Foto de: María José Álvarez Rivadulla |
El pasado jueves 8 de agosto, Uruguay dio un paso hacia la igualdad. Diputados
aprobó por unanimidad una ley de
acciones afirmativas para la población afrodescendiente. Entre otras noticias
de estos días, fundamentalmente relacionadas con el crimen y la inseguridad, ésta
pasó más bien inadvertida, mucho más que las breves pero acaloradas discusiones
que se dieron durante los dos años pasados acerca de si Luis
Suárez era o no racista al vituperar a Evra pero abrazar a un niño negro o
decirle cariñosamente “negra” a su esposa, o si la joven Tania había sufrido un
ataque
racista o no al salir de un baile y sufrir una violenta golpiza [1].
Hubo, es verdad, una discusión interesante pero sin demasiada difusión dentro
de la propia izquierda que propuso el proyecto, entre quienes argumentaban por
los beneficios de la ley en términos de igualdad de logros y quien se oponía a
ella desde argumentos más bien liberales de igualdad de oportunidades y
políticas universales que “naturalmente” impactarían en la igualdad racial[2].
Es sin embargo una noticia de gran alcance que, creo, debemos celebrar tanto
como la aprobación del matrimonio igualitario, más allá del escepticismo y
curiosidad con que sigamos su desempeño en mejorar las condiciones de equidad
de una población históricamente relegada y con graves problemas de exclusión.
La ley otorga una cuota de 8% en empleos públicos, con el objetivo de que ésta esté
tan representada en esos cargos como en la población total, de acuerdo con el
censo 2011. También prevé becas de estudio y capacitación laboral en el Instituto
Nacional de Empleo y Formación Profesional (INEFOP) y modificaciones en la Ley
de Inversiones para empresas que contraten personas afro. Asimismo, promueve visibilizar
en los programas de educación primaria y secundaria la historia de los
afrouruguayos y su contribución a la historia del país. Busca, de este modo,
revertir una desigualdad histórica, un desbalance de larga data que, y esto es
importante, tiene consecuencias presentes. Las personas que se autoidentifican
como afrodescendientes tienen en promedio menor educación, peores empleos, más
desempleo e ingresos muy inferiores que los que se consideran de raza blanca [3].
Y, si en lugar de mirar autoidentificación miramos color de piel, los datos se
vuelven aun más preocupantes [4].
Uruguay se une así a un grupo de países, como Estados Unidos, Brasil o
Suráfrica, que aplican acciones afirmativas para grupos étnico-raciales no privilegiados (otros
tipos de acción afirmativa apuntan a otras minorías como mujeres, grupos
religiosos, discapacitados, pobres, miembros de la casta de los Intocables,
etc.). Resulta importante preguntarse, más allá de los argumentos a priori en
contra a favor por razones morales, de justicia distributiva, políticas, etc.,
qué efecto han tenido las políticas de discriminación positiva en otros
lugares. El país donde tienen más larga data y, por lo tanto, donde se presta
más para evaluaciones de impacto de estas políticas, es Estados Unidos. La
evidencia, según la variable que miremos es entre débil y esperanzadora pero
nunca negativa en términos de equidad de la población beneficiada.
