La semana pasada el diario El País informó que el ministro de
Industria y Energía había solicitado al director nacional de Telecomunicaciones
la revisión, ajuste y puesta a punto del borrador de un proyecto de ley de servicios
de comunicación audiovisual que su cartera tiene entre manos desde hace varios
años. Ha trascendido que ese proyecto de ley incluirá algún tipo de regulación
de contenidos en radio y televisión. Las versiones a ese respecto son confusas
y contradictorias, así que, mientras el proyecto no sea presentado, es imposible
saber qué iniciativas contendrá. No sería la primera vez que el gobierno anuncia
públicamente —o deja entender a través de trascendidos— que se dispone a hacer
algo que finalmente no hace o, viceversa, que desmiente tajantemente que
pretenda hacer algo que después hace.
El presidente Mujica le dijo
en octubre de 2010 a la revista brasileña Veja
que “la mejor ley de medios es la que no existe”, concepto que fue repetido
poco más tarde por el vicepresidente Astori durante una entrevista concedida al
diario santafecino El Litoral. (Astori
repitió esa máxima y volvió a mostrarse contrario a cualquier tipo de
regulación de contenidos en una entrevista publicada en el diario El Observador de ayer, jueves.) Mujica
había dicho antes y repitió más tarde, dentro y fuera del país, que cuando el
borrador del proyecto llegara a sus manos (se trata del mismo borrador que
ahora se encuentra en etapa de revisión, ajuste y puesta a punto) iría directo
a la basura sin ser leído.
Por lo dicho anteriormente,
cualquier cosa puede ocurrir. Sólo cabe esperar. Mientras tanto, ya se escuchan
voces que reclaman a Mujica que sea consecuente con sus palabras y mande a la
basura cualquier proyecto que llegue a sus manos.
Quienes en Uruguay se oponen
a todo tipo de regulación de contenidos en los medios de comunicación hacen
suya alguna forma de la máxima que Mujica y Astori usaron en sus comparecencias
públicas, asumiendo implícita o explícitamente que ella expresa el punto de
vista de la filosofía liberal sobre la censura y la libertad de expresión. En
una nota publicada en 2004 en el suplemento Qué Pasa del diario El País, Homero Alsina Thevenet
adjudicaba a “un sabio local” la máxima “la mejor ley de prensa es ninguna ley
de prensa”. Ignoro quién podrá ser el supuesto sabio. Tengo para mí que en
efecto ha de ser un coterráneo, habida cuenta de que su máxima expresa a la
perfección un punto de vista muy extendido en el país; no estoy tan seguro en
cambio de que sea un sabio.
Abandonemos la cuestión de la
máxima por un instante y vayamos a la filosofía liberal. Es bien sabido John
Stuart Mill, uno de los grandes clásicos de esa tradición, fue uno de los
primeros pensadores en advertir acerca de lo que llamó “la tiranía de las
mayorías”. Detengámonos un momento en un pasaje de su célebre ensayo Sobre la libertad:
“Como las demás tiranías, la
tiranía de las mayorías fue al principio temida, y lo es todavía vulgarmente, cuando
obra, sobre todo, por medio de actos de las autoridades públicas. Pero las
personas reflexivas se dieron cuenta de que, cuando es la sociedad misma el
tirano —la sociedad colectivamente, respecto de los individuos aislados que la
componen—, sus medios de tiranizar no están limitados a los actos que puede
realizar por medio de sus funcionarios políticos. La sociedad puede ejecutar, y
ejecuta, sus propios decretos; y si dicta malos decretos, en vez de buenos, o
si los dicta a propósito de cosas en las que no debería mezclarse, ejerce una
tiranía social más formidable que muchas de las opresiones políticas, ya que si
bien, de ordinario, no tiene a su servicio penas tan graves, deja menos medios para
escapar a ella, pues penetra mucho más en los detalles de la vida y llega a
encadenar el alma.”
Es obvio que en este pasaje Stuart
Mill no estaba pensando —en modo alguno podría haberlo hecho— en la tiranía de
los medios de comunicación de masas. Más bien estaba pensando en la “la tiranía
de la opinión y sentimiento prevalecientes”; es decir, “la tendencia de la
sociedad a imponer, por medios distintos de las penas civiles, sus propias
ideas y prácticas como reglas de conducta a aquellos que disientan de ellas; a
ahogar el desenvolvimiento y, si posible fuera, a impedir la formación de
individualidades originales y a obligar a todos los caracteres a moldearse
sobre el suyo propio”.
Pero es obvio también que no
hay razón alguna para encorsetar el pensamiento de Mill y ceñirlo a los límites
estrechos de la sociedad de su tiempo. Si la tiranía de las mayorías no sólo es
ejercida a través del aparato estatal —cosa que Mill deja meridianamente clara—,
¿por qué debería ser tolerada cuando es ejercida a través de otros
instrumentos? ¿Por qué debería ser tolerada, por ejemplo, cuando es ejercida por
(o a través de) los medios de comunicación de masas? Parece bastante evidente
que una tiranía de esas características no debería ser tolerada; o, al menos,
que no debería ser tolerada por ningún liberal. Ahora bien, ¿existe una tiranía
así? Sí, existe. Veamos tres ejemplos.
