La Cuarta Revolución Industrial tiene consecuencias importantes en el mercado laboral y en la vida de trabajadores y trabajadoras (notas previas lo discuten I, II, III, VI, V). Esta nota invita a pensar sobre las posibles consecuencias políticas y algunos desafíos. La discusión esta intencionalmente centrada en los potenciales problemas y no me detengo en sus beneficios.
Fuente: flickr.com. Autor H. Michael Karshis |
El problema
Una extensa literatura enfocada en países industrializados
ha documentado el impacto de los cambios en la tecnología de producción y gestión:
baja en salarios (de algunos trabajadores), polarización del mercado laboral y
el aumento de la desigualdad de ingresos [1-5] ¿Qué es diferente de esta revolución
industrial? Mientras la primera desplazó a los artesanos calificados por nuevas
tareas que los trabajadores no calificados podían realizar [6], la revolución tecnológica actual está sesgada por los tipos de ocupaciones
reemplazando trabajos rutinarios por nuevas tareas de alto nivel de formación [7, 8].
La automatización, definida como el aumento de
tareas que puede desarrollar el capital [9] tiene dos caras. Un tipo de cambio tecnológico genera efectos de desplazamiento (antiguas tareas a cargo de trabajadores son automatizadas [9,10]). Otro
tipo se refiere
a la creación
de nuevas tareas
que antes no existían, denominadas efectos de reincorporación [10]. Así, la automatización genera un gran grupo
de “perdedores” y otro de “ganadores.”
Para dar claridad en la terminología, ocupaciones rutinarias se refiere principalmente a trabajos de calificación y salarios medios que prevalecen en los sectores industriales y de administración. Por ejemplo, un contador especializado en impuestos ahora podría ser reemplazado por un software de llenado de impuestos o un camionero por vehículos autónomos. La otra cara del cambio tecnológico es que se generarán empleos para quienes diseñen el software para completar impuestos y el vehículo con inteligencia artificial (IA). La ecuación sobre el empleo es sin duda compleja. Incluso si se generaran la misma cantidad de puestos de trabajos de los que se desplazan, la globalización hace que no sea seguro que el nuevo puesto se genere en el mismo lugar en que la tarea rutinaria podría ser desplazada. El economista Richard Baldwin, por ejemplo, propone que hablemos de “globots” en lugar de robots (globalización + robots [11]).
Magnitud del efecto
La complejidad, y velocidad de estos cambios hace que
nuestro conocimiento sobre la magnitud del efecto sea aún limitado. Como bien
se discutió en este blog previamente,
la medición de los efectos es un desafío.
La mayoría de las medidas refieren a riesgos de computarización, que no
implican la materialización del mismo.[i] Aquellos que optan por la incorporación real de tecnología, no están libres de críticas. La mayoría de las estimaciones utilizan
datos de la Federación Internacional de Robótica (IFR), pero el cambio tecnológico
es más que robots, implica también la incorporación de IA. Además de la
complejidad de la estimación directa (desplazamiento y nuevas tareas) existen también
efectos indirectos. Los procesos de reversión
del offshoring (deslocalización de la producción), son un ejemplo. A modo
ilustrativo, en 2016 Trump negocio con Carrier un
subsidio para frenar el cierre de una planta en Indianápolis con 1400
trabajadores que se iba a relocalizar en México. Luego de recibido el subsidio, la empresa abandonó el plan de relocalización, pero automatizó su producción y terminó despidiendo
a 800 trabajadores.
En América Latina las estimaciones respecto al
riesgo de automatización oscilan entre 60 y 75% (valores por encima de países
industrializados), aunque solo el 0.6% de los robots producidos en el mundo terminan en la región (BID, 2020). A pesar de las bajas tasas de adopción
tecnológica, los efectos indirectos son también una amenaza. De acuerdo a las estimaciones de BID existen
efectos indirectos cuando las economías dependen de exportar a países con alta
tasa de adopción tecnológica (ej., Brasil que exporta a Estados Unidos partes
de autos). En Uruguay, las estimaciones del riesgo oscilan entre 56-62% en promedio
(ej. [13], OPP, 2017).
Podríamos pasar horas discutiendo sobre la magnitud del efecto, discusión que es muy pertinente, pero a mi me gustaría invitar a pensar sobre las posibles consecuencias políticas, que es en lo que me focalizo a continuación.
