Etnografiando el uso de agroquímicos en la Pampa húmeda argentina: algunas preguntas sobre estudiar “hacia arriba”
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Departamento de Sociología e Instituto de Estudios de Latinoamérica y el Caribe (LACSI), Universidad de Georgia, Estados Unidos de América
Johana Kunin
Universidad Nacional de San Martín
(UNSAM) y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET),
Argentina
Etnografía: “Estudio descriptivo de la cultura popular.” (Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española).
Etnografía: “Rama de la antropología que se ocupa del estudio descriptivo de las
etnias y pueblos, sus costumbres, tradiciones y demás aspectos sociales.” (Diccionario
del estudiante de la RAE).
Es un cliché empezar un texto con la
definición del diccionario de un término clave. Usamos este manido recurso para
escribir sobre un aspecto clave de nuestro proyecto de investigación: la
importancia de etnografiar actores que no sean los típicos sujetos
subordinados.
Durante los últimos
cuatro años y medio venimos estudiando pueblos, pero no en la acepción que usa
la RAE refiriéndose a grupos étnicos, sino en
pueblos rurales de la Pampa húmeda argentina.
Estudiamos cómo se producen commodities
como el trigo, el maíz, y la soja, productos que demandan el uso de
agroquímicos (fertilizantes, herbicidas, insecticidas) y que la Argentina
exporta. Y lo hacemos en el campo, en terreno, usando las herramientas
metodológicas de la etnografía. Venimos haciendo trabajo de campo en pueblos
rurales para comprender un aspecto que atraviesa la agricultura actual: la
tensión entre la necesidad de utilizar herbicidas para producir en gran escala
y los riesgos que la exposición a estos químicos trae para la salud de las
personas. Es decir, parafraseando a Clifford Geertz, estudiamos en pueblos rurales, pero
no estamos haciendo una etnografía de
los pueblos rurales. Es decir, nos interesa indagar cómo las personas lidian
con el hecho de beneficiarse económicamente de ciertas prácticas que, al mismo
tiempo, ponen su salud, la de los suyos y de su comunidad en riesgo.
Las definiciones de diccionario de
“etnografía” denotan el sesgo que suele tener ese enfoque clásico, al poner la
lupa sobre “la cultura popular” y en “las etnias y pueblos”. En
nuestro caso, sin embargo, estamos estudiando “hacia arriba,” en los términos
que explicamos en la próxima sección. Escribimos “etnografiando,” aunque Word nos subraye en rojo la palabra,
para convertir a la etnografía en verbo, porque lo que buscamos aquí es poner
el foco en la acción, en el “hacer etnografía.” En lo que sigue, desarrollamos
estas ideas sobre hacer etnografía estudiando “hacia arriba” enfocándonos en
dos preguntas. Primero, ¿qué
significa estudiar “hacia arriba” cuando hablamos del agro argentino? Segundo,
¿de qué forma entendemos la ética de la investigación en nuestro proyecto?
Cerramos el texto reflexionando sobre cuáles serían los aspectos políticos de
estudiar “hacia arriba” el agro argentino y dando razones de por qué estudiar a
estas personas, es decir, a los (relativamente) privilegiados.
¿Qué
significa estudiar “hacia arriba”? ¿Y cómo se aplica al agro argentino?
Estudiamos sujetos relativamente
privilegiados, o sea, actores de clase media para arriba, mayoritariamente
hombres, heterosexuales, de descendencia europea. Suelen ser productores
agrícolas, propietarios de tierras, ingenieros agrónomos que trabajan como
asesores de productores, dueños de maquinarias que trabajan como contratistas,
pulverizadores, vendedores de semillas y agroquímicos, vendedores de seguros
agrarios. En términos de capital simbólico y económico, tienen posiciones más
privilegiadas en la escala social si los comparamos con las mujeres en el agro,
con las/los campesinos, o los pueblos indígenas, por ejemplo. Dicho en forma
breve, estudiamos a personas y actores que ocupan un lugar relativamente
privilegiado en el orden social y simbólico del agro argentino.