I
El 31 de julio de 2008 en la
edición central de Telenoche, el noticiero de Monte Carlo, un periodista
interrogó insistentemente a una niña de 13 años que había sido violada por su
padrastro. La víctima prácticamente fue obligada a hacer una descripción explícita
y detallada de los hechos delante de las cámaras. Como la niña era renuente a
proporcionar los detalles que le eran requeridos, el periodista insistía. “¿Qué
te hacía tu padrastro?” El cronista no desistió de su interrogatorio ni siquiera
cuando la niña rompió en llantos. Para agravar el cuadro, el canal no
distorsionó el rostro de la menor, ni tomó medida alguna para proteger su
identidad. La directora del Instituto Nacional de la Mujer, Carmen Beramendi,
calificó la situación como muy grave. “Una cosa es informar libremente y otra
hacerlo a partir de la intimidad de la niña”, declaró. El caso también fue cuestionado
por el Consejo Nacional Consultivo de Lucha contra la Violencia Doméstica. El
organismo hizo pública “su profunda indignación”, en virtud de que en la
entrevista no sólo no se cuidó la identidad de la niña, sino porque el tratamiento
del hecho configuró una “nueva situación de victimización y maltrato, violando
la normativa vigente internacional y nacional”.
Por supuesto, el
interrogatorio abusivo a la niña y su impúdica exposición pública no derivó en
ningún tipo de sanción para para el canal, porque, en Uruguay, se sabe, rige
firmemente la máxima de aquel sabio local que dijo que la mejor ley de prensa
es ninguna ley de prensa. Mientras, los liberales uruguayos, que festejan esa
máxima como si fueran focas, opinan que el asunto se resuelve no mirando la
televisión. “Si no te gusta, apagá la tele”, escriben en Facebook. “¿Quién te
creés vos que sos para decirle a la gente lo que tiene que mirar? ¡Fascista!”,
publican en Twitter.
II
El 16 de junio de 2009, al
constatar que su hija de diez meses tenía dificultades para respirar, una madre
del barrio Piedras Blancas pidió ayuda a la policía y ambas fueron trasladadas
en un móvil a la policlínica de Salud Pública de la zona. La niña fue atendida
por una médica que le diagnosticó “muerte violenta” y “probable violación”. La madre
fue detenida inmediatamente y su esposo poco más tarde, cuando llegó a la
policlínica. Antes incluso de que llegara el padre, ya estaban presentes todos
los canales de televisión privados. Mientras lo detenían, en medio del horror
por la muerte de su hija, los periodistas le hacían preguntas incisivas. “¿La
violaste?” “¿La violaste?” “¿La violaste?”
La crónica de Subrayado de
esa noche dijo lo siguiente (el texto está tomado de la entrevista de Joel
Rosenberg al abogado de la familia involucrada, emitida en el programa No
toquen nada de Océano FM y publicada en el portal de Internet 180 el 20 de mayo
de este año):
“Una beba de tan solo 10
meses murió en una vivienda de Piedras Blancas y la policía comprobó que fue
violada. En principio se creyó que se trataba de un nuevo caso de muerte
súbita, pero la pediatra revisó a la niña y encontró signos muy claros de
violación. Dio cuenta a la policía, efectivos de la Seccional 17 detuvieron a
la madre de la menor, al padre y al tío de la criatura. El tío tiene 36 años,
no tiene antecedentes penales y vive en la misma casa. El padre de la menor
tiene 37 años y es un militar en actividad. La madre tiene 28 años. El
matrimonio tiene otras dos hijas de seis y ocho años. Una vez que el juez
Fernández Lechini se enteró de lo sucedido, ordenó que las dos menores fueran
internadas en el Hospital Pereira Rossell porque se estima que también fueron víctimas
de abuso. Según supo la policía, aparentemente el hombre abusaba de sus otras
dos hijas de seis y ocho años.”
Al día siguiente la autopsia
dictaminó que la niña había muerto por infección pulmonar y descartó cualquier
signo de abuso sexual. Una sustancia que había sido confundida con semen era en
realidad crema para paspaduras, mientras que la dilatación anal era la propia
de cualquier cadáver. La pareja fue liberada, pero la prensa no dejó de
hostigarla. “Sabe, señor, que la doctora que habló con nosotros dejó planteada
la duda y realmente cree que había existido abuso sexual de acuerdo a su
experiencia por cómo estaba la niña. ¿Usted ante esta cámara asegura que no le
hizo nada a la niña?”, le preguntó un verdadero miserable al padre de la criatura
muerta poco después de ser liberado (esta pregunta y otras por el estilo,
además de otros elementos de la cobertura periodística, figuran en el escrito
de la demanda que la familia entabló contra los canales de televisión privados
y fue recogida en una nota de Lourdes Rodríguez en el periódico La Diaria del 29 de mayo de este año).
Las otras dos hijas de la
pareja también fueron filmadas y sus rostros sin distorsionar fueron exhibidos
en la televisión. En todos los canales se mostró la cédula de identidad de la
beba, con todos los nombres y apellidos, de forma que los televidentes pudieran
averiguar sin dificultad la identidad de sus padres. Por si los televidentes
eran de reflejos lentos, la televisión difundió imágenes de la fachada, el frente
y el fondo así como la dirección completa de la casa de la familia involucrada,
que esa noche fue asaltada y desvalijada por una banda de supuestos
“indignados”.
