El espacio cultural de las políticas sociales
¿Qué panorama nos brindan estos estudios? Desde la perspectiva impositiva, hay un avance de la opinión de que la gente paga muchos impuestos (ELBU), un aumento de la cantidad de personas que opinan que el IRPF es malo o muy malo (ELBU) y un aumento de la idea de que cobrar impuestos a los ricos y subsidiar a los pobres no es un elemento esencial de la democracia (EMV).
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Por Fernando Esponda
Grabado de Romberch (1533) |
“Las ideas y las opiniones no “nacen” espontáneamente
en el cerebro de cada individuo: han tenido un centro de formación, de
irradiación, de difusión, de persuasión, un grupo de hombres o incluso una
individualidad singular que las ha elaborado y las ha presentado en la forma
política de la actualidad. La numeración de los “votos” es la manifestación
final de un largo proceso.”
Antonio Gramsci, Cuadernos de la cárcel (1929-1934), [1]
Hegemonía cultural
Antonio Gramsci, uno de los máximos exponentes del
partido comunista italiano, leía y estudiaba y tosía y escribía sus reflexiones
desde la cárcel impuesta por el gobierno de Mussolini, quien se había propuesto
como objetivo explícito (y por suerte infructuoso) “impedir que este cerebro
trabaje durante 20 años”. Seguramente no imaginó que sus reflexiones serían
atendidas, muchos años después, por personas con pensamientos bastante
diferentes al suyo. Pueden encontrarse inspiraciones gramscianas tanto
en personajes como Steve Bannon -el último director de campaña de Trump- como en los movimientos
de derecha europeos.
En la órbita local, el diario El País publicó
durante el año pasado por lo menos tres artículos sobre el intelectual
italiano, poniendo énfasis en el concepto de hegemonía cultural. Otros medios
de prensa y dirigentes políticos, más allá de los límites de la izquierda,
también han referido al concepto, en general con la convicción y el lamento de
que la hegemonía cultural -concebida como el cuerpo de ideas y valores que
nutren el sentido común- es patrimonio de la izquierda uruguaya.
Pero… ¿es correcta esta apreciación? ¿Qué ha
sucedido en los últimos tiempos con el sentido común uruguayo? En particular,
¿qué ha sucedido con la visión de los uruguayos sobre la distribución de la
riqueza, la pobreza y el rol del Estado?
Movimientos en el sentido común
“El sentido común no es una concepción única,
idéntica en el tiempo y en el espacio: es el “folklore” de la filosofía y como
el folklore se presenta de formas innumerables: su rasgo fundamental y más
característico es el de ser una concepción (incluso en los cerebros
individuales) disgregada, incoherente, inconsecuente, correspondiente a la
posición social y cultural de las multitudes.”[2]
El sentido común implica un conjunto amplio de
conceptos. Olvidemos por un momento los referidos a las dimensiones que suelen
inscribirse en el concepto de “agenda de derechos” (las nociones sobre la
igualdad entre el hombre y la mujer, sobre la igualdad entre las razas, sobre
el derecho a tener una pareja del mismo sexo, sobre las identidades sexuales y
de género, sobre la decisión de interrumpir un embarazo, sobre los derechos
humanos), para centrarnos en un aspecto particularmente importante para la
economía: la noción de cuánto el Estado debe intervenir para
distribuir el ingreso y disminuir la pobreza.
En los gráficos se muestra cómo ha evolucionado un
conjunto de opiniones sobre este tema. Las fuentes de información son la
Encuesta Mundial de Valores (EMV), el Latinobarómetro (LAT) y el Estudio
Longitudinal de Bienestar en Uruguay (ELBU).[3]
¿Qué panorama nos brindan estos estudios? Desde la perspectiva impositiva, hay un avance de la opinión de que la gente paga muchos impuestos (ELBU), un aumento de la cantidad de personas que opinan que el IRPF es malo o muy malo (ELBU) y un aumento de la idea de que cobrar impuestos a los ricos y subsidiar a los pobres no es un elemento esencial de la democracia (EMV).
Con respecto a la pobreza, se percibe un aumento de
la visión que la solidaridad con las personas en situación de necesidad está
garantizada (LAT), al tiempo que ha caído la percepción de la pobreza como el
problema más importante (LAT).
Sobre las causas de la pobreza, aumenta la cantidad
de personas que opinan que los pobres son pobres por flojos y falta de voluntad
(EMV) y la idea de que las personas en situación de pobreza son responsables de
su situación (ELBU).