No es nuestra intención presentar
una revisión exhaustiva de los muchos trabajos que se han producido en
Argentina y el mundo sobre el estudio de los sectores más privilegiados o las
elites. Nos gustaría, sin embargo, mencionar brevemente algunos trabajos
pioneros o que han sido altamente significativos, centrándonos en los estudios
publicados en Estados Unidos y en Argentina, los principales espacios
académicos que transitamos.
La expresión de
“estudiar hacia arriba” se le atribuye a la antropóloga Laura
Nader (1972) cuando presentaba estos argumentos y propuestas:
hay comparativamente
poca investigación de campo sobre la clase media y muy poco trabajo de primera
mano sobre las clases altas. De hecho, los antropólogos podrían preguntarse si
la totalidad del trabajo de campo no depende de una determinada relación de
poder a favor del antropólogo y si, de hecho, esas relaciones
dominante-subordinado no pueden estar afectando al tipo de teorías que estamos
tejiendo. ¿Y si, al reinventar la antropología, los antropólogos estudiaran a
los colonizadores en lugar de a los colonizados, la cultura del poder en lugar
de la cultura de los desposeídos [powerless], la cultura de la opulencia
en lugar de la cultura de la pobreza? Estudiar tanto «arriba» como «abajo» nos
llevaría a plantear muchas preguntas de «sentido común» a la inversa. En lugar
de preguntarnos por qué algunas personas son pobres, nos preguntaríamos por qué
otras personas son tan ricas.
Con su característico estilo
iconoclasta, el sociólogo Howard Becker (2015) cuestionó esta postura de Nader,
mostrando que mucho antes de que ella propusiera estudiar “hacia arriba,” ya
varios sociólogos cualitativos o cercanos a la “Escuela de Chicago” habían
estudiado a sectores privilegiados. El punto de Becker era menos mostrar quien
había “descubierto” este enfoque y más bien poner en cuestión, como él lo suele
hacer, algunos presupuestos sobre para qué sirve la investigación social y cómo
hacer trabajo de campo. Escribía Becker sobre este tipo de
trabajo de campo:
Debemos esperar que, a
veces, nos reciban con recelo, incluso con antipatía, y no sorprendernos ni
sentirnos heridos cuando nos traten como intrusos maleducados. Es lo que somos.
Eso no significa que no podamos estudiar a personas mejor situadas que nosotros
en alguna jerarquía social, sólo que puede que no sea fácil. Podemos esperar
que los «sujetos» de tal estudio no siempre cooperen como nos gustaría. Pero
eso vale para las investigaciones en todos los niveles de todas las pirámides
sociales cuya forma de vida, y secretos, nos gustaría conocer. Con el tiempo,
todos aprendemos a superar los desaires y la incomodidad. (...) A los
sociólogos les gusta estudiar a los pobres y desfavorecidos, a menudo porque
piensan que pueden ayudarlos haciéndolo. (...) los científicos sociales también
han estudiado a personas que ocupan puestos más altos en la escala social (...)
Sin duda han estudiado a miembros de las clases media y alta, los rangos
superiores de la dirección industrial y empresarial, y a muchas otras personas
y organizaciones que satisfacen con creces los criterios de Nader. Se puede
hacer, y la prueba es que se ha hecho. (...) Pero quizá sea más fácil estudiar
a los pobres que a los ricos, y quizá también sea más satisfactorio
ideológicamente. [Nuestra traducción]
Becker también arriesga algunas
sugerencias de cómo sortear uno de los principales problemas de estudiar a
sectores y actores más privilegiados, es decir, cómo conseguir acceso a esos
mundos y personas. De ser factible, se puede echar mano a contactos cercanos:
“Utiliza tu propia experiencia y las conexiones que pueden proporcionarte tu
familia y amigos para allanar el camino cuando eso sea posible.” La
antropóloga Sherry Ortner, por su lado, propone la idea de “interface
ethnography” para encarar este problema: la estrategia consiste en hacer
observación participante “en las zonas fronterizas donde la comunidad,
organización o institución se relaciona con el público” (2010: 213). En otras
palabras, Ortner propone acceder a estos mundos cerrados a través de los
eventos en los cuales esos mundos se presentan ante la sociedad.
