Lo importante no es el color del gato, sino que cace coronavirus

(C) Carlos Ezquerra, sobre imagenes de difusion s/a

Matias Brum y Michel Godin

Nos enfrentamos a una pandemia. En esta nota argumentamos que la política económica en el corto y mediano plazo debe apuntar a dos objetivos. Primero, asegurarse que existan los recursos e incentivos necesarios para que todas las medidas de prevención, control y tratamiento del COVID-19 tengan su máxima efectividad. Segundo, mitigar los costos y efectos negativos del propio COVID-19, de las medidas específicas escogidas para combatirlo, y del shock negativo externo en general. Más allá y como punto importante, entendemos que la restricción fiscal pasa a segundo orden, lo que debe blindarse políticamente. 

La experiencia de otros países muestra que las mejores medidas de contención son las más extremas: “distancia social”, limitación al máximo del contacto entre personas, cierre de fronteras, cuarentenas territoriales, etc. La experiencia de Italia, España y Francia sugiere que la no contención a tiempo del virus fuerza la toma de medidas en sus versiones mas extremas, mientras se enfrenta un desborde del sistema de salud. En este marco, entendemos que el gobierno está actuando bien, pero debiera actuar aun mas agresivamente ahora, en las primeras etapas de expansión del virus. Concretamente, pensamos que el gobierno debiera cerrar la frontera con todos los países con al menos un caso confirmado, extender el cese de actividades a muchos otros sectores, y obligar a buena parte de la población a quedarse en sus casas lo mas posible. El objetivo es detener la expansión del virus en el muy corto plazo, para poder volver a una normalidad (relativa) luego. Algunas medidas de política económica pueden contribuir con este  objetivo. 

Primero, garantizar un nivel de ingresos a las personas, de forma de mantener su acceso a bienes y servicios básicos. Esto reduce el incentivo a que las personas se vean obligadas a salir de sus casas a trabajar de todas formas, y busca reducir los problemas que enfrenten las personas ocupadas en sectores clausurados o fuertemente afectados por la baja en la demanda. Puede adaptarse o extenderse el uso del seguro de paro, o diseñarse un mecanismo similar de subsidio a los ingresos.[1] El caso de las empresas unipersonales, cuentapropistas con y sin local, freelancers, trabajadores informales, jornaleros, etc., debe de ser atendido o contemplado especialmente. 

Segundo y atado a lo anterior, evitar la pérdida de capacidad productiva en el mediano plazo. En concreto, medidas que suavicen o compensen el shock para las empresas: líneas de créditos blandos o sin interés, subsidios de diverso tipo, asistencia directa, exención de pago de impuestos o extensión de vencimientos de créditos de diverso tipo. Medidas de este tipo evitan que las empresas cierren y despidan a los trabajadores, y a su vez evitan la reducción de ingresos para los propios empresarios (recordando que el entramado productivo doméstico se compone principalmente de MIPYMES). Vale notar que algunas medidas (como la extensión del plazo para pago de tarifas, tributos e impuestos) también valen para individuos, y que cualquier eventual paquete de medidas puede darse con condicionalidades (ej: no reducción de la plantilla). [2]

Tercero, la política económica debe orientarse a mejorar la capacidad y eficiencia del sistema de salud en combatir el problema. Esto implica incrementar el gasto en el sector salud (compra de respiradores, material de CTI, lo que se entienda necesario), reorientar las prioridades de uso de infraestructura y personal existente, y coordinar el sistema público con el privado.[3] Deben garantizarse los recursos necesarios para que los sectores clave (salud, seguridad, transporte público mínimo, etc.) trabajen bajo condiciones de salud adecuadas (ej. subsidio o provisión directa de equipamiento de prevención de contagio). No debe descartarse intervenir directamente en productos de primera necesidad (requisando o fijando precios máximos para algunos artículos).[4]  

Deben reconocerse interacciones complejas entre objetivos. La clausura de la enseñanza reduce las posibilidades de contagio, pero afecta a los trabajadores de sectores clave que dependen del sistema educativo para el cuidado de niños u otros dependientes. Es necesario que se contemplen las necesidades de cuidado familiar de algunos trabajadores, para maximizar la disponibilidad de recursos humanos clave.[5] Igualmente, una minimización del transporte público reduce oportunidades de contagio pero dificulta el traslado de recursos humanos clave. Podría ser necesario una reorganización temporal del sistema, cambiando recorridos y frecuencias de forma de garantizar traslados entre grandes áreas, pero evitando concentración de personas en las unidades (ej reducir capacidad máxima, priorizar ascenso de personal del sector salud).  