Desde diferentes perspectivas, estas fuentes de
información muestran una caída en Uruguay de lo que la literatura económica
denomina “preferencias por la redistribución”.
Los datos sobre pobreza y desigualdad
“¿Puede la teoría moderna encontrarse en oposición
con los sentimientos «espontáneos» de las masas?”[4]
Del inmenso conjunto de aspectos que podrían
plantearse relacionados con el tema pobreza y desigualdad (que un experto
podría ordenar y exponer de mejor manera), interesa en este artículo destacar
cuatro elementos.
Primero, Uruguay ha vivido en estos años el proceso
más importante de mejora de distribución del ingreso y disminución de la
pobreza que se haya registrado, aunque con ciertas diferencias en sus
dinámicas. La distribución del ingreso tuvo una importantísima mejora, sobre
todo en el período 2007-2012, en donde Uruguay recorrió aproximadamente un
tercio de la distancia que lo separaba de los países más igualitarios del
mundo; luego de ese impulso la desigualdad, si bien no aumentó, dejó de caer.[5] La pobreza por su parte ha
tenido un continuo descenso durante todo el período, encontrando su mínimo
histórico en el año 2017.
Segundo, este panorama general dista de ser un
estado ideal. Por más que parezca innecesario, vale aclarar que: (1) todavía
existen miles de compatriotas que no alcanzan un ingreso mínimo para salir de
la pobreza; (2) miles de uruguayos superan la línea de pobreza pero se
encuentran en una situación de vulnerabilidad; (3) la distribución del ingreso
sigue siendo menos equitativa que la de los países más desarrollados e
igualitarios.
Tercero, el perfil generacional de la pobreza sigue
estando fuertemente concentrado en las edades más bajas. Si bien ha bajado
sustancialmente, la pobreza de niños menores de 6 años (17%) duplica la pobreza
general (8%), y es 13 veces mayor que la pobreza en mayores de 65 años (1,3%).
Uruguay tiene una doble característica particular en Latinoamérica: tiene el
nivel más bajo de pobreza, y al mismo tiempo el perfil de pobreza por edad más
acentuado en la infancia del continente.[6]
Cuarto, según los relevamientos del MIDES, a
contrapelo del descenso de la pobreza existe un fenómeno de aumento de personas
en situación de calle en Montevideo (de 320 en 2006 a 556 en 2016)[7], que da cuenta de un
fenómeno cualitativamente diferente, y además da pistas para comprender la visión de ciertos
sectores de la ciudadanía con respecto a la magnitud y tendencia reciente de la
pobreza (“¿cómo va a haber menos pobres, si yo veo más gente durmiendo en la
calle?”).
Espacio fiscal y espacio cultural
“Descuidar -y aun más, despreciar- los movimientos
llamados “espontáneos”, o sea, renunciar a darles una dirección consciente, a
elevarlos a un plano superior insertándolos en la política, puede a menudo
tener consecuencias serias y graves”.[8]
La caída en las preferencias por la redistribución
se ha dado en un contexto en donde la izquierda gobierna el país. Este proceso,
aparentemente paradójico, despierta la pregunta de cuál es la relación entre el
movimiento del sentido común y la acción del partido de izquierda. Si bien
excede el cometido del presente artículo, vale la pena mencionar brevemente
tres hipótesis. La primera, que este movimiento se ha dado a pesar de
las acciones del Frente Amplio, que no ha podido contrarrestar discursos más
potentes provenientes de otros sectores.[9] La segunda, que en rigor
la sociedad no ha modificado su escala de valores, sino que lo que ha
cambiado es la realidad: cuando había 40% era razonable pensar
que la pobreza era producto de las circunstancias, pero con 8% es más razonable
pensar que se debe a que esos pobres que quedan son los vagos, los que no
quieren trabajar.[10] La tercera, que en
realidad el propio partido de gobierno ha contribuido con su retórica a
este movimiento del sentido común.[11]
Más allá de cuál sea el factor de mayor peso, lo
que se visualiza es cierto movimiento “contrapuesto” entre las políticas
desarrolladas (consolidación de las políticas sociales, ampliación de los
programas de transferencias, realización de una reforma tributaria progresiva)
y el sentido común (la pobreza es una responsabilidad individual, el IRPF es
malo).
A nivel de la academia y de los equipos técnicos
especializados pueden encontrarse interesantes elementos para conformar una
segunda generación de reformas de políticas sociales.[12] Sin embargo, una agenda
de estas características debería contemplar trabajar paralelamente en dos
restricciones que parecen endurecerse con el paso del tiempo: el espacio fiscal y el
espacio cultural.
