No
cabe duda que hay que cambiar muchísimas cosas en Uruguay. Tenemos
instituciones y prácticas que necesitan serias revisiones. Sin
embargo, aquí quiero detenerme en algo que hemos hecho muy bien
durante algún tiempo: mantener la obligatoriedad del voto o mejor
dicho, la obligatoriedad a participar en las elecciones. Actualmente,
una minoría de países cuentan con un sistema de voto obligatorio.i
Participar mediante el voto es voluntario en la mayoría de las
democracias del mundo, aún cuando los niveles de votación y
participación ciudadana en política parece descender año tras año.
Existe
una literatura extendida en ciencia política que revisa los
argumentos para defender tanto el voto voluntario como el voto
obligatorio.ii
El argumento normativo más utilizado para defender el voto
voluntario dice que votar es un derecho y no una obligación. La idea
es que cada ciudadano es libre de elegir participar o no en la
principales decisiones democráticas de su comunidad política. En
ese sentido, se sostiene que un esquema de voto obligatorio
representa una interferencia en nuestra libertad de elección. Si en
vez de votar en las elecciones nacionales,
yo prefiero quedarme en mi casa, nadie debería obligarme a hacer lo
contrario. El voto obligatorio, dicen sus detractores, no es otra
cosa que una violación de la libertad individual y por ende una
violación a los principios básicos sobre los cuales se fundamenta
cualquier régimen democrático. Asimismo, otros sostienen el
argumento empírico (aunque difícil de medir) sobre la existencia de
una mayor probabilidad de votante que voluntariamente vota este más
informado -y por tanto tome mejores decisiones- que el votante que
obligadamente debe concurrir a las urnas. De esa forma, aún cuando
pocos voten, estos serán en proporción votantes más informados y
capaces de tomar mejores decisiones.iii
Pero
tenemos algunas razones para dudar de la fuerza de estos dos
argumentos. Para empezar, existe una preocupación importante sobre
la calidad de los sistemas democráticos en el mundo. Precisamente,
la participación política (ya sea mediante el voto u otra
actividades) es una de las variables que se considera esencial para
evaluar la salud de los regímenes democráticos. La apatía y el
descreimiento con el proceso democrático se puede ver claramente
cuando una buena parte de la población no concurre a las urnas. Ese
dilema ha producido una importante literatura que explora otras
alternativas para acercar votantes
tales como la persuasión (explicarle a la ciudadanía la importancia
de votar) o crear un sistema de incentivos (básicamente premios por
votar, tales como una compensación monetaria u otros beneficios).
Por ejemplo, en las elecciones nacionales de 2008 en Estados Unidos,
Barack Obama fue elegido presidente con un 53% de los votos frente a
un 46% de John McCain. El punto preocupante fue, sin duda, que un
43% de población de potenciales votantes (unos 97 millones de
personas) decidieron no votar.
La
pregunta evidente es: si es existen diferentes motivos para pensar
que es importante que la gente vote y participe en política, ¿por
qué no implementar un sistema de voto obligatorio? Como vimos, el
argumento normativo a favor del voto voluntario dice que una
institución electoral de esa naturaleza interfiere contra nuestra
libertad individual. Esto es algo que atentaría contra un principio
básico de la democracia como lo es la libertad que cada ciudadano
tiene de participar. No obstante, creo que hay al menos dos problemas
con ese argumento. El primero es que si bien la libertad individual
es un valor primordial en un sistema democrático, hay interferencias
que son inevitables siempre y cuando queramos tener una sociedad
cuyas instituciones funcionen y sean estables. Por ejemplo, el
sistema tributario interfiere con nuestras acciones. Un impuesto es
un mecanismo legitimado para tomar dinero de nuestros ingresos. El
tema es que sin esa interferencia difícilmente podamos tener acceso
a las leyes y al aparato coercitivo que facilita la posibilidad de
que tengamos propiedad privada y un salario en primer lugar. El
razonamiento con el voto obligatorio es similar. Si votar es una
actividad importante para el funcionamiento de la democracia- esa
misma democracia que da garantías para que disfrutemos de nuestras
libertades individuales- entonces deberíamos tomar medidas que
faciliten el funcionamiento eficiente y estable de las instituciones
democráticas. Y para hacer eso debemos tomar en cuenta los costos y
beneficios de tomar diferentes estrategias motivacionales. Si el
costo de un esquema de voto obligatorio en nuestra libertad
individual es ir a las urnas un par de veces cada cuatro años, esa
carga parece bastante menor en relación a los beneficios que un
sistema democrático nos proporciona. Una democracia disfuncional
seguramente afecte nuestra libertad individual de formas que son
mucho mas costosas que ir a votar un par de veces cada cuatro años.