“El descrédito sufrido [por
esta familia] es incalculable. Ha sido vulnerada su intimidad, su honor, su
decoro, su dignidad, su imagen ante la sociedad”, resume el escrito de la
demanda. Si esto no es un ejemplo de la tiranía de la sociedad sobre los
individuos, ¿qué diablos es entonces? ¿No se justifica, en términos
estrictamente liberales, la existencia de un límite impuesto por la ley a esta
clase de abusos y atropellos? Uno podría pensar que sí, pero la respuesta de
los liberales cibernéticos uruguayos es otra. “Si no te gusta, apagá la tele.” Esa
es su respuesta. “La gente puede ver lo que quiera ver, y al que no le guste,
que no vea. Punto.”
III
Hace escasas semanas —en un
hecho que todos los lectores, desgraciadamente, recordarán muy bien— un
empleado de la cervecería La Pasiva fue muerto de la manera más injusta e
irracional. En unos pocos días, su ejecución (tomada por las cámaras de
seguridad del local desde varios ángulos) fue televisada entre 88 y 102 veces
(dependiendo de las mediciones). Los cinco hijos de ese hombre vieron la
cobarde ejecución de su padre en repetidas oportunidades, porque su madre no
pudo mantenerlos tanto tiempo alejados de la televisión y porque evidentemente había
personas del otro lado de la pantalla que experimentaban alguna clase de placer
sádico con la repetición inútil de esas imágenes tan terribles.
No voy a ser tan insensato como
para decir que a esos niños les puede haber resultado más grave ver cómo su
padre era ejecutado a sangre fría y sin razón alguna que el hecho mismo de
haberlo perdido en circunstancias tan injustas, pero es obvio que el
tratamiento mediático repugnante y cínico del tema no debe haberlos ayudado en
lo más mínimo. Y no es que se tratara tampoco de un mal necesario o inevitable.
Pero, se sabe, un sabio local dijo hace tiempo que la mejor ley de prensa es
ninguna ley de prensa y unos cuantos uruguayos repiten esa máxima de manera
automática, irreflexiva, como autómatas o perros de Pavlov.
A falta de una normativa
específica al respecto, son las leyes del mercado y los índices de audiencia las
que están regulando actualmente los contenidos de la televisión uruguaya. Es
decir, que es la ley de las mayorías la que regula los contenidos. “Al que no
le guste la cantidad de veces que ponen un video en el informativo, ¡que no
mire la tele! Pero no rompan los huevos con regular nada... manga de fachos.”
Esa es la respuesta del liberal cibernético uruguayo frente al problema.
Parece ocioso tener que
explicarlo, pero el argumento liberal no debería ser: “Si no te gusta, apagá la
tele. ¡Fascista!”; sino más bien: “Los contenidos televisivos no vulneran los
derechos de nadie, por lo tanto deben seguir emitiéndose sin regulación alguna”.
El problema con ese argumento es que tiene una premisa falsa: los contenidos de
la televisión uruguaya actual sí vulneran los derechos de las personas. Repetir
una y otra vez la aburrida letanía de que nadie tiene derecho a decirnos qué
tenemos que ver y otras obviedades por el estilo no hacen sino girar en el
vacío. Lo que hay que demostrarnos a nosotros, los uruguayos que creemos que
las noticias policiales vulneran los derechos de las personas casi todos los
días, es que estamos equivocados, que no tenemos razón, que ello no es así. Tratarnos
de antiliberales, fascistas, autoritarios, totalitarios y demás no aporta nada
y además es mentira.
Los liberales —supuestos o
reales— uruguayos deberían explicarnos por qué en los tres casos que se
mencionan más arriba no se violaron los derechos de las personas. No vale decir
que, a posteriori, una de esas familias recurrió a la justicia, porque el daño
ya estaba hecho y pudo haber sido evitado sin mayor dificultad.
Puede que el gobierno impulse
una ley de medios, o puede que no lo haga. Puede que esa ley incluya algún tipo
de regulación con respecto a los contenidos, o puede que no. Puede que esa ley
sea buena, o puede que sea mala; o muy buena, o muy mala. Llegado el caso,
habrá que discutirla. Oponerse a ella en forma antedatada no es algo muy
inteligente. Defender la libertad de expresión sin restricciones de ninguna
clase en nombre del liberalismo, tampoco. Quienes lo hacen deberían conocer
mejor a los clásicos de la tradición con que se identifican. No basta con
saberse los nombres: también hay que haber leído lo que escribieron.
muy muy bueno anibal.
ResponderEliminarExcelente,claro y preciso.Estaria bueno llevar el articulo a ROSENBERG ya que va a estar en la agenda
ResponderEliminarEstimado:
ResponderEliminarIntentaré responder con lo que es mi visión personal de lo que usted aquí plantea. Comenzaré diciendo que discrepo con la interpretación que usted hace tanto del liberalismo como la aplicación personal que usted refiere en cuanto a la ley de medios. Por otro lado, debo admitir que estoy en total acuerdo con usted en lo que refiere a otro aspecto: como liberal, considero que sí existe un límite a la libertad de expresión -que de hecho está regulada tanto en el derecho nacional como internacional- que garantiza los derechos individuales de las personas sobre las que los medios pudieran expresarse. La calumnia y la difamación existen, y aún en marcos legales que garantizan la libertad de prensa se preveé la custodia de este mal.