Por último, un escenario de fuerte restricción de la actividad real generará tensiones en el sistema financiero, que se suma a la incertidumbre y eventual volatilidad mundial por la turbulencia en los mercados bursátiles. El Banco Central del Uruguay ya está atento al contexto y seguramente deberá actuar como garante del sistema y prestamista en última instancia, preservando la cadena de pagos.

En términos mas abstractos, dada la gravedad del tema, entendemos que los costos presentes de un paquete de medidas severas y restrictivas son necesarios para evitar costos económicos y humanos aún mayores, dada la dinámica exponencial de la pandemia. En este marco, sería deseable que todos los actores políticos hicieran acuerdo en la conveniencia de priorizar la atención de la emergencia. Hasta hace poco había acuerdo en todas las tiendas políticas en la necesidad de atender el déficit fiscal, y cuidar la sostenibilidad de las cuentas públicas, la deuda, y los equilibrios macroeconómicos. El escenario cambió, y al menos por un período corto de tiempo es necesario operar sin considerar la restricción fiscal. El gobierno (idealmente) en conjunto con otros actores sociales y con actores políticos de la oposición, deben anunciar que no va a bajar el déficit fiscal (por al menos dos años), que la inflación no entrará en el rango meta, y que viviremos en un régimen excepcional por un par de años (al menos). 

En concreto, el incremento del gasto asociado a cualquier paquete de medidas deberá ser atendido con una combinación de fuentes: endeudamiento en el corto plazo, relajación de la meta inflacionaria y ajustes de gastos e ingresos en el mediano plazo al volver a la “normalidad”. Financiemos la emergencia con déficit y endeudamiento y paguemos esa deuda después, con el ajuste fiscal que sea necesario. Es decir, hoy recibiremos una ayuda excepcional y mañana la deberemos devolver. Es altamente probable que paguemos impuestos mas altos por un buen tiempo; tenemos que entender que esto implica pedirnos prestado dinero a nosotros mismos (del futuro) para sobrevivir (en el presente).[6]

Es claro que es un mal contexto para expandir el gasto. Hay incertidumbre en los mercados internacionales, va a bajar la demanda externa de nuestros bienes y servicios y la volatilidad cambiaria no colabora. Estados Unidos parece haber demorado mucho en tomar las medidas necesarias (que aún no termina de tomar) y es de esperar malas noticias desde ese frente en las próximas semanas. Italia, España y Francia han tomado medidas radicales en los últimos días, sin preocuparse por su costo fiscal. En su caso es más fácil, ya que acceden a mercados de crédito internacionales con tasas más bajas y mayor tolerancia a ratios elevados de deuda/producto, y cuentan con un prestamista en última instancia poderoso y dispuesto a todo (el Banco Central Europeo). Uruguay la tiene más complicada, por tener menor espacio fiscal, mayor costo del crédito, mayor riesgo país, etc. Sin embargo, y en última instancia, lo mismo debemos hacer nosotros.

La experiencia de otros países sugiere que si tomamos medidas poco restrictivas y cuidamos los costos, pagaremos con costos humanos, medidas mucho mas fuertes y costos económicos mucho mayores. Aumentar el déficit fiscal y el endeudamiento hará peligrar el grado inversor, los equilibrios macro y todo lo demás, pero un escenario de no contención del virus implica también un aumento del déficit y del endeudamiento y una pulverización segura del grado inversor y los equilibrios macro, habiendo encima pagado un costo humano y en la economía real durísimo para la sociedad en su conjunto. En este marco y mas allá de un paquete de medidas en concreto, se deben iniciar inmediatamente contactos con el Fondo Monetario Internacional en particular, y organismos multilaterales de crédito y asistencia en general. Los primeros en mover tienen ventaja: si somos los primeros en negociar fondos que quizás no vayamos a utilizar en su totalidad, tendremos mejores condiciones. 