Una serie de trabajos en el mundo
angloparlante se han interrogado sobre cuestiones metodológicas de estudiar
“hacia arriba,” enfocándose en desafíos y oportunidades
(Aguiar y Schneider
2012) y
en las dificultades y posibilidades de entrevistar a sectores de élite (Odendahl y Shaw 2002, Mikecz 2012). Algunos
investigadores e investigadoras también han cuestionado la mirada topográfica
que supone situar al poder “arriba” y han recalcado la importancia de estudiar
también hacia “los costados” (Plesner 2011).
En el submundo de la etnografía sociológica estadounidense, ha habido una serie
de libros relativamente recientes que se enfocan en sectores privilegiados: los
traders de Wall Street (Ho 2009),
los estudiantes en un colegio de elite (Khan
2011), el mundo de las modelos y de los espacios VIP (Mears 2011, 2020), y el de las elites globales
(Hoang 2024). Otras etnografías producidas
por académicos/as estadounidenses, pero enfocadas en países de América latina,
también han ofrecido agudos análisis de por qué es importante estudiar a
sectores más privilegiados, indagando las miradas que las élites regionales
tienen respecto de actores subordinados con los cuales están en disputa (Bobrow-Strain 2007, Richards 2016).
En Argentina, existen trabajos
pioneros como los del sociólogo José Luis de Ímaz (1964) sobre las clases altas porteñas. Más recientemente, Mariana
Heredia (2003) ha analizado a las elites
empresariales desde la sociología económica, Gabriel Levita (2018) realizó estudios cualitativos de los
miembros del Congreso argentino, y Victoria Gessaghi (2016) indagó sobre la educación de las elites. Otras
investigaciones se han centrado no tanto en las elites sino en estudiar mundos
de difícil acceso, de actores que podrían calificarse en alianza con los
sectores dominantes, como los oficiales del ejército (Badaró 2009) y los
miembros de la policía (Sirimarco 2009, Frederic
2018). Y otros se han interesado por sujetos “incómodos,” estudiando
varones que han sido violentos con sus parejas (De
Stéfano Barbero 2021). Y, por supuesto, antropólogos/as argentino/as
también han indagado sobre los significados y problemas de estudiar las elites (Badaró and Vecchioli 2009, Gessaghi 2015).
En el caso más cercano a nuestra
investigación, Carla Gras y Valeria Hernández han publicado una serie de
trabajos donde desentrañan las disputas dentro de las diferentes fracciones del
agro argentino dominante (Hernández 2013, Gras
and Hernández 2016). Nuestro proyecto en cierta forma se diferencia de
estos trabajos previos en la medida en que no buscamos entender a la “elite”
del agro sino más bien a los sectores medios, que no son ni los que están más
“arriba” en la jerarquía social (grandes empresarios del agronegocio), ni los
que quedaron por “afuera” de la expansión de la agricultura de exportación
(campesinos/as, pequeños productores de las economías regionales, productores
agroecológicos) -ver también los trabajos previos de Carla Gras (2009) y el más reciente de Luciana Muscio (2017). Ahora bien, cuando decimos que
estudiamos “hacia arriba,” ¿qué implicancias tiene esta metáfora espacial para
entender la investigación social?
Nuestros sujetos suelen ser los
“pro-hombres” en los pueblos rurales donde hacemos trabajo de campo. O sea,
pertenecen a la élite local o al menos a la clase media del pueblo. ¿Pero qué
pasa si ampliamos la escala? Es decir, ¿nuestros sujetos siguen estando
“arriba” si miramos más allá de estos pueblos o del agro argentino en su
totalidad? En la escala nacional, no son dominantes, es decir, los que dominan
los discursos, las relaciones con el estado, etc. son los líderes de las
organizaciones corporativas del agro de alcance nacional, cuyos visiones o
intereses pueden o no superponerse con los de los productores de escala local.
