Chorizos asesinos y vacunas que causan autismo: ¿Por qué es tan importante la alfabetización científica en la era digital?

Imagen por JaredTarbell (CC by 2.0) 
Los chorizos y la panceta te matan dándote cáncer (como el cigarro), la carne roja probablemente también. Con esa rigurosidad técnica que caracteriza, la amplia mayoría de los medios de información -locales e internacionales- levantaron y difundieron un pésimo comunicado (por lo poco claro) de la OMS sobre el vínculo entre las carnes procesadas y el cáncer 1. Además de hacer temblequear a los frigoríficos y las fiambrerías del mundo, este comunicado causó bastante revuelo y un pánico infundado.

La presente nota trata de reflexionar -con un mínimo de coherencia y algo de literatura- sobre este tipo de incidentes: su peligrosidad, causas y qué se podría hacer para evitarlos. Lejos de querer ser alarmista, voy a intentar demostrar por qué difundir contenidos falsos o de mala calidad puede acarrear consecuencias muy negativas para la salud física y mental (de los que las reciben y de terceros); particularmente en temáticas de interés social como las vinculadas a la salud pública.

Para dar algo de contexto, el artículo comienza discutiendo brevemente el rol de Internet en el cambio de la forma en que nos informamos y difundimos la información, así como los beneficios y  riesgos que ello acarrea. Luego, se presenta un ejemplo donde “repostear indiscriminadamente” causó daños significativos a la salud de miles de niños (y probablemente contribuyó bastante en la muerte de cerca de 10). Por último, presento algunas ideas sobre el tipo de competencias que se requieren para evaluar críticamente la información (alfabetizaciones científica y estadística), mostrando algunos datos que permiten pintar un panorama –no muy alentador- de éstas para el caso uruguayo.


Toda gran redistribución de poder conlleva una gran redistribución de responsabilidad


Internet, esa tecnología disruptiva que a pesar de surgir en El Imperio nos permite contactarnos con los ciber-soldados de la libertad. Ellos, luchando en contra de la desinformación de las corporaciones multinacionales, nos informan sobre cosas como las vacunas contra el cáncer descubiertas en Venezuela, las raíces ocultas del conflicto en Siria, o lo cancerígeno de la Coca Cola.

Dejando la ironía de lado, el asunto es que Internet ha cambiado sustancialmente la forma en que los uruguayos nos informamos sobre las cosas que pasan en nuestro país 2 y en el mundo. No solo se “descentralizaron” los lugares donde consumimos la información, sino que ahora también somos nosotros mismos los que la producimos o -quizás siendo un poco más realistas- los que decidimos qué noticias/artículos leemos, compartimos y cuáles no. En otros términos, parece existir un cambio importante en la distribución del poder en relación a la producción y consumo de información. El asunto es que, como decía el difunto Ben Parker (1962), “with great power there must also come–great responsibility!”. 

Siguiendo con la metáfora anterior, si el “gran poder” es la posibilidad de contar con niveles nunca antes sospechados de información a nuestro alcance y –al mismo tiempo- con una capacidad de redireccionarlos y difundirlos  a piacere entre nuestros pares;  la gran responsabilidad refiere entonces a la necesidad de un mínimo de evaluación, crítica y filtro de los contenidos que leemos y decidimos repostear o retwitear.
  

Cuando la cosa se pone viral pero no en sentido figurado


¿Por qué hablar de “responsabilidad” ante acontecimientos tan mundanos? Podrán decir “qué moralista y alarmista este pibe”, pero permítanme presentar un ejemplo puntual y bastante actual sobre situaciones en las que la falta de filtros y capacidad crítica para evaluar la veracidad de una afirmación difundida en Internet generó pánico y daño a la salud de la población toda (aún de terceros no crédulos o involucrados).

A comienzos de esta década, diferentes figuras mediáticas y “activistas online” de Estados Unidos comenzaron a reflotar el mito de que existe un vínculo causal entre la vacunación en niños y el autismo. Les recomiendo leer el siguiente artículo para comprender la magnitud del problema y ver cuán fácil puede ser presentar “evidencia” y pseudo-ciencia (o ciencia mal entendida) en internet para defender argumentos nefastos: http://www.activistpost.com/2013/09/22-medical-studies-that-show-vaccines.html 3

Sin información y conocimientos básicos sobre cómo funciona la ciencia y sus aplicaciones en el mundo en qué vivimos, no es muy difícil que un grupo importante de personas tomara como válido lo propuesto en dicha nota. Las consecuencias fueron nefastas: en Estados Unidos, en los años 2010 y 2012 reaparecieron brotes –literalmente epidemias- de Tos Convulsa, una enfermedad que puede ser mortal en niños pequeños pero que es fácilmente prevenible a través de la vacunación. En California, en el año 2010, murieron 10 niños y se registraron 9.120 casos  de esta enfermedad, el peor brote en 60 años. 

