A quienes nos gusta la política, frecuentemente nos pasa de encontrarnos en conversaciones con amistades, familiares, o ante análisis políticos en los medios de comunicación, donde se concibe—implícita o explícitamente—a las mujeres, a los afrodescendientes, y los jóvenes en cargos políticos, como “de izquierda”, o “más de izquierda” que sus contrapartes políticos hombres, blancos, y de mayor edad. ¿Esto es así? Lo cierto es que no hay evidencia suficiente para sustentar esta suposición, la cual puede ser contraproducente, al perpetuar estereotipos sobre grupos marginalizados en política exclusivamente a razón de su identidad o características sociodemográficas.
La idea de que las y los ciudadanos de grupos marginalizados tienden a ser más de izquierda que los ciudadanos de grupos dominantes ha sido tradicionalmente respaldada por décadas de investigación en opinión pública en democracias occidentales. Si bien nuevas tendencias respecto a la ideología de grupos están emergiendo en la actualidad y la mayor parte de la investigación no se enfoca en América Latina, se acepta generalmente que las mujeres, los jóvenes, así como los indígenas y afrodescendientes en nuestra región, tienen orientaciones ideológicas que se asocian relativamente más a la izquierda, y a los partidos de izquierda en particular, en comparación con sus contrapartes. Por un lado, más allá de las considerables diferencias entre estos grupos, tienen en común la exclusión histórica de posiciones de poder, siendo más favorables a posturas inclusivas. Por otro lado, las experiencias de pobreza, desventaja, exclusión social y discriminacion que enfrentan en diversas esferas de sus vidas juegan un papel primordial en la formación de sus visiones del mundo, y les inclina hacia posturas que favorecen la redistribución económica y justicia social—bastiones, al igual que la inclusión, de la izquierda y la socialdemocracia en todo el mundo.
Ahora bien, asumir que las y los políticos provenientes de estos grupos son más de izquierda que sus pares de grupos hegemónicos o dominantes—una práctica común de extrapolación por parte de los medios de comunicación y la academia—es un error que ignora cuestiones básicas propias del funcionamiento de los partidos políticos, como lo es la selección de candidatos. No solo no hay fundamentos suficientes para sustentar la expectativa de diferencias ideológicas entre políticos de grupos marginalizados y dominantes, sino que también hay razones para pensar que no son diferentes, particularmente en relación con los ejes que tradicionalmente dividen la izquierda y la derecha, una vez que se toma en cuenta el rol de los partidos políticos. Esto es lo que demostramos en nuestra más reciente publicación en la revista Legislative Studies Quarterly donde analizamos encuestas de opinión realizadas a legisladores en oficio en las legislaturas Latinoamericanas desde 1994 [1]. A continuación repasamos nuestros dos hallazgos más importantes, los cuales esperamos sean de interés tanto para el grueso de la comunidad académica como para quienes ejercen el periodismo o la comunicación como profesión.
1) LOS LEGISLADORES DE GRUPOS MARGINALIZADOS NO DIFIEREN IDEOLÓGICAMENTE DE LOS LEGISLADORES DE GRUPOS HEGEMÓNICOS
En nuestro artículo, analizamos datos de encuestas PELA, lideradas por científicos del Observatorio de Elites Parlamentarias en América Latina de la Universidad de Salamanca. La encuesta PELA ha sido realizada a legisladores en oficio de dieciocho países de América Latina desde 1994, convirtiéndose en una herramienta única para estudiar el comportamiento legislativo en la región.
Entre otras cosas, PELA le solicita a los legisladores que se autoposicionen en una escala ideológica, eligiendo un número entero del 1 al 10, donde 1 es “izquierda” y 10 es “derecha”. Concretamente, PELA pregunta:
“Cuando se habla de política se utilizan normalmente las expresiones izquierda y derecha. En esta tarjeta hay una serie de casillas que van de izquierda a derecha. ¿En qué casilla se colocaría Ud. teniendo en cuenta sus ideas políticas?”
