A pesar de la importancia que todos los candidatos y la opinión pública le dan al tema educación y del consenso generalizado de que es preciso reformar el sistema educativo a nivel de educación media, no se está viendo en lo que va de la campaña electoral discusiones sinceras, transparentes, respecto a lo que cada partido propone en esta materia y en especial cómo piensa llevarlo a la práctica. En varios programas de gobierno se proponen medidas que vienen planteándose desde hace tiempo y que lucen más como una expresión de deseo que como una realidad posible. Para decidir su voto, la ciudadanía debería evaluar la viabilidad política de las propuestas en materia de educación, y los políticos deberían blanquear cuál es su plan B si, como hasta ahora, los intentos de reforma fracasaran.
Un aspecto en el que todos los partidos parecen estar de acuerdo en mayor o menor grado, es en que un camino alternativo o paralelo a la deseada reforma del sistema público podría ser incrementar la gestión privada con financiamiento público. En otras palabras, seguir expandiendo las experiencias del tipo liceo Jubilar o Impulso o en su versión más extrema, pasar a un sistema de vouchers. El candidato del partido colorado lo propone explícitamente. [1] El candidato del partido nacional no habla del tema pero su jefe de campaña y quien sería ministro de educación en su eventual gobierno[2], Pablo da Silveira, ha sido uno de los principales impulsores de este tipo de iniciativas ya sea a partir de propuestas de reforma como también al fundar el liceo Impulso.[3] El Frente Amplio se ha manifestado por la vía de los hechos a favor de este camino al duplicar, en diciembre del año pasado, el tope de exoneraciones fiscales a empresas que donan a instituciones educativas de gestión privada que trabajan en contextos carenciados.
En esta nota se argumenta que la expansión de centros privados con financiamiento público en contextos de alta pobreza es una solución parcial, con resultados dudosos y que de seguir expandiéndose podría amplificar y no reducir la desigualdad que ya presenta el sistema educativo uruguayo.
Los centros como el Jubilar o el liceo Impulso, no cobran matrícula, son financiados fundamentalmente con fondos públicos (por la vía de renuncia fiscal) pero operan fuera del control de la administración pública y, por tanto, con autonomía para definir su currículo, horarios, plantel docente, etc. Esta idea no surge en Uruguay sino que se basa en experiencias similares que ya se han desarrollado en otros países, especialmente en Estados Unidos.[4] Allí se conocen como charter schools y han tenido una importante expansión en varios estados en los últimos veinte años (Zimmer et al. 2009).[5] El mensaje de los propulsores de estos centros en Estados Unidos es que el sistema educativo público ha fracasado y el problema no es la falta de presupuesto ni el contexto socioeconómico de los alumnos. El desempeño es bajo porque hay malos profesores cuyos puestos de trabajo están protegidos por poderosos corporativismos. La única esperanza para la sociedad, especialmente para los más desventajados, es entonces escapar de las escuelas públicas hacia escuelas con financiamiento público y gestión privada.[6] ¿A alguien le suena conocido este discurso?
Los centros como el Jubilar o el liceo Impulso, no cobran matrícula, son financiados fundamentalmente con fondos públicos (por la vía de renuncia fiscal) pero operan fuera del control de la administración pública y, por tanto, con autonomía para definir su currículo, horarios, plantel docente, etc. Esta idea no surge en Uruguay sino que se basa en experiencias similares que ya se han desarrollado en otros países, especialmente en Estados Unidos.[4] Allí se conocen como charter schools y han tenido una importante expansión en varios estados en los últimos veinte años (Zimmer et al. 2009).[5] El mensaje de los propulsores de estos centros en Estados Unidos es que el sistema educativo público ha fracasado y el problema no es la falta de presupuesto ni el contexto socioeconómico de los alumnos. El desempeño es bajo porque hay malos profesores cuyos puestos de trabajo están protegidos por poderosos corporativismos. La única esperanza para la sociedad, especialmente para los más desventajados, es entonces escapar de las escuelas públicas hacia escuelas con financiamiento público y gestión privada.[6] ¿A alguien le suena conocido este discurso?