Diversos estudios vincularon este brote con conglomerados de hogares que rechazaron vacunar a sus hijos por motivos no médicos -en otros término, ideológicos- (Atwell et al. 2015)4. Lejos de ser una cuestión vinculada a niveles educativos y socioeconómicos bajos o ideologías conservadoras, el fenómeno se concentró en ciertas zonas residenciales y “liberales” de California donde –probablemente- el tipo de información que difundieron las figuras mediáticas tuvo un rol clave. 


Es la ciencia, estúpido!


Volviendo sobre el argumento central, el problema entonces radica en que las habilidades para evaluar la veracidad y calidad de niveles cada vez más grandes de información no son innatas.  Van Deursen, Helsper y Enyon (2015)5  conciben a las Informational Internet Skills como las competencias de los internautas para buscar exitosa y eficientemente información online, así como para evaluar su legitimidad/veracidad. Aquí encontramos  aspectos clave como la habilidad para evaluar si un sitio web es confiable o no, o la sana costumbre de comparar más de un sitio web antes de decidir si cierta información es veraz (Van Deursen et al. 2015)6

Sucede que este es un problema que va mucho más allá de Internet, vinculandose con aspectos más generales sobre la forma en la que comprendemos al mundo exterior. En otros términos, lo que la literatura denomina como alfabetización científica y alfabetización estadística

La primera puede entenderse en términos generales como la habilidad para utilizar conocimientos preexistentes para identificar nuevas preguntas, adquirir nuevos conocimientos y poder realizar juicios basados en evidencia sobre varios fenómenos empíricos o científicos de la realidad 7 . La segunda, quizá una herramienta clave para la anterior, refiere a la habilidad para utilizar un pensamiento crítico en base a datos, números y estadísticas usadas en argumentos/discusiones basadas en evidencia. Es necesaria para comprender materiales presentes en los medios de prensa tradicionales y digitales, particularmente en relación a la lectura e interpretación críticas de tablas, gráficas y encuestas 8.


¿Y por casa cómo andamos?


Quizá haya sido solo mi feed de Facebook en los últimos 10 años, pero diversos episodios noticiosos recientes me hacen de dudar que aquí –y en casi cualquier lugar del mundo- estas sean competencias muy universales. Más allá de mis impresiones personales, ¿existe alguna forma de evaluar en qué situación se encuentra el Uruguay en la temática? 

Si bien se carece de datos para la población adulta del país, los resultados de los jóvenes de 15-16 años evaluados por PISA resultan unos de los indicadores más confiables posibles de obtener 9. En este sentido, tal como en el resto de las competencias evaluadas por PISA, el país no se encuentra en una buena situación. No sólo Uruguay  presenta niveles de alfabetización científica considerablemente bajos comparados con otras naciones desarrolladas sino que, aun comparándonos con nosotros mismos la situación no es para nada auspiciosa: Uruguay es uno de los pocos países en todo el mundo que redujeron su desempeño en ciencias entre 2006 y 2012 (PISA-OECD, 2015).  

Pero además existe un segundo problema más conceptual que estadístico: lamentablemente las competencias en ciencia no despiertan el mismo interés que las de matemática y lenguas.


Sintetizando: ¿se puede hacer algo para cambiar la situación?


No deberíamos esperar a tener nuestro propia epidemia prevenible para empezar a trabajar en la temática. Diversos episodios locales recientes pueden ser entendidos como señales de alerta en relación a la comprensión ciudadana sobre temas con base científica y de interés social. Además del episodio de la OMS y las carnes, discusiones y desinformación en torno a la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano o la calidad del agua local se caracterizaron por escaso rigor de las notas que informaban sobre los mismos: desde la comprensión errónea de conceptos científicos y nociones estadísticas, hasta cuestiones más básicas como poner a disposición del lector vínculos a los estudios originales. Pero no sólo de las ciencias duras vive el hombre: una correcta interpretación de datos sobre política educativa, de salud o carcelaria (por poner algunos ejemplos) dependen de un adecuado análisis de encuestas y de datos administrativos. Una comprensión mínima de nociones como aleatoriedad y representación estadísticas son básicas para entender estos fenómenos; es muy ingenuo suponer que la mayor parte de la población las posee.

