Cuando
llega esta altura del año, es decir los últimos días de febrero y
primeros de marzo, siempre nos encontramos con las mismas noticias en
los diarios, radio y noticieros televisivos: “Faltan maestros cerca
del inicio de cursos”1,
“Secundaria arrancará los cursos con falta de profesores”2,
“Maestros de
Montevideo harán un paro el segundo día lectivo del año”3.
Estos titulares podrían ser del
2013, del 2011, del 2008, del 2003 o cualquier otro año desde hace
un buen tiempo. Siempre durante los últimos días del mes de
febrero, unos pocos días antes del comienzo de cursos, los
conflictos en la educación pública se hacen evidentes. Y los temas
son los mismos: los edificios están en mal estado, no se pueden
empezar las clases porque no hay condiciones edilicias seguras que lo
permitan, las reformas que se planificaron realizar durante el receso
escolar no están (ni estarán) terminadas el día previsto para
comenzar las clases, hay escuelas y liceos que todavía no tienen su
plantel docente ni administrativo definido, un porcentaje elevado de
horas docentes no han sido asignadas, hay liceos sin directores,
subdirectores, o personal de adscripción, y por supuesto, el reclamo
salarial. También la medida de protesta es siempre la misma: el
paro.
Frente
a esta repetición de los mismos problemas, año tras año, es
difícil no sentir una gran desolación. Siempre se dice que en
Uruguay los problemas se solucionan lento, que todo pasa lento (no
sólo la solución de las dificultades), pero la iteración anual de
estos temas en la última semana de febrero excede ese ritmo “a la
uruguaya”. ¿Cómo puede suceder siempre lo mismo? ¿No existe
manera de salirse de esa repetición anual y sistemática de un
problema? ¿No es posible planificar de forma distinta el trabajo en
los centros de educación pública de este país? ¿De quién es la
responsabilidad de que el inicio de clases no sea un proceso sencillo
(o por lo menos no traumático) como es para la mayoría de las
instituciones de enseñanza privada?
Las
acusaciones entre los actores involucrados se cruzan. Desde el
gobierno, las autoridades de la enseñanza, y en especial el
presidente José Mujica, se critica a los sindicatos de la educación
y se les pide “no
dejar a los gurises en pelotas”4.
Por otro lado, los gremios docentes,
principalmente ADUS y ADEMU, se defienden planteando que la
responsabilidad de no es de ellos sino de la ineficiencia del
gobierno5.
También los padres y estudiantes, aunque de forma menos intensa y
organizada, reclaman por esta situación.
No
todos los liceos y escuelas públicas presentan problemas de
infraestructura, o les falta la definición de su director o plantel
docente. Sin embargo, el problema no aparece limitado a algunos
centros, sino que se generaliza a todas las escuelas y liceos de
Montevideo a través de diversos mecanismos. Los gremios generalizan
cuando convocan a un paro, la prensa generaliza cuando no especifica
cuántos centros son los que no están listos para comenzar con los
cursos, el Presidente generaliza el problema acusando a los gremios y
no aclarando e informando a la población cuáles son los problemas y
atrasos específicos. El problema con esta generalización es que
termina perjudicando a más personas que las que efectivamente
sufrirían el problema si se particularizara. Algo muy uruguayo: si
hay algunos que no pueden empezar, que no empiece ninguno.
Lo
increíble es la falta de reflejos para romper con esta iteración de
problemas en el comienzo de cursos. Acá no estamos hablando de si el
mecanismo de repetición es positivo o negativo, ni tampoco de las
pruebas PISA y lo mal que le va a Uruguay en las mismas, ni de tantos
otros temas educativos que son de más difícil solución y fueron
tratados en otras notas de este mismo blog. La solución a estos
problemas de febrero parece ser mucho más sencilla: llegar a marzo
con los edificios donde se imparten clases en buen estado y con los
directores y plantel docente definido. No parece tan difícil.
Cientos de centros privados lo hacen de forma muy efectiva. Parece
ser que un aspecto por el cual empezar debería ser mejorar la
organización de las escuelas y liceos públicos6.
Tal
vez alguno de los lectores de este blog haya visto Groundhog
o El día de la marmota (como
fue traducida en América Latina), una
película donde el protagonista queda atrapado en el mismo día, el 2
de febrero, el día de la marmota, día tras día, y todo se repite
de la misma manera. Después de tratar de suicidarse y no lograrlo,
empieza a realizar modificaciones a su conducta y ayudar a las
personas con las que cruza, logra mejorar su comportamiento hasta que
se transforma en una persona muy querida en su comunidad, y después
de declarar su amor a la protagonista se rompe el hechizo y
finalmente se despierta el día siguiente, el 3 de febrero.
