Sobre el relato económico del nuevo gobierno
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"Entender los discursos
electorales como narraciones posee consecuencias teóricas y metodológicas
importantes. (...) la mayoría de los discursos electorales no poseen, en su
conjunto, las características de organización discursiva que habitualmente se
reconocen en un relato y que hacen que un relato sea identificado
inmediatamente como tal, como sí puede ocurrir respecto a un cuento, una
novela, una película de ficción (..) sin embargo, sea cual sea la configuración
superficial del discurso electoral, existe, necesariamente en dicho discurso,
una estructura subyacente que es de carácter narrativo, una estructura que da
sentido y coherencia global al discurso en tanto que instrumento de persuasión
política."
Ruiz (2019), La
construcción del relato político
Un joven checoslovaco
vuelve a su pueblo natal veinte años después de haberse ido buscando mejor fortuna
en otro país. Regresa rico, y decide caer de sorpresa en el pequeño hotel que
gestionaban su madre y su hermana. Cuando llega a la recepción su anciana madre,
que tenía problemas de visión, no lo reconoce, y le asigna con frialdad una
habitación en el primer piso. El hombre, algo contrariado pero paciente, decide
entonces esperar hasta el otro día para anunciar su verdadera identidad en el
desayuno. Sin embargo, este momento nunca llega. Durante la noche su hermana y
su madre lo asesinan mientras duerme, siguiendo la costumbre de matar y robar a
hombres ricos y solitarios que pernoctaban en el hotel.
Esta historia se relata
en “El malentendido”, la obra teatral que Albert Camus estrenó en 1944. Gabriel
García Márquez la refiere en una de sus maravillosas notas de prensa,
contándonos que la historia se inspira en un relato de la tradición oral que
Camus escuchó alguna vez en los bares de París. Lo interesante es que la
historia no se circunscribe a un espacio o tiempo determinados: hay registros
de la misma, con ligeras variaciones, en decenas de países y en épocas que van desde
la Edad Media hasta el presente. El escritor colombiano detalla algunas
historias más, destacándose la del automovilista que recoge en una carretera de
Francia a una mujer solitaria, que luego desaparece mágicamente en el
transcurso del viaje. Al realizar la denuncia del fantasmal hecho, el conductor
se entera de que en ese lugar había ocurrido un accidente el día anterior, con
una consecuencia fatal: la muerte de una mujer con las mismas características
que la que él había levantado en su auto. Versiones de esta historia se pueden encontrar
en México, España o Inglaterra. El programa uruguayo Voces Anónimas recoge esta
historia a nivel local, ubicándola en Montevideo en la década del 60, con la
variación de que el vehículo es un ómnibus y que la pasajera que aparece y desaparece
es una anciana que había sido atropellada por el chofer el día anterior.
El año 2019 fue un año
electoral. Como todo año electoral, fue antes que nada un año de confrontación
de relatos, de puja por el premio nacional de literatura 2019, este certamen
que se realiza cada cinco años y que cuenta con un respetable jurado de dos millones
y medio de personas. Si bien hubo una gran diversidad autores, se pueden
identificar con claridad dos grandes corrientes literarias. El ganador del
certamen fue un conjunto de cuentos, editados en una prolija edición
multicolor, que han tenido distintas etapas de maduración, escrituras y
reescrituras. Si bien atienden a diferentes estilos y temáticas, ha logrado con
el tiempo tomar forma y coherencia, convirtiéndose en un reciente bestseller, al influjo de una estrategia
editorial acertada que se ha visto inteligentemente apoyada en los medios
masivos de comunicación.
Haciendo foco en la
literatura ganadora, del amplio conjunto de relatos esta crítica literaria seleccionará
tres cuentos que, por su importancia y construcción, se consideran centrales:
“La herencia maldita”, “Historia universal del atraso cambiario” y “La gallina
desplumada”. La crisis económica, el atraso cambiario y el gasto público son
sus personajes principales, y como trilogía constituyen el corazón del relato
económico de la coalición que accede al gobierno. Este análisis no intentará refutarlos
o buscarles contradicciones (no es el propósito de una crítica literaria), sino
que se centrará en las conexiones entre ellos y buscará mostrar que de igual
forma que las historias del joven checoslovaco, la pasajera fantasma o tantas
otras, ninguna historia es verdaderamente actual y todas se remontan al
principio de los tiempos.
