Hace ya un tiempo que se menciona al Liceo Jubilar como modelo ejemplar de
centro educativo. En las últimas semanas, la experiencia de este liceo cobró aun
mayor trascendencia en los medios.[1] Para
los que aun no han oído hablar de él, el liceo Jubilar es un colegio privado
gratuito ubicado en Casavalle. El liceo es de tiempo completo: además de los
cursos reglamentarios exigidos por ANEP, los estudiantes participan de apoyo
académico, talleres recreativos e inglés. El modelo educativo está centrado en
la disciplina y requiere de la participación familiar en tareas como la limpieza
del centro, colaboración en la cocina y acompañamiento en actividades.[2] Para
poder postular es necesario residir en Casavalle, no haber repetido más de dos
años, habitar en un hogar con ingresos inferiores a la línea de pobreza y
contar con familiares dispuestos a participar en las actividades antes
mencionadas.[3]
Aprovechando que la selección de postulantes se efectúa por sorteo, Balsa y
Cid (2011) realizaron una evaluación de impacto del modelo educativo de este
centro comparando el desempeño de adolescentes que fueron sorteados para
ingresar al Jubilar con aquellos que no resultaron sorteados y por tanto debieron
asistir a liceos públicos. El estudio encuentra que asistir al Jubilar reduce
sustancialmente la probabilidad de deserción y de repetición si bien no
encuentra diferencias en el desempeño en pruebas de lectura y matemática. Tal
como mencionan sus autores “…las conclusiones de este estudio sólo son
extrapolables a adolescentes procedentes de familias de contexto
socio-económico desfavorable (por debajo de la línea de la pobreza), sin
rezagos previos de más de 1 año en el sistema educativo y con una motivación
que los lleva a buscar alternativas educativas superiores para sus hijos” y que
a su vez“…cumplen con mínimos criterios de inclusión.”[4]
A fines de 2012, junto con Alina Machado realizamos un seguimiento a
adolescentes de aproximadamente 15 años que se desvincularon del sistema
educativo antes de finalizar ciclo básico. En total se realizaron 207 encuestas
telefónicas y 30 entrevistas en profundidad.[5] Si
bien recién estamos comenzando a procesar esta información, vale la pena
comentar algunas cifras y percepciones que surgen de dicho relevamiento. Existe
un porcentaje nada menor (31%) de adolescentes desvinculados del sistema
educativo que nunca alcanzó a inscribirse en alguna institución de educación
secundaria. En lo que refiere a las razones por las que dejaron de estudiar, 42%
argumentó como motivo principal que no le interesaba lo que aprendía, siendo la
segunda razón más citada después de “dejaste de estudiar porque te resultaba difícil”
con 46%. Quizás
algún lector se pregunte: ¿Cuántos años estudié cosas que no me interesaban? La
diferencia es que el lector de este blog probablemente continuó estudiando porque
estaba rodeado de ejemplos que reafirmaban la idea de que estudiar valía la
pena. En cambio, al indagar sobre las percepciones acerca de lo que aporta
continuar estudiando, varios de los adolescentes que participaron de las
entrevistas en profundidad argumentaron que no creen que finalizar la
secundaria sea de mayor utilidad para quien no va a seguir una carrera. Sí
consideran que es importante terminar el ciclo básico para así poder conseguir
un trabajo. Sin embargo, perciben que los mejores trabajos se consiguen por
contactos más que logrando un mayor nivel educativo.
Fruto de la convicción de que es preciso modificar la propuesta educativa a
modo de motivar a los adolescentes de contexto desfavorable, el filósofo
Alejandro Piscitelli y su equipo de la Universidad de Buenos Aires desarrollaron
el proyecto 1a1 Sarmiento. Esta es una experiencia pedagógica piloto
llevada a cabo en el colegio Domingo Faustino Sarmiento de Buenos
Aires. El proyecto provee una computadora a cada estudiante y emplea facebook
como plataforma pedagógica, procurando estimular el aprendizaje entre pares y
los vínculos personalizados con docentes. Se trabaja relacionando materias en
la modalidad por proyectos.[7] Aun
no existen evaluaciones de impacto disponibles de esta experiencia innovadora pero
valdría la pena seguir de cerca su evolución.
Otro resultado del seguimiento a adolescentes realizado junto con Alina
Machado, que considero merece la pena resaltar es que, ante la pregunta de quién
tomó la decisión de dejar de estudiar, sólo el 40% respondió que la decisión
fue suya y que su familia no lo apoyó en su decisión. Es decir, en la mayoría
de los casos los adolescentes argumentaron que la familia estuvo de acuerdo, no
opinó o incluso fue decisión de la familia que dejara de estudiar. A ello
se suma de que varios de los entrevistados presentaron situaciones familiares y
personales sumamente complejas. En este contexto, es cuestionable en qué medida
el sistema educativo puede lograr incidir sobre estas realidades, combatiendo
la deserción. A mi entender, ello sugiere la necesidad de intervenciones más abarcadoras
que apoyen a los hogares en el plano de la salud y de la atención psicológica,
entre tantos otros aspectos.
El objetivo de esta nota es plantear que si bien es
probable que haya adolescentes que se benefician enormemente en un tipo de
institución como el liceo Jubilar, no considero que éste sea el modelo a
replicar para solucionar los problemas de deserción que el Uruguay enfrenta. El modelo del Jubilar tiene como población objetivo familias que ya
cuentan con especial motivación para que sus hijos logren un buen desempeño
educativo. El sistema educativo debe procurar estrategias que logren motivar la
asistencia en aquellos adolescentes provenientes de contextos igualmente o aun más
vulnerables que no cuentan con ese apoyo familiar y que no consideran que
culminar el ciclo básico es de suma importancia. Un modelo educativo centrado
en la disciplina no surtirá efectos en estos casos. Además, la tarea de
promover la retención escolar no puede ser encomendada únicamente al sistema
educativo. La problemática detrás de la deserción parece ser mucho más compleja.
[2] Balsa A. y Cid A. (2011) “Evaluación
de impacto de un centro educativo gratuito y Auto-gestionado en un Barrio de
Contexto Socio-Económico Desfavorable de Montevideo.” Universidad de
Montevideo.
[4] Balsa A. y Cid A. (2011) “Evaluación de
impacto de un centro educativo gratuito y Auto-gestionado en un Barrio de
Contexto Socio-Económico Desfavorable de Montevideo” pp. 23-24. Universidad de
Montevideo.
[5] Este proyecto supuso el seguimiento de adolescentes
provenientes de dos paneles. Por una parte, se procuró localizar a adolescentes
que en 2006 participaron de la evaluación SERCE cuando se encontraban en tercer
año de primaria y que actualmente no asisten a ciclo básico. Este seguimiento
fue financiado por ANEP. Por otra parte, a partir de la encuesta llevada a cabo
por Elisa Failache, Gonzalo Salas y Andrea Vigorito en el marco del proyecto “Bienestar
multidimensional de la infancia. Un estudio en base a datos longitudinales
sobre calidad de vida y situación nutricional”, se contactó nuevamente a aquellos adolescentes
cuya familia declaró que ya no asistían a un centro educativo.
[6] Estas cifras están en línea con la
Encuesta de Hogares 2011.