Florencia Dansilio y Gabriela González Vaillant
La retirada al puchero de la antimurga BCG, fotos del exilio y retratos del insilio, colectivos superochistas, diapomontajes, registros sonoros del punk, archivos del mundo privado queer, organizaciones feministas, performances anti-razzias y el movimiento de liberación masculina. Estas son algunas de las postales ochenteras que confluyeron en los dos días del seminario “2023-1983: Cultura, historia y política en la recuperación democrática” en la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar y el Centro Ignis de la UCU, como primera actividad del recientemente formado Grupo de Estudios sobre los Ochenta (GEO). Es posible que cierta distancia temporal sea necesaria para abordar períodos de la historia reciente atravesados por tensiones, polémicas e interpretaciones divergentes. La confluencia intergeneracional y disciplinaria, que caracterizó los dos días del seminario, dio cuenta de debates pendientes y una agenda aún en construcción. La presente nota toma el intercambio colectivo que se suscitó en el contexto de dicho seminario como punto de partida para reflexionar sobre los estudios de los ochenta, las transiciones y la recuperación democrática en el Uruguay a cuarenta años de 1983.
I
El 2023 ha sido un año de numerosas conmemoraciones por motivo del aniversario de los cincuenta años del Golpe de Estado a las que se agregan otras. En pocos días, una movilización conjunta convocada por todos los partidos celebrará los cuarenta años del Acto del Obelisco. El 27 de noviembre de 1983 se desarrolló un multitudinario acto en las calles montevideanas bajo la consigna “Por un Uruguay democrático y sin exclusiones”, un hito que, como muchos ese año, marcaría los primeros pasos de la transición a la democracia. El 83 también fue el año del primer acto del Día de los Trabajadores, después de diez años de prohibición de la actividad sindical y de la Semana del Estudiante, que culminó con una marcha colmada de jóvenes y un acto en el estadio Franzini. Y fue también el año en que la banda de rock Los Estómagos se presentó por primera vez en público y ante la mirada atónita de los televidentes uruguayos en el programa humorístico Telecataplúm. A pesar de los varios indicios de efervescencia y movilización política, social, artística y cultural, también fue un año de duros embates represivos de una dictadura que se encontraba ya en su fase final.
Fue precisamente el aniversario “redondo” de esta fecha lo que motivó la realización del seminario por parte del Grupo de Estudio de los Ochenta (GEO). Este grupo se compone por investigadores e investigadoras pertenecientes a varios servicios de la Universidad de la República y de la Universidad Católica del Uruguay y su creación tiene una profunda vocación interdisciplinaria. Surgió en un afán por formalizar en un espacio de intercambio, discusión y creación colectiva, un conjunto de inquietudes que se venían gestando informalmente a partir de la confluencia de sus integrantes en varios espacios de trabajo.
Pero, ¿por qué los ochenta? La caracterización del grupo a partir de un corte cronológico, que refiere al abrir y cerrar de una década, puede parecer un tanto arbitraria. Varios análisis de la transición en Uruguay señalan el año 1980 como el inicio del proceso transicional a partir del plebiscito contra el proyecto constitucional de la dictadura y su punto de cierre en 1989, con el fracaso de la campaña de recolección de firmas y adhesiones, para derogar la Ley de Caducidad. Sin embargo, analizar este período de la historia reciente desde la actualidad (el título del seminario invertía en este sentido la cronología haciendo énfasis en esta dirección de la mirada: 2023-1983) implica pensar los ochenta más allá de la temporalidad de una década. Primero, al identificar y analizar una serie de procesos específicos que se dieron en campos como el político y el cultural durante los ochenta, la cronología de algunas manifestaciones claves para su explicación, desborda la de la propia década hacia ambos extremos. Segundo, es posible identificar dentro de la propia década cortes y momentos bisagra que invitan a pensar varios “ochenta” dentro de “los ochenta”. Tercero, el impacto de algunas de las reconfiguraciones del tejido social que se efectuaron en estos años, tienen un efecto en las prácticas y las representaciones de las décadas posteriores.
