Educación: ¿Habemus EL modelo?


Foto: Inés Arioni / Josefa Trolio
Hace ya un tiempo que se menciona al Liceo Jubilar como modelo ejemplar de centro educativo. En las últimas semanas, la experiencia de este liceo cobró aun mayor trascendencia en los medios.[1] Para los que aun no han oído hablar de él, el liceo Jubilar es un colegio privado gratuito ubicado en Casavalle. El liceo es de tiempo completo: además de los cursos reglamentarios exigidos por ANEP, los estudiantes participan de apoyo académico, talleres recreativos e inglés. El modelo educativo está centrado en la disciplina y requiere de la participación familiar en tareas como la limpieza del centro, colaboración en la cocina y acompañamiento en actividades.[2] Para poder postular es necesario residir en Casavalle, no haber repetido más de dos años, habitar en un hogar con ingresos inferiores a la línea de pobreza y contar con familiares dispuestos a participar en las actividades antes mencionadas.[3]

Aprovechando que la selección de postulantes se efectúa por sorteo, Balsa y Cid (2011) realizaron una evaluación de impacto del modelo educativo de este centro comparando el desempeño de adolescentes que fueron sorteados para ingresar al Jubilar con aquellos que no resultaron sorteados y por tanto debieron asistir a liceos públicos. El estudio encuentra que asistir al Jubilar reduce sustancialmente la probabilidad de deserción y de repetición si bien no encuentra diferencias en el desempeño en pruebas de lectura y matemática. Tal como mencionan sus autores “…las conclusiones de este estudio sólo son extrapolables a adolescentes procedentes de familias de contexto socio-económico desfavorable (por debajo de la línea de la pobreza), sin rezagos previos de más de 1 año en el sistema educativo y con una motivación que los lleva a buscar alternativas educativas superiores para sus hijos” y que a su vez“…cumplen con mínimos criterios de inclusión.”[4]

A fines de 2012, junto con Alina Machado realizamos un seguimiento a adolescentes de aproximadamente 15 años que se desvincularon del sistema educativo antes de finalizar ciclo básico. En total se realizaron 207 encuestas telefónicas y 30 entrevistas en profundidad.[5] Si bien recién estamos comenzando a procesar esta información, vale la pena comentar algunas cifras y percepciones que surgen de dicho relevamiento. Existe un porcentaje nada menor (31%) de adolescentes desvinculados del sistema educativo que nunca alcanzó a inscribirse en alguna institución de educación secundaria. En lo que refiere a las razones por las que dejaron de estudiar, 42% argumentó como motivo principal que no le interesaba lo que aprendía, siendo la segunda razón más citada después de “dejaste de estudiar porque te resultaba difícil” con 46%. Quizás algún lector se pregunte: ¿Cuántos años estudié cosas que no me interesaban? La diferencia es que el lector de este blog probablemente continuó estudiando porque estaba rodeado de ejemplos que reafirmaban la idea de que estudiar valía la pena. En cambio, al indagar sobre las percepciones acerca de lo que aporta continuar estudiando, varios de los adolescentes que participaron de las entrevistas en profundidad argumentaron que no creen que finalizar la secundaria sea de mayor utilidad para quien no va a seguir una carrera. Sí consideran que es importante terminar el ciclo básico para así poder conseguir un trabajo. Sin embargo, perciben que los mejores trabajos se consiguen por contactos más que logrando un mayor nivel educativo.

Fruto de la convicción de que es preciso modificar la propuesta educativa a modo de motivar a los adolescentes de contexto desfavorable, el filósofo Alejandro Piscitelli y su equipo de la Universidad de Buenos Aires desarrollaron el proyecto 1a1 Sarmiento. Esta es una experiencia pedagógica piloto llevada a cabo en el colegio Domingo Faustino Sarmiento de Buenos Aires. El proyecto provee una computadora a cada estudiante y emplea facebook como plataforma pedagógica, procurando estimular el aprendizaje entre pares y los vínculos personalizados con docentes. Se trabaja relacionando materias en la modalidad por proyectos.[7] Aun no existen evaluaciones de impacto disponibles de esta experiencia innovadora pero valdría la pena seguir de cerca su evolución.

Otro resultado del seguimiento a adolescentes realizado junto con Alina Machado, que considero merece la pena resaltar es que, ante la pregunta de quién tomó la decisión de dejar de estudiar, sólo el 40% respondió que la decisión fue suya y que su familia no lo apoyó en su decisión. Es decir, en la mayoría de los casos los adolescentes argumentaron que la familia estuvo de acuerdo, no opinó o incluso fue decisión de la familia que dejara de estudiar. A ello se suma de que varios de los entrevistados presentaron situaciones familiares y personales sumamente complejas. En este contexto, es cuestionable en qué medida el sistema educativo puede lograr incidir sobre estas realidades, combatiendo la deserción. A mi entender, ello sugiere la necesidad de intervenciones más abarcadoras que apoyen a los hogares en el plano de la salud y de la atención psicológica, entre tantos otros aspectos.

El objetivo de esta nota es plantear que si bien es probable que haya adolescentes que se benefician enormemente en un tipo de institución como el liceo Jubilar, no considero que éste sea el modelo a replicar para solucionar los problemas de deserción que el Uruguay enfrenta. El modelo del Jubilar tiene como población objetivo familias que ya cuentan con especial motivación para que sus hijos logren un buen desempeño educativo. El sistema educativo debe procurar estrategias que logren motivar la asistencia en aquellos adolescentes provenientes de contextos igualmente o aun más vulnerables que no cuentan con ese apoyo familiar y que no consideran que culminar el ciclo básico es de suma importancia. Un modelo educativo centrado en la disciplina no surtirá efectos en estos casos. Además, la tarea de promover la retención escolar no puede ser encomendada únicamente al sistema educativo. La problemática detrás de la deserción parece ser mucho más compleja.




[2] Balsa A. y Cid A. (2011) “Evaluación de impacto de un centro educativo gratuito y Auto-gestionado en un Barrio de Contexto Socio-Económico Desfavorable de Montevideo.” Universidad de Montevideo.
[4] Balsa A. y Cid A. (2011) “Evaluación de impacto de un centro educativo gratuito y Auto-gestionado en un Barrio de Contexto Socio-Económico Desfavorable de Montevideo” pp. 23-24. Universidad de Montevideo.
[5] Este proyecto supuso el seguimiento de adolescentes provenientes de dos paneles. Por una parte, se procuró localizar a adolescentes que en 2006 participaron de la evaluación SERCE cuando se encontraban en tercer año de primaria y que actualmente no asisten a ciclo básico. Este seguimiento fue financiado por ANEP. Por otra parte, a partir de la encuesta llevada a cabo por Elisa Failache, Gonzalo Salas y Andrea Vigorito en el marco del proyecto “Bienestar multidimensional de la infancia. Un estudio en base a datos longitudinales sobre calidad de vida y situación nutricional”,  se contactó nuevamente a aquellos adolescentes cuya familia declaró que ya no asistían a un centro educativo.
[6] Estas cifras están en línea con la Encuesta de Hogares 2011.


Una muy peleadora reflexión electoral sobre las propuestas en educación, o de cómo somos el perro que se persigue la cola

Autor: Pablo Menese Camargo Advertencia Soy sociólogo. Perdón. Advertencia adicional En febrero, me propusieron escribir para Razones...