Ahora bien, intentaré detallar en qué puntos discrepo, a continuación:
* En el primer ejemplo que plantea, existieron violaciones de principios legales que custodian la intimidad de todo menor de edad. El acto fue ilegal, según la legislación vigente en la nación, y convención internacionales ratificadas. Como usted señaló "l canal no distorsionó el rostro de la menor", lo que sugiere que usted conoce, como yo, que en estos casos esa práctica sería lo habitual, y no precisamente por factores de mercado, sino porque la Constitución defiende los derechos individuales de las personas.
* En su segundo ejemplo, estamos nuevamente ante un caso de presunta calumnia, así como un ataque a la intimidad de la familia. El caso pudo terminar en la justicia. "No vale decir que, a posteriori, una de esas familias recurrió a la justicia, porque el daño ya estaba hecho y pudo haber sido evitado sin mayor dificultad." Pero, estimado, si esa familia pudo recurrir a la justicia fue porque el acto fue ilícito... Entonces, ninguna legislación la habría EVITADO puesto que siendo ILEGAL, se hizo igual.
* El tercer caso, debo admitir, me ha sorprendido. Entiendo lo que dice sobre los hijos, pero la situación no es terrible para ellos por culpa de la prensa precisamente. De hecho, creo que aquí la prensa actuó MUY adecuadamente. ¿O preferiría usted una ley que anulase la capacidad de mostrar los atropellos sencillamente por ser violentos? Déjeme ponerlo de otro modo: imagínese que el día de mañana un policía abusa de usted muy crudamente. Nadie le hace caso. Nadie le escucha. Ahí es donde debe existir la prensa libre, para garantizarle a usted un canal de denuncia ágil y efectivo. Quizá traume a sus hijos, o los del policía (¿?) pero yo elijo una y mil veces a esa prensa libre.
No conozco a los "uruguayos liberales" de los que usted habla. No sé si existen, mucho menos si son realmente liberales. Sí he leído a Stuart Mill y puedo garantizarle que jamás defendería una regulación de contenidos de prensa, puesto que lo que puede disfrazarse de buena intención no es más que una dictadura terrible que deja indefenso al individuo corriente. Hay cosas que están mal, en efecto, cuando se violan los derechos, pero el camino para dichas regulaciones no va por una ley de medios, sino por caminos que hoy en Uruguay están marcados, e incluso vigentes en muchos casos.
Para un liberal real la libertad de expresión tiene límites. Para la legislación vigente también. De hecho no puede incitarse al odio, ni a la violencia ni a la discriminación, y debe respetarse los derechos de las personas -incluyendo obviamente la esfera de principios que defiende a los menores.
Veo la buena intención de su reflexión, y la comparto plenamente.. Pero cuidado que las mayores atrocidades ha nacido de las mejores intenciones..
Mis mejores deseos!
Hola, Carla.
EliminarNo ignoro que lo que se hizo con la niña del primer caso fue un verdadero atropello y que fue ilegal en muchos aspectos; lo que me llama la atención es que un episodio de esas características —que fue objeto, además, de recriminación pública por autoridades de organismos estatales encargados de velar por los derechos de la mujer (uno) y de combatir la violencia doméstica (otro)— no generó denuncias ni intervenciones de oficio por parte de la Justicia. No soy abogado, pero no necesito serlo para sospechar que algo anda muy mal cuando se comete un atropello de esa naturaleza a la vista de todo el mundo y nadie hace nada. Es inevitable que piense que algo está fallando o que algo está faltando en la legislación uruguaya.
En el segundo caso ocurre algo similar; la diferencia es que ahora la familia que fue objeto de toda clase de abusos se presentó ante la Justicia. Se me ocurren varias consideraciones al respecto, pero no quiero hacer demasiado larga ni demasiado minuciosa esta respuesta. Sólo aclararé lo que quise decir con eso de que se podría haber evitado fácilmente que los derechos de esa familia fueran atropellados. Se trata de lo siguiente: si los medios uruguayos, sus dueños y sus periodista no se sintieran tan impunes (puesto que de hecho lo son), estas cosas no pasarían todos los días (como de hecho pasan). Bastaría con que una entidad estatal sancionara a los canales cada vez que incumplen la ley (además de lo que pudieran hacer los damnificados) para que estas cosas ocurrieran rara vez o directamente no ocurrieran. Una oficina encargada específicamente de dar asistencia legal a las víctimas de estos atropellos “periodísticos” tampoco estaría de más, porque no todo el mundo puede pagarse un abogado para litigar contra los canales de televisión.
Con respecto al tercer caso: habría que ser muy insensato para decir que a esos niños les puede haber resultado más doloroso ver cómo su padre era ejecutado a sangre fría que el hecho mismo de su muerte, pero también es verdad que el tratamiento mediático del tema no debe haberlos ayudado en lo más mínimo a sobreponerse. Y no es que se tratara tampoco de un mal necesario o inevitable. Yo me pregunto: ¿qué atentado a la libertad de expresión o a cualquier otra libertad fundamental puede llegar a consumarse si una entidad reguladora multase a los canales de televisión cada vez que emiten una ejecución de cualquier naturaleza (judicial o extrajudicial)? ¿Es necesario ver cómo matan a una persona para que la información acerca de su muerte se complete de alguna manera? Incluso aunque los periodistas necesitasen ver las imágenes para obtener información relevante, ¿no es acaso su función seleccionar, jerarquizar y trasmitir en forma inteligible esa información a sus lectores, radioescuchas o televidentes? ¿Qué dicen las imágenes (en casos como éstos) que no pueda decir una crónica periodística? ¿Será que es necesario televisar una autopsia para que nos enteremos de los resultados de la misma? Prohibir la emisión de ciertas imágenes no significa de modo alguno prohibir las noticias: la noticia se puede dar; lo que no agregaba nada desde el punto de vista periodístico y no debería ser legal es transmitir una ejecución.