II
¿Qué implica, entonces, la categoría “los ochenta” más allá de la cronología que establece? ¿Qué relevancia tiene para las investigaciones sobre historia reciente pero también para las ciencias sociales que abordan el campo cultural en la actualidad? En suma, ¿cuál es la pertinencia hoy de un grupo de estudios sobre los años ochenta en Uruguay? Por un lado, los ochenta designan un período transicional: la recuperación de la democracia luego de la dictadura cívico militar uruguaya. Cómo “transición a la democracia”, proceso ampliamente estudiado desde las instituciones políticas y del Estado, no respeta exactamente los contornos de la década, si bien los hitos más relevantes se ubican durante estos años. No obstante, el período transicional también atraviesa otras esferas que no son las identificadas dentro de “la” política. La invitación es a pensar la transición no tanto (o al menos no únicamente) como un momento de pasaje de régimen político (de la dictadura a la democracia), donde su fin estaría marcado por el pasaje de un gobierno democrático (aunque electo bajo reglas negociadas con proscripciones) a otro (89-90), sino como un período abierto, dónde el impacto de ese “antes” y ese “después” a la recuperación democrática, sigue generando sentidos colectivos y posicionamientos divergentes en la actualidad. En efecto, el estudio de ciertos fenómenos del campo del arte y la cultura nos muestra, por ejemplo, como varios procesos asociados a la transición, presentaron otra temporalidad, dónde el germen aparece ya en los setenta y su impronta se extiende mucho después de haber dejado atrás los ochenta.
Por otro lado, intentando eludir el “nacionalismo metodológico” (Wimmer y Glick Schiller, 2003) al que solemos recurrir cuando analizamos estos procesos, donde lo local se analiza desde su excepcionalidad, la transición como período nos invita a establecer comparaciones con otros períodos transicionales, observando regularidades, o bien, homologías estructurales, con los sucedido en otros contextos. La socio-historia de otras transiciones (ya sea del Cono Sur o de Europa) han aportado elementos de interés para analizar, por ejemplo, la dicotomía entre la conceptualización de “el corte” (entre el antes y el después) y las múltiples continuidades (entre el pre y el post) (Mazzei, 2011), que también se pone de manifiesto en la transición uruguaya. Esto nos permite identificar eso que emerge como “novedoso”, pero también relativizar la conceptualización de “lo nuevo” e identificar diferentes formas de bricolaje (entre elementos “viejos” y “nuevos”) y/o ensamblajes heterodoxos de discursos, estilos, ethos, reivindicaciones, tanto a través de las prácticas como de las representaciones intra e inter generacionales.
¿Por qué no usar, entonces, la palabra “transición” en vez de introducir la categoría “ochenta” para designar el período cuando la cronología de los fenómenos estudiados desborda la cronología estricta de la década ? Desde un punto de vista etimológico, la noción de “transición” implica el pasaje de una cosa a otra, dónde dicho momento se define fundamentalmente por ese rol de “puente” entre dos momentos. Es tal vez por esto, que la transición a la democracia, estudiada desde el punto de vista de la historia política y la politología, tiene hitos que, como dijimos, marcan su comienzo y su final. Una de las utilidades de la categoría “ochenta” es afirmar ese espacio “entre” que se abre durante la transición. Esto implica analizar ciertos fenómenos que aparecen en el campo cultural, social y político no solamente como respuesta, y generalmente en rechazo, al período que se deja atrás por medio de esa transición, sino como un momento afirmativo. Estudiar ese “entre” afirmativo implica entonces restituir la densidad de las manifestaciones que se dan en ese momento, que a veces acompañan, pero no necesariamente, la temporalidad que marca la transición institucional a la democracia. Las diferentes mesas de debates que se sucedieron a lo largo de los dos días de seminario, muestran esta riqueza afirmativa del período, articulando una agenda de investigación a futuro.
III
La década de los ochenta estuvo signada por “la política como explicación” , con una preponderancia de estudios que enfatizaron el rol de los partidos en la transición y su carácter negociado (Marchesi y Markarian, 2012). Sin embargo, desde hace algunos años se han multiplicado los estudios y trabajos que analizan el período desde otras disciplinas y perspectivas, contribuyendo a llenar el “silencio” relativo que había predominado hasta entonces, dando cuenta de procesos de democratización “desde abajo” y en otros campos más allá del político-partidario (por citar algunos ejemplos ver los dossier de la revista “Encuentros Uruguayos” y “Contemporánea” o la publicación coordinada por Demasi y De Giorgi, 2016).