La primera restricción, que es la que impone el
espacio fiscal, se ha estrechado producto de un menor crecimiento económico y
la dinámica del gasto endógeno.[13] Trabajar sobre esta
restricción implica trabajar tanto sobre las condiciones de crecimiento como
sobre la evolución de la dinámica fiscal, y en particular -aunque parezca
paradójico- sobre la dinámica de los sistemas de seguridad social.
La segunda restricción es la que impone el espacio
cultural, que también parece estrecharse, habida cuenta de la
dinámica que ha tenido el sentido común en los últimos tiempos. Trabajar sobre
esta restricción es quizás tan desafiante -pero también tan importante- como
trabajar sobre la primera.[14]
Sobre esta segunda restricción, un elemento a tener
en cuenta en una estrategia de incidencia sobre el sentido común podría ser
dirigir la atención discursiva -y quizás también instrumental- de las políticas
sociales hacia los niños. En primer lugar, porque efectivamente es en donde se
concentra mayoritariamente la pobreza (“si Uruguay no tuviese pobreza entre
los niños, la pobreza no alcanzaría el 1%”, plantea Gustavo de Armas). En
segundo lugar, porque contribuye a golpear de lleno la visión que otorga responsabilidad
individual a la pobreza. Resulta bastante difícil en este caso, por más visión
meritocrática que alguien pueda tener, achacar la pobreza infantil a la
ausencia de esfuerzo, asignar una responsabilidad individual a la situación,
plantear que “los niños son pobres porque no quieren trabajar”.
Por supuesto que este elemento no es el único, ni
pretende serlo. Brindar una solución integral al problema del “espacio
cultural” de las políticas sociales y distributivas es un objetivo que excede las
posibilidades de este pequeño artículo, que con haber alertado al lector sobre
su estrechamiento e invitar a pensar cómo ampliarlo queda más que satisfecho.
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Fuentes de información
ELBU: Estudio Longitudinal de Bienestar en Uruguay. Se basa una encuesta realizada por la UdelaR en 2004, 2011/2012 y
2016/2017, que tiene la particularidad de haberle realizado las preguntas
siempre a las mismas personas.
Latinobarómetro: El Latinobarómetro es una encuesta que
se hace en 18 países latinoamericanos desde el año 1995. Analiza el desarrollo de las democracias, la economía y las sociedades utilizando indicadores de actitudes, opiniones y comportamiento.
EMV: Encuesta Mundial de Valores. Es una
encuesta que hace en todo el mundo es un proyecto global de investigación
social que explora los valores y opiniones de la gente, cómo estos cambian con
el tiempo, y su impacto social y político. Se realiza desde 1981 en casi 100
países.
Documentos recomendados:
Progreso multidimensional en Uruguay: dinámica del bienestar de las clases sociales en los últimos años
Notas al pie:
[1] Traducción al español de Manuel Sacristán en su libro Antología de
Antonio Gramsci, editorial Siglo XXI
[2]
Ibídem
[3] Para
conocer más sobre las fuentes de información, ver cuadro al final.
[4]
Ibídem
[5] Mauricio
de Rosa desarrolla el tema en este artículo
[6] Gustavo
de Armas profundiza en este tema en “Poner fin a la pobreza infantil en Uruguay”
[7] Datos del Observatorio Social
[8]
Ibídem
[9] El
trabajo Preferences for redistribution and biased perceptions in Uruguay plantea el papel de los medios de comunicación y su relación con la caída en
las preferencias por la redistribución.
[10] El
Instituto de Economía se encuentra realizando un estudio “Why are we inequality averse?, sobre la noción de aversión a la desigualdad
[11] Si
bien no coinciden con exactitud, se pueden encontrar hermanas de esta hipótesis
a nivel de la dimensión cultural (Entre estética, ciencia y política) o en los temas de seguridad (Cuando el discurso de la izquierda es el de la nueva derecha)
[13] El
artículo Odisea en el espacio fiscal profundiza en este fenómeno.
[14] Para
el caso de la izquierda, subyace desde el punto de vista discursivo una tensión
-inherente a cualquier partido que cumple 15 años de gobierno- entre la defensa
de su gestión y el cuestionamiento de la realidad, el miedo sobre hasta dónde
cuestionar lo realizado sin provocar su retroceso, el tercer porqué de Real de
Azúa sobre el Batllismo: “la duda de si el esfuerzo correlativo por devolverle
su vigencia no hará correr demasiados riesgos a lo que, de alguna manera, se
conserva, de algún modo sobrevive”.
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