Y si se mira al sistema agroalimentario a escala global, los sujetos con los
que conversamos podrían verse como el último eslabón de la cadena -o sea, los
actores “de terreno,” que se ensucian los pantalones, respiran químicos nocivos
y son infinitesimalmente poderosos en comparación con los que comercializan los
granos que ellos producen (Cargill, Bunge, ADM) o las compañías transnacionales
que les venden los insumos (ChemChina, Bayer, etc.).
Estos puntos, que pueden parecer
obvios, nos sirven para problematizarnos la concepción topográfica del poder
que está implícita en la idea de estudiar “hacia arriba,” lo que los
antropólogos James Ferguson and Akhil Gupta para los estudios sobre el estado
llaman “verticalización,” es decir, “la idea central y omnipresente del Estado
como una institución de algún modo «por encima» de la sociedad civil, la
comunidad y la familia,” donde “la planificación estatal es inherentemente «de
arriba abajo» y las acciones del Estado son esfuerzos para manipular y
planificar «desde arriba», mientras que «las bases» contrastan con el Estado
precisamente por estar «abajo», más cerca del suelo, más auténticas y más
«arraigadas».” (2002: 982). Consideramos
que una mirada relacional, atenta a las conexiones y las escalas, lleva a
problematizar esta topografía del poder. Es decir, entendemos que las
relaciones de poder se corresponden menos con una metáfora arquitectónica de la
estructura que con la imagen sugestiva de una red -con algunos nodos más
privilegiados que otros, usualmente en función de la escala geográficas o el
contexto- donde los actores y actantes están ligados y dependientes, y cuya
posición no se puede evaluar en sí misma, en forma aislada, sino respecto de sus
múltiples conexiones.
¿De
qué forma entendemos la ética de la investigación en nuestro proyecto?
Hay un supuesto básico de la
etnografía que tiene que ver con estudiar un grupo social “en sus propios
términos.” Creemos que nuestro proyecto nos abre la posibilidad de aunar este
principio epistemológico con uno ético, que tiene que ver con la apuesta por la
pluralidad. Es decir, el desafío de escuchar y entender a otros en sus propios
términos nos puede abrir un espacio para poder cuestionarnos nuestros propios
prejuicios y exigirnos una postura respetuosa frente a los que piensan
distinto. Nuevamente, como en tantos de los puntos que estamos abordando, no
estamos descubriendo nada con esto, es un principio básico de la antropología
post Franz Boas, por ejemplo. Pero hay un componente experiencial en esta
postura, una enseñanza que deja la práctica de poner el cuerpo en la
interacción con otros, efectuar el pasaje que conlleva transformar a un actor
en un sujeto individual, que tiene, queremos creer, implicancias no sólo
epistemológicas sino también políticas y éticas.
A veces, incluso, el compromiso con
otro puede pasar por una forma de entender al rapport como una expresión
del respeto que se tiene para con otros mundos y sujetos, en una relación de
confianza que se establece con personas en esos mundos al tomar seriamente e
informarse previamente sobre sus coordenadas más significativas y sus desafíos
más apremiantes. Lo que queremos decir aquí es algo que Howard Becker lo dice
mucho mejor, haciendo referencia al trabajo de Morris Janowits, un sociólogo
del siglo pasado:
Por ejemplo, aprender
todo lo que se pueda antes de entrevistar a alguien y luego establecer unas
reglas básicas claras, como hizo Morris Janowitz cuando entrevistó a almirantes
y generales, de quienes difícilmente se podía esperar que dieran la bienvenida
a un entrevistador que era claramente un judío de clase trabajadora de la
industrial Paterson, Nueva Jersey: «No se hizo ningún esfuerzo por establecer
una relación basada en una simulación de cordialidad o amabilidad. En lugar de
ello, el rapport se desarrolló sobre la base de la pertinencia de las
preguntas y la capacidad del entrevistador para sondear eficazmente sus
implicaciones.» En otras palabras, no intentes tomarme por estúpido, no
funcionará [don’t try to bullshit
me, it won’t work.]