Sólo a modo de reflexión, propongo pensar dos “caminos” paralelos sobre los cuales considero que sería posible avanzar en la temática. 

Por un lado, capacitar a quienes redactan la información dentro de los medios tradicionales: a diferencia de los expertos en una temática, los periodistas deben escribir sobre un universo de temáticas amplísimo con limitantes de tiempo enormes. Si deseamos que la ciencia (dura o social) llegue a la ciudadanía en forma razonable, deberíamos asegurarnos de que quienes “la traducen” tengan los recursos y conocimientos mínimos necesarios para hacerlo en forma adecuada.

En segundo lugar, sin dejar de enfatizar la relevancia de la matemática y la lengua, podríamos comenzar a darle un mayor énfasis al aprendizaje científico y estadístico en un sentido amplio. Si se comparte al menos alguno de los argumentos que esbocé aquí, la habilidad para comprender y cuestionar los niveles de información cada vez mayores con los que se nos  bombardea resultaría clave para el ejercicio de una ciudadanía responsable. Es cierto que la ANII se encuentra desarrollando algunas iniciativas al respecto y aunque este es un avance importante, se focaliza en estudios específicos y con un perfil más “duro”. Quizás fuere más importante transformar la alfabetización científica en un tema de agenda; preguntándose y preocupándose por el desempeño en ciencias –y no sólo lengua y matemática- cuando salgan los próximos resultados de las pruebas PISA y TERCE.


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1  Después de leer toda la nota (sino me adelanta todo el desarrollo del argumento y destruye el post), ver este artículo sobre el problema del anuncio de la OMS y cómo el periodismo lo encaró: http://www.vice.com/es_mx/read/el-problema-no-es-la-carne-roja-es-todo-lo-demas-989?utm_source=vicefbmx
2  De a acuerdo a la encuesta WIP+UY 2013, la Web es por lejos medio de comunicación más importante para los uruguayos como fuente de información. Y esto no sólo sucede en los sectores de mayor instrucción formal y más jóvenes (que sí, lo hacen en mucha mayor medida), sino que la amplia mayoría de los grupos poblacionales considera a Internet como el medio más relevante para informarse. Dodel, M. (2015b) URUGUAY, SOCIEDAD E INTERNET: Principales Resultados de la Encuesta WIP+UY 2013. Universidad Católica del Uruguay.
3  Si por otro lado quieren entrarle rápidamente a todos los contraargumentos y evidencia científica en torno al fenómeno, recomiendo este video de SciShow “The Science of anti-Vaccination”
4  Atwell, J. E., Van Otterloo, J., Zipprich, J., Winter, K., Harriman, K., Salmon, & Omer, S. B. (2013). Nonmedical vaccine exemptions and pertussis in California, 2010. Pediatrics, 132(4), 624-630.
5  En su Proyecto “From Digital Skills to Tangible Outcomes”, estudio sobre los impactos de las competencias digitales en la calidad de vida (inicialmente realizado en Inglaterra y Holanda).
6  Para quien le interese un listado de armas un poco más sofisticado para realizar esta tarea, el siguiente es un excelente artículo: Six Easy Ways To Tell If That Viral Story Is A Hoax
7  Esta es una definición más complete provista por PISA: “PISA defines scientific literacy as an individual’s scientific knowledge, and use of that knowledge, to identify questions, acquire new knowledge, explain scientific phenomena and draw evidence-based conclusions about science-related issues; understanding of the characteristic features of science as a form of human knowledge and enquiry; awareness of how science and technology shape our material, intellectual and cultural environments; and willingness to engage in science-related issues, and with the ideas of science, as a reflective citizen.” (PISA-OECD, 2015)
8  Bidgood, P., Hunt, N., & Jolliffe, F. (2010). Assessment Methods in Statistical Education. John Wiley & Sons Inc..
9  Más allá que la definición de alfabetización científica de PISA se focalice casi que únicamente en “ciencias duras” o aspectos tecnológicos. Algo similar sucedió con los SERCE y TERCE, donde se estudió únicamente “Ciencias de la Naturaleza” http://www.unesco.org/new/es/santiago/education/education-assessment-llece/second-regional-comparative-and-explanatory-study-serce/; http://www.anep.edu.uy/anep/index.php/tercer-estudio-regional-comparativo-y-explicativo-terce

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