Los estudiantes que quieran ir a este tipo de centros deben postularse. Como en general las postulaciones superan a los cupos disponibles, son elegidos por sorteo. Aprovechando que los estudiantes son seleccionados aleatoriamente, varios estudios analizan las diferencias de resultados entre los que fueron elegidos para ingresar y los que no, encontrando evidencia de mejora en los resultados educativos (ver por ejemplo Abdulkadiroglu et al. 2011, Angrist et al. 2010, 2011, 2013, Fryer and Dobbie 2011, entre otros). Los impulsores de este sistema suelen apoyarse en estos resultados exitosos para promover su expansión. Sin embargo, los resultados encontrados a partir de evaluaciones experimentales realizadas sobre pequeños grupos con ciertas características no son generalizables.[7] En particular, los grupos de estudiantes sobre los que se aplica este tipo de evaluaciones no son representativos de los estudiantes con mayor riesgo de abandono escolar. Muchas de estas instituciones no aceptan a cualquier adolescente independientemente de su desempeño académico. Por ejemplo, en el caso del Liceo Jubilar únicamente podían inscribirse aquellos adolescentes menores de 14 años. Eso excluye automáticamente a todos los adolescentes que hayan repetido más de dos años, condición que caracteriza a la mayoría de los adolescentes que a la postre desertan del sistema educativo formal. Además, el esquema educativo de este tipo de centros se apoya y requiere la participación de los padres (en los casos del Jubilar y del Impulso es un requisito para ser aceptado), lo cual no se puede esperar a nivel generalizado y menos entre los adolescentes con mayor riesgo de abandono escolar. Más aún, el simple hecho de solicitar la inscripción al sorteo requiere la iniciativa de la familia para enterarse, ir y anotarse en el sorteo.
A medida que en Estados Unidos las charter schools se
fueron masificando, su éxito se ha ido relativizando. Estudios que abarcan a un conjunto amplio de escuelas charter y las comparan con las escuelas públicas
tradicionales sugieren que existe una gran heterogeneidad de resultados en este
nuevo tipo de centros. Por ejemplo, un estudio realizado por la Universidad de
Stanford en 2013 para 27 estados de Estados Unidos, concluye que 25% de los
alumnos en las charter schools logran
mejores resultados en lectura que sus
pares en escuelas públicas tradicionales en áreas cercanas, 56% obtuvieron
resultados similares y 19% obtuvieron peores resultados. En matemáticas, 29%
registraron mayores ganancias de aprendizaje que los alumnos de escuelas
públicas tradicionales, para 40% su ganancia de aprendizaje no fue
significativamente distinta a la de las escuelas públicas y 31% exhibieron un
crecimiento menor (CREDO 2013). Asimismo, un estudio
realizado por RAND (Zimmer et al. 2009) que analiza el impacto de asistir a una charter school en el desempeño para ocho estados de Estados Unidos,
no encuentra resultados significativos en la mayoría de los casos, e incluso observan un impacto negativo en Texas.
Por otro lado, si tomamos en cuenta el fuerte efecto que los pares o compañeros de clase tienen sobre los resultados educativos individuales (Graham 2008, de Giorgi et al. 2010 y Sacerdote 2001, entre otros), sacar de los liceos públicos a aquellos estudiantes con mayor probabilidad de éxito (porque no han repetido o porque cuentan con el apoyo de sus padres) podría reducir aún más los logros educativos de quienes quedan en el sistema público, generando un sistema de triple segregación (público / privada con financiamiento público / privada). Relacionado con esto, es importante considerar la frustración que sufren quienes habiendo postulado no salen sorteados para ingresar. Si bien no tenemos conocimiento de que esto haya sido evaluado en algún estudio, la frustración de no ser aceptado en un centro “estrella” también podría desmotivar y por consiguiente afectar el desempeño de quienes estaban inicialmente motivados. [8] Finalmente, varios estudios sugieren que los sistemas de elección de escuelas dan lugar a una mayor estratificación del sistema educativo por nivel socioeconómico en la medida en que las familias y estudiantes de más bajo nivel socioeconómico tienen menor probabilidad de elegir cambiarse a mejores escuelas (Lucas and Mbiti 2012; Ajayi 2013).
Hay quienes argumentan que la presencia de este tipo de centros “exitosos” puede servir de punto de comparación o ejemplo de buena gestión, y así ejercer presión positiva sobre la educación pública. Es dudoso pensar que en el supuesto caso en que efectivamente estas experiencias logren mejores resultados educativos que el sistema público tradicional, ello se traduzca en que los docentes del sistema público se vean presionados y consecuentemente mejoren sus prácticas. No parece que esto haya sucedido en Estados Unidos, por ejemplo. Por el contrario, indirectamente se restan recursos disponibles para destinar a la educación convencional y por lo tanto se pierden grados de libertad para mejorarla.
