En la última década, la mayoría de los países de América Latina han experimentado una fase de crecimiento económico y disminución de las desigualdades. Sin embargo, un desafío crucial que enfrentan es la adopción de estrategias de desarrollo basadas en el cambio estructural. Es decir, fomentar una mayor diversificación productiva e intensificar la incorporación de conocimiento e innovación, para viabilizar un crecimiento sustentable y un desarrollo más inclusivo, reduciendo la desigualdad.
Un aspecto fundamental de ese necesario cambio estructural es la adopción y amplia difusión de nuevas tecnologías a lo largo y ancho de la economía y la sociedad (CEPAL, 2012). Las tecnologías de la información y de las comunicaciones (TIC) son un importante vector de transformación de la vida social, económica y política a nivel global. Estas pueden contribuir a la creación de nuevas oportunidades económicas y de empleo, y muchos países de la región están en condiciones de aprovechar sus ventajas para acelerar los procesos de desarrollo para el cambio estructural y de expansión de sus economías digitales.
En varios países de la región, las mujeres igualan a los hombres en el acceso a Internet, lo que indicaría que la primera brecha digital de género está en vías de superación. Pero la barrera más difícil de superar es la del uso y las habilidades necesarias para una plena apropiación de las TIC. Esta denominada “segunda brecha digital” afecta más intensamente a las mujeres, ya sea por su menor participación en las carreras universitarias vinculadas a las TIC como también porque hacen un uso más restringido y están empleadas en funciones y actividades que requieren menor destreza tecnológica. Estas diferencias en los usos tienen su explicación en las relaciones de poder asimétricas, enraizadas históricamente en el sistema de género hegemónico que se reproduce en la familia, la escuela y el mundo laboral.
Entender el proceso por el cual se ha configurado y persiste esta segunda brecha digital de género es crucial para diseñar políticas que permitan revertir esta inserción desventajosa de las mujeres en la sociedad de la información y del conocimiento y en la economía digital.
Es decir que, si bien por un lado la difusión de las TIC ha contribuido a lograr progresos en igualdad de género, al mismo tiempo se mantienen antiguas desigualdades y surgen otras nuevas que ponen en evidencia los altibajos, los bloqueos y la resistencia al cambio. Las mujeres de la región se han incorporado al trabajo remunerado de manera sostenida en el último decenio pero en persistentes condiciones de discriminación, y en mucha menor proporción en ocupaciones vinculadas a las TIC. La lentitud con que se cierran las brechas en el mercado laboral —incluido el que se caracteriza por un alto desarrollo tecnológico, donde las TIC son parte integral del modelo de producción— muestra que persisten obstáculos de acceso, en gran parte vinculados al hecho de que las mujeres siguen siendo las principales responsables del trabajo no remunerado y el cuidado en los hogares, y que, mientras esto persista, no se puede esperar un cambio en los patrones de acceso, uso y desarrollo de habilidades hacia las TIC en términos generales.
La XII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, que reunió a representantes de los gobiernos de la región en octubre de 2013 en República Dominicana, abordó la problemática de la igualdad de género y la autonomía económica de las mujeres en el contexto de las grandes transformaciones resultantes de la difusión de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC). El consenso de Santo Domingo, adoptado por los países en dicha Conferencia, establece que se deberán “Diseñar acciones para la construcción de una nueva cultura tecnológica, científica y digital orientada a las niñas y mujeres, que las acerque a las nuevas tecnologías y las familiarice con ellas, les permita integrarlas como parte de su vida cotidiana y facilite su uso de manera estratégica en las distintas áreas en las que se desarrollan y participan (…)”
¿Cómo vamos en Uruguay?
Aunque son varios los logros en materia de igualdad de género en Uruguay, aún existen grandes desafíos. En un contexto regional de estructuras productivas débiles y economías extractivistas, el empleo disponible privilegia a los hombres, desaprovecha el logro educativo de las mujeres y no consigue eliminar la carga del trabajo doméstico y de cuidados heredada de tiempos en que las mujeres se dedicaban exclusivamente a los miembros de la familia. La incorporación de las nuevas tecnologías no ha afectado significativamente la estructura segregada de las ocupaciones y ha producido una nueva segmentación en algunas de ellas. Aunque las mujeres eventualmente superan a los hombres en los logros educativos, se reproducen los patrones de la segregación horizontal y vertical que concentra a las mujeres en determinadas ocupaciones, generalmente identificadas como “empleos de mujeres”, colocándolas en los puestos de menores requerimientos tecnológicos y de peores salarios.
Uruguay es uno de los países de la región con mayor acceso a Internet y registra la mayor tasa de uso con menor brecha entre hombres y mujeres. En la mayoría de los países dicha brecha se amplió porque, si bien la proporción de usuarios de ambos sexos viene aumentando, la distancia entre hombres y mujeres también se acentuó. Ello muestra la importancia de políticas y programas de inclusión digital como el Plan Ceibal en Uruguay, herramientas sumamente útiles para que las niñas y las mujeres tengan acceso y desarrollen habilidades en el uso de las TIC.
Sin embargo, las medidas agregadas esconden muchas veces desigualdades. El módulo sobre TIC de la Encuesta continua de hogares muestra que en términos de condición de actividad, el 90% de las estudiantes declaran usar Internet, pero tan solo 1 de cada 2 mujeres desocupadas utiliza esta herramienta (CEPAL, 2014). En la única condición que las mujeres superan a los hombres en el uso de Internet es cuando están ocupadas y son asalariadas, pero el problema es que muchas menos mujeres que hombres acceden al mercado de trabajo y generalmente lo hacen en peores condiciones laborales. En Uruguay la tasa de empleo de los hombres ronda el 70% mientras que la de las mujeres está 20 puntos porcentuales por debajo, en el entorno del 50% (INE, 2014).
Las políticas desarrollo productivo no pueden ser neutrales, deben tomar en cuenta las desigualdades entre hombres y mujeres y tender a superarlas en los diversos ámbitos, tanto en el mercado laboral como en la redistribución de las responsabilidades familiares, en la participación política y en la toma de decisiones. Uruguay vive un momento privilegiado para profundizar ese camino.
En 2016 Uruguay será sede de la XIII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe donde se dará continuidad a los acuerdos establecidos en Santo Domingo. Este escenario será clave para que Uruguay dé cuenta de los programas implementados para cerrar la brecha digital de género.
Lucía Scuro
El contenido de esta nota forma parte de un trabajo en conjunto con Néstor Bercovich.
Referencias:
CEPAL, 2012. Cambio estructural para la Igualdad: una visión integrada del desarrollo.
CEPAL, 2014. El nuevo paradigma productivo y tecnológico: la necesidad de políticas para la autonomía económica de las mujeres.
INE, 2014 www.ine.gub.uy