Te saludo y te deseo también lo mejor.
Hay formas y formas.
ResponderEliminar"Pero, estimado, si esa familia pudo recurrir a la justicia fue porque el acto fue ilícito... Entonces, ninguna legislación la habría EVITADO puesto que siendo ILEGAL, se hizo igual. "
Disculpame, pero sería como asegurar que, como asesinar es ilícito el muerto tiene derecho a hacer justicia porque la legislación se lo permite.
"Entiendo lo que dice sobre los hijos, pero la situación no es terrible para ellos por culpa de la prensa precisamente"
Bueno, acá no hay mucho que razonar, que sin muerto no hay noticia está claro.
Pero me ocurre que de pronto uno se siente como protagonista de "El juego del miedo", viendo como un tipo se desangra en vivo. A mi, que no conocía al trabajador, o sea, no había filiación sentimental, me recorría un seco escalofrío al saber que la imagen repetida 50 veces (y creo que tenemos claro el efecto de la repetición como mecanismo de inculcar un mensaje)sostenía un cuerpo muriendo,injusta e impúdicamente. En este marco hasta suena morbosamente tentador imaginarme que fuera mi viejo.
Mirá sincerametne, leo tus comentario y siento la promesa de ascenso y palmada en el lomo de un jefe traidor.
Creo que razones, argumentos y conclusiones "teóricamente" correctas se pueden encontrar desde cualquier perspectiva, liberal, conservadora, progresista, etc. Por lo que a mi entender la "sociedad" no se puede enmarcar exclusivamente en razones elocuentes a un sólo enfoque.
El hecho en sí es el tener conciencia de qué estás defendiendo y por qué.
"Ahí es donde debe existir la prensa libre, para garantizarle a usted un canal de denuncia ágil y efectivo."
Cuándo los medios de prensa colaboraron en "hacer justicia", ¿Es su objetivo por ellos planteado, o responde al oportunismo del esto me conviene y esto no?
Yo creo que la libertad conlleva mucha responsabilidad y criterio y hay que saber llevar esa responsabilidad.
En el caso de la menor que fue "presuntamente violada", tenemos claro que lo menos que se quiso fue hacer justicia no?, que la familia importaba poco, o nos comemos los mocos?.
En pocitos unas viejas se dedican a cuidar un perro de la calle y trascienden como heroínas de la sociedad, como ejemplo de vida.
Yo creo que hay que formarse un poco más sobre el qué defendemos y por qué, más allá de tautologías teóricas.
Creo que el camino es el respeto y el entendimiento, pero sinceramente algunas situaciones me parecen violentas e ingenuamente (tal vez)agresivas.
Suerte
Muy bueno Aníbal; abrazo.
ResponderEliminarMuy buen artículo, Aníbal. Gracias por escribirlo y por compartirlo.
ResponderEliminarAbrazo
saludos, muy bueno.
ResponderEliminarAnibal estoy de acuerdo contigo y además utilizan el argumento " fuentes confiables" y esa fuente nunca se conoce y amparados en "la fuente nunca se dice" y bajo ese amparo dicen y destratan a la victima y sus familiares con falsos comentarios y entrevistas que ni se realizan( Lo digo por experiencia con canal 10 y Nano Folle) por eso no quieren la ley de regulación de medios.
ResponderEliminarLa Sra. Fontana dice "No conozco a los "uruguayos liberales" de los que usted habla. No sé si existen, mucho menos si son realmente liberales. Sí he leído a Stuart Mill y puedo garantizarle que jamás defendería una regulación de contenidos de prensa, puesto que lo que puede disfrazarse de buena intención no es más que una dictadura terrible que deja indefenso al individuo corriente. Hay cosas que están mal, en efecto, cuando se violan los derechos, pero el camino para dichas regulaciones no va por una ley de medios, sino por caminos que hoy en Uruguay están marcados, e incluso vigentes en muchos casos." habría que explicarle por ejemplo que tenemos una ley que dice que a los menores no se les puede mostrar ni dar el nombre( sean delincuentes o no)En cuanto a " no es mas que una dictadura" yo creo que es todo lo contrario sin esa ley la dictadura pasaría a ser de los medios de prensa ya que ahí si estaríamos indefensos contra dichos medios, porque los dejaría totalmente libres a decir los que ellos quieran, como quieran y cuando quieran sin importar lo que pueden causar a las familias de las victimas.
Un muy buen articulo de opinión, potente y claro. Posiblemente esté más de acuerdo con las premisas que con las conclusiones. No estoy seguro que lo que uruguay necesite sea una ley de control de contenidos (menos claro y menos eufemisticamente dicho: censura)
ResponderEliminarEn principio creo que hay que distinguir entre libertarios y liberales, en la tradición clásica esa distinción no es clara, pero actualmente, me parece meridiana.