¿Cómo se traduce la revolución tecnológica en la política?
Si bien parecen claros los posibles impactos del
cambio tecnológico en términos de empleo y salarios, se sabe menos sobre cómo
estos cambios económicos se traducen en cambios en el sistema de partidos, o
cómo estos efectos dependen de las instituciones electorales y los sistemas de
seguridad social. Recientemente, cientistas sociales han comenzado a teorizar
al respecto. Sin embargo, aún estamos lejos de entender este fenómeno y sus múltiples
dimensiones. En esta nota, busco
motivarlos a pensar por qué es importante pensar en ello, a través de
problematizar sus posibles implicancias.
¿Cómo y en qué medida la exposición al cambio tecnológico afecta las elecciones políticas de los individuos? ¿Está el fenómeno vinculado a la polarización política? ¿Cuáles son los cambios en las preferencias por redistribución? ¿y en la democracia?
Distribución desigual de las consecuencias: Hollowing out the middle + Superstar firms
Las consecuencias de la cuarta revolución
industrial están sesgadas por la rutinización de las tareas y el capital, fenómeno
conocido como polarización laboral. En
ocupaciones donde las máquinas no pueden ejecutar tareas –no rutinarias– los
salarios y el empleo han crecido más rápido que en ocupaciones donde la mano de
obra puede ser reemplazada por máquinas.
Es decir, la mano de obra rutinaria, principalmente trabajadores de
ingreso medio, están siendo reemplazados. Los economistas han denominado este fenómeno como vaciamiento del medio
(traducción propia de “hollowing out the middle”) [14].
A modo ilustrativo, en Uruguay, la distribución del
riesgo no es homogénea. En localidades rurales el riesgo de automatización
asciende a 79% mientras que en Montevideo asciende a 61% (OPP).
Si lo miramos en base a las categorías de ocupaciones, por encima del promedio nacional
vemos a los trabajadores de los servicios y vendedores de comercio que representan un
22% del empleo y tienen un riesgo de automatización que asciende a 64%; el
personal administrativo representa un 12% del empleo y tiene un riesgo de 94%;
y oficiales y operarios representan el 14% del empleo y tienen un riesgo de 72%.
El aumento de la brecha entre perdedores y
ganadores del cambio tecnológico se verá también acentuado por la
heterogeneidad entre las firmas. La incorporación de nuevas tecnologías está
atravesada por diferentes oportunidades de acceso. La incipiente evidencia empírica
indica que las firmas adoptantes de tecnología son más grandes, exportadoras y
crecen más rápido que sus competidores en Francia, España y Alemania [15-17].
La distribución desigual de las consecuencias tiene
como correlato un aumento en la desigualdad económica. Acemoglu y coautores, por ejemplo, explican
el aumento en la desigualdad de ingresos en Estados Unidos gracias al cambio tecnológico
[18]. Parece claro que la arena política también debería verse afectada por el
aumento de la desigualdad económica y vaciamiento del medio. Teorías clásicas
de ciencia política sostienen que en gran medida la clase media es un agente de
democratización [19-22]. En ese sentido, el vaciamiento del medio podría
limitar su papel como el pilar de la democracia que conocemos hoy.
Los efectos de la automatización sobre el futuro de
la democracia están en discusión. Por un lado, en el libro Democracia y
Prosperidad [23] se plantea una visión optimista sobre
el futuro de la democracia, el capitalismo y específicamente del cambio tecnológico. El argumento es que las aspiraciones de los “ex”
del medio van a sostener el contrato social con las elites que concentran el
beneficio. Por otro lado, Boix y Milner son más escépticos y plantean
escenarios de agitación política y cambio en las estructuras de poder [24, 25].
Respecto a la consecuencia heterogénea sobre las
firmas, se podría desencadenar la formación de firmas “superstar” y el
desplazamiento de las más chicas con menos capacidades productivas fuera del
mercado [26]. Esto implicaría, no solo una concentración
en el mercado que podría ser perjudicial para los consumidores, sino también más
capacidad de influencia en las políticas económicas de esas “pocas” empresas
exitosas.[ii]
Teniendo en cuenta que en Uruguay la creación
de empleo formal de las micro, pequeñas y medianas empresas es de alrededor
58.9% (dato para 2019 del informe BPS),
no parece trivial el acceso desigual a la tecnología.