Claro,
el argumento de que el voto obligatorio tiene efectos positivos sobre
el funcionamiento democrático es empírico. Aunque existen buenas
razones para creer que un sistema obligatorio lleva a los ciudadanos
a interiorizarse con el proceso y a tomar mejores decisiones, debemos
mejorar los instrumentos para medir esas intuiciones. Lo que resulta
claro, sin embargo, es que el argumento sobre los efectos que el voto
obligatorio tiene sobre nuestra libertad individual es desmedido. No
todas las libertades individuales pueden ser evaluadas con la misma
medida. Mi libertad de negarme a recibir la vacuna contra la
tuberculosis es menos prioritaria que la libertad y oportunidad del
resto de la población a no vivir junto a un potencial foco
infeccioso. De un mismo modo, mi libertad de manejar a 160
quilómetros por hora no puede anteponerse a la libertad del resto a
transitar por la calle de un modo seguro. Obviamente, en estos dos
ejemplos el efecto de mis acciones sobre otras personas son más
fáciles de identificar que el efecto que mi apatía y desinterés
por votar puede tener sobre mi mismo y sobre el resto de la
ciudadanía. En cambio, lo que si es seguro es que un sistema de voto
obligatorio bien diseñado incrementa considerablemente los niveles
de votación y genera interferencias mínimas en nuestra libertad
individual. Decir que aún ese tipo de interferencia es
significativamente perjudicial para nuestra autonomía, es llevar el
argumento a un extremo difícil de sostener.
iEl
numero de países con voto obligatorio es engañoso. Eso sucede
porque dos razones. Primero , hay países en donde el voto
obligatorio es simbólico (e.g. Costa Rica, Grecia) y tiene poco
efecto en el comportamiento electoral de la ciudadanía. Segundo,
en otros países es obligatorio votar siempre y cuando uno se haya
registrado voluntariamente para votar. Argentina, Australia,
Bélgica, Ecuador, Luxemburgo, Perú, Singapur y Uruguay son algunos
de los pocos países donde el voto obligatorio es puesto en
práctica. Por más detalles ver:
http://www.idea.int/vt/compulsory_voting.cfm
iiDos
argumentos adicionales a favor del voto obligatorio son: (1) las
decisiones tomadas por un gobierno democrático son más legítimas
cuando si un amplio porcentaje de la población participa de las
mismas. (2) El voto tiene un efecto educativo sobre el
comportamiento democrático de los ciudadanos. Cuando el voto es
obligatorio, los partidos no tienen que gastar recursos y tiempo
intentando convencer a los ciudadanos acerca de la importancia de
votar. Aquí no tengo espacio para evaluar la fuerza de estos
argumentos. Una
clásica defensa del voto obligatorio puede encontrarse en:
Lijphart,
Arend. “Unequal Participation: Democracy’s Unresolved Dilemma.”
American
Political Science Review
(1997): 1–14. Por discusiones más recientes ver: Engelen,
Bart. “Why Compulsory Voting Can Enhance Democracy.” Acta
Politica
42, no. 1 (2007): 23–39. Saunders, Ben. “Making Voting Pay.”
Politics
29, no. 2 (2009): 130–136. Birch, Sarah. 2009. Full
participation. A compartive study of compulsory voting.
United Nations University Press. Keaney,
E. and Rogers, B. 2006. A Citizen’s Duty: Voter Inequality and the
Case for Compulsory Turnout, Institute for Public Policy Research,
Disponible en:
http://www.ippr.org.uk/ecomm/files/a_citizens_duty.pdf.
iii
Otro argumento empírico contra el voto obligatorio es que este
tipo de sistema puede llevar a una situación electoral en donde los
ciudadanos no se preocupan por qué opción terminan votando. Eso
lleva a un gran numero de votos al azar y de votos en blanco.