La
herencia maldita
"Van a dejar la casa hecha un relajo."[1]
"La situación no viene fácil
para el gobierno que asumirá el 1° de marzo. Tiene visos de “herencia maldita”
en dos áreas claves por lo menos: economía y seguridad ciudadana."[2]
Extractos
del cuento “La herencia maldita”
"La herencia
maldita" es el cuento que abre y da contexto al resto de las historias. Habiendo
obtenido el primer premio en la categoría de Género dramático, se presenta como literatura de vanguardia, pero
en realidad es tan clásico como La Ilíada de Homero. El personaje principal de "La
herencia maldita" es la crisis económica que estaría asolando a Uruguay en
la actualidad, un personaje que puede encontrarse, en mayor o menor medida, en
diferentes relatos a lo largo de estos últimos 16 años de crecimiento
económico ininterrumpido. El domingo pasado, en su discurso de asunción como presidente,
Luis Lacalle Pou planteó que "lamentablemente
la situación económica se ha deteriorado, la inversión ha bajado y más de
50.000 uruguayos han perdido su empleo. Este es un problema de la sociedad por
supuesto, pero también una tragedia individual y familiar para muchos
uruguayos." La ministra de Economía Azucena Arbeleche manifestó hace
unos días, ante el informe de la consultora Fitch (que ratificó el grado
inversor para Uruguay) que el punto de partida para el nuevo gobierno era
incluso "peor que el estimado".
En su asunción el lunes como ministro de Trabajo y Seguridad Social, Pablo
Mieres dijo "heredamos una realidad
difícil".
El argumento utilizado
en "La herencia maldita" es de carácter universal. Mauricio Macri
desplegó su retórica sobre la “pesada herencia” hace poco y aquí cerca, que
ahora es devuelta por Alberto Fernández. Michel Temer hablaba de la “herencia
maldita” que le había dejado Dilma Rousseff. Lenin Moreno habló de recuperar al
país de la “terrible herencia económica” que dejó el gobierno de Rafael Correa.
Además de no ser autóctono, tampoco es nuevo. A principios de año un informe sobre
Peñarol del sitio web Padreydecano.com mencionaba la “herencia maldita” de los
Damiani. El Frente Amplio en su camino al gobierno nacional acumuló en torno a
la “herencia maldita” de la crisis del 2002 y sus trágicas secuelas. En el año 2000
varios dirigentes del partido nacional atribuían la crisis de la época a la
“maldita herencia” del gobierno de Sanguinetti. En 1995 la lista 15 criticaba
la “herencia” que había dejado el gobierno de Lacalle. En 1969 el gobierno
colorado planteaba que la situación económica del país que gobernaba se debía a
la "herencia maldita" que había dejado el gobierno nacionalista. En
1963 Salvador Ferrer Serra, investido como ministro de Hacienda del Partido
Nacional, atacaba públicamente la situación económica del país y la reforma de
Juan Eduardo Azzini, su predecesor en el cargo y correligionario, refiriéndose
a "la herencia maldita" que había dejado. En 1959 el propio Luis
Alberto de Herrera había utilizado la expresión "herencia maldita" en
el primer triunfo del Partido Nacional, idea que 60 años después retoma su
bisnieto y actual presidente.
Más allá de esta
reiteración infinita en tiempo y espacio, el concepto sigue vigente y con
fuerza. Si bien la narración ha tenido la potencia persuasiva como para ganar
el premio nacional de literatura en 2019, no debe pensarse que su fuerza se
circunscribe exclusivamente a ese momento. La presentación de un escenario
apocalíptico permite justificar tanto el incumplimiento de expectativas como la
toma de decisiones difíciles, por lo que seguirán imprimiéndose y vendiéndose
ejemplares, con dos grandes secuelas ya anunciadas: a nivel micro, auditorías
dentro de las diferentes reparticiones estatales; a nivel macro, el refuerzo
del relato de la herencia maldita, seguramente desarrollado en el Informe Económico
Financiero de la Rendición de Cuentas, documento que los interesados en esta
literatura esperamos expectantes.
Sin embargo, sólo la
denuncia de la herencia maldita no basta para afirmar la idea y desarrollar un
plan de acción; por esto se deben analizar dos cuentos más que completan la
trilogía, presentando como personajes principales al atraso cambiario y el gasto
público.