Por último, si las consecuencias de automatización se distribuyen desigualmente por género, generaciones o raza, esas brechas también podrían aumentar (o disminuir). Sabemos poco en este sentido. Según el informe de OPP, los hombres ocupan tareas más rutinarias, sin embargo, no sabemos si su desplazamiento podría generar un cuello de botella para el ingreso de mujeres a tareas rutinarias, o como se distribuirá el aumento de los sueldos entre los ganadores. Algunos documentos de trabajo muestran evidencia de un aumento de la brecha de género (Europa, América Latina).
Ansiedad, opinión publica y preferencias políticas
La amenaza de la automatización parece estar
asociada con un aumento de la inseguridad laboral, temores sobre la posibilidad
de conseguir empleo, entre otras fuentes de ansiedad económica. Sin embargo, son pocas las encuestas de
opinión sobre el tema. El Eurobarómetro de 2017, por
ejemplo, muestra que tres
cuartas partes de los europeos consideran que,
debido a la incorporación de robots e inteligencia artificial, los
puestos de trabajo corren el riesgo de desaparecer. La misma proporción
considera que los robots y la inteligencia artificial roban el trabajo de las
personas. Evidencia en esta línea es presentada por un estudio reciente sobre
condiciones laborales en Estados Unidos titulado “Death by Robots”, que vincula la automatización
con un aumento de las “muertes por desesperación” (deaths of despair) a causa
de sobredosis, suicidios, fallas cardiovasculares, entre otras [28].
Cómo se traduce la inseguridad y ansiedad económica
a las preferencias de política, no lo sabemos aún. Un incipiente grupo de investigadores
considera que la exposición al riesgo de automatización está relacionada con
mayores demandas por redistribución [29].
Otro grupo de investigadores plantea
lo contrario: no
existe un aumento
por demandas de redistribución o políticas específicas como la renta básica entre los
ciudadanos más expuestos [30, 31].
A pesar de la falta de claridad sobre preferencias
por redistribución, parece existir consenso respecto a reacciones contra el
status quo y apoyo a retóricas populistas de extrema derecha entre los
perdedores de la cuarta revolución industrial. Existe evidencia empírica en base a análisis de datos transversales [32-34], análisis
a nivel países (ej. Suecia, Estados Unidos, Alemania,
Reino Unido y Suiza [35-37]) y análisis regionales
[34-38].
Si bien la
evidencia sobre los
ganadores de la automatización
es menor, Gallego y coautores muestran
que en el Reino Unido, los ganadores
apoyan al status quo y a partidos de derecha [39]. Finalmente, respecto a la participación política, sabemos aún menos. En un documento de
trabajo muestro que hay una caída en la participación política entre
los perdedores [40].
A modo ilustrativo, la imagen a continuación muestra la evolución de votos por familias de partidos en 15 países de Europa. Se puede observar una clara caída en el apoyo a partidos de izquierda y un aumento de los populistas de extrema derecha que es más pronunciada entre expuestos a la automatización.
Figura 1: Evolución electoral Países incluidos: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Noruega, Países Bajos, Portugal, Suecia, Suiza, y Reino Unido. Fuente: Elaboración propia basada en datos de la encuesta ISSP |
Es paradójico que los perdedores de la automatización no reaccionen apoyando políticas de distribución y que si haya consenso sobre el apoyo a extremistas de derecha y sus discursos xenofóbicos y nacionalistas. ¿Por qué pasa ésto? En primer lugar, el fenómeno es difícil de entender y dimensionar a nivel individual. Por ende, puede que sea psicológicamente más gratificante responsabilizar a otros fenómenos como la globalización o los inmigrantes [41-43]. Además, los partidos políticos pueden estar jugando un rol en esta atribución errónea del problema. Rodrik (2018, p.18) lo plantea claramente cuando dice que a pesar de que la automatización es la principal causa de la caída del empleo industrial en Estados Unidos “no vemos campañas populistas contra la tecnología o la automatización.” En cambio, políticos como Trump promueven una “guerra” comercial contra China o la construcción de un muro con México. En las pocas oportunidades en que los programas de los partidos o discursos abordan el problema, el tema se centra en oportunidades abstractas del mercado laboral en el futuro o en la modernización de los procesos administrativos [41]. Todos estas propuestas están muy lejos de abordar seriamente las consecuencias disruptivas del cambio tecnológico.
