Foto: Matías Dodel |
En las últimas semanas se ha dado –o mejor dicho, ha
resurgido- una discusión bastante inédita en nuestro país: la posibilidad
de objetar la vacunación por motivos no médicos. A tal punto ha florecido esta
discusión que contamos un movimiento anti-vacunas
autóctono de con más de 13 mil usuarios en Facebook.
Es cierto que Internet permite que se “reúna” gente en torno
a cualquier tipo de idea, sin discriminar en sentido alguno sobre la veracidad
de las mismas (por favor entren a la página de Facebook de la Flat
Earth Society con sus 144 mil likes), pero duele/extraña un poco más cuando
pega tan cerca de casa.
Sin ser un experto en inmunología, voy a intentar resumir el
episodio local de la forma más concisa posible; abordándolo como un problema
social/de comunicación de la ciencia y no sólo de salud. Particularmente me voy
a centrar en la discusión sobre la
vacunación en escuelas y el HPV.
El Virus del Papiloma Humano (HPV por sus siglas en inglés)
es una de las infecciones trasmitidas sexualmente más extendidas (al menos en Estados Unidos) y es uno
de los principales desencadenantes de cáncer de útero, pero también de vagina,
vulva, pene, ano y garganta (el rol del HPV en este último, ha sido vinculado
particularmente con la práctica del sexo oral).
Dado que existe una importante variedad de cepas de HPV, tal
como en todas las vacunas, la seleccionada por el MSP protege contra algunas de
ellas (generalmente las más prevalentes en los países que desarrollan estos
medicamentos). Asimismo, aún quienes desarrollaron/impulsan/defienden estas
vacunas explicitan que como única medida de prevención NO son eficaces y deben combinarse
con el uso de métodos anticonceptivos de barrera (p.ej. preservativos) y PAPs. Asimismo,
la vacunación es más eficaz si la realiza antes de inicio de actividad sexual.
La crítica a la vacunación en escuelas, más allá de a qué
vacuna refiera, es la más sencilla de abordar. Algunas vacunas como la del
Sarampión son obligatorias en nuestro país para poder asistir a la propia
escuela. Esto no es un capricho de dirigentes autoritarios, sino una forma que
tienen los países para proteger a TODOS sus ciudadanos: determinadas personas
no pueden recibir las vacunas por motivos médicos (p.ej. sistemas inmunológicos
comprometidos, embarazadas y niños pequeños) y dependen de la inmunidad de manada
para protegerse frente a diversas enfermedades prevenibles por vacunas.
Oponerse a la vacunación en las escuelas lo único que hace es incrementar el
costo para los niños y familias que no se vacunan allí, ya que deben
movilizarse hasta vacunatorios o clínicas para darse dichas dosis (tanto las
obligatorias como optativas).
Si bien es muy temprano para saber el efecto de este
movimiento anti-vacunación en Uruguay, algunas notas periodísticas parecen
indicar que en ciertas
escuelas las tasas de vacunación son más bajas que en otras aspecto que preocupa
a algunos infectólogos locales. Episodios de este estilo en otros países -de
baja tasa de vacunación en comunidades y/o regiones particulares- han
desencadenado brotes importantes de Sarampión, tos convulsa, entre otras.
Yendo específicamente hacia el caso de la vacuna contra el
HPV, podemos dividir las críticas en tres grandes grupos.
El primero y más problemático es el que apela a casos
anecdóticos y/o no fundados en evidencia sobre los efectos adversos de esta
vacuna en particular. Desde una lectura
en criollo de los prospectos de la propia vacuna por parte del grupo de
padres "No obligatoriedad de la vacuna contra VPH-Uruguay" (tip: al
no comparar sus efectos adversos con los de otras vacunas o medicamentos se cae
en una falacia de cherry
picking), hasta la replicación de historias personales que –sin negar el sufrimiento
de las personas involucradas- no han logrado comprobar su vínculo causal con la
vacuna más allá del impacto emocional de los relatos. Estas cuestiones se
vinculan a una mala
comprensión de la ciencia y las creencias son muy difíciles de modificar.
En un segundo grupo se ubican los argumentos relativos a la
falta de estudios que comprueben la efectividad de la vacuna. En este sentido
una básica búsqueda de trabajos científicos es suficiente para encontrar diversos
estudios académicos que señalan el potencial impacto de la vacuna en la
reducción de cáncer de útero (p.ej.: para USA Markowitz
et al. 2013; para Australia Brotherton
et al 2011) y en otras enfermedades asociadas al virus en hombres (Giuliano et al 2011).
Quizás haya que tomarlo con más cuidado –ya que viene de los médicos que
desarrollaron la vacuna- pero en Australia sostienen que con un calendario de
obligatoriedad de vacunación para niñas y niños podrían erradicar
el cáncer de útero en poco tiempo.
