Por el Profesor John Whitelocke
University of Auchmuty
Especial para Razones y Personas
I speak English / I lique roc / I’ve never learned another language
(Leo Maslíah, “I lique roc”)
Estaba pensando sobre viviendo con mi síster en New Jersey
(Pixies, “Vamos”)
Los límites de mi lenguaje significan los limites de mi mundo (Wittgenstein, Tractatus 5.6).
El idioma de la ciencia es hoy el inglés.
Su hegemonía es indudable.
Es indudable en las ciencias naturales desde hace tiempo, pero hoy también lo es en las ciencias sociales.
Es indudable en la macroeconomía y la demografía desde hace tiempo, pero hoy también lo es en la teoría política, la política comparada, la sociología histórica, y la sociología de la cultura.
La revistas científicas más prestigiosas son en inglés.
Las revistas, coloquios y conferencias “internacionales” son en inglés.
Publicar en inglés está mejor visto que publicar en mandarín, farsi o alemán.
Los organismos que evalúan a los académicos chinos, iraníes y alemanes incentivan las publicaciones en inglés.
Los campos científicos no son locales sino mundiales o “globales,” todos juegan al mismo juego, y este juego se juega en inglés.
II
¿Debemos celebrar esta tendencia o lamentarla?
¿Promoverla o combatirla?
El dilema y el debate no son nuevos.
Mucho se ha escrito sobre el imperialismo y el nacionalismo lingüísticos, y su relación con el colonialismo, la construcción de identidades nacionales y regionales, y las políticas públicas en países plurilingües.
Mucho se ha escrito sobre el inglés en particular y la investigación científica en particular.
Qué hacer.
Farsi o inglés.
Español o inglés.
(¿Ariel o Calibán?)
El dilema y el debate no son nuevos, pero es indudable quién tiene razón: debemos celebrar y promover el uso del inglés en las ciencias sociales en China, Irán, Alemania y también en Uruguay.
Y en todo país que no haya tenido la precaución de adoptar el inglés como su lengua oficial.
Existen diversos argumentos en contra de esta tendencia idiomática, en contra de la hegemonía del inglés, pero sería fácil demostrar que son falaces y anticuados.
Por ejemplo, se argumenta, erróneamente, que los idiomas están asociados con perspectivas ontológicas, esto es, el idioma afecta qué puede haber en el mundo.
Que los idiomas están asociados con perspectivas epistemológicas, esto es, el idioma afecta cómo se puede pensar y entender el mundo.
Que los idiomas no son medios neutrales de comunicación, sino que reflejan y expresan tradiciones culturales.
Hay cosas que el mandarín, el farsi y el alemán nos podrían decir, pero que el inglés no permite expresar.
Que el idioma único lleva a la homogeneización del pensamiento, sea el inglés contemporáneo o el latín medieval.
Y que el inglés es una imposición del imperialismo yanqui.
En la ciencia tanto como en la educación, las relaciones internacionales, el periodismo, el arte, la música y el cine.
Y aunque quizás no siempre sea un imperialismo deliberada y estratégicamente instrumentado por los poderes dominantes, las consecuencias son las mismas: una situación de desigualdad, dependencia y subordinación.
La hegemonía del inglés refleja pero también reproduce e incrementa la desigualdad entre el centro y la periferia: los recursos materiales y simbólicos se quedan en el mundo anglosajón, en sus instituciones y universidades.
Todos estos argumentos son tan falaces y anticuados que no vale la pena perder el tiempo refutándolos.
Pero sería fácil hacerlo.
IV
Existen diversos argumentos a favor de esta tendencia idiomática, a favor de la hegemonía del inglés, y sería fácil demostrar que son válidos y decisivos.
Por ejemplo, se argumenta, acertadamente, que es inútil resistir lo irresistible.
La “internacionalización” de la ciencia en general y las ciencias sociales en particular son fuerzas mundiales, que no se puede evitar, mucho menos frenar, desde Montevideo.
Nos guste o no nos guste, es una consecuencia natural de la “globalización.”
El inglés fue la lengua que mejor sirvió para este proceso, tanto en la esfera académica como en las esferas de la tecnología, información e internet.
Otro argumento es que ahora podemos aprender de los trabajos de los científicos chinos, iraníes y alemanes.
Podemos leer investigaciones sobre las realidades políticas, sociales y económicas de estos países.
Si escribieran en mandarín, farsi y alemán, no entenderíamos ni jota.
Y hasta podemos colaborar con ellos.
Hacer investigaciones y escribir artículos juntos; ir a sus conferencias.
Lo cual a su vez fomenta los valores académicos más importantes: la “productividad,” la “interdisciplinariedad” y hasta la “reproducibilidad.”
Lejos de reproducir e incrementar las desigualdades epistémicas, el inglés ha permitido que las ideas circulen libremente, en un campo o mercado mundial.
En este mercado mundial las mejores ideas, argumentos e investigaciones científicas triunfan, sin importar de qué país provengan.
V
Siendo que está claro quién tiene razón, me permito hacer una modesta proposición o propuesta para las ciencias sociales orientales, que reíte de Jonathan Swift.
Comprende cuatro áreas.
Primero: propongo que las instancias evaluadoras de la investigación científica en Uruguay, así como los concursos, becas, y premios, no tomen más en cuenta las publicaciones en español.