Automatización y medio ambiente
¿Puede la amenaza de la automatización reducir el
apoyo individual a la regulación ambiental o a otras políticas de derechos? En un trabajo en marcha con Liam Beiser-McGrath y Michaël Aklin argumentamos que parecería haber buenas razones para esperar que así sea
[44]. Primero, la incertidumbre económica puede
obligar a las personas a reevaluar cuánto están dispuestas a gastar en un medio
ambiente limpio [45-49].
Las personas cuyo flujo de ingresos esperado disminuye pueden ser reacias a
apoyar mayores inversiones en bienes públicos verdes [50]. En segundo lugar, la automatización puede
vincularse y contribuir a un conjunto más amplio de “cleavages” (divisiones) políticas. Por ejemplo, los trabajadores que corren el
riesgo de perder sus empleos debido a la automatización pueden unirse a otros
grupos para rechazar políticas que tienden a reflejar la mentalidad progresista
como inmigración relativamente libre o “la agenda de derechos.” Bisbee y coautores, plantean que percepciones de riesgo de
mercado laboral altas “podrían dar lugar a una reacción violenta contra el
comercio internacional y los acuerdos comerciales, los extranjeros e
inmigrantes, los banqueros de Wall Street y las elites financieras que se
benefician de las ejecuciones hipotecarias” ([51] p.7). A su vez, como mencione anteriormente, hay estudios que muestran una conexión
entre el riesgo de automatización y el apoyo a populistas de derecha, quienes generalmente
tienen plataformas ambientalmente escépticas y conservadoras en términos de
derechos [32–34, 36–38, 52, 53]. Este mecanismo hace eco de las teorías
posmodernas de los valores [54]. Pero también se puede construir sobre otros
pilares. Por ejemplo, puede derivarse de las teorías psicológicas de la
identidad [55]. Es decir, los perdedores pueden
desarrollar una identidad que incluye hostilidad contra las regulaciones
ambientales y otras plataformas políticas asociadas.
En nuestro análisis, para países industrializados, resultados preliminares muestran que la exposición al riesgo por cambio tecnológico disminuye la preocupación por el medio ambiente y por tanto reduce el apoyo a políticas de regulación como por ejemplo impuestos a la emisión de CO2. Este cambio hacia preferencias más iliberales podría traducirse a otras áreas de política (género, diversidad, etc.).
Y entonces... ¿qué hacemos?
La inminencia del cambio tecnológico no implica una relación determinística. El impacto de la automatización dependerá, entre otras cosas, de la capacidad política e institucional de transformación que tienen los diferentes actores. Para eso múltiples actores políticos son claves. Los sindicatos juegan un rol importante por representar a un grupo de actores afectados. Queda pendiente pensar en profundidad sobre toda la gama de actores en juego.
Rol de los sindicatos
Los sindicatos son actores claves para ayudar a moderar y redistribuir las pérdidas de la automatización. Los sindicatos pueden, por ejemplo, negociar mejores condiciones de trabajo, amortiguando la inseguridad generada por la automatización y ayudar a atribuir responsabilidades. A continuación, tres ejemplos ilustrativos: i) el sindicato United Auto Workers, que negoció que empresarios deben capacitar a los trabajadores de su planta de ensamblaje en robótica y tecnología para evitar el desplazamiento laboral [56]; ii) los sindicatos de transporte de EEUU, especialmente los camioneros, que actualmente están presionando a los legisladores para que regulen los vehículos sin conductor; iii) en Uruguay, algunos sindicatos, como FUECYS y AEBU, también están haciéndole frente a estos desafíos ya que cuentan con grupos de investigación y convenios colectivos al respecto.
Recomiendo nuevamente revisar una nota
anterior en donde se coloca el foco en ese tema. Si bien son pocos los trabajos
que ponen en el centro en el rol de los sindicatos, la incipiente evidencia señala
lo importante que son los mismos en el proceso de automatización. Por un lado, están
los que plantean que los establecimientos con “work councils” en Alemania en
promedio han implementado menos tecnología [57]. Otros
argumentan que cuando
la densidad sindical
es alta, la transición y el proceso de reconversión es más fácil [58-59], hay
menor desplazamiento [60] y menor perdida de
salario entre los más expuestos al riesgo [61].