En definitiva, no cuestionamos la posibilidad de que los centros como el Jubilar o el liceo Impulso, podrían llegar a mejorar los logros educativos de algunos grupos específicos, pero seguir expandiendo centros que funcionen al margen del sistema público no va a solucionar los problemas de todo el sistema educativo y mucho menos de los jóvenes con mayores probabilidades de deserción. Asimismo, la expansión de este tipo de centros probablemente conduciría, como ha sucedido en Estados Unidos, a una variedad de escuelas de gestión privada de calidad muy heterogénea, en varios casos con resultados peores a los de las escuelas públicas tradicionales. Más aún, este camino podría agravar la marcada desigualdad que ya presentan los resultados educativos y reducir las posibilidades de emprender la reforma que se necesita al interior del sector público.
Para que este no termine siendo el camino que tome la educación de nuestro país, es necesario que se planteen y discutan medidas políticamente viables para reformar el sistema público. La responsabilidad de que eso suceda es compartida. Cualquier iniciativa política que pretenda reformar el sistema educativo de espaldas al cuerpo docente está condenada al fracaso. Por su parte, la negativa sistemática de los docentes a cualquier reforma que se proponga no hará otra cosa que seguir sumando adeptos a la expansión de iniciativas paralelas o sustitutas del sistema público tradicional.
Gioia de Melo
Natalia Nollenberger
*
-->El
título hace referencia al documental Waiting for Superman que constituye
una apología a las escuelas públicas de gestión privada o más conocidas como charter schools.
Referencias
Abdulkadiroglu, a. et al. 2011. “Accountability and
Flexibility in Public Schools: Evidence from Boston’s Charters And Pilots.” The Quarterly Journal of Economics
126(2): 699–748.
Ajayi, KF. 2013. “School Choice and
Educational Mobility.” Working paper.
Angrist, JD, SR Cohodes, and S Dynarski.
2011. Student Achievement in
Massachusetts’ Charter Schools.
Angrist, JD, SM Dynarski, and TJ Kane.
2010. “Inputs and Impacts in Charter Schools: KIPP Lynn.” American Economic Review: Papers and
Proceedings 100(May): 1–5.
Angrist, Joshua D, Parag a Pathak, and
Christopher R Walters. 2013. “Explaining Charter School Effectiveness.” American Economic Journal: Applied Economics
5(4): 1–27.
CREDO. 2013. National Charter School Study.
Fryer, Ronald, and Will Dobbie. 2011.
“Are High-Quality Schools Enough to Increase Achievement Among the Poor?
Evidence from the Harlem Children’s Zone.” American Economic Journal: Applied Economics. 3(3).
Giorgi, G De, Michele Pellizzari, and
Silvia Redaelli. 2010. “Identification of Social Interactions through Partially
Overlapping Peer Groups.” American
Economic Journal: Applied Economics 2: 241–75.
Graham, Bryan S. 2008. “Identifying
Social Interactions Through Conditional Variance Restrictions.” Econometrica 76(3): 643–60.
Lucas, Adrienne M, and Isaac M Mbiti.
2012. “Access, Sorting, and Achievement: The Short-Run Effects of Free Primary
Education in Kenya.” American Economic
Journal: Applied Economics 4(4): 226–53.
Sacerdote, Bruce. 2001. “Peer Effects
with Random Assignment: Results for Dartmouth Roommates.” Quarterly Journal of Economics
116(2): 681–704.
Zimmer, R et al. 2009. Charter Schools in Eight States: Effects on
Achievement, Attainment, Integration, and Competition. RAND.
