La informalidad es un signo de inseguridad y precariedad de la fuerza laboral, los trabajadores por cuenta propia y pequeños empresarios, y también uno de los atributos más usados para describir las clases sociales en la región (Franco, Hopenhayn y León, 2010; Portes y Hoffman, 2003; Solís et al., 2016). El empleo formal se ha definido recientemente como un rasgo distintivo de las clases medias latinoamericanas (Ferreira et al., 2013: 10), y la caída en las tasas de informalidad en la mayoría de los países latinoamericanos parece estar al menos parcialmente correlacionada con el crecimiento de la clase media (Neri, 2010).
Uruguay, desde 2005, ha sido ejemplo de esta tendencia a la baja en los niveles de informalidad alcanzando niveles históricamente bajos. Este proceso fue impulsado por un contexto económico favorable, pero también por un conjunto de políticas y reformas que afectaron la formalización de los trabajadores (Amarante y Arim, 2015; Amarante y Gómez, 2016). Aunque la importancia relativa de cada una de estas políticas en disminuir la informalidad no se ha demostrado completamente, se espera que las siguientes políticas hayan tenido un efecto positivo: la reinstalación de la negociación salarial colectiva en 2005; el aumento en el salario mínimo, la reforma fiscal de 2007, que incluyó un nuevo esquema del impuesto a la renta personal y un monotributo que se centra especialmente en las pequeñas empresas y los trabajadores independientes, la creación del sistema nacional de salud en 2008, y el proceso de regulación del sistema financiero a partir de 2011.
En conclusión, durante la última década y media, la economía uruguaya se ha formalizado de forma muy importante. Sin embargo, estas buenas noticias no han sido igualmente buenas para todas las clases sociales. En otras palabras, la formalización no ha beneficiado a todos los trabajadores de la misma manera.
Junto con María José Álvarez, Juan Bogliaccini y Cecilia Rossel estamos trabajando en entender cuáles son estas diferencias y las causas de las mismas. Para ello, analizamos los datos de las encuestas continuas de hogares de Uruguay para el período 2001-2016 con el fin de explorar cómo los cambios en la informalidad en este período se distribuyen entre y dentro de las clases sociales. Nuestra clasificación de clases sociales se basa en el enfoque sociológico clásico (Erikson & Goldthorpe 1992), con adaptaciones al contexto latinoamericano (Solís et al., 2016) y una reclasificación propia de esas categorías ocupacionales en clase baja, media baja, media y alta. Usando tres indicadores: (i) tareas realizadas en el trabajo principal, (ii) tamaño del empleador y (iii) tipo de relación laboral, definimos cuatro clases: alta, media, baja media y baja.
La reducción de la informalidad se ha producido en todas las clases, incluso se redujo en 10 puntos porcentuales la brecha general entre la clase baja y alta, de aproximadamente 40 puntos a 30 puntos en una década y media. Sin embargo, la estructura general de la informalidad a lo largo de las líneas de clase no ha cambiado mucho, excepto por una disminución dramática en la clase alta, impulsada principalmente por una política agresiva de formalización en el sector de profesionales liberales. Por lo tanto, el país exhibe dos niveles diferentes de informalidad, con las clases baja y media-baja que van desde 45-50% a 35-36% al final del período, y las clases media y alta que pasaron de entre 10% y 22% a 5% y 10% durante el período.
Figura 2. Evolución de la informalidad, por clase social (2001-2016).
Fuente: Elaborado por autores a partir de Encuestas de Hogares.
Las mejoras en la formalización del mercado laboral están asociadas a dos fenómenos. Primero, donde el dinamismo del mercado fue más fuerte, se observa un mayor aumento en la formalización. Segundo, el enfoque de la política también ayudó a mejorar los niveles de formalización. Por ejemplo, aunque el dinamismo del mercado ha sido débil entre las ocupaciones de clase baja, el enfoque de la política en los trabajadores rurales y la formalización del sector del servicio doméstico ha dado sus frutos. De manera similar, la formalización en la clase alta responde tanto al dinamismo del mercado como también, y de manera importante, al nuevo IRPF que impone impuestos a los profesionales liberales por primera vez.
La clase media ha tenido sistemáticamente los niveles más bajos de informalidad durante el período debido a que la mayor parte de su estructura ocupacional es el empleo público y privado en los sectores consolidados de la economía. Por lo tanto, mientras que la clase media siguió siendo la más formalizada, participando de la tendencia general a la baja en el trabajo informal, la clase media-baja no se le acerca. La distancia entre las clases media y media-baja es sorprendente, y habla de la insuficiencia de evaluar la mejora de los sectores de la clase media únicamente a partir de los cambios en los ingresos. Muchos de los integrantes de esa clase media emergente por ingresos celebrada por gobiernos y organismos internacionales en la región está conformada por ocupaciones de clase media baja que, aún en época de bonanza económica y en el país con mayor formalización de la región, no logran incorporarse al mercado formal de trabajo. Este contraste también denota la condición segmentada del mercado laboral uruguayo a través de líneas ocupacionales. Volver al concepto sociológico de clase social, basado en ocupación, nos permite tener una mirada más compleja de ciertos fenómenos, en este caso la informalidad, que cuando trabajamos con clase social basada en ingreso.
Referencias
Alvarez-Rivadulla, M. J., Bogliaccini, J., Queirolo, R., &Rossel, C. (2018). Middle class and informality in Uruguay: winners and losers in a process of re-salarization of the labor market. Paper en elaboración.
Amarante, V., &Arim, R. (2015). “Desigualdad e informalidad: un análisis de cinco experiencias latinoamericanas”. Santiago de Chile: CEPAL.
Amarante, V., & Gómez, M. (2016). Diferenciales de ingreso entre Trabajadores formales e informales En uruguay, 2001-2014. Revista de Economía, 23(1).
Erikson, R., &Goldthorpe, J. H. (1992). The constant flux: A study of class mobility in industrial societies. Oxford: Oxford University Press.
Ferreira, F., Messina, J., Rigolini, J., López-Calva, L., Lugo, A., &Vakis, R. (2013). La movilidad económica y el crecimiento de la clase media en América Latina. Banco Mundial.
Franco, R., Hopenhayn, M., & León, A. (2010). Crece y cambia la clase media en América Latina: una puesta al día. Revista de La CEPAL, 103(111), 7–26.
Neri, M. (2010). The New Middle Class: The Bright Side of the Poor.Rio de Janeiro: Fundaçäo Getulio Vargas Press.
Portes, A., & Hoffman, K. (2003). Latin American class structures: Their composition and change during the neoliberal era. Latin American Research Review, 41-82.
Solís, P., &Boado, M. (2016). (coords) Y sin embargo se mueve. Estratificación y movilidad intergeneracional de clase en América Latina. México D.F.: El Colegio de México.
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