A la hora de analizar las respuestas, nos enfocamos en la asociación entre tener una identidad determinada, como ser mujer, no blanco o joven, versus ser hombre, blanco o mayor, y la autoidentificación ideológica. Para ello utilizamos modelos de Efectos FIjos (EF). Estos modelos estadísticos eliminan sesgos en el análisis de la autoidentificación ideológica de los legisladores que provienen de niveles de agregación superiores, como los países, años, legislaturas y partidos políticos en los que se encuentran. Este último punto es clave ya que permite controlar, por ejemplo, la influencia de características de los partidos políticos tales como su ideología, en la probabilidad de que una legisladora sea mujer o se identifique con una ideología específica [2].
Nos enfocamos en estudiar las diferencias ideológicas entre legisladores de identidades opuestas. Las estimaciones resultantes de nuestros modelos principales reflejan entonces las diferencias en la auto-percepción ideológica de legisladores hombres vs. mujeres, blancos vs. no blancos, y menores de 30 años vs. mayores de 30 al interior de cada partido [3], removiendo diferencias que podrían ser causadas por elementos propios del país y año en que las encuestas fueron realizadas, las legislaturas nacionales (período legislativo) al momento de la encuesta y características de los partidos [4].
El siguiente gráfico resume los resultados. Cada recuadro se concentra en una diferencia de grupos particular: mujeres vs. hombres, no-blancos vs. blancos, jóvenes vs. mayores. Los puntos negros representan nuestras estimaciones, que ilustran la relacion entre tener una determinada identidad, referenciada en la parte superior, y la autoidentificación ideológica en la escala del 1 al 10. En este contexto, el coeficiente estimado indica cómo, por ejemplo, ser mujer (en comparación con ser hombre), influye en la autoidentificación ideológica: un coeficiente negativo sugiere que las mujeres seleccionan valores más bajos en la escala, identificándose relativamente más con la izquierda. Un coeficiente positivo indicaría lo contrario, y un valor sobre cero, que no hay diferencias significativas en la autoidentificación ideológica.
Las barras horizontales, por su parte, representan el intervalo de confianza asociado a la estimación—es decir, el rango dentro del cual estimamos que se encuentran los verdaderos valores con un 95% de probabilidad de certeza, según nuestros modelos. Cuando estos tocan cero (indicado con la línea vertical), significa que no hay evidencia suficiente para concluir diferencias ideológicas entre grupos. Por ejemplo, si el coeficiente estimado para las mujeres muestra un valor negativo, pero las barras de confianza incluyen el cero, no podemos afirmar con certeza que las mujeres se autoidentifican más a la izquierda que los hombres. En tal caso, la conclusión es que no hay diferencias ideológicas significativas entre los grupos a niveles convencionales de significancia estadística.
Para cada grupo, distintas estimaciones corresponden a distintos modelos que controlan por el sesgo introducido por factores a nivel de país, año, legislatura y partido. Aquí es donde surge lo relevante: al controlar por factores relativos a las diferencias entre países, años y periodos legislativos—pero sin tener en cuenta las diferencias entre partidos—se observan diferencias entre grupos. Sin embargo, al tener en cuenta las diferencias entre los partidos y eliminar el efecto asociado a las características de los partidos a los que pertenecen los legisladores, la asociación entre ideología e identidad desaparece por completo, especialmente en términos de género y etnia-raza.
En pocas palabras, nuestras estimaciones muestran que si uno compara a grosso modo la ideología de los legisladores hombres vs. mujeres, blancos vs. no blancos, y jóvenes vs. mayores en los parlamentos latinoamericanos, encontrará que, efectivamente, las mujeres y legisladores no blancos—de ascendencia indígena o afrodescendiente—, tienden a ser más de izquierda que sus contrapartes hombres y blancos (primeros tres coeficientes en cada uno de los tres paneles empezando desde arriba). Sin embargo, esta comparación es inapropiada. Al considerar las diferencias entre los partidos políticos y remover, entre otras cosas, el efecto de que estos grupos están ampliamente concentrados en partidos de izquierda, las diferencias ideológicas entre los grupos desaparecen. Es decir, las distinciones en ideología que observamos inicialmente no se deben tanto a la identidad de género o etnia de los legisladores, sino más bien al partido político al que pertenecen [5].
¿Qué significa esto? Aunque parece que las legisladoras mujeres y legisladores ‘no blancos’ son más de izquierda, esto se debe a que están mayormente en partidos de izquierda. Al interior de los partidos, no hay diferencias ideológicas significativas entre legisladores de grupos marginalizados y hegemónicos.