También es cierto que otros estudios han señalado la
posibilidad de que exista alguna correlación entre condiciones preexistentes
específicas y la vacuna, pero no presentan resultados o conclusiones claras
(p.ej. Brinth
et al 2015 lo relacionan con interacciones con condiciones preexistentes
-POTS- y, en otro texto Brinth
et al 2015 señalan algo similar pero recomiendan que se estudie en mayor
profundidad). También Siegrist
et al. 2007 presentan una visión más seria sobre la temática tratando de
diferenciar los posibles efectos adversos de esta vacuna de otros sucesos que
ocurrieron al mismo tiempo pero sin vínculo causal (correlación no es
causalidad). Para ambos tipos de estudios, la alfabetización científica vuelve
a ser clave, sobre todo a la hora de buscar invetsigaciones de cierta calidad.
El tercer grupo de críticas a la vacuna del HPV viene de algunas
organizaciones feministas, vinculadas a la Salud Sexual y Reproductiva y/o la
Sociedad civil. Sin embargo, es importante resaltar que hay una variedad de
posturas entre este tipo de organizaciones y, lo que aquí se expondrá refiere únicamente
a las que expresaron una visión contraria.
A modo de síntesis, los argumentos van en torno a la medicalización
del cuerpo, la idea de que la vacunación podría operar en contra de las
tasas de protección sexual y controles ginecológicos (o
que estos son los métodos más eficaces), que la prevalencia
de la enfermedad en Uruguay es baja y también que un estudio
señala que puede llegar a tener efectos adversos.
Vayamos de atrás hacia adelante. El estudio mencionado
proviene de una organización confiable pero no es un artículo científico
arbitrado -revisado por pares- y, sobre todo, es un único estudio; volvemos a
encontrar cierto cherry picking o selección de evidencia incompleta. Más allá
del caso puntual, en ciencia uno debería realizar una búsqueda exhaustiva de
las investigaciones/artículos científicos de revisas de calidad que, sobre todo
sean evaluadas por pares en ciego o doble ciego; tomar un panorama de la
comunidad científica toda no de casos particulares.
El argumento de oposición entre vacuna vs protección y
controles cae en otra falacia, conocida como “eludir la
cuestión”. Al propiciar la vacunación en ningún momento se niega la
relevancia de los otros métodos de cuidado (es más, se explicita que la
eficacia de la misma depende de su conjunción), por lo que el argumento no va
ni en contra ni a favor: la vacuna funciona si se da a la vez que se mantiene la
protección y el control ginecológico.
Finalmente, el argumento de la medicalización del cuerpo
podría ser válido (aunque debe reconocerse la evidencia que el efecto de las
vacunas en la calidad de vida de los humanos es gigantesca), pero no parece
muy lógico esgrimirlo únicamente en relación a esta vacuna.
Sin embargo, existe un punto vinculado al anterior y muy relevante
desde una perspectiva de género que no ha sido esgrimido por MYSU en su comunicado
relativo a la vacunación de HPV en escuelas: la medicalización exclusiva
del cuerpo de la mujer. Los varones son transmisores del HPV al igual que las
mujeres y, no sólo son vectores, sino que también se encuentran expuestos ellos
mismos a otra serie de patologías severas vinculadas al virus. En todo caso, la
reivindicación no sería “menos vacunas a las mujeres”, sino “más vacunas a los
varones para proteger a todos y todas”. Este argumento, mucho más sólido,
tampoco va en contra de la vacunación del HPV.
A modo de cierre, más allá de que el lector/a pueda estar de
acuerdo o en contra de los argumentos aquí esgrimidos, quiero concluir
señalando la peligrosidad de dar este tipo de discusiones dando igual lugar a
las “dos bibliotecas”; sin importar que una de ellas no considerare/valore los
aspectos empíricos de la temática. Si bien el propio éxito de las vacunas es en
gran medida el que juega en contra de que podamos comprender lo relevantes que
son, no deberíamos tener que esperar a tener nuestros propios brotes y
epidemias como para recordarlo; y eso requiere un esfuerzo de divulgación
importante y veloz.
Estas discusiones “mediáticas” sin reparos han probado ser muy dañina. En 1998, un estudio publicado en The Lancet que luego fue desmentido y rectificado (con cherry picking de casos, falseo de información y donde el autor principal perdió su licencia médica a consecuencia de ello), genero una caída muy significativa en las tasas de vacunación de la Triple Viral en el mundo desarrollado. Más allá de toda la rectificación, el daño producto de la difusión de ese mal artículo redujo la tasa de vacunación de la Triple Viral en el Reino Unido por cerca de 15 años (ver imagen)
Foto: Tangled Bank Studios; data from the National Health Service of the United Kingdom |