Desde que el domingo pasado los uruguayos conocieron que en el Hospital Maciel y la Asociación Española, dos enfermeros asesinaron a 16 pacientes durante el 2011 y lo que va del 2012,[1] son muchas las expresiones que se escuchan entre los uruguayos. Algunas expresan horror, otras son de dolor, y son varios los que dicen “estamos regalados”.
No voy a describir el caso ya conocido por todos, ni tampoco voy a analizar las posibles explicaciones de lo sucedido (si los enfermeros son psicópatas, si son asesinos seriales, si lo hicieron por “piedad” o porque los pacientes los molestaban). Si bien la espectacularidad de los hechos genera mucho impacto, lo que verdaderamente hace que las personas se sientan vulnerables es que a cualquiera le podría haber pasado. Cualquiera puede estar “grave”, o ni siquiera tan grave, en una institución de salud uruguaya. Le puede pasar a alguien joven como a alguien entrado en años, a alguien con muchos recursos económicos como a alguien pobre, todos podemos ser parte del “target”. Esto es parte de la razón del “estamos regalados”.
Sin embargo, hay algo más detrás de la sensación de vulnerabilidad producida porque existan psicópatas que pueden llegar a cometer crímenes de ese tipo, y es el hecho de que tuvieron que suceder al menos 16 muertes, para que se descubriera lo que estaba pasando. Aún más, la investigación no empezó porque se detectara alguna anomalía a través de los controles del sistema de salud, sino por la iniciativa individual de una enfermera que se animó a realizar la denuncia policial. El aumento de la tasa de mortalidad, la desaparición de dosis de morfina, las denuncias anteriores realizadas contra uno de los enfermeros, o la muerte sorpresiva de una persona que ya había sido dada de alta, no fueron suficientes para hacer saltar los botones de alarma del sistema de salud uruguayo. No fueron los mecanismos de control establecidos por el Estado, aquellos que se supone nos garantizan que podemos estar tranquilos, los que activaron la investigación policial.
Esto no es casual. Los uruguayos somos consumidores poco críticos. No nos quejamos y aceptamos que las cosas funcionen de manera regular (en el sentido de no muy bien), sobretodo, cuando se trata de asuntos médicos. La foto que antecede esta nota, fue publicada ayer, 21 de marzo, por el diario La República con el título “¿Qué esconden los enfermeros?”. La imagen de la enfermera pidiendo silencio, es fácilmente reconocible por la mayoría de las personas. Si bien ahora no es tan común encontrarla colgada en sanatorios y hospitales, lo fue durante muchos años. Apenas la vi, pensé en el efecto persuasivo que había tenido esa imagen en la cultura uruguaya, parece que nos influyó mucho, ya que aprendimos a quedarnos “calladitos”, en silencio, frente al sistema de salud que tenemos. Tanto es así que aceptamos que exista “corralito mutual” (e incluso se debate si reabrirlo para la Asociación Española en este contexto), aceptamos que las operaciones de cataratas sean sin costo para aquellos que no tienen recursos pero que quienes aportan 6% de su salario al FONASA tengan que pagarla, aceptamos que la analgesia de parto se cobre, aceptamos que si uno tiene que operarse de cálculos en la vesícula y quiere hacerlo usando tecnología que mejora el post-operatorio tenga que pagarlo de forma privada a pesar de que el sistema mutual cuente con la tecnología, y también aceptamos que el país cuente con un robot quirúrgico como el “DaVinci” y sin embargo todavía no haya habilitado su uso. Atrás de cada una de estas decisiones habrá distintas explicaciones: definiciones del gobierno sobre el uso de la tecnología, presión corporativa de algunas especialidades médicas, regulación de las instituciones mutuales, pero lo que es cierto es que los uruguayos las aceptamos bien “calladitos”.
Mientras el clima de opinión reinante es que estamos “regalados”, y sin embargo nos quedamos “calladitos”, la oposición usa este terrible acontecimiento en contra del gobierno pidiendo la cabeza del Ministro de Salud Pública Jorge Venegas. Parece lógico que se busquen los responsables de no haber detectado los asesinatos antes y haber llegado a 16, pero, ¿es el Ministro quién debería haber percibido las alarmas? Parece que algunas de las fallas del sistema de salud claramente anteceden a la actuación del ministro Venegas ¿Cuándo llegará el día que nos animemos a mirar los problemas del país más allá de las posiciones político partidarias? Tal vez ese día los uruguayos, como ciudadanos y consumidores, rompamos el silencio y nos sintamos menos “regalados”.
[1] Al momento de escribir esta nota, debido a que continúan apareciendo denuncias y la investigación no está cerrada, no existe seguridad sobre el número de personas asesinadas ni el período en que fueron realizados los crímenes.
Rosario Queirolo