Esto no debería sorprendernos: sabemos, gracias a años de investigación académica, que los partidos políticos juegan un rol clave en la selección de candidatos. Nuestros hallazgos sugieren que, cuando los partidos en América Latina incluyen a personas de grupos marginalizados en el parlamento, suelen elegir a aquellas que son congruentes con la ideología del propio partido.
2) LA INCLUSIÓN DE GRUPOS MARGINALIZADOS NO CAMBIA LA IDEOLOGÍA DE LOS PARTIDOS
Un segundo punto natural a considerar se refiere a la relación entre los aumentos en la representación descriptiva o numérica de los grupos históricamente marginalizados y la orientación ideológica de los partidos y legislaturas. Si se asume que estos grupos son más de izquierda, entonces, ante el notable incremento de su inclusión en parlamentos en décadas recientes, se esperaría que las legislaturas y los partidos por los cuales son electos se vuelvan más de izquierda, ¿no?
Para abordar esto, también exploramos si existe una asociación entre la inclusión de grupos marginalizados en las filas legislativas de los partidos, y posteriores posiciones ideológicas de los partidos (p. ej un corrimiento hacia la izquierda o hacia la derecha). Usando los datos de PELA, calculamos el porcentaje de mujeres, personas no blancas y jóvenes en cada partido, y analizamos su relación con la ideología del partido, medida también en una escala de izquierda a derecha.
Medimos la ideología de los partidos a través de la encuesta a expertos V-Party, que posiciona a los partidos en un eje izquierda-derecha en función de sus posturas en torno al rol del estado en la economía: si se acercan más a una visión de un estado interventor o si favorecen la desregulación económica y el libre mercado—la más tradicional división entre ideologías de izquierda y de derecha. En este caso, nuestra unidad de análisis son los partidos, y, al igual que en el análisis a nivel individual anterior, controlamos la influencia de factores a un mayor nivel de agregación, como el país y el año, utilizando modelos de efectos fijos. Además, en este caso incluimos controles específicos para cada partido, como la forma en que se seleccionan candidaturas y el apoyo dentro de grupos de la sociedad civil, así como efectos fijos a nivel de partido para eliminar la influencia de cualquier otra diferencia entre partidos políticos.
Nuestros resultados sobre la relación entre la representación de grupos marginalizados en las delegaciones legislativas de los partidos políticos y las ideologías de éstos a posterior, están en línea con nuestro análisis anterior. La inclusión de representantes pertenecientes a grupos marginalizados—incluidas las mujeres, políticos no blancos y jóvenes—no está asociada con un corrimiento ideológico hacia la izquierda de los partidos. Específicamente, un mayor porcentaje de legisladores de estos grupos en las delegaciones parlamentarias de los partidos políticos en América Latina no afecta la ideología política de estos, tanto evaluada por (a) expertos, (b) a través del análisis de sus programas o manifiestos políticos, o (c) del promedio o agregado ideológico de todos sus representantes en la asamblea legislativa.
Una vez más, las estimaciones de diferentes modelos, resumidos en la tabla a continuación, demuestran que cualquier diferencia observada proviene principalmente de las diferencias ideológicas entre partidos, donde aquellos que tradicionalmente tienen mayor presencia de estos grupos son más de izquierda, mientras que aquellos con mayor exclusión son más de derecha, y no de la representación de los grupos en sí. Específicamente, al controlar por efectos fijos de partido, podemos ver que, cambios en el porcentaje de diferentes grupos dentro de los partidos no tienen una asociación significativa con cambios en su ideología posterior.
Ideología izquierda-derecha de los partidos políticos: Signo negativo (—) significa que mayor porcentaje del grupo en sus filas parlamentarias los vuelve más de izquierda, una cruz (X) que no hay asociación. | |||
Controlando por países y años | Agregando controles adicionales | Controlando, además, por partido político | |
Porcentaje de mujeres | — | X | X |
Porcentaje de no blancos | — | — | X |
Porcentaje de jóvenes | X | X | X |
Nota: No hay evidencia de que un aumento en la porción de bancas legislativas ocupada por mujeres, legisladores no-blancos, y legisladores jóvenes produzca cambios en las posiciones de los partidos en el eje izquierda-derecha. Elaboración propia en función de resultados en Acquarone y Di Landro (2024, p. 5).