Los liberales reclaman la libertad de los sistemas (posiblemente una de las formas superiores de la tiranía) y los libertarios reclaman la libertad de las personas. "Dejar hacer, dejar pasar" dinero y poder, mercancias, herramientas, ejercitos... no es lo mismo que "Dejar hacer, dejar pasar" a las personas, a sus cuerpos a sus dichos a sus creencias a sus saberes.
Creo que todas las libertades son buenas y deseables, las sistémicas y las fenomenológicas, siempre y cuando terminen donde empieza otra, en una suerte de geopolítica de la utopía. Pero me siento tentado a imponer siempre la de las personas sobre la de los sistemas, quizás solamente por una cuestión de balance...
Otro supuesto necesario y falso del modelo (neo)liberal es que todos los participantes del juego neoliberal partimos desde la igualdad de recursos, oportunidades y derechos. Resulta bastante conmovedor y un poco irónico que el liberalismo sea en el fondo una utopia de la superación del socialismo realizado (y no el real, ni el realista).
ResponderEliminarSolamente si todos partimos de una situación de igualdad tiene sentido (no se si aún completamete) una plena lucha por la supervivencia del mas apto en un mundo regulado por (pocas) leyes humanas.
En ese sentido, hoy nos encontramos ante una revolución tecnológica que está impactando precisamente en y desde los medios de comunicación. Nos encontramos ante una oportunidad histórica de calar y repartir de nuevo las cuotas de poder, la propiedad del los medios. Me parece mucho mas grave que la falta de una ley de censura de lo imposible. -Siempre el daño está hecho cuando hay delito- Por otra parte las conductas precavidas no son muy innovadoras, en esto de comunicar, entender y acordar, es vital la máxima libertad.
Los humanistas, libertarios, liberales, solidarios, pacifistas, igualitaristas, republicanos, comunitaristas, ambientalistas, innovadores revolucionarios y entusiastas, deberia(mos) luchar cada dia para resistir la creciente colonización sistémática del mundo de la vida cotidiana de las personas en sus comunidades, ya sean locales o globales, virtuales o presenciales, familiares, primarias, fundamentales o secundarias, laxas, temáticas, puntuales.
Que a los viejos revolucionarios que todavia limpian en su mente el arma autocrática de la iluminación sin la meditación, esto no les parezca una oportunidad revolucionaria en serio, no es extraño. Los medios ya no son los diarios, no es la radio, no es la televisión, asi sea digital o 3D.
Evitar que el dinero y el poder controlen los medios como hasta ahora (y que estos sigan siendo concentradores explendidos de dinero y de poder) no va ser facil de evitar. La única forma de controlar la razón de estado, la razón tecnológica, la científica, la de lo posible y lo adecuado a como las cosas son, especialmente cuando son factura humana, es la razón comunicativa.
La razón argumental, la de la verdad como evidencia colectiva, la del esfuerzo objetivante, subsidiaria de una estética, de un sentimiento solidario, innovador, humanista, ambientalista, y consecuente con una ética humanista, igualitarista, pacifista, democrática es un arma blanda, pero es poderosa.
ResponderEliminarEn Uruguay le regalamos la TV cable a los viejos dueños de los Canales de Aire, pero luego de una mejora sustantiva paso de ser un oligopolio a un monopolio, no aportaron infraestructrua significativa (un solo cable, coaxil, de cobre,..) no aportaron contenido (competencia solo publiciaria, y alguna promoción engañosa)
Monopolio, chatura, y abaratamiento de contenidos repetidos y repetitivos, pocos canales, ni siquiera los baratos, a veces gratuitos, FTA (free to air) que se pueden ver en los cables pobres del interior del pais. Ni hablemos de como extendieron esas practicas monopólicas a otros ámbitos como al deporte, los espectaculos públicos, o la opinión pública, (futbol, carnaval o seguridad pública son nuestros limites de la razón)
Quizás no sean gente mala, los propietarios, gerentes, operadores o periodistas (quizás el portugues si) segurmente están atrapados en una lógica sistémica y "alguien" tiene que ayudar a liberarlos. Seguramente se sentaron a charlar con el Presidente, y este quede convencido que en el fondo es gente buena, como tantos coroneles.
Por lo tanto es tarea de nosotros, la opinión pública de izquierda, las redes frenteamplistas, ayudemos los operadores de los viejos medios a liberarse, pongamoslos a "hacer deporte", que compitan de verdad, que aprendan o que cambien de ramo. Pero no le regalemos los nuevos medios sólo porque ya tenían los viejos, y porque son viejos simpaticos y mañosos, no sólo porque eso concentraría mas el poder, (ni contemos aqui como lo obtuvieron), sino porque no están motivados a innovar, a romper los paradigmas, a invertir, ni siquiera neuronas.
No es necesario ser revolucionario, basta con ser útil a la revolución, Sr Presidente.
Hola!
ResponderEliminarEl post me pareció muy bueno, aunque por momentos tuve problemas con los argumentos emotivistas.