En las ciencias sociales y las
humanidades existe una idea bastante difundida que comprometerse es “tomar
partido.” Ese posicionamiento suele entenderse como tomar partido por los y las
más desprotegidos en términos de clase, de género, de etnia, de nacionalidad,
etc. Nosotros creemos que, primero, esa idea de “tomar partido” es muy
compleja, porque los sectores subordinados están atravesados por múltiples
dimensiones de poder, entonces alinearse con un aspecto puede significar
silenciar otros. Pero más allá de esto, lo que enfatizamos es que hay muchas
formas de comprometerse. Comprometerse con otro puede significar no simplemente
identificarse, o “defenderlo.” Este punto está emparentado con la muy discutida
idea de “salvar” al otro, con las problemáticas implicaciones de superioridad
que esta postura impone –como tan elocuentemente ha argumentado Lila Abu-Lughod
(2013) cuando se preguntaba si las
mujeres musulmanas necesitaban ser “salvadas.”
Entender cabalmente a otro/a puede
ser también una forma de compromiso -un compromiso con la pluralidad, incluso
respecto de las personas con las que estamos en desacuerdo. La antropóloga
Sherry Ortner (2019) dice que un aspecto
del compromiso puede ser preocuparse por las personas con las que conversamos,
en contraste con adoptar una postura de distanciamiento. Y, a su vez, el
objetivo último es lograr que este enfoque llegue a les lectores, que
trascienda el trabajo de campo y que, vía la escritura o la imagen, logre
llegar a una audiencia que permita reconocer al otro y ponerse, al menos por un
instante, en su posición para así comprenderlo, humanizarlo. Consiste en
promover una mirada que permita a nuestra audiencia identificar, en nuestro
caso, que muchos de nuestros sujetos pueden tener ideales que no estén tan
apartados de otros actores que, en una mirada superficial, se los puede ver
como opuestos o irreconciliables.
Razones y Personas: Por qué estudiar
a los sujetos (relativamente) privilegiados del agro
¿Cuáles serían, entonces, las
contribuciones que pueden ofrecer los estudios de sujetos (relativamente)
privilegiados? Podríamos ensayar varias respuestas a esta pregunta. Para no
extendernos, nos centramos en una de ellas, en términos de “contribución pública”
(es decir, más allá de lo que puede contribuir al conocimiento básico en las
ciencias sociales o las humanidades). Nuestro argumento es que el valor de
nuestro trabajo de investigación con sujetos del agro relativamente
privilegiados reside en que es necesario en primer lugar entenderlos en sus
propios términos si se buscase implementar algún tipo de política pública que
intente reducir el uso de pesticidas. Como varios colegas han argumentado, es
importante involucrar a los sujetos que trabajan “en terreno” para dar cuenta
de sus comprensiones situadas del ambientalismo, si lo que se busca es tenerlos
en cuenta para tomar medidas para proteger el medio ambiente o construir
coaliciones (Harfmann 2021)
Este punto es quizás una obviedad
para quienes hayan trabajado o favorezcan metodologías participativas para la
implementación de políticas públicas. Pero da la impresión de que muchos
colegas suponen que las metodologías participativas sólo deben utilizarse para
involucrar a sectores subordinados o marginalizados. Pensamos, en cambio, que
si lo que se busca es crear ciertas condiciones para transformar el agro
argentino acercándolo a formas de producir que utilicen menos sustancias
tóxicas, es necesario entender primero a quienes usan los pesticidas, por qué
los usan, y cómo. Y creemos que políticas que apunten a convencer más que a
castigar no sólo pueden estar más cercanas a las prácticas democráticas, sino
que también pueden ser más efectivas -es decir, para propugnar que en lugar de
“vigilar y castigar” se intente “convencer y transformar.”
Trabajos Citados
Abu-Lughod, L. (2013). Do Muslim women
need saving? Cambridge, MA, Harvard University Press.
Aguiar, L. L. M. and C. J. Schneider, Eds. (2012). Researching
amongst elites: Challenges and opportunities in studying up. Burlington, VT, Ashgate.
Badaró, M. and V. Vecchioli (2009).
"Algunos dilemas y desafíos de una antropología de las elites." Etnografías
contemporáneas 4(4): 7-20.
Becker,
Howard S. “Studying Up” Public Books, Abril de 2015. En
http://www.publicbooks.org/studying-up/
Bobrow-Strain, A. (2007). Intimate enemies: landowners,
power, and violence in Chiapas, Durham, Duke University Press.
de Ímaz, J. L. (1964). Los Que Mandan.