Historia
universal del atraso cambiario
"Es insostenible la trilogía
de un déficit fiscal en aumento, atraso cambiario y endeudamiento
creciente."[3]
"En el año 2020 la moneda
nacional “deberá devaluar” y el gobierno tener “austeridad extrema”.[4]
Extractos
del cuento “Historia Universal del Atraso Cambiario”
Ganador en la
categoría de Literatura gauchesca, el
cuento “Historia universal del atraso cambiario” narra una relación entre dos aldeas
vecinas, en donde una de ellas trabaja de sol a sol pero no logra ver los
frutos de su esfuerzo, ya que un personaje roba por las noches parte de su
producción y los lleva a la otra aldea, que se caracteriza por vivir en la
vagancia y el placer. El villano que realiza esta transferencia es el personaje
principal del cuento: el atraso cambiario. El domingo pasado Luis Lacalle Pou planteó
en su discurso de asunción que "debemos
iniciar urgentemente una recuperación de la competitividad nacional." Unos
días antes el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Carlos Uriarte,
sostuvo que se debía corregir el "atraso
cambiario" para tener un "dólar
competitivo".
A diferencia de la
inflación, el desempleo o el crecimiento del PBI, en donde hay estadísticas
oficiales que dicen que son 8%, 9% o 2%, en el caso del atraso cambiario no hay
una estadística oficial, porque es un concepto más complejo. En términos
simplificados, el atraso cambiario es una situación en la cual el dólar está
más abajo del valor en el que “debería estar” de acuerdo a sus “fundamentos”. En
general este desalineamiento es explicado situando como causa la acción del
Estado. El problema de que el dólar esté “bajo” es que disminuye la
rentabilidad del sector exportador, un sector de suma importancia para el
desempeño de la economía. De aquí la conexión con el cuento "La herencia
maldita": el atraso cambiario produce un empeoramiento de las condiciones
del sector exportador que lleva a la crisis económica.
Como en el caso de
"La herencia maldita", el argumento y la trama de "Historia
universal del atraso cambiario" no son novedosos en la literatura uruguaya.
El principal sello editorial que ha impulsado este relato a lo largo de la
historia nacional es la Asociación Rural del Uruguay (ARU). En los últimos
quince años, ocho hombres han sido presidentes de la ARU. Un repaso por sus
discursos anuales en la Expo Prado muestra que, con diferentes improntas y
matices, pero sin excepción, todos han planteado el omnipresente problema de la
existencia de atraso cambiario en Uruguay. Mattos en 2006: “Se observa en el sector un preocupante incremento de los costos en
dólares.”; Tellechea en 2008: “no
descuidar la capacidad de competencia y a no caer en la trilogía letal: atraso
cambiario, déficit fiscal y aumento del gasto público.”; Lussich en 2010: “En este contexto de caída del tipo de
cambio real no nos cansaremos de reclamar medidas que mejoren la competitividad.”;
Bonica en 2012: “Cuando decimos que la
competitividad se empieza a encender como una luz amarilla, tenemos derecho a
hacerlo porque ya hicimos otros deberes antes.”; Etcheverría en 2014: “Hemos tenido años de atraso cambiario y
este ha generado enormes transferencias de los sectores de transables al resto
de la economía.”; Reilly en 2016: “Caída
de precios internacionales, altos costos de producción que se tornan cada día
más estructurales, así como un atraso cambiario creciente.”; Zerbino en
2018: “La falta de competitividad es la
causa de la carestía para vivir y producir en Uruguay y también la causa de la
emigración.”; Capurro en 2019: “Lo
primero es lo primero, la secuencia es esa, competitividad, inversiones,
trabajo, crecimiento, recaudación y políticas sociales, no la inversa.”[5]
Un panorama de los
últimos 50 años de historia económica permite contextualizar parte de esta
obsesión nacional. Durante varias décadas Uruguay tuvo una política
antiinflacionaria que, con diferentes nombres, basaba su estrategia en lo
mismo: administrar el valor del dólar para poder anclar la inflación y bajarla.