El punto es bueno. Si entiendo bien, no estas en contra de la regulación de contenido, sino más bien a favor de que se discuta qué clase de contenidos sería permisible regular. En esto estás en contra de los "supuestos liberales". Lo que no me queda claro es la conexión entre el liberalismo de Mill y la regulación de contenidos. Un argumento en contra de la regulación de contenidos es que podría ser el caso que por regular contenidos "dañinos" o "censurables" afectemos la calidad del debate político o la libertad de expresión de un grupo o persona. Ante ese peligro, el argumento dice: mejor no regular contenido.
Si estoy plenamente de acuerdo en que se puede regular ampliamente cómo se expresa ese contenido.
Saludos!
Hola, Cristián.
EliminarVoy a explicar la referencia a Mill. Algunos liberales contemporáneos actúan como si la única forma de tiranía posible fuera la que se ejerce a través de los medios o instrumentos que provee el Estado. El blanco único y exclusivo de sus ataques es la tiranía estatal (real o imaginaria): lo único que los desvela es la posibilidad de que el Estado se exceda en sus funciones y se transforme en una fuerza despótica. La razón por la que cité a Mill fue para señalar algo que en realidad me parece bastante obvio: que el Estado no es el único instrumento del cual puede servirse una mayoría social para tiranizar a una minoría y que los liberales clásicos tenían perfectamente claro eso. Podría haber citado a otro liberal clásico, pero Mill es mi favorito, "Sobre la libertad" es un gran ensayo filosófico y por último (pero no menos importante) sabía dónde ir a buscar la cita.
En suma, la idea era argumentar (contra cierta vulgata liberal muy extendida, al menos en Uruguay) que los instrumentos de los que puede servirse una mayoría social para ejercer alguna clase de tiranía sobre los individuos aislados son múltiples y variados y que a los liberales no deberían importarles unos más que otros. En particular, que no debería importarles más el despotismo estatal que otras formas de despotismo: que su sensibilidad moral debería ser por completo indiferente a los instrumentos con que se ejerce una tiranía, cualquier sea ésta.
Alguien podría decirme que eso está bien, pero que los medios de comunicación no ejercen tiranía alguna. Yo creo que sí. Si la policía me detiene por mis actividades (legales) de oposición al gobierno, soy víctima de una clase específica de tiranía. Ahora bien, si un móvil del canal x se para en la puerta de mi casa, un camarógrafo la filma y un periodista apunta con el dedo y dice: "Aquí vive un violador", eso también es una forma de tiranía. A mí me parece evidente. Es una forma de tiranía no mediada por instrumento estatal alguno, pero sí legitimada por una mayoría social que es cómplice: la que integran todos aquellos que miran el informativo y no hacen nada para ponerle fin a ese abuso. Mientras eso ocurre, los liberales que sólo conciben la tiranía estatal (pero no la tiranía del mercado o la tiranía de los medios u otras formas de tiranía) sólo atinan a repetir como si estuvieran programados para ello palabras como “censura”. (Este último comentario, que puede resultar hiriente, no está dirigido a ninguno de los contertulios de este foro.)
Un abrazo para vos.
Agradezco mucho a todos por sus comentarios; a los que les gustó la nota y a los que no les gustó también. A estos últimos les estoy aún más agradecido, por haber expresado sus diferencias de forma provechosa. Lamento contestar exactamente un mes después de la publicación, pero supongo que es mejor hacerlo tarde que no hacerlo nunca. Responderé, en dos comentarios separados, a Carla por un lado y a Cristián por otro.
ResponderEliminarAníbal, creo que comparar una tiranía estatal con lo que pasan en un medio de comunicación, donde no existe agresión ni amenaza de agresión física es un absurdo. Por un lado está la diferencia de tipos "violencias", una subjetiva (porque el daño depende de la reacción del receptor) y otra física, objetiva. Pero además está el hecho de que uno es libre de elegir cómo se quiere informar o desinformar. Nadie te apunta en la cabeza para que elijas ver tal o cual cosa. Por otro lado, si yo no hago lo que me impone el estado voy a recibir un ataque físico como contrapartida, no tengo opciones, unicamente esto puede ser llamado de tiranía. Yo, por ejemplo, en general, no veo los informativos televisivos desde hace varios años, justamente porque creo que me hacen más mal que bien. Pero pasar del hecho de que no me gusten a censurarlos jamás se me pasaría por la cabeza. Y no se me pasa por la cabeza porque no me creo el dueño de la verdad, soy consciente de la posibilidad de estar equivocado, o incluso estando en lo cierto en mi caso, no es garantía de que sea lo mejor para otro. Por eso soy liberal, porque no me creo en el derecho de imponer mis visiones por la fuerza.
ResponderEliminarLo que sí condeno son los privilegios estatales (por la fuerza) que se le otorgan a los dueños de estos medios, prohibiendo la libre entrada de otros competidores. Este es el único problema real que hay que atacar. Intentar extirpar un mal con otro peor no mejora las cosas.
nachopoji: creo que no entendiste el punto. Tal vez yo no haya sido suficientemente claro. No se trata de que a nadie en particular le gusten o no le gusten los informativos. No se trata de verlos o de no verlos. El punto es que los informativos abusan de las personas: no de las personas que los miran, sino de las personas que salen en sus “noticias”. Si a una niña de 13 años que fue víctima de violencia intrafamiliar se le pide que cuente delante de una cámara de televisión detalles de lo que le hacía su padre, se está abusando de ella. Que vos elijas ver el interrogatorio o que elijas cambiar de canal es irrelevante. No se trata de vos, ni se trata de tus derechos: se trata de la niña y se trata de sus derechos. Lo mismo vale para los otros ejemplos: no son los derechos de los televidentes los que están siendo violados, son los derechos de las personas involucradas en las “noticias”.
