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¿Desafección política o la “política normal” en Uruguay?
Por Diego Luján
La sociedad uruguaya se precia, muchas veces con buenas razones, de la fortaleza de sus instituciones y la calidad de su democracia. Ese diagnóstico parece acertado cuando se observa no sólo la realidad nacional sino, sobre todo, el contraste con muchos países de la región y el mundo. Pese a esto, algunos datos recientes han contribuido a instalar un incipiente debate acerca de la desafección política en nuestro país, en línea con los diagnósticos globales sobre la “fatiga democrática” (Alcántara et al. 2024). Luego del largo ciclo electoral que se inició en junio de 2024 y culminó con las elecciones departamentales y municipales de este año, proliferaron los diagnósticos de la “frialdad” de la campaña y la “apatía” ciudadana tanto por analistas y consultores como por los propios dirigentes políticos.
En este clima, un informe elaborado por Factum semanas atrás arrojó que casi uno de cada tres encuestados se mostraba desinteresado (11%) o descreído (20%) en relación con la política. Son ya habituales los comentarios y análisis que dan cuenta de la lejanía de la ciudadanía uruguaya con la política, así como otras señales recientes que apuntan en la misma dirección. Si esa lejanía es suficiente o no para hablar de desafección política es una cuestión de debate, ¿existe desafección política en el Uruguay actual? ¿O estamos, más bien, en un contexto signado por la “política normal”, en el cual el común de la gente se interesa por otros asuntos (como su propia vida) dando por sentado que la política funciona casi en “piloto automático”? Dicho de otro modo, las señales de desafección, ¿están vinculadas necesariamente con síntomas preocupantes, o responden a la marcha relativamente estable y sin sacudones de la política nacional? Si bien dar respuesta concluyente a este respecto excede por mucho a estas reflexiones, es posible situar el debate y explorar algunas actitudes, valores y comportamientos de la sociedad uruguaya sobre este asunto.
¿De qué hablamos cuando hablamos de desafección política?
La desafección política es un concepto complejo, cuyo significado ordinario puede parecer intuitivo, pero su definición resulta algo esquiva, por no hablar de su medición, y mucho menos su explicación. La ciencia política ha abordado este fenómeno de distintas maneras. Torcal y Montero entienden la desafección política como el “sentimiento subjetivo de impotencia, cinismo y falta de confianza en el proceso político, los políticos y las instituciones democráticas, pero sin cuestionamiento del régimen político” (2006: 6). La desafección sería un conjunto de actitudes críticas hacia la política que, a su vez, se reflejan en comportamientos concretos respecto del compromiso cívico, afectando actos como la concurrencia a actos políticos, el trabajo militante y, obviamente, la participación electoral (Montero et al. 1997).
La desafección política, así entendida, configura un riesgo evidente para la estabilidad y la calidad de los regímenes democráticos. En la medida en que implica distanciamiento, desinterés y apatía, puede suponer la ruptura definitiva del vínculo de representación política, además de estar detrás del ascenso de formas disruptivas y populistas de liderazgo político (Schulte-Cloos y Leininger 2021).
A nivel empírico, algunos estudios miden la magnitud de la desafección mediante la proporción de votos inválidos o el nivel de participación electoral (Schulte-Cloos y Leininger 2021). Otros estudios buscan capturar actitudes de desinterés, desconfianza y alienación entre los ciudadanos a partir de datos de opinión pública (Van Wessel 2010;Torcal y Lago 2006), o de contenido en redes sociales (Monti et al. 2013; Cazorla-Martín et al. 2023; Fierro et al. 2023).
¿Desafección política en Uruguay? ¿Qué nos dice la evidencia?
Para dar cuenta de las dimensiones actitudinales y comportamentales de la desafección política en Uruguay, exploremos algunos datos. A nivel actitudinal, el interés en la política es uno de los principales indicadores de la desafección política. Según datos de LAPOP, la sociedad uruguaya se muestra sostenidamente más interesada en la política que las sociedades de los países sudamericanos al menos desde el año 2006. La única excepción es, como muestra la Figura 1, la última ola de LAPOP, realizada durante el año 2023, donde Uruguay cedió el primer lugar en favor de Brasil, como el país con mayor interés en la política. Curiosamente, Brasil pasó del último al primer lugar comparando 2014 con 2023.
Figura 1. Interés en política en países de América del Sur, comparativa 2014-2023
Fuente: elaboración propia en base a datos de LAPOP. Las barras representan la suma de las respuestas “Poca” y “Ninguna” a la pregunta “¿Cuánto interés tiene Ud. en la política?”