¿Qué significa esto? El aumento en la representación de grupos marginalizados no lleva a un corrimiento hacia la izquierda en la ideología de los partidos. La mayor representación de mujeres, personas no blancas y jóvenes en las delegaciones legislativas no está asociada con diferencias ni modifica la orientación ideológica de los partidos políticos en América Latina, ya sea según evaluaciones de expertos, sus plataformas políticas o el promedio de la ideología de sus representantes electos.
En conclusión, la relación entre inclusión e ideología en política es un fenómeno de partidos, no de diferencias intrínsecas entre personas basadas en su origen identitario. Los partidos de izquierda han incluido tradicionalmente a más grupos marginalizados, y, en general, ser más de izquierda tiende a hacer a los partidos más inclusivos. Esto puede dar lugar a asociaciones erróneas sobre las tendencias ideológicas de diferentes políticos y los efectos de la inclusión. Sin embargo, nuestros resultados demuestran que la identidad no define la ideología, y que la inclusión, por sí sola, no convierte a los partidos en más de izquierda.
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REFLEXIÓN—UNA MIRADA SIGLO XXI A LA RELACIÓN ENTRE INCLUSIÓN E IDEOLOGÍA
"La identidad no define la ideología, y la inclusión, por sí sola, no convierte a los partidos en más de izquierda." ¿Qué implicancias tiene esto para la relación entre representación política e ideológica, especialmente desde una perspectiva “siglo XXI” que le da vuelta a la página de los tradicionalismos y es propia del progreso histórico de la humanidad hasta el 2024?
Primero, los hechos: es fundamental entender que nuestras políticas y políticos no se diferencian ideológicamente en función de su género, raza o edad, per se. Además, si los partidos logran incluir o elegir a más representantes de grupos históricamente marginalizados, esto no se traduce en un cambio en sus posicionamientos u orientaciones ideológicas.
Estas conclusiones empíricas conllevan una mayor y necesaria reflexión sobre la realidad y el futuro de la democracia—sobre todo a la luz de la prominencia de la identidad en la política y sociedad, y de las transformaciones ideológicas que están aconteciendo en las democracias occidentales.
La inclusión política se trata de:
Construir democracias reales y garantizar finalmente el acceso a los derechos políticos de todos los ciudadanos.
De los resultados de la representación política, como el acceso de distintas poblaciones a la toma de decisiones, los temas que se legislan y las perspectivas que se tienen en cuenta para diseñar políticas públicas, los énfasis de la actividad parlamentaria, así como también la legitimidad y la satisfacción ciudadana con el gobierno y la democracia representativa.
La inclusión política no se trata de llevar la política más hacia la izquierda o más hacia la derecha.
Dicho esto, los estereotipos atrasan. Los estereotipos de grupo, en algunos contextos, pueden favorecer el acceso de los grupos marginalizados a la actividad política, especialmente en partidos de izquierda o cuando la inclusión es usada estratégicamente. Sin embargo, estos estereotipos son fuertemente detrimentales a una mayor inclusión política de grupos que no están bien representados en todo el espectro político. Suposiciones ideológicas sesgadas pueden ser especialmente dañinas en contextos donde los partidos están bajo presión de moverse más hacia la derecha. Sumado a esto, fundamental es considerar que la igualdad política entre grupos significa tener iguales niveles de influencia política. Si algunos grupos se concentran en un único espectro del poder político, mientras que otros, como hombres blancos y mayores, tienen acceso en mayor medida a todos los espacios, partidos, y fracciones, la igualdad política se vuelve, de facto, inalcanzable.
Es importante abordar que nuestros resultados e interpretaciones no implican que todos los grupos sean iguales; existen diferencias medulares y ampliamente confirmadas científicamente, particularmente respecto a los tipos de políticas que los distintos grupos promueven. A su vez, aunque aún no se ha analizado extensamente, también hay diferencias en las orientaciones ideológicas respecto a asuntos y políticas públicas específicas, particularmente en relación con sus propias identidades y poblaciones de pertenencia.