De ahora en más, únicamente se considerarán los artículos en revistas arbitradas en idioma inglés.
VI
Segundo: propongo que las revistas uruguayas (como la Revista Uruguaya de Ciencia Política; Revista de Ciencias Sociales; Cuadernos del CLAEH; Revista Uruguaya de Historia Económica; o Psicología, Conocimiento y Sociedad), que ya traducen los títulos y resúmenes de sus artículos, empiecen a publicarse enteramente en inglés.
Sus títulos deben también adaptarse a los nuevos tiempos: Uruguayan Political Science Review (UPSR), Notebooks of CLAEH, y así.
Se me dirá que algún autor puede no haber tenido a bien estudiar el idioma inglés desde su infancia, de modo de llegar a dominarlo a la perfección (o peor, puede haber malgastado su tiempo estudiando francés, italiano o latín).
No hay problema: basta con usar el Traductor de Google.
VII
Tercero: propongo que en las universidades uruguayas todos los cursos se dicten en inglés, y que sus bibliografías sean exclusivamente en ese idioma.
Se me dirá que la mayoría de los trabajos sobre la sociedad, política e historia uruguayas nunca fueron traducidos al inglés.
¿Cómo se haría para estudiar Batlle, los estancieros y el Imperio Británico; Uruguay, ¿una sociedad amortiguadora?; Lógica viva; o Etapas de la inteligencia uruguaya?
No hay problema: basta con usar el Traductor de Google.
Se me dirá entonces que el Traductor de Google ignora los aspectos estilísticos y estéticos de la escritura.
Que muchos científicos sociales también los ignoran, ya que dedicarse a ellos redundaría en una menor “productividad.” (Las revistas son estilísticamente más secas que pastel de polaco y más aburridas que chupar un clavo.)
Que muchos artículos en las revistas “internacionales” no están escritos en inglés sino más bien en una especie de “inglés.” (Shakespeare, Jane Austen, Borges y Goffman se revuelven en sus tumbas.)
Respondo que quien quiera textos bellos, elegantes, creativos, bien cuidados, estéticamente interesantes, no debería buscarlos en las ciencias sociales, ni en inglés, ni en español, ni en farsi.
Para eso está la literatura.
VIII
Cuarto: propongo que este “blog” (¡!), Razones y Personas, se empiece a escribir en inglés.
De este modo, alcanzaría la “visibilidad” que merece y que el español le impide alcanzar.
Sin duda, su tráfico y análisis web mejorarían, el algoritmo de Google lo mostraría antes en sus resultados de búsqueda, y subiría en el ranking mundial de blogs.
Además, el espíritu anglosajón de este blog se nota ya en el nombre con el cual fue bautizado: Reasons and Persons es un libro del recientemente fallecido filósofo Derek Parfit (cf. “Sobre este espacio”).
Long live Reasons and Persons!
IX
Mi modesta proposición conllevaría innumerables beneficios.
Por ejemplo, las universidades estarían preparando mejor a sus estudiantes para un mercado laboral global, en el cual dominar el inglés es imprescindible.
¿Y cuál es la función de las universidades, si no preparar a sus estudiantes para el mercado laboral?
Otro beneficio es el siguiente.
Las revistas de ciencias sociales anglosajonas e “internacionales” aceptan muy pocos artículos sobre Uruguay.
Es mucho más difícil publicar una investigación sobre la realidad uruguaya que una sobre la realidad estadounidense o británica.
Se precisa una justificación metodológica y epistemológica especial: ¿por qué investigar el “caso” uruguayo?
Por tanto, los científicos sociales orientales se encuentran en desventaja.
Tienen menos probabilidades de acceder al reconocimiento, estatus, y bienes simbólicos y materiales que solamente las publicaciones en inglés podrían otorgarles.
Pero si las revistas uruguayas abandonaran el español y adoptaran el inglés, el problema desaparecería ipso facto.
En fin, de lo que no se puede hablar, es mejor callarse (Wittgenstein, Tractatus 7).
X
Bibliografía:
- Alatas, Syed Farid. 2003. “Academic Dependency and the Global Division of Labour in the Social Sciences.” Current Sociology 51:599–613.
- Bourdieu, Pierre. 2001. Langage et pouvoir symbolique. Seuil.
- Hagège, Claude. 2012. Contre la pensée unique. Odile Jacob.
- Keim, Wiebke. 2010. “Pour un modèle centre-périphérie dans les sciences sociales.” Revue d’anthropologie des connaissances 4:570–598.
- Keim, Wiebke. 2008. Vermessene Disziplin: Zum konterhegemonialen Potential afrikanischer und lateinamerikanischer Soziologien. Transcript.
- Phillipson, Robert. 1992. Linguistic Imperialism. Oxford University Press.
- Rodríguez Medina, Leandro. 2014. Centers and Peripheries in Knowledge Production. Routledge.
- Swift, Jonathan. 1729. A Modest Proposal for Preventing the Children of Poor People from Being a Burthen to their Parents, or the Country, and for Making them Beneficial to the Publick. Sarah Harding.
- Wittgenstein, Ludwig. 1921. “Logisch-Philosophische Abhandlung.” Annalen der Naturphilosophie XIV(3/4):185–262.
FIN