Al igual que con otros indicadores, Uruguay sale relativamente bien parado en la comparación regional, pero, así y todo, casi seis de cada diez uruguayos tienen poco o ningún interés en la política en la actualidad. Esto implica un nivel alto más allá de la comparación regional. En la comparación diacrónica, la Figura 2 muestra que Uruguay ha experimentado en los últimos años un leve aumento en el desinterés por la política, pasando de mínimos de 47% en 2010 a un 58% en 2023, cuando se ubicó en niveles similares a los de 2008. En cualquier caso, la comparación de los últimos diecisiete años muestra cierta estabilidad en este indicador, aunque con una tendencia creciente en los últimos años.
Figura 2. Interés en política en Uruguay, 2006-2023
Fuente: elaboración propia en base a datos de LAPOP. La línea y los puntos representan la suma de las respuestas “Poca” y “Ninguna” a la pregunta “¿Cuánto interés tiene Ud. en la política?”
Otra actitud relevante a la hora de evaluar la desafección política es el nivel de confianza en ciertas instituciones clave. Los datos muestran variaciones importantes al respecto. Como se observa en la Figura 3, mientras el gobierno (poder ejecutivo) y el legislativo obtienen aproximadamente el mismo nivel de confianza que de desconfianza en 2024 (y una importante variación temporal), el poder judicial muestra no sólo una mayor estabilidad sino también un muy pequeño saldo favorable en 2024. Los partidos políticos, en cambio, son los que reciben mayor desconfianza ciudadana, y muestran una brecha de confianza cuyo tamaño ha ido en aumento desde el 2010 y, aunque se ha moderado un poco luego del 2020, se mantiene como la institución política con mayor nivel de desconfianza ciudadana.
Figura 3. Confianza en instituciones 2005-2024
Fuente: elaboración propia en base a datos de Latinobarómetro. La línea y los puntos rojos representan la suma de las respuestas “Poca” y “Ninguna” a la pregunta “¿Cuánta confianza tiene en Ud. en…?”
Más allá de las actitudes y valores, ¿qué ocurre a nivel de los comportamientos? Uno de los principales indicadores de desafección a nivel comparado suele ser el nivel de participación, convencional y no convencional. Como muestra la Figura 4, la participación convencional ha sufrido un desgaste a través de los años en Uruguay. Más gente se muestra reacia a hablar de política, a trabajar para un partido o candidato, y a tratar de convencer a otras personas de sus ideas políticas. Por ejemplo, alrededor de tres de cada cuatro encuestados no habla de política o casi no lo hace. Más de nueve de cada diez no trabaja nunca o casi nunca para partidos políticos o candidatos. Esto habla de una sociedad distante de la política no sólo a nivel actitudinal, sino también en comportamientos básicos de compromiso y participación. En cuanto a la participación política no convencional, la Figura 5 muestra que en los últimos años no ha habido grandes cambios en la propensión a participar en manifestaciones. En este caso, no se podría hablar de un aumento en la desafección política medida como participación no convencional.
Figura 4. Participación política convencional, Uruguay 1995-2023
Fuente: elaboración propia en base a datos de Latinobarómetro
Figura 5. participación no convencional en Uruguay 1995-2023, asistencia a manifestaciones
Fuente: elaboración propia en base a datos de Latinobarómetro. Pregunta “quiero que me diga si ha realizado alguna de ellas, si las podría realizar o si nunca las haría bajo ninguna circunstancia: Asistir a manifestaciones autorizadas”
Para algunos estudios, un indicador duro y confiable de desafección es el nivel de participación electoral, ya que no depende de encuestas de opinión pública. En la Figura 6 se observa que en elecciones nacionales en Uruguay, el nivel de participación se ha mantenido en valores altos de modo sostenido, en torno al 90% del padrón electoral desde 1984 a la fecha. Pero, si observamos los niveles de participación en las elecciones internas, que tienen voto voluntario, vemos una realidad distinta. Desde 1999, la participación en estas instancias ha ido decreciendo, pasando de algo más del 50% a alrededor de un 35%. Este indicador muestra un nivel creciente de desinterés y apatía de la ciudanía respecto a la política. Cuando no hay obligación de votar ni sanciones de por medio, apenas uno de cada tres uruguayos en edad de votar, efectivamente lo hace. Este sería un indicador más o menos confiable del verdadero interés en la política, y es consistente con el 42% que declara en encuestas algún grado de interés en la política. Obviamente, siempre es más fácil decir que uno tiene interés en algo, que hacer un esfuerzo concreto en aras de ese interés. Responder una encuesta es más fácil que ir a votar.