Buenos Aires, Eudeba.
De Stéfano Barbero, M. (2021). Masculinidades
(im) posibles: violencia y género, entre el poder y la vulnerabilidad. Buenos Aires,
Editorial Galerna.
Ferguson, J. and A. Gupta (2002). "Spatializing states:
Toward an ethnography of neoliberal governmentality." American Ethnologist 29(4): 981-1002.
Frederic, S. (2018). "La
politización del trabajo policial en Buenos Aires. Gendarmes y policías locales
frente al policiamiento de proximidad." Trabajo y sociedad(31):
33-51.
Gessaghi, V. (2015). "Elogio de los
imprevistos. Una experiencia etnográfica con “la clase alta”." Revista
ensambles(1).
Gessaghi, V. (2016). La educación de
la clase alta argentina: entre la herencia y el mérito. Buenos Aires,
Siglo XXI Editores.
Gras, C. (2009). "Changing patterns in family farming:
The case of the Pampa region, Argentina." Journal of Agrarian Change 9(3): 345-364.
Gras, C. and V. Hernández (2016). Radiografía
del nuevo campo argentino: del terrateniente al empresario transnacional. Buenos Aires,
Siglo XXI.
Harfmann, D. (2021). "Environmental concern in a Wyoming
coal town: contentious environmental problems in rural communities." Environmental Sociology 7(4): 421–433.
Heredia, M. (2003). "Reformas
estructurales y renovación de las élites económicas en Argentina: estudio de
los portavoces de la tierra y del capital." Revista Mexicana de
Sociología 65(1): 77-115.
Hernández, V. (2013). "Genealogía
de una elite rural: elucidación antropológica de una práctica de poder." Mundo Agrario 13(26): 00-00.
Ho, K. (2009). Liquidated: an ethnography of Wall Street,
Durham, Duke University Press.
Hoang, K. K. (2024). Spiderweb capitalism: how global
elites exploit frontier markets. Princeton, NJ, Princeton University Press.
Khan, S. R. (2011). Privilege: The making of an adolescent
elite at St. Paul's School, Princeton, NJ, Princeton University Press.
Levita, G. (2018). ""¿Qué
pretende usted de mí?": Enfrentando obstáculos en las entrevistas a elites
en una investigación sobre los senadores nacionales argentinos." Revista
Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales 8(1): e036.
Mears, A. (2011). Pricing beauty:
The making of a fashion model. Berkeley, University of California
Press.
Mears, A. (2020). Very important people: Status and beauty
in the global party circuit, Princeton, NJ, Princeton University Press.
Mikecz, R. (2012). "Interviewing Elites: Addressing
Methodological Issues." Qualitative Inquiry 18(6): 482-493.
Muscio, L. (2017). "Agroquímicos en
cuestión, prácticas en tensión: El uso de insumos agropecuarios y el cuidado
del medioambiente en productores familiares del partido de Lobería (Buenos
Aires)." Trabajo y Sociedad(29): 157-176.
Odendahl, T. and A. M. Shaw (2002). "Interviewing
elites." Pp. 299-316 en Handbook of Interview Research. Context &
Method. Sage: London and New Delhi.
Ortner, S. B. (2010). "Access: Reflections on studying
up in Hollywood." Ethnography 11(2): 211-233.
Ortner, S. B. (2019). "Practicing engaged
anthropology." Anthropology of this Century 25. En http://aotcpress.com/articles/practicing-engaged-anthropology/
Plesner, U. (2011). "Studying Sideways: Displacing the
Problem of Power in Research Interviews With Sociologists and
Journalists." Qualitative Inquiry 17(6): 471-482.
Richards, P. (2016). Racismo. El
modelo chileno y el multiculturalismo neoliberal bajo la Concertación 1990-2010.
Santiago de Chile, Pehuén Editores.
Sirimarco, M. (2009). De civil a
policía: una etnografía del proceso de incorporación a la institución policial.
Buenos Aires, Teseo.

Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.