Las mesas del seminario buscaron avanzar en estas líneas. Las que pusieron el foco en el arte, la cultura y producciones audiovisuales del período (mesa 1 y 2) permitieron rescatar artefactos, artistas, realizadores y archivos escasamente explorados. La antimurga BCG, la Red de Teatro Barrial, la Cinemateca Revista, la emergencia del videoarte en la postdictadura y las fotografías del desexilio fueron todos puntos de entrada para reflexionar sobre las tensiones entre lo político y lo apolítico y entre el arte, la cultura y la política. La presentación de los archivos Dina Pintos del Centro Ignis de la UCU y del Laboratorio de Preservación Audiovisual del Archivo General de la Udelar (LAPA-AGU-Udelar) permitieron exhibir el trabajo que se viene realizando por parte de ambas instituciones para rescatar registros de los ochenta en tecnologías hoy obsoletas a través de su digitalización, dando cuenta de imaginarios, estéticas y realizaciones del momento pero también abriendo el debate sobre el rol de los archivos, la construcción de una memoria colectiva y las políticas de preservación (y muchas veces de sus ausencias). Otras mesas pusieron el foco en la participación social (3), con estudios sobre los grupos de estudio de la mujer en los ochentas, el vínculo entre el feminismo y la izquierda y una mirada atenta sobre el género y la sexualidad dentro de las juventudes “contestatarias” y under del momento. También hubo discusiones en torno a conceptos que suelen asociarse a este período, como ser el de “democracia”, el de “participación”, de “apagón cultural”, el “neoliberalismo” y la “juventud” a través de los discursos de los diversos actores y de sus usos en diferentes procesos y espacios de participación heterogéneos, desde el activismo cristiano de SERPAJ, a la generación 83 y los discurso de la campaña electoral del 89 (mesa 4). El trabajo sobre los casos empíricos concretos se vio complementado por discusiones teóricas sobre las categorías que utilizamos para analizar el periodo y también sobre sus archivos. La última mesa (5) puso precisamente el foco en el acceso, la preservación, las memorias y las identidades.
De esta forma, el seminario permitió reunir a un grupo interdisciplinar e interinstitucional con objetos de estudio heterogéneos pero complementarios sobre el período. A pesar de la diversidad de temáticas presentadas, las reflexiones que se sucedieron coinciden, por un lado, en la importancia de la década como catalizadora de discusiones políticas, de formas estéticas y de manifestaciones colectivas, que impactaron en las décadas posteriores hasta la actualidad; por otro lado, en las posibilidades de analizar el período más allá de la transición institucional, que habilita la categoría “ochenta”. En este sentido, dos discusiones atraviesan la reflexión sobre la década y las reconfiguraciones de los diferentes campos. En primer lugar, la toma de conciencia de la existencia de una suerte de vacío léxico, tanto en los actores estudiados (que no encuentran palabras para nombrar lo que emerge o para clasificar prácticas y discursos), pero también en la académica, donde se suelen reciclan categorías de antaño (a pesar de cierto desfase) o se repiten los relatos de la novedad (a veces bajo el riesgo de la mitificación). En segundo lugar, la existencia de múltiples ejemplos que permiten elaborar una contra-hipótesis al llamado “apagón cultural” y estudiar, según planteó Marisa Silva, cómo “dicha metáfora no se corresponde con la realidad vivida” ya que, sin negar la desarticulación violenta que experimentó la sociedad uruguaya durante la dictadura cívico-militar, “contundentes manifestaciones culturales comenzaron a finales de los setenta”, en lo que Silva denominó “intersticios”, que luego se desarrollaron en los ochenta, proyectándose en los noventa, hasta la actualidad. Por último, esa ventana que se abre hoy hacia esos ochenta invita a analizar y problematizar los diferentes usos del período, pero también a dejar pasar “un viendo como duda”, que “despeina el pensamiento”, siguiendo las estrofas que Eduardo Darnauchans y Fernando Cabrera lanzaban a los “pobladores del silencio” en Como los desconsolados, canción que abre de álbum Zurcidor (Sondor, 1981).
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Nota:
Estas reflexiones surgen a partir de del Seminario “Cultura, historia y política enla recuperación democrática. 2023-1983” y de numerosas conversaciones con los integrantes del Grupo de Estudio de los Ochenta (GEO), integrado por Mariana Amieva, Mariel Balás, Florencia Dansilio, Leandro Delgado, Gabriela González Vaillant, Diego Sempol, Ana Clara Romero.
Bibliografía
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MARCHESI,
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WIMMER,
Andeas y Nina GLICK SCHILLER (2003), “Methodological Nationalism, the
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