Este modelo, que implosionó en 1982 con el quiebre de la tablita y nuevamente en
el 2002 con la devaluación de ese año, llevaba implícito un manejo de la
política monetaria por parte del Banco Central del Uruguay (BCU) que buscaba una
evolución del dólar por debajo de la inflación. De aquí que las intervenciones
del BCU fueran siempre en el sentido de disminuir o moderar el crecimiento del
valor del dólar. Sin embargo, en 2002 Uruguay abandonó definitivamente esta
estrategia, y pasó a un esquema de flotación con tipo de cambio flexible, en
donde el BCU no busca fijarle un valor al dólar. A pesar de que han pasado 18
años, la idea de que el BCU interviene con los mismos criterios utilizados hace
más de dos décadas está incorporado en la médula de algunos análisis económicos,
en particular de los relacionados con el mundo rural. El año pasado tuve la posibilidad
de participar en reuniones con altas jerarquías del gobierno y del sector
agroexportador uruguayo, y escuché a estos últimos explicitar que el Estado les
debía "50 millones de dólares por el
atraso cambiario generado por la política antiinflacionaria".
Absolutamente infértil fue la explicación, por parte del funcionario de
gobierno, del accionar del BCU y la política monetaria del 2002 a esta parte,
que busca minimizar la volatilidad del dólar, pero no fijarle un valor. El
representante gremial agradeció amablemente la explicación, pero dijo que
seguía pensando lo mismo que había dicho. El actual ministro de Ganadería,
Agricultura y Pesca, proveniente de la Federación Rural, abreva también de esta
literatura: a principios de año planteó que “la transferencia de fondos del
sector exportador al Estado” fue mayor por esta vía que por la vía impositiva.
Resulta incierto qué
fuerza tendrá esta literatura con respecto al manejo de la política monetaria y
cambiaria de Uruguay. Hay quienes esperan un mayor valor del dólar en el futuro
al escuchar que quienes diagnosticaban un problema de atraso cambiario han
tomado las riendas del gobierno. Otros intuyen que si se concreta el flujo de
inversión previsto por UPM y la inversión pública ya comprometida (en
particular por PPP), el ingreso de 5.000 millones de dólares generaría una
presión en el mercado cambiario en el sentido de apreciación del peso, es
decir, de baja del valor del dólar. Más allá de esta incógnita, resulta claro
que "Historia universal del atraso cambiario" sirve de soporte
conceptual, junto con “La herencia maldita”, para el cuento que cierra la
trilogía ganadora: “La gallina desplumada”. Porque en rigor, en su versión más sofisticada
y actual, el atraso cambiario no sería producto de la política monetaria, sino
de la fiscal, en particular del exceso de gasto público.
La
gallina desplumada
"El déficit no es sostenible
en el tiempo. Si no queremos más impuestos, vamos a tener sacrificios. Como
decía un viejo financista francés de la época de Luis XIV: ahora viene el
tiempo de ir desplumando al pollo de a una pluma, para que grite lo menos
posible. El presidente electo dice "voy a ahorrar 900 millones de
dólares". Y los va a ahorrar, estoy seguro. Pero va a tener que ir pluma
por pluma, porque siempre va a haber uno que grite, sin ninguna duda. Eso es lo
que viene ahora.”[6]
"Es momento de encarar en
serio la reducción del Estado que ahoga toda la estructura productiva con
exceso de personal (...)"[7]
"La consecuencia
irremediable de este exceso de gasto es la emisión de deuda pública en dólares
en los mercados internacionales para tapar el boquete de las cuentas fiscales.
Esta montaña de dólares prestados que han ingresado al país en los últimos años
(…) esconde el encarecimiento del peso con respecto al dólar, lo que encarece
los costos productivos. En ese sentido, el exceso de gasto es la madre del
borrego en la pérdida de competitividad que ha sufrido el aparato productivo en
los últimos años."[8]
Extractos
del cuento “La gallina desplumada”
"La gallina
desplumada" es un relato con un final abierto, inacabado y en construcción,
ganador en la categoría Cuentos de terror.
Su argumento se define a grandes rasgos y su estilo vago, de grandes
pinceladas, que no incurre en detalles, probablemente sea su principal virtud.
El argumento es general, directo y simple, y completa la trilogía iniciada con “La
herencia maldita” y continuada por “Historia universal del atraso cambiario”,
presentando una solución: un recorte de 900 millones de dólares de gasto
público. La conjunción entre la magnitud del recorte y la proposición de no
tocar las áreas de educación, salud y seguridad ha hecho que algunos críticos
la ubiquen como un exponente de literatura fantástica, aunque de baja factura
técnica, ya que la unión de estos extremos es tan ambiciosa que por momentos se
pierde lo que Coleridge llamaba la "suspensión de la incredulidad" ("willing suspension of disbelief"),
un elemento fundamental en este rubro literario y que tan presente tenían
Borges o Cortázar al elaborar sus cuentos fantásticos.
