Por Nacho Borba
Hace una semana escuché una entrevista a Victoria Pasquet en el programa radial “Fácil Desviarse.” En esa entrevista, Pasquet contó de un trabajo que hicieron en el Centro de Estudios de Políticas Públicas (CEPP) donde analizaron los programas electorales de todos los partidos que competirán en octubre, y encontraron que básicamente “todo el mundo estaba diciendo lo mismo.” Resultados consistentes con el teorema del votante mediano.
De todos modos, esto automáticamente me recordó a una columna de Victoria Gadea en No Toquen Nada después de la victoria de Javier Milei, donde ella destacaba que Milei había ganado una elección discutiendo ideologías. Lo cual sin dudas que es cierto. Milei, desde sus primeras apariciones mediáticas, se presentó con una ideología concreta –el libertarismo, anarcocapitalismo, o como quieran llamarlo. Ideología que funcionaba como paraguas teórico con el cual se explicaba absolutamente todo –esa cosa de las grandes teorías. Del otro lado estaba Sergio Massa, un candidato que no discutía ideologías, y si lo hacía era en respuesta a Milei.
Luego se me vino la gran pregunta a la cabeza: ¿La gente quiere discutir ideologías? Seguida de otras preguntas como: ¿Si nadie discute ideologías, se debilita la democracia? ¿Qué pasa si los partidos dejan de lado las ideologías? ¿Aparece un Milei? ¿Por qué aparecería un Milei, es decir, alguien que discute ideologías cuando nadie más lo hace? ¿Por qué los partidos dejarían de lado las ideologías? Por suerte hay muchos académicos intentando responder estas preguntas, y algunos desde hace mucho tiempo. Por lo tanto, yo no me voy a tomar ese trabajo en esta breve nota. Sino que el espíritu de esta nota es compartir una serie reflexiones que surgieron a raíz del estudio del CEPP y la columna de Gadea.
Estas preguntas han estado rondando por mi cabeza los últimos días mientras sigo con mis responsabilidades de estudiante de doctorado; pero siempre escuchando algún que otro programa de radio del paisito –eso que inevitablemente hacemos los que estamos lejos para, de alguna forma, seguir estando. Y así llegué a una entrevista que le hace Emiliano Cotelo en “En Perspectiva” a Tomás Teijeiro y Valentina Arlegui, dos dirigentes Herreristas. Donde Teijeiro dice categóricamente que el Herrerismo no es una ideología, sino una idea, porque “las ideologías acarrean pasiones.” Inevitablemente al escuchar esto lo primero que pensé fue: ¿las ideologías acarrean pasiones?
Supongamos que lo hacen como dice Teijeiro, ¿por qué eso es algo negativo? O mejor dicho, ¿por qué como partido o movimiento político te querés diferenciar de eso? No sería, en todo caso, deseable tener una masa de personas apasionadas por una causa política. La pasión es sin dudas un gran movilizador, y si asumimos que el fin último de un político es ganar la elección, ¿por qué alguien deliberadamente renunciaría a apasionar a los ciudadanos? Entonces, ¿de dónde viene esta mala fama de las ideologías?
Las ideologías no solamente pueden servir para “acarrear pasiones,” sino que también generan identidad. Algo –creo yo– más que deseable a la hora de intentar ganar una elección; gente identificada con un partido, movimiento o líder, parecería ser lo más deseable. Pero momento, ¿será eso? Será que los actores políticos, como parte de su estrategia electoral, buscan restructurar una identidad política vacía de contenido ideológico, donde votar al Partido A o al Partido B es lo mismo. Al menos eso parece ser lo que estaría intentando Andrés Ojeda al presentarse como “Colorado, pero muy coalicionista.” Entiendo que para un candidato como Ojeda esta sea una estrategia atractiva; generar que la gente perciba pocas diferencias entre blancos y colorados, y por ende cruzar de un partido al otro no genere un problema de identidad política en el votante. De hecho en su último spot publicitario se refiere a la elección de octubre como “la interna de la coalición”.
¿Pero por qué lo hacen otros movimientos políticos? ¿Por qué el Herrerismo se niega a presentarse como una ideología? ¿Por qué ya no se encuentran movimientos políticos que se autodefinan como Batllistas o Wilsonistas en los partidos tradicionales? ¿Por qué el Frente Liber Seregni, un espacio dentro del Frente Amplio con un marcado componente ideológico, se desmembró de tal manera que hoy encontramos exintegrantes en las listas del Partido Comunista y del Espacio 609? Y otras infinidades de ejemplos que se me vienen a la mente de la política nacional y regional.
Nuevamente, esta breve nota no busca encontrar una respuesta, sino compartir con los lectores las preguntas que me vienen acechando en los últimos días. Intentar abrir una ventana a que más personas se hagan preguntas similares. Los invito a replantearnos qué tan importantes son las ideologías, si deberíamos hacer algo al respecto, cómo esto puede afectar las políticas públicas, la confianza en la democracia, el respeto a las instituciones, etc.
Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.