Por último, una de las posibles consecuencias de la polarización del mercado laboral es que la cobertura de la negociación colectiva se vea en riesgo. Sin embargo, Meyer y coautores documentan que si las instituciones protegen la negociación este efecto podría moderarse [62].
Algunos desafíos
Cambios disruptivos requieren medidas revolucionarias y creativas, mucho estudio y nuevos pactos sociales. Los desafíos son muchos. A modo de cierre, invito a pensar en algunos de ellos.
- Para poder pensar soluciones es necesario entender la magnitud del problema: ¿quiénes están incorporando tecnología en la región? ¿Dónde se está materializando? ¿Quiénes están siendo desplazados y que pasa con esos trabajadores/as?
- Negarnos a la tecnología no parece la respuesta. Sin embargo, si podemos pensar como regular el proceso de los cambios e incluso facilitar el acceso a nuevas tecnologías para que no solo unas pocas firmas sean las que desplazan al resto. Por ejemplo, se pueden promover subsidios para tipos específicos de tecnología que agreguen productividad, a modo de incentivar esas incorporaciones y no las “so-so” tecnologías[iii], o que promuevan producción menos predatoria de nuestro medio ambiente.
- Incluso si regulamos el acceso, también se debe pensar en mecanismos de compensación de los perdedores y prevención de nuevos perdedores. Esto puede implicar desde retiros anticipados, renta básica universal como bien fue planteado en una nota anterior y reformas educativas. En cualquier caso, la dimensión del problema parecería requerir reestructuras a nuestro sistema de contribuciones sociales que vayan más allá de la adición de unas pocas prestaciones más.
- Si queremos pensar en mecanismos de compensación y regulación, estamos ante un problema político. Aquí quisiera resaltar tres desafíos. Un primer desafío es la complejidad del fenómeno y entonces la necesidad de ayudar a la comprensión de este por parte de los ciudadanos para evitar asignar responsabilidades a causas que no están vinculadas. Si la comprensión del problema es errónea es probable que conduzca a respuestas políticas que sean contraproducentes y que se corra el riesgo de que políticos oportunistas saquen ventaja de esta situación. Un segundo desafío refiere a los partidos y líderes políticos. Hoy en día ningún partido tiene como prioridad la automatización. Los problemas de la coyuntura son los que priman la agenda y parece haber poco o nula contribución a pensar estos problemas que no son solo del futuro, sino que son del presente (¡vayan sino a un peaje!).[iv] Finalmente, otro desafío es el rol de los sindicatos, empresas y otros actores como la academia y organizaciones sociales. Estos actores deberían comprometerse en desentrañar las consecuencias desiguales de la cuarta revolución industrial y pensar oportunidades de reconversión o reorganización del trabajo.
- Toda respuesta sobre compensaciones o reformas requiere pensar cómo financiarlas. Esto implica hablar sobre redistribución y poder. Simplemente proponer crear un impuesto a los robots[v] no parece suficiente o apropiado si los creemos importantes para mejorar la productividad en ciertos sectores. Dada la desigual distribución de las consecuencias de la automatización y sus sesgadas ganancias al capital ¿es gravar al capital una solución? Todas estas discusiones ya circulan en el mundo (ver ejemplo).
Para cerrar, la pregunta que quiero dejar planteada es, ¿cuál es el nuevo pacto político que nos permitirá hacer frente a promover la tecnología sin dejar a miles y miles atrás? ¿Cómo llegamos a este pacto teniendo en cuenta el lugar que nos toca en las redes globales de producción?
[i] Ejemplos son las medidas de [12] o el ındice de rutinizacion (RTI) por [8].
[ii] Tal como argumenta la ”nueva nueva teoría de comercio” (NNTT) [27].
[iii] El impacto en la productividad no es tan alto, pero si desplazan muchos trabajadores. Por ejemplo, las cajas de supermercado.
[iv] Reconozco que la semana pasada el legislador Alvaro Perrone twitteó al respecto, pero no parece haber una discusión articulada al menos.
[v] Bill Gates, por ejemplo, propone esa solución.
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