El domingo pasado en
su discurso de asunción como presidente Lacalle Pou planteó con claridad que "el ciudadano ya ha hecho el esfuerzo,
un esfuerzo grande para sostener el gasto público y el aparato estatal". Al
día siguiente Isaac Alfie, en su primer discurso como director de la Oficina de
Planeamiento y Presupuesto (OPP), manifestó que la primera línea de acción de
corto plazo será el control de las finanzas públicas y la mejora del tipo de
cambio real, presentando en un mismo paisaje los personajes de "La gallina
desplumada" e "Historia universal del atraso cambiario".
Nótese que, como en
los dos anteriores cuentos, "La gallina desplumada" se nutre de una
tradición narrativa bien antigua, que toma como villano principal al gasto
público. La enumeración de autores que han planteado la disminución del Estado a
lo largo de la historia nacional resultaría larga y tediosa; si hubiera que
elegir al máximo exponente de esta narrativa, sin dudas muchos coincidiríamos
en Ramón Díaz, el intelectual liberal más importante de la historia
contemporánea uruguaya. Nacido en 1926, Díaz fue director de la OPP de Jorge Pacheco
Areco a principios de los 70 y presidente del BCU de Luis Alberto Lacalle Herrera
en los 90. Llegó a ser presidente de la Sociedad Mont Pelerin, que reúne a los principales intelectuales liberales del
mundo. Fundó el semanario liberal Búsqueda en 1972 y el Partido Liberal en
2002, que abogaba por un estado mínimo y llegó a presentarse en las elecciones
de 2004, obteniendo una magra votación (1500 votos). Escribió una Historia
Económica de Uruguay desde una perspectiva liberal, manifestando un concepto que
está en sintonía con el corazón del presente artículo: "Siguiendo a Ortega y Gasset, creo en la razón histórica. Para
entender algo –una institución, un período, una personalidad– el investigador
debe contar un cuento. En el desarrollo del cuento está la esencia de lo que
uno quiere conocer". Luego de su fallecimiento en 2017, el libro fue
reeditado con una actualización realizada por Hernán Bonilla –también un
economista liberal, gran admirador de Díaz y continuador de su pensamiento–,
quien fuera esta semana designado como director de la Asesoría Macroeconómica
del Ministerio de Economía y Finanzas, uno de los cargos más importantes de
dicho ministerio.
Sobre el tamaño del
gasto público debe señalarse que, más allá de las preferencias que cada uno
pueda tener, dentro de la ciencia económica no hay ningún teorema que nos
permita obtener un número mágico. No se puede decir que el gasto público ideal
es 20% del PBI, ni 30%, ni 40%, ni 50%, ni 80%. No se puede decir,
esencialmente, porque no es una definición técnica, sino ideológica, en el
sentido más puro y digno de la palabra. No hay Premio Nobel de Economía que
pueda definir el tamaño óptimo del gasto público, sencillamente porque no hay
economista ni político ni filósofo que pueda zanjar definitivamente la
discusión sobre qué debe producir y que no debe producir el Estado, o sobre
cuánto debe incidir en la distribución del ingreso y la riqueza, o en un
sentido más amplio, cuáles son los límites entre lo público y lo privado, entre
lo individual y lo colectivo.
Sin embargo, un
mantra se repite como dogma incuestionable en la nueva literatura y ha ido
calando en las fibras más íntimas del sentido común: el gasto público es
demasiado alto. Es decir, el valor óptimo del gasto público está por debajo del
actual. La referencia inmediata para anclar esta idea es que para financiar
este gasto público se deben pagar altos impuestos y excesivas tarifas que ahogan
a los contribuyentes. Una idea de gran impacto, porque todos sabemos que a la
gente no le gusta pagar impuestos. De lo contrario se llamarían "voluntarios",
pero no, se llaman "impuestos".
Esa idea, si bien
potente, es una idea primaria, aún básica. Lo que hace más sofisticado el
argumento de la imperiosa necesidad de reducir el gasto público es su conexión
con los anteriores dos relatos. Los cuentos precedentes presentaron una
atmósfera, un problema y un enemigo; "La gallina desplumada" presenta
una solución. De esta forma, la trilogía completa toma cuerpo como una obra
única y potente. En este momento el argumento esconde, en la narrativa,
definitivamente sus ropajes ideológicos, alzándose como una conclusión de la
pura técnica económica. Si hay una situación de crisis provocada por el atraso
cambiario que genera el déficit fiscal (y habida cuenta de que la corrección
del mismo no puede ser vía aumentos impositivos, obviamente), bajar el gasto
público no es un problema de debate filosófico o ideológico sobre el tamaño del
Estado, sino una solución técnica para un problema económico.