Resumiendo lo planteado hasta ahora, una parte del costo económico de acciones radicales se justifica sobre la base de preservar la salud y el bienestar de las personas. Otra parte del costo busca preservar la capacidad de la economía para después, evitando quiebras de empresas y despidos de trabajadores en el muy corto plazo. Otra parte busca sostener mínimamente la demanda para después y evitar miserias a aquellos que tendrían ingreso cero o muy bajo dadas las medidas sanitarias. El lector puede encontrar recomendaciones en la misma linea de economistas y expertos de otros países,[7] y puede ver como algunos países ya han avanzando en estas direcciones, destacando el caso de Dinamarca.[8]

Quizás atender la emergencia actual sea posible sin implementar un paquete de medidas tan agresivas como las propuestas en esta nota. Un punto central de esta nota es que atender la emergencia prestando atención a la restricción fiscal, cuidando el ratio deuda/producto, arriesga un golpe a la capacidad de crecimiento potencial del país de largo plazo, de una envergadura que torne insostenible niveles normalmente sostenibles de deuda.[9] En paralelo, vale notar que el costo de una batería “exagerada” de medidas es algo que al menos podemos cuantificar: nuestras perdidas las conoceremos y mal o bien, aprenderemos a navegar al menos con alguna referencia. Por el contrario, y reforzando lo ya expresado, el costo de no hacerlo es incalculable económicamente. Y humanamente nos animamos a decir que también. Es claro que nosotros no tenemos los números ni la información con la que cuentan las autoridades. Sin embargo, queremos insistir en que desde el sistema político se debe consensuar un conjunto de medidas (mas allá de cuales sean) y blindarlas de costo político, por más costo económico y de capital político que involucren. Así como necesitamos de toda la población para ayudarnos, necesitamos de nuestros políticos siendo los primeros en dar el ejemplo, abandonando la competencia y coordinando sus acciones.

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[1] En Perú por ejemplo el Ministerio de Economía anunció hoy un paquete de transferencias directas a mas de tres millones de hogares pobres para sostener ingresos. Otras tiendas proponen una Renta Basica de Cuarentena, de forma de no perder pobres, informales, etc. Ver por ejemplo http://lobosuelto.com/coronavirus-amigos-dinamopress/  

[2] Por ejemplo, Gabriel Zucman propone que el Estado se comprometa a comprar la producción perdida por las restricciones y el shock. Ver detalles aquí http://gabriel-zucman.eu/files/coronavirus2.pdf.

[3] Por ejemplo, puede pensarse en apuntalar los recursos humanos del sector salud con estudiantes avanzados de medicina, o en la posibilidad de temporariamente reconvertir infraestructura. Se discute en el Reino Unido por ejemplo la posibilidad de que el gobierno utilice hoteles para casos de cuarentena o para expandir rápidamente algunos servicios de salud (testeo).

[4] Es el caso de Francia con los barbijos.

[5] Por ejemplo en el reino unido se discute actualmente la conveniencia de permitir a hijos del personal de salud sigan asistiendo a los locales de enseñanza. Si bien el “sector educación” cierra en su función educativa, permanece abierto como “guardería” para casos puntuales.

[6] En esta línea, economistas como Gabriel Zucman sugiere una eventual progresividad de algún tipo en los aumentos de tributos futuros necesarios para pagar la emergencia hoy.

[7] En particular, ver https://nadaesgratis.es/luis-puch/economia-de-tiempos-de-pandemia, https://drive.google.com/file/d/1mwMDiPQK88x27JznMkWzEQpUVm8Vb4WI/view, http://gregmankiw.blogspot.com/2020/03/thoughts-on-pandemic.html, y los hilos en tuiter de Ricardo Reis aquí y aqui

[8] Empresas afectadas que pretendan despedir a un 30% de la plantilla pueden obtener apoyo del Estado, quien por tres meses paga el 75% del salario de los trabajadores en cuestión (con un tope máximo). El restante 20% lo cubren las empresas, y los trabajadores renuncian a cinco días de vacaciones. Ver link para detalles. https://tribunemag.co.uk/2020/03/denmarks-answer-to-the-coronavirus-recession .

[9] Por ejemplo, detener el 50% de la producción de bienes y servicios del Uruguay por un mes implica una perdida de ingresos de 1/24 del PBI anual. Si el Estado se endeudara por ese monto para cubrir la brecha de ingresos estamos hablando de un aumento del ratio deuda / producto en al menos 4.2 puntos porcentuales (al menos, ya que el PBI bajaría, por la detención de actividades como mínimo, y por el shock de demanda externa seguro). A esto hay que sumarle el incremento del gasto en salud y otros costos asociados, los efectos de segunda ronda, y el resto del shock de demanda externa; perfectamente podemos observar un aumento del ratio deuda/producto de diez puntos o mas. Casualmente, el presidente Macron anunció hoy en Francia la creación de un fondo de 300 billones de euros, aproximadamente 10% del PBI Frances, para prestamos blandos a empresas que enfrenten dificultades.

Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.