Figura 6. Participación electoral en Uruguay, elecciones internas y nacionales, 1984-2024
Fuente: elaboración propia en base a datos electorales
A su vez, al tener voto obligatorio y sanciones por incumplimiento, Uruguay forma parte del grupo de países donde la asistencia a las urnas suele ser alta. Sin embargo, esto no necesariamente implica un nivel bajo de desafección política. Mientras en países con voto voluntario la desafección se refleja en abstención y baja participación, en países con voto obligatorio y con sanciones por incumplimiento (como Uruguay), la desafección política suele expresarse en un nivel mayor de votos inválidos, es decir blancos y nulos, ya que los votantes buscan evitar las sanciones yendo a las urnas, aunque votando blanco o nulo (Haman 2021; Power y Garand 2007; Singh 2019; Cohen 2018). Como muestra la Figura 7, este fenómeno también ha crecido en los últimos años. Los votos en blanco y nulos en la primera vuelta de las elecciones nacionales pasaron de un 2% aproximadamente en 1999 a casi un 5% en 2024, y en la segunda vuelta de un 3% a un 4.3%.
Figura 7. Voto blanco y nulo en elecciones nacionales en Uruguay, 1999-2024
Fuente: elaboración propia en base a datos electorales
Por último, la desafección política no necesariamente alcanza a todos los grupos sociales por igual, ¿quiénes son los más desafectados? Si reducimos la desafección al interés en política, un análisis exploratorio básico indica que hay algunas variables sociodemográficas que se destacan (Figura 8), como el nivel educativo. La relación es clara, estable y robusta: a menor nivel educativo, mayor es la desafección. La educación es uno de los principales factores de socialización política y reproducción de valores y actitudes democráticas. Todos los esfuerzos y recursos destinados a mejorar los resultados educativos redundarán sin dudas en una ciudadanía más interesada y participativa.
En segundo lugar, las mujeres aparecen sistemáticamente menos interesadas en política que los hombres, manteniéndose la proporción a través de todo el período para el cual disponemos de datos comparables. Esto podría estar indicando patrones de socialización todavía diferentes entre hombres y mujeres, que redundan en actitudes heterogéneas frente a la política. Finalmente, la población rural presenta mayores niveles de desafección en comparación con la población urbana, si bien esta relación ha presentado variaciones durante el período, y en algunos casos esas diferencias se han reducido e incluso han llegado a no ser estadísticamente significativas. La edad también es una variable que se relaciona con la desafección política. Si bien no está incluida en la Figura 8, la evidencia que muestra que entre los jóvenes es mayor la tendencia hacia la apatía y el desinterés en la política.
Figura 8. Interés en política en Uruguay, según características socio-demográficas, 2006-2023
Fuente: elaboración propia en base a datos de LAPOP. Los puntos muestran la suma de los valores Ninguno + Poco. Las barras muestran los intervalos de confianza al 95%.
A modo de balance
Como vimos, distintos indicadores, tanto actitudinales como comportamentales apuntan en la dirección de un aumento en los niveles de desafección política en Uruguay durante los últimos años. Este aumento, si bien en general moderado, no se ha expresado por igual en todas las dimensiones e indicadores que componen el concepto en cuestión. Mientras que a nivel actitudinal se observan niveles crecientes desconfianza en los partidos políticos, otras instituciones presentan mayores niveles de confianza. El interés en la política muestra un comportamiento estable, con leves oscilaciones que dejan a Uruguay bien parado en el contexto sudamericano, aunque con un leve deterioro en los últimos años. A nivel comportamental, se observa que la gente habla menos de política y milita menos para partidos políticos y/o candidatos. Eso muestra un creciente nivel de desafección, pero en todo caso la serie de datos disponible muestra que tampoco hubo niveles muy altos de participación convencional en años y décadas anteriores. La participación no convencional, a su vez, muestra un comportamiento más estable.
En los últimos años se ha registrado un descenso notorio en la participación en las elecciones internas, que puede ser un indicador duro de cuán comprometida está la ciudadanía con la política en un contexto de elecciones con voto voluntario. A su vez, desde 1999 en adelante también se ha registrado un incremento, moderado pero sostenido, en el nivel de votos en blanco y nulos en las elecciones nacionales, lo cual también suele tomarse como un signo de desafección.
La pregunta sigue siendo si estos cambios registrados permiten hablar de una sociedad desafectada de la política, o más bien apuntan en la dirección de que, en condiciones de “normalidad” no es esperable que la ciudadanía preste demasiada atención a la política. Como señalan varios estudios en la materia, el interés, el compromiso y, en última instancia, la participación política pueden estar inversamente relacionados con el funcionamiento del sistema político. Es decir, podría ser que cierto nivel de desafección no haga más que reflejar que la política no es percibida como un ámbito problemático, que demande la atención y la intervención de todos los ciudadanos. En cualquier caso, se necesitan estudios más específicos para conocer las motivaciones detrás de ciertas actitudes y valores que se reflejan en los actuales niveles de apatía política en Uruguay.

Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.