En este mismo blog,
he presentado y problematizado la evidencia disponible, tanto a nivel nacional como internacional, sobre el
desempeño de las cooperativas de trabajadores, esto es los aspectos de
eficiencia y viabilidad económica. Sin embargo, los estudios sobre el desempeño
de grupos aislados de cooperativas de trabajadores en economías capitalistas
ofrecen limitada utilidad a la hora de inferir como funcionaria un sistema de
democracia económica, esto es una economía de mercado preponderamente poblada por
este tipo de organizaciones.
Por diversos motivos, las instituciones o reformas
implementadas a pequeña escala no necesariamente tienen los mismos efectos
cuando se implementan a gran escala. Es muy difícil predecir si viviríamos
mejor, en términos de bienestar material medio, en un sistema de democracia
económica. Ante tal indeterminación, toda reforma social a gran escala debería
estar fundada en razones no-instrumentales. La reforma debería ser percibida
como intrínsecamente justa para tener apoyo social y para que las personas
estén dispuestas a asumir los inevitables costos de transición y
experimentación.[1]
El menú de
justificaciones normativas de la democracia económica es variado.[2]
Voy a discutir las tres que considero mas importantes. Todas tienen méritos y
puntos vulnerables que comento apenas brevemente.
Un argumento que
suele esgrimirse es que una economía
basada en cooperativas de trabajadores generaría una distribución del ingreso
y/o del patrimonio mas igualitaria. Este argumento suele apoyarse en la evidencia
sobre las políticas de remuneración de las cooperativas de trabajo que en
reducido numero operan en las economías actuales. Se sabe que cuando son los
trabajadores quienes controlan la gestión de una empresa, la estructura de
remuneraciones tiende a ser mas comprimida. Los trabajadores de bajos salarios
relativos tienden a ganar algo mas y los trabajadores de altos salarios
relativos, principalmente el personal gerencial, tienden a ganar algo menos que
en una empresa convencional.
Hay al menos dos
preguntas que ponen en aprietos a esta forma especifica de defender la
democracia económica. ¿Es la democracia económica el mejor instrumento para
promover una mayor igualdad? ¿Un sistema económico donde las cooperativas fueran
la forma organizativa predominante generaría mas igualdad que una economía de
mercado capitalista? Respecto a la primera pregunta, no parece evidente que la
democracia económica sea mejor que otros instrumentos disponibles para lograr
una mayor igualdad (impuestos progresivos,
transferencias, negociación colectiva, educación). No parece razonable esperar que una
coalición social amplia decida embarcarse en un costoso e incierto proceso de
mudanza organizacional a gran escala en pos de un objetivo que puede lograrse a
través de otros instrumentos que ya tienen eficacia probada. Respecto a la
segunda pregunta, creo que la respuesta mas prudente es "no se sabe".
Si bien es razonable esperar que la desigualdad dentro de las empresas disminuya, el grado de redistribución podría
ser menor al que uno observa en cooperativas aisladas en el marco de una
economía capitalista, que en parte podría obedecer a que trabajadores con una fuerte
aversión a la desigualdad tienden a formar cooperativas mas frecuentemente. Se
desconoce si tal patrón de auto-selección existe en la realidad pero lo que es
seguro es que, en caso de existir, no operaria en un sistema donde las
cooperativas estuvieran generalizadas. Adicionalmente, en una economía de este
tipo no hay razones para esperar una reducción de las desigualdades salariales que
se dan entre empresas, que seguirán
determinadas por las diferentes dotaciones de capital, capacidades organizacionales
especificas, factores de localización y productividad. En definitiva, sin
pretender descartar totalmente la defensa igualitarista de la democracia
económica, creo que no es la justificación mas potente.
Otro tipo de
justificación es que un sistema de democracia económica ofrecería mayores oportunidades de autorrealización y de ejercicio de
la autonomía en los lugares de trabajo. El argumento básico es que en la
empresa capitalista las decisiones relativas a la organización del trabajo se
orientan por el principio de maximización de las ganancias y que las
preferencias de los trabajadores no son tenidas en cuenta. Las economías
socialistas centralmente planificadas no ofrecieron mayores posibilidades de
autorrealización que el capitalismo, mas bien lo contrario. La organización del
trabajo fue tan o mas jerarquizada que en las economías capitalistas. Muchos
trabajadores valoran aquellos diseños organizacionales que promueven la
autonomía, el trabajo creativo y la participación en las decisiones, al tiempo
que reducen la supervisión vertical y/o la incidencia de trabajos rutinarios y
monótonos. Un sistema de democracia económica permitiría satisfacer en mejor
medida este tipo de preferencias.
Un punto
potencialmente vulnerable es que este tipo de argumento puede ser considerado perfeccionista.
Así como existen trabajadores que valoran la autorrealización en el trabajo,
existen otros que prefieren llevar una vida tranquila, sin las
responsabilidades y exigencias de participar en la gestión de una empresa, que prefieren
cobrar un salario mayor para consumir mas o desarrollar otros planes privados que consideran valiosos. ¿Por que el Estado debería intervenir para favorecer un tipo de organización
económica destinada a satisfacer un tipo particular de preferencias? [3] Quienes ven en la democracia económica una vía para la autorrealización en el trabajo no deberían evadir responder esta pregunta.
Finalmente, existen
quienes justifican la democracia económica estableciendo una analogía con la
democracia política. El principio de fondo es el de autogobierno. La democracia económica seria un medio para
darle a las personas mayor control sobre decisiones en la esfera laboral que
afectan de manera importante sus vidas. En la empresa capitalista
estas decisiones son resorte exclusivo de los propietarios. Quienes sostienen
esta posición en general demuestran que la relación entre el propietario y los
trabajadores en una empresa es una relación de poder que, a los efectos de
evitar abusos, debería estar sujeta a control democrático.[4]
El argumento pretende ser análogo al que justifica los derechos democráticos de
los ciudadanos frente al poder estatal. Quienes critican esta analogía
entienden que la libre movilidad en el mercado laboral proporciona a los
trabajadores la posibilidad de "votar con los pies" y terminar con
relaciones de empleo insatisfactorias. Quienes la sostienen se apoyan en la
idea de que los costos monetarios y no monetarios de abandonar una empresa para
los trabajadores son sustanciales, especialmente porque las economías reales
siempre operan con cierto nivel de desempleo.
Creo que una parte
importante de quienes en Uruguay apoyan y promueven las políticas en materia de
autogestión tienen vagamente en mente un modelo de largo plazo que se aproxima al que aquí he llamado democracia económica e intuiciones sobre su deseabilidad que se relacionan con alguna de
las tres justificaciones mencionadas. Entender las condiciones de viabilidad económica
de las empresas autogestionadas es muy importante. Pero tanto o más importante es
desarrollar un programa de fundamentación norrmativa donde se expliciten
coherentemente las razones que deberían llevarnos a apoyar una presencia mas
difundida de este tipo de empresas.
* La ilustración es una reproducción de "Los amantes", del pintor belga Magritte
[1] Jon Elster presenta este argumento en "The possibility of rational
politics", 1987.
[2] Gregory Dow ofrece una completa discusión
normativa en "Governing the firm.
Workers' control in theory and practice", 2003.
[3] Richard Arneson desarrolla una critica de este
tipo en "Meaningful work and market
socialism", 1987.
[4] Sam Bowles y Herbert Gintis exponen un argumento de este tipo en "Is the demand for workplace democracy
redundant in a liberal economy?", 1996