Presupuesto 2015-2020. Al Bienestar hay que pagarlo

2015 es año de elaboración del presupuesto quinquenal y ciertas tensiones comienzan a configurarse. Por una parte, la fuerza política a cargo del gobierno presentó en la campaña electoral una serie de compromisos fuertes en cuanto a políticas de bienestar que implican aumentos del gasto público. Por otra parte, varios analistas económicos privados coinciden en que, a diferencia de los dos quinquenios anteriores, la situación de las cuentas públicas y de la economía en general no deja márgen para expandir significativamente el gasto público. En este contexto, algunas declaraciones recientes del Ministro de Economía han sembrado dudas sobre la viabilidad de cumplir con algunos de los compromisos electorales.1
 
En 2014 el déficit de las cuentas públicas fue de 3,5% del PBI, el mayor desde 2002. ¿Es para preocuparse? Si, pero ni tanto. Hace un año, Guillermo Carlomagno nos contaba aquí en Razones y Personas cómo el déficit fiscal no es la única variable relevante para analizar la situación de sostenibilidad fiscal de un país.2 Si bien la situación económica hoy no es exactamente la misma que la de hace un año, la sostenibilidad de la deuda uruguaya ha sido recientemente confirmada por la calificadora Moody's, que decidió mantener la calificación de la deuda del país.

Pero asumamos que efectivamente es necesario reducir algún punto de déficit fiscal. Un lugar común por estos días es que para reducir el déficit fiscal hay que reducir el ritmo de crecimiento del gasto. Sin embargo, al menos algebraicamente, hay otra forma de incidir sobre el déficit que parece olvidada en el debate: los impuestos. Es cierto, a nadie le gusta pagar más impuestos, pero éstos son necesarios para financiar políticas que permitan continuar elevando y emparejando los niveles de bienestar.

¿Pero no son los impuestos en Uruguay ya demasiado altos? La respuesta es no necesariamente. Los datos indican que Uruguay tiene un nivel de recaudación de impuestos que no es ni muy alto ni muy bajo para su nivel de riqueza si se lo compara con otros países.3 Tanto Brasil como Argentina, por ejemplo, recaudan bastante más impuestos que Uruguay. Por otra parte, una regularidad empírica es que a medida que los países se vuelven más ricos, aumenta el peso de los impuestos sobre el total de la riqueza producida. Así, los países de la OCDE recaudan más de 15 puntos del producto que el promedio de países de Latinoamérica.4 Dentro de dicho grupo de países ricos existe una enorme heterogeneidad en cuanto al peso de los impuestos, mientras Francia en 2012 recaudó impuestos equivalentes al 44% del producto, Estados Unidos recaudó sólo un 24%.5 Esto es, distintas sociedades eligen distintas instituciones y el desarrollo de políticas de bienestar amplias requiere de mayor recaudación de impuestos. Como dice el Cuarteto, nada es gratis en la vida.

El programa del Frente Amplio identificó una serie de aspectos sobre los que es necesario avanzar en materia de políticas de bienestar. El más notorio (y oneroso) es el compromiso de llevar el presupuesto de la educación pública al 6% del producto. Pero ése no es el único. Entre muchos otros, dos componentes importantes en cuanto a políticas de bienestar son implementar el Sistema Nacional de Cuidados e incrementar el presupuesto de ASSE para acercar el gasto por usuario al del FONASA. En conjunto, estos son tres ejemplos de políticas que son a la vez caras de implementar y que resultan profundamente igualitaristas en cuanto apuntan a achicar las brechas de bienestar entre los hogares de menos ingresos y aquellos de ingresos medios y altos. Para el caso de la educación, por ejemplo, actualmente los hogares de ingresos medios y altos compran educación privada por un monto de recursos mayor al que asigna el estado a los centros públicos.6 Esto permite que la educación privada ofrezca más horas de estudio y mejor infraestructura, entre otros beneficios. Llevar el presupuesto educativo al 6% del producto permitirá, entre otras cosas, aumentar el número de escuelas de tiempo completo y seguir mejorando los edificios de escuelas y liceos. Algo similar aplica a los cuidados y a la salud, hay grandes diferencias en el acceso a estos servicios básicos de acuerdo al ingreso de los hogares, y estas diferencias tenderán a achicarse con un mayor presupuesto destinado a políticas públicas en ésas áreas.

¿Y cómo se financian estas políticas que apuntan a un mayor bienestar? Si bien el programa del Frente Amplio dice "no queremos menos impuestos, sino mejores y más justos", Vázquez prometió en la campaña "disminuir la carga tributaria global", agregando así una tensión adicional al panorama. Cabe preguntarse si es posible cumplir con las promesas de políticas de bienestar sin aumentar el peso de los impuestos sobre el producto y sin poner en riesgo la sostenibilidad fiscal del país. La respuesta definitiva a esta pregunta deberá esperar a que el gobierno presente los números, pero en principio una respuesta afirmativa parece difícil, y las declaraciones del ministro Astori relativizando el 6% para la educación parecen anticipar una respuesta negativa. En este marco, quizá haya que optar entre distintos objetivos y promesas, pero debería quedar claro que renunciar a seguir ampliando las políticas de bienestar porque el déficit fiscal está alto no es el único camino a seguir. Un mix de políticas tributarias que aumenten los ingresos, combinado con cierto margen menor para políticas de reasignación de gastos, debiera hacer posible continuar con la expansión de las políticas de bienestar que ha caracterizado a los gobiernos del Frente Amplio.

Notas

Foto por Matías Brum, bajo licencia Creative Commons (CC BY-NC-SA 2.0)



3 - Ver por ejemplo en diapositiva 12 de presentación de Pablo Rosselli de Deloitte. 



6 - Para un cálculo que, si bien no es exacto, ilustra claramente el punto, ver http://columnistas.montevideo.com.uy/ucimprimir_300471_1.html

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