EliminarEn cuanto al término “tiranía”: no veo por qué no puede haber una tiranía de los medios. La segunda acepción que acepta el DRAE es: “abuso o imposición en grado extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad”. La palabra clave aquí es: “cualquier”.
Gracias por la aclaración. Para los casos de los "abusos" a las personas que aparecen en los medios, tengo entendido que ya existen ilícitos tipificados. Lamentablemante, con las penas judiciales uno nunca va a inhibir completamente los comportamientos ilícitos. Es el costo de no vivir en un totalitarismo. Entonces, es necesaria una ley adicional espécifica que regule los contenidos?
ResponderEliminarEn cuanto al concepto de tiranía al que te refieres, da para llamar cualquier cosa de tiranía, no me parece válido argumentalmente ser tan laxo con el término para comparar casos tan diferentes. Dice "abuso o imposición en grado extraordinario". Cuál es el grado extraordinario en este caso? Qué es lo "ordinario"? Cómo se define? Cómo se cuantifica? Mencionás unos pocos casos de "abusos" (no conozco los detalles de algunos, por eso las comillas) en cientos de miles de minutos al aire. Qué es lo que te imponen los medios? Cómo violan tu integridad física o la de tu propiedad? Te das cuenta de los atropellos que se pueden justificar al definir vagamente lo que es una "imposición o abuso extraordinario"? Dónde está el límite? Extender ese límite demasiado tiene un costo más alto en libertades de lo que se gana? Porque es absurdo imponer una medida general que afecte las libertades de todos para evitar algún riesgo menor no cuantificado. Para ilustrar la lógica de este punto, prohibiríamos a los autos porque existe el riesgo de que alguno me atropelle? A nadie se le ocurriría verdad? Porque los costos potenciales son mucho menores que los beneficios.
nachopoji: francamente ya no sé cómo explicarme. Insistís en preguntarme cosas como: “¿Qué es lo que te imponen los medios?” o “¿Cómo violan tu integridad física o la de tu propiedad?”, cuando ya te he explicado que eso no tiene nada que ver. Yendo al punto, dudás de la calidad y de la cantidad de los abusos que se ejemplifican en la nota. Con respecto a la calidad: si ponerle una cámara delante a una niña de 13 años y preguntarle detalles de lo que le hacía su padre no es un abuso, entonces no sé qué diablos es un abuso. Con respecto a la cantidad: ¿en serio te parece un dato relevante? ¿Y qué si hubiera sólo un caso? ¿Cuántos tendría que haber para que vos creas que son suficientes? ¿Dos? ¿Tres? ¿Cien? ¿Mil?
EliminarCreo que con esto podemos dar por terminada la discusión. Por mi parte no tengo nada que agregar. Los casos que he presentado me parecen suficientemente graves. Si no estás de acuerdo con eso, no puedo hacer nada. Soy un emotivista, como Hume, y no creo en la resolución racional de los debates sobre asuntos morales. Sólo espero que no te toque a vos, ni a un ser próximo y querido, ser objeto de abusos semejantes a los que se describen en esta nota.
Aníval,
Eliminar1. Ya dije que existen delitos tipificados. El tema de la niña acosada se resuelve mediante denuncia en la justicia independientemente de si se pasó en tv (probablemente sea un agravante) o si lo sufrió por parte de cualquier adulto en otra situación. Ergo, una ley específica de medios es innecesaria independientemente de nuestra coincidencia en la apreciación moral del caso.
2. Las preguntas “¿Qué es lo que imponen los medios?” o “¿Cómo violan la integridad física o la de una propiedad?” refieren a la definición de tiranía, que es de lo que habla el artículo. No veo cómo no tiene nada que ver.
3. Los abusos o imposiciones no son monopolio de algunos individuos dentro de "los medios". Hay muchas personas que abusan o imponen en ciertas situaciones independientemente de estar en "los medios" o no. Por eso repito que esto se soluciona con reglas de caracter general, mayoría de las cuales ya existe. Me parece una locura hacer una ley específica para cada tipo de organización.
4. Las referencias a las cantidades de casos que puse se deben a la definición de tiranía. No me parece que tenga sentido hablar de tiranía, en el contexto de la comparación de tiranías que planteas, si el abuso no se hace de forma sistemática e impune (como sí se da en una tiranía estatal). Para saber esto hay que cuantificar, no es válido un argumento puramente cualitativo de unos pocos casos.
5. La última parte de tu comentario es una clara falacia "argumentum ad passiones" (apelación a la emotividad del lector). Se trata de manipular las emociones del lector para darle sustento a tu posición y distraer la atención hacia afuera de la discusión racional en cuestión. Además, en tu última oración, me atribuis unos valores morales que en ningún momento explicité ni son ciertos, otra falacia de argumentación y de distracción de lo que importa.
6. Todo tipo de discusión sobre políticas tiene de fondo un asunto moral. Lo que estamos discutiendo es cuál es la mejor acción a tomar para satisfacer dicha moral. Sino no se podría discutir sobre política. En cualquier caso está bueno conocer los principios morales del interlocutor para discutir mejor.