Adicionalmente, la
conexión entre gasto público y atraso cambiario alimenta otra fibra íntima de
la tradición literaria uruguaya: la idea de que el sector agropecuario sostiene
con su trabajo al resto de la economía, que el campo soporta a la ciudad, que el
interior trabaja por Montevideo. Por esto el relato cobra vigor y sentido,
fundamentalmente, en el interior del país; por esto cala más hondo en las mesas
de debate de las gremiales agropecuarias. El atraso cambiario como hecho incontrastable
de la economía uruguaya cabalga sobre las sillas de montar de 2.000 caballos
que galopan rumbo a la plaza independencia portando banderas con la consigna de
bajar el gasto público.
De esta forma,
argumentos como que la cantidad de funcionarios públicos en relación a los
trabajadores totales ha disminuido en los últimos 15 años, o que las sociedades
de mayor desarrollo humano tienen un gasto público significativamente superior al
de Uruguay, o que es más justo un sistema impositivo basado en impuestos
directos (IRPF) que en indirectos (IVA), resultan débiles para combatir la
idea, ya potente, de un Estado enorme que con su peso ahoga las posibilidades
de desarrollo nacional. Sobre las ideas de crisis y atraso cambiario, el exceso
de gasto público se alza no sólo como una narrativa convincente, sino como la
solución a los males que aquejan al país, y de allí su potencia retórica.
El
momento de la nueva literatura
“Se hace campaña en poesía y se
gobierna en prosa.”
Mario
Cuomo, ex gobernador de Nueva York
Recapitulando: el
punto de este análisis no es argumentar si es verdad o no que actualmente hay una
crisis que se genera porque el déficit fiscal ahoga al sector productivo porque
genera atraso cambiario y por eso hay que bajar el gasto público. Eso en todo
caso será un tema para los economistas, que a los críticos literarios no nos
interesa. Aquí el punto es que hay una corriente literaria –la que ha ganado–
para la cual siempre el problema ha sido el déficit fiscal que ahoga al sector
productivo con atraso cambiario y por eso hay que bajar el gasto público. Esto
no le quita al relato verosimilitud per
se, pero permite contextualizarlo.
En estos momentos la
literatura analizada está tomando la conducción del Estado, mientras que la
anterior pasa a ocupar otras estanterías. Se abre un momento interesante, que
permitirá a ambos movimientos literarios enfrentarse a diferentes condiciones:
al primero, continuar escribiendo desde la perspectiva y responsabilidad que
imprime la conducción del Estado, un lugar diferente al que viene acostumbrado
hace quince años; al segundo, pensar por qué ha perdido su lugar, primero de
vanguardia, luego de moda, ubicándose ahora en el estante de los clásicos. De preguntarse
si realmente, viendo que la cantidad de ediciones iba disminuyendo, se
cuestionó suficientemente si su pluma y estilo se adaptaban a lo que el público
quería y estaba necesitando.
En el ámbito de
nuestros colegas más populares, los críticos de fútbol, se dice que el
diferencial entre los buenos y los malos comentaristas es que los primeros
tienen la capacidad de entender que en un partido hay dos cuadros que juegan, y
que la derrota de un equipo puede deberse a sus errores, pero también a las virtudes
del rival. Tengo un amigo, también hincha de Nacional, que es de los malos.
Ante la derrota, siempre la culpa es del Chory Castro, o de Corujo, o de Mejía,
o de Munúa, con independencia de si la derrota fue contra El Tanque Sisley o el
Inter de Porto Alegre. La literatura perdedora se encuentra en un proceso de
autocrítica, que podrá ser más o menos profunda, para comprender su actual
etapa histórica. Sin embargo, nunca tendrá un panorama completo si no incorpora
en el seno de su análisis las virtudes, que son muchas, de la literatura
ganadora, y cómo ésta logró conectar con el público. Y esta búsqueda debería
hacerse, más aún, en la medida en que no se comparten los argumentos y estilos
de la literatura oponente. Cuentan que Mark Twain odiaba las novelas de Jane
Austen, y llegó a definir la biblioteca ideal como cualquiera que no tuviera
ningún libro de la autora. En una carta a su amigo Joseph Twichell, fechada en
1898, escribió "cada vez que leo
Orgullo y Prejuicio me dan ganas de desenterrarla y golpearle el cráneo con su
propia tibia". Esta cita revela dos cosas interesantes: la primera, el
odio literario que le tenía; la segunda, que a pesar de todo, cada tanto la
leía y releía.