Finalmente, es necesario repensar qué significa ser de izquierda y de derecha en 2024. Siguiendo con el punto anterior, como una primera aproximación nos enfocamos en la medición tradicional de ideología dado que abordamos un tema nunca antes tratado. Pero este concepto, específicamente la forma en que se mide, ha generado recientemente discusiones académicas aún abiertas y es cuestionado por las propias élites políticas en entrevistas más amplias.
*Si les interesa saber más sobre el tema de esta nota, pueden acceder al artículo completo aquí.
Notas
[1] Acquarone, Iris E. and Gonzalo Di Landro. “Historically Marginalized Groups and Ideological Representation in Legislatures.” Legislative Studies Quarterly. 2024. 00(0): 1–8.
[2] Frecuentes en las ciencias sociales, los modelos EF se caracterizan, en particular, por remover sesgos en las estimaciones que provienen de factores en niveles de agregación más elevados que la unidad específica que se analiza, como es el caso del país, o el partido político al que pertenece una persona, si el nivel de análisis está centrado en individuos. En nuestro análisis, la unidad de estudio son legisladores individuales, agrupados en distintos países, años, legislaturas y partidos políticos. Al agregar efectos fijos a estos niveles, podemos controlar la incidencia que puede tener, por ejemplo, ser de un partido político específico, como uno de izquierda, en la probabilidad de que la legisladora electa sea mujer, así como en la probabilidad de que su ideología sea más de izquierda en comparación con alguien de otro partido. De este modo, podemos identificar específicamente la relación entre tener una identidad determinada y autoidentificarse como de izquierda o derecha en la escala del 1 al 10, libre de otras influencias externas.
[3] La referencia a personas "no blancas" es menos común en español, especialmente en Uruguay. Sin embargo, esta es una de las únicas formas de estudiar de manera comparativa y empírica, de forma unificada, países que presentan grandes diferencias en sus grupos poblacionales. En América Latina, aunque los principales grupos son las poblaciones indígenas y afrodescendientes, existe una mayor variedad, y la prominencia de estos grupos difiere enormemente entre países. Nuestra conceptualización y operacionalización no busca invisibilizar aún más a las poblaciones marginalizadas por su origen étnico y racial, sino agregar grupos que, si bien distintos, comparten una identificación principal con una ascendencia étnico-racial que no es de origen caucásico europeo occidental, o “blanco”.
[4] De esa manera, nuestros modelos eliminan la variación en los posicionamientos ideológicos de los legisladores causada, por ejemplo, por shocks o eventos críticos que ocurren en un determinado año, así como la variación proveniente de ciertas legislaturas puntuales que, por alguna razón, estén volcadas más a la derecha o a la izquierda de lo habitual.
[5] En términos de diferencias entre grupos, es claro que las divisiones ideológicas son especialmente notables en el caso de los grupos étnico-raciales. Aunque las mujeres en política parecen ser más de izquierda, esta diferencia desaparece al analizar dentro de los mismos partidos: mujeres y hombres se identifican de manera similar en términos ideológicos. Por otro lado, la diferencia entre legisladores blancos y no blancos es más pronunciada. Aunque no es tan evidente en los gráficos, incluso dentro de los mismos partidos, los legisladores no blancos —de ascendencia indígena o afrodescendiente— son significativamente más inclinados a la izquierda que sus contrapartes blancas. En cuanto a los jóvenes, no encontramos diferencias ideológicas marcadas en comparación con los legisladores mayores; de hecho, nuestros hallazgos sugieren que, si acaso, los jóvenes tienden a inclinarse ligeramente más hacia la derecha.
Iris E. Acquarone es Presidential Postdoctoral Fellow en la School of Politics and Global Studies de Arizona State University. Es Ph.D. en Ciencia Política por Rice University, en Houston, Texas. Completó estudios de grado y de posgrado en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Email: acquarone@asu.edu. Sitio web: https://www.ietchacq.com.
Gonzalo Di Landro es candidato a Ph.D. en Ciencia Política por Rice University, en Houston, Texas. Completó estudios de grado y de posgrado en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Email: gonzalo.di.landro@rice.edu. Sitio web: https://www.gdilandro.com.
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