Menciono
esta película no porque sea una obra de arte ni mucho menos, sino
porque la desesperación que transmite el protagonista por vivir
siempre el mismo día, siempre la misma secuencia de acontecimientos
inalterada, me hace acordar a los problemas de la educación que
aparecen en la agenda mediática la última semana de febrero,
siempre los mismos, todos los años. Muchos de los contribuyentes de
este blog, trabajan e investigan en temas de educación, son
especialistas en la temática. No es mi caso. Por lo tanto, el
objetivo de esta nota es simplemente plantear el problema y abrir el
debate a contribuyentes y lectores. Ojalá que como el protagonista
de El día de la marmota, se
logre en algún momento romper con la iteración.
1
Titular de El País, 25 de febrero 2011.
2
Titular de El Observador, 28 de febrero 2013.
3
Titular de El Observador, 28 de febrero 2013.
4
Correo Socialista No. 77, 26 de febrero 2013.
5
“Antes
de hostigar, el gobierno debería hacerse cargo de su inoperancia”,
Titular de El Observador, 28 de febrero 2013.
6
Hace ya varios años, una investigación que realizamos junto con
Pablo da Silveira, hacía énfasis en los aspectos organizativos de
la educación pública como traba a su buen desempeño: “Änálisis
organizacional: cómo funciona la educación pública en Uruguay”
CERES, 1998.
(http://www.ceres-uy.org/investigacion/estudios/006_analisis_organizacional.pdf)
Un aporte: vivo en Nueva Zelandia. Mi hijo de 12 años empezó sus clases el 4 de Febrero (como todos los años). Algunas escuelas empezaron el 31 de Enero. En Australia, empiezan el 28 de Enero, y tanto en Australia como acá es verano como en Uruguay y hace calor.
ResponderEliminarY noten que las clases terminaron alrededor del 20/21 de Diciembre para las escuelas, un mes antes para los liceos.
Me llevó su tiempo procesar este cambio (fui profesor en Uruguay por mas de dos décadas) pero el chico empezó cuando empiezan todos: su lugar en edad escolar es en la escuela, y la comunidad cuida la escuela (o liceo, o jardín de infantes) como su propia casa, y cuando hay actos de vandalismo (porque no hay lugares perfectos en este mundo), todos nos indignamos como si hubieran ensuciado nuestra propia casa.
No creo que la diferencia sólo se trate de países mas o menos desarrollados, sino del lugar que se le da a la escuela en el contexto social.
Saludos, Nicolás
Comparto completamente la indignación de Rosario. La repetición de este tipo de sucesos es ya poco menos que desesperante. Y como pasa con la educación toda en Uruguay, hay varios ejemplos, más cercanos, más lejanos, en donde el sistema educativo no esta estancado y sin signos de mejoría. Lo que cuenta Nicolas es algo que le puede llamar la atención a cualquier que estudie en Uruguay. Naturalizamos algunas practicas que no tienen ninguna razón de ser, y que son fácilmente solucionables con un poquito de planificación y buena voluntad.
ResponderEliminarMuy buen post para reflexionar sobre este asunto. Creo que estos problemas sí tienen que ver con los resultados académicos las pruebas PISA y el fracaso escolar, todo radica en cambiar el mismo tema desde mi punto de vista: los incentivos. Hoy por hoy da lo mismo hacer el trabajo bien o mal, y me refiero tanto al trabajo dentro de los centros educativos como fuera. ¿Por qué el sector privado puede ser más eficiente y tener todo preparado para el inicio de cursos? Simple: de no ser así no podrían abrir, o si lo hacen al año siguiente no tendrán alumnos matriculados y cerrarán. En el caso de los centros públicos no. Seguirá el hechizo, todos los días serán 2 de febrero. Da igual si el servicio ofrecido se hace a tiempo y si es de buena calidad a que si se comienzan los cursos una o dos semanas después o si faltan docentes o personal. No hay consecuencias. Creo que ya es hora de que la sociedad en su conjunto vuelva a valorar la Educación como se debe y a exigir más responsabilidades y mejores resultados tanto a los planificadores de políticas educativas como a los ejecutores de las mismas. Sería adecuado comenzar por evaluar centro a centro, conocer quién hace las cosas bien (porque seguro que hay muchos que así lo hacen) y quienes tienen problemas, identificar las mejores prácticas para saber si se pueden aplicar en otros casos y sobre todo poder encontrar soluciones efectivas en aquellos centros en los que existen las mayores dificultades e ineficiencias educativas. Creo que hay que perder el miedo, a como dice Rosario, individualizar en lugar de generalizar; evaluar es el primer paso para poder cambiar y romper con el hechizo.
ResponderEliminarSaludos,
Gabriela.
Estoy de acuerdo con todos los comentarios. Creo que, como dice Gabriela, hay un problema de incentivos sumado a uno de rendición de cuentas. Los sindicatos aprovechan el momento de mayor visibilidad para plantear sus reclamos salariales, lo cual tiene sentido.Y creo que pocas personas no estarían de acuerdo en que merecen recibir un mayor ingreso por su trabajo. Sin embargo, no tiene sentido que en una situación como la que se encuentra la educación uruguaya, esos reclamos sean planteados sin contrapartida: el someterse a evaluaciones reales, el tener mayor exigencia en el trabajo, el trabajar más horario o más días.
ResponderEliminarRosario