[1]http://www.elobservador.com.uy/noticia/283825/bordaberry-busca-el-justo-medi-entre-el-fa-y-los-blancos/
[2] http://www.espectador.com/politica/290227/pablo-da-silveira-seria-el-ministro-de-educacion-de-lacalle-pou
[3] http://www.ceres-uy.org/investigacion/estudios/009_escuelas_publicas_no_estatales.pdf
http://www.espectador.com/sociedad/263774/liceo-impulso-busca-eliminar-la-brecha-de-aprendizaje-en-alumnos-de-casavalle-para-alcanzar-los-mejores-niveles-educativos
[4] Chile introdujo la versión extrema del sistema de school choice proveyendo a los estudiantes de vouchers para asistir a escuelas privadas, a inicios de la década del ochenta, durante la dictadura de Pinochet. Además de los fuertes conflictos en el sector educativo chileno que se han suscitado en los últimos años, no se observa evidencia de que esta reforma haya mejorado el desempeño educativo. McEwan y Carnoy (2000) concluyen que la evidencia del impacto de transferir recursos públicos a escuelas dirigidas en el marco privado es mixta: algunas escuelas lograron resultados ligeramente peores que los de las escuelas públicas en tanto otras lograron alcanzar resultados ligeramente mejores. Hsieh y Urquiola (2006) no encuentran evidencia de que la reforma chilena haya mejorado los puntajes.
[5] Si bien las charter schools no son exactamente lo mismo, la idea de fondo es la misma: contar con centros que funcionen por fuera de las reglas que gobiernan al sistema público tradicional. En el caso de las escuelas charter, el responsable último de intervenir o eventualmente clausurar una escuela es el Estado cosa que en el caso de las experiencias como el Jubilar y el Impulso no parece ser así a pesar de ser financiada prácticamente en su totalidad con fondos públicos vía renuncia fiscal.
[6] http://www.nybooks.com/articles/archives/2010/nov/11/myth-charter-schools/
[7] Hay una discusión muy interesante sobre la generalización de resultados basados en evaluaciones experimentales entre Deaton y Banjeree que puede verse aquí: http://www.nyudri.org/initiatives/deaton-v-banerjee/. Resumidamente, Deaton argumenta que este tipo de evaluaciones presentan dos tipos de problemas: 1) en general el experimento se hace sobre una muestra de la población que no es elegida aleatoriamente (en el caso del Jubilar es claro), 2) aun cuando sea elegida aleatoriamente, el tamaño de muestra suele ser demasiado pequeño como para lograr que la muestra sea representativa de la población total sobre la que se quieren hacer extensivos los resultados. Además, cuando se trabaja sobre muestras pequeñas unos pocos casos excepcionales (outliers) pueden tener un efecto distorsivo importante en el resultado final.
[8] Los documentales The Lottery y Waiting for Superman, sobre las charter schools en Estados Unidos registran muy claramente este problema (ver especialmente los primeros 3 minutos de la última parte The Lottery: https://www.youtube.com/watch?v=nCNP31q2dpM). Es preciso aclarar que ambos documentales fueron elaborados con el fin de mostrar la necesidad de seguir expandiendo este tipo de centros y puede ser que exageren la frustración de los que quedan fuera con el fin de generar una sensibilidad contraria a la que produjo en las autoras de esta nota.
[6] http://www.nybooks.com/articles/archives/2010/nov/11/myth-charter-schools/
[7] Hay una discusión muy interesante sobre la generalización de resultados basados en evaluaciones experimentales entre Deaton y Banjeree que puede verse aquí: http://www.nyudri.org/initiatives/deaton-v-banerjee/. Resumidamente, Deaton argumenta que este tipo de evaluaciones presentan dos tipos de problemas: 1) en general el experimento se hace sobre una muestra de la población que no es elegida aleatoriamente (en el caso del Jubilar es claro), 2) aun cuando sea elegida aleatoriamente, el tamaño de muestra suele ser demasiado pequeño como para lograr que la muestra sea representativa de la población total sobre la que se quieren hacer extensivos los resultados. Además, cuando se trabaja sobre muestras pequeñas unos pocos casos excepcionales (outliers) pueden tener un efecto distorsivo importante en el resultado final.
[8] Los documentales The Lottery y Waiting for Superman, sobre las charter schools en Estados Unidos registran muy claramente este problema (ver especialmente los primeros 3 minutos de la última parte The Lottery: https://www.youtube.com/watch?v=nCNP31q2dpM). Es preciso aclarar que ambos documentales fueron elaborados con el fin de mostrar la necesidad de seguir expandiendo este tipo de centros y puede ser que exageren la frustración de los que quedan fuera con el fin de generar una sensibilidad contraria a la que produjo en las autoras de esta nota.