propia. Es común encontrar en
las publicaciones periódicas y en las revistas estudiantiles de los ochenta un
largo racconto de las luchas
estudiantiles de generaciones antecesoras, reservando un lugar privilegiado
para la generación inmediatamente precedente que combatió la dictadura.
Sin embargo, en tándem a esa
lucha clandestina “estilo topo” que se procesó durante la dictadura se fue
gestando (especialmente a partir de 1980) una modalidad de militancia más
velada y sigilosa –aunque mucho más masiva-que tuvo por finalidad reconstruir
el tejido social del estudiantado que había quedado desarticulado, y así
generar una identidad estudiantil colectiva. La reconstitución del tejido
social implicó apelar a nuevas formas de socialización propias de una identidad
generacional en transición- que se contrapuso a la identidad generacional de la
década del sesenta y que intentó politizar- y muchas veces democratizar- nuevos
espacios. Se realizó un esfuerzo sistemático por regenerar un entretejido de
espacios de socializaciones informales pero importantes (como los asados, las
cooperativas de apuntes, las bienvenidas a las nuevas generaciones, las murgas
y las actividades deportivas).
El proceso de conformación de
identidad de las generaciones que irrumpieron en la vida pública con la
reapertura democrática no estuvo carente de conflictos internos ni de traumas. La
nueva identidad del movimiento estudiantil que emerge en este contexto está
plagada de tensiones intergeneracionales y generacionales, que se expresaron a
través de relaciones ambivalentes tanto en cuestiones organizacionales como en
el discurso. El movimiento estudiantil que surge con la reapertura y que apuntó
a la “reconstrucción de la memoria histórica del movimiento estudiantil y
reivindicó el legado de la generación universitaria anterior a la intervención”
(Markarian, Jung y Wschebor, 2009), tuvo también que aggiornarse y apelar a una impronta generacional propia que le
permitiera generar arraigo en las nuevas filas de estudiantes que ingresaban a
la universidad. La generación
estudiantil de la transición democrática tuvo que reconstruir y reapropiarse
del legado generaciones que habían sido
“calladas”.
Como en la famosa canción de Simon y Garfunkel, fue una generación
que supo ser experta en el arte de extraer “los sonidos del silencio”.
Síntesis de un argumento expuesto en: Gabriela Gonzalez Vaillant,
“Movimiento en transición: Los estudiantes Universitarios uruguayos en la
transición democrática” en Revista
Pensamiento Universitario, número 16, p. 37-51. Presentado en seminario GEIPAR.
Imagen: Bajo creative commons, de
Justin Lynham, “Listen
carefully”
Referencias
Feuer, Lewis. Los
movimientos estudiantiles. (Buenos
Aires: Editorial Paidós, 1971).
Mannheim, Karl. “El problema de las generaciones”, en reis (Revista
Española de Investigaciones Sociológicas), núm. 62, 1993 (1925). pp.
193-244
Markarian, Vania; Maria
Eugenia Jung, Isabel Wshebor, 1983: La generación de la primavera
democrática. Aniversarios Universidad de la Republica 1983-2008. Volumen 5,
(Archivo General de la Universidad de la República, 2009)
Sempol, Diego. “Los mártires de ayer, los muertos de hoy. El movimiento
estudiantil uruguayo y el 14 de Agosto (1968-2001)” en Aldo Marchesi, Vania
Markarian, Álvaro Rico y Jaime Yaffe, eds. El presente de la dictadura;
Estudios y reflexiones a 30 años del golpe de Estdo n Uruguay. (Montevideo:
Trince, 2004)
Porrini, Rofolfo. “A VEINTINUEVE AÑOS DE LA MARCHA
DEL ESTUDIANTE DE 1983: Obreros y estudiantes” en Trabajo & Utopía (órgano de difusión del PIT-CNT
elaborado por el Instituto Cuesta-Duarte), (noviembre 2012).