Edward Telles, sociólogo de Princeton especializado en temas de raza en
América Latina, compara la brecha de ingresos entre afros y no afros en Estados
Unidos y Brasil y nos dice que es menor en el primer país gracias a la acción
afirmativa de larga data (aunque en Brasil las relaciones interraciales son más
cotidianas tanto en matrimonios como en convivencia en un mismo barrio). [5]
En una revisión de la literatura sobre acción afirmativa, Sabbagh nos advierte,
sin embargo, que en Estados Unidos es difícil disociar el efecto de la acción afirmativa como tal
de aquel del fin de la segregación.[6]
Sin embargo, sí se ha encontrado que, al menos en los 70s, el empleo de mujeres
y afros en firmas que aplicaron políticas de acción afirmativa aumentó
en comparación con aquellas que no estaban obligadas a hacerlo. (En los 80s, las políticas de Reagan atentaron
contra los programas de acción afirmativa y el efecto desaparece.) En educación
también se encuentran efectos positivos (no olvidemos que el presidente Obama
es producto de los programas de acción afirmativa; nunca hubiera hecho su
carrera en Harvard de otro modo). Desde los años 60s ha habido un enorme
aumento de afros y latinos en el sistema de educación superior, gracias a las
cuotas. Una investigación hecha en dos instituciones de elite, Princeton y
Harvard, dice que los afro que logran entrar a estas instituciones, muchos por
acción afirmativa, tienen mayores chances de graduarse que los que ingresan a
otras instituciones. Aprovechan la oportunidad. Esta idea es importante para
aquellos que temen que se contrate gente incapaz o ineficiente o al menos no a
los mejores[7]. Otro estudio
refuerza esta idea pero para el mercado de trabajo: encuentra que independiente
de las calificaciones al momento de entrar, el desempeño de quienes lo hacen
por acción afirmativa no es menor que el de los demás. [8]
Nuevamente, aprovechan la oportunidad.
Esto no quiere decir que no haya efectos negativos o problemáticos de la
acción afirmativa. Claro que los puede haber. Como dicen los gringos, en políticas
sociales “no hay almuerzo gratis”; siempre hay que dar algo para ganar algo.
Entre los efectos problemáticos podemos señalar la esencialización de
categorías raciales, los problemas para identificar beneficiarios, las
poblaciones igualmente excluidas pero que quedan invisibilidades porque no
entran en la política por no pertenecer a ese grupo racial o étnico, la
injusticia de que una persona capaz pero no afro quede fuera del puesto; Y podríamos
pensar en otros. Estos problemas no son
nada menores y debemos tenerlos en cuenta al hacer seguimiento a esta política.
Sin embargo, veo la acción afirmativa como un camino que ha dado ciertos
resultados hacia la equidad en lugares donde se ha aplicado. Ciertamente
mejores resultados que la inacción o la espera de que algún día, por arte de
magia, el mono, el elefante y el pez puedan cumplir en igualdad de condiciones
con la misma prueba: subirse a un árbol.
[1] Sobre el
caso Suárez ver la excelente reflexión en este blog de Fernanda
Boidi así como la que desencadenó el caso Tania en Carlos
Aloisio también en este blog.
[2] Ver discusión en Semanario Voces entre Andrés
Scagliola y Hoenir
Sarthou y Ortuño
y Sarthou
[3] Ver informe del INE, “Encuesta Continua de Hogares. Módulo de Raza. Principales
Resultados” (http://www.ine.gub.uy/biblioteca/raza/MODULO_RAZA.pdf). Ver también el excelente libro Población afrodescentiente y desigualdades
étnico-raciales en Uruguay, de varios autores coordinado por Lucía Scuro y
disponible en http://www.fondoespanapnud.org/wp-content/uploads/2010/07/PoblacionAfrodescendienteyDesigualdadesEtnicoRaciales.pdf#page=133. Ver también: Cabella y
Porzecanski “The growth of ethnic minorities in Uruguay: Ethnic Renewal or
Measurement Problems?” (http://www.ciqss.umontreal.ca/Docs/SSDE/pdf/Cabella.pdf).
Y finalmente, para una visión
más histórica de esta problemática el reciente libro de mi profesor George Reid
Andrews Blackness in the White Nation.
[4] Ver el informe de la encuesta LAPOP 2012 para Uruguay, escrito por
Rosario Queirolo y Maria Fernanda Boidi y disponible en: http://www.vanderbilt.edu/lapop/uruguay/Uruguay_Country_Report_2012_W.pdf
[5] Telles,
Edward Eric. 2004. Race in another America: the significance of skin color
in Brazil. Princeton, N.J.: Princeton University Press.
[6] Sabbagh, Daniel. 2004.
“Affirmative Action Policies: An International Perspective”. UNDP.
[7] Ver argumento de Sarthou al respecto
diciendo que lo que necesitamos son los mejores servidores públicos.
[8] Holzer, Harry J., and
David Neumark. 1996. Are affirmative action hires less qualified?: evidence
from employer-employee data on new hires. Cambridge, MA: National Bureau of
Economic Research.