Por su parte, la
literatura ganadora tendrá otras condiciones y potencia para desplegarse, pero
también otras responsabilidades, que se verán en la definición de la política
cambiaria, de incentivos a la producción, de regulación del sistema bancario,
de organización del sistema impositivo o de manejo tarifario. Cómo afectará
esta nueva situación a la retórica mantenida hasta el momento es una incógnita
interesante que aguardamos expectantes. También es de esperar un movimiento en
materia de opinión de críticos literarios, varios de los cuales han decidido
cambiar de mostrador y activarse como escritores de primera línea. Uno de los
casos más importantes y sonados es el de la candidata a la Intendencia de
Montevideo por la coalición multicolor, Laura Raffo, que durante más de una
década comentó la evolución de la economía nacional en el informativo central
presentando relatos como "El estancamiento de la economía uruguaya",
"Empleo continúa deteriorado" y "Temporada con los números a prueba" (historias que habían sido desplazadas, ya en diciembre, por la
más animada "Una luz al final del camino de la economía"). Un
excelente caso que nos recuerda que, en el fondo, todos los críticos literarios
somos escritores, y como tales tenemos preferencias por algunas corrientes
literarias sobre otras.
Finalmente, como esta
crítica literaria ha tocado temas de economía, surge naturalmente la pregunta
de qué tan relevante resulta, para la ciencia económica, abordar los temas del
gasto público o el atraso cambiario en clave de relatos literarios. Los
fanáticos de los datos duros dirán que nada, que los modelos y los expertos
determinan los valores óptimos de las variables y sus desviaciones, y listo,
fin de la historia. Algunos menos duros recordarán los aportes a la economía de
los Animals Spirits de John Maynard
Keynes o la incorporación de la expectativas en los análisis inflacionarios de
Robert Lucas, creaciones de tono literario que reconocen el papel de las
percepciones y los sentimientos sobre la economía real. El Premio Nobel de Economía
de 2013 Robert Shiller advertía que "Cuando
como economistas queremos entender los principales acontecimientos económicos
de nuestra historia (...), raramente nos fijamos en la importancia de las
narrativas que las acompañaron". Sin embargo, los críticos literarios entendemos
con mayor claridad la importancia de la narrativa en la dinámica entre relato y
realidad. Es que tenemos una ventaja sobre los economistas: la primera novela
moderna trata, precisamente, sobre un hombre de complexión recia, seco de
carnes y enjuto de rostro, que de tanto leer libros de caballerías se convenció
de que él mismo era un caballero medieval, que algunos molinos eran gigantes de
enormes brazos, y que una moza labradora con la mejor mano para salar puercos
de toda La Mancha era la más bella dama sobre la tierra, a quien debía rendir
tributo y homenajear con las más grandes hazañas nunca vistas en la faz de la
tierra. Tal es el poder de la literatura sobre la percepción de la realidad,
que nunca debe ser despreciado, más allá de lo que digan todos los datos y
gráficos del mundo.
[1]
Luis Lacalle Pou, 19/11/2019
[2]
Editorial de Diario El País, 03/01/2020
[3]Discurso
del presidente de la Asociación Rural del Uruguay, Expo Prado, 14/09/2019
[4]
Declaraciones de Isaac Alfie recogidas por Diario El País, 14/03/2019
[5] Durante
este período Uruguay pasó de exportar 4.000 millones de dólares en 2004 a
16.000 millones de dólares en 2018. En los últimos cuatro años, en los que el
atraso cambiario tomó creciente relevancia en el debate público, Uruguay
mantuvo siempre superávit de la balanza comercial de bienes y de servicios (es
decir, una situación en la cual hay más exportaciones que importaciones).
[6]Julio
María Sanguinetti, Almuerzo de ADM, 11/12/2019
[7]Editorial
de El Observador, 01/02/2019
[8]Un
Pequeño País Modelo, Programa de gobierno 2020-2025 del Partido Colorado
Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.