Generando memoria

En una conmemoración pública, Mujica se refirió a las imágenes del pasado como “viejas sombras que aletean en la memoria”, recordando a quienes estaban presentes en el acto, que la memoria histórica es un ejercicio constante de recreación y que somos todos “sujetos del tiempo”. Estas palabras son sumamente iluminadoras respecto a  la relación conflictiva que tenemos los uruguayos con nuestra historia reciente.  A veces dice más lo que escondemos y callamos (incluso lo que olvidamos) de lo que somos, que aquello que decidimos exhibir (“El olvido es una de las formas de la memoria”, solía decir Borges:”su vago sótano, la otra cara secreta de la moneda”). Pero los “fantasmas de la memoria” son obstinados y aparecen constantemente como embrujos para recordarnos de dónde venimos y hacia dónde vamos. Hay quienes (han dicho que hay que) nos invitan a mirar para adelante, pues el pasado nos ancla y nos inmoviliza. Ya Walter Benjamin -inspirado en el cuadro de Klee- nos recordaba que el pasado ejerce una fuerza arrolladora sobre el presente y futuro, nos guste o no nos guste[1].
Es común que se ubique a la memoria en el plano de lo subjetivo y  lo afectivo pero la memoria muchas veces opera como la más emperrada de las estructuras sociales. Nos condiciona, amolda y determina, interiorizándola incluso irreflexivamente. Es por ello que los estudios sobre la memoria colectiva importan, e importan mucho, para comprender las acciones y sociedades en el presente (“la historia es siempre historia presente…”, solía repetir Methol Ferré) a su vez que para desentrañar nuestras posibles opciones de futuro.
Esta breve reflexión, a la que sirvió de estímulo la reciente nota de Luciana Scaraffuni sobre la memoria del pasado reciente, busca realizar algunos apuntes adicionales para pensar el lugar social de la memoria colectiva de los años de represión en el Uruguay, al tiempo que dejar planteadas interrogantes sobre  algunos embrollos que surgen de la ardua -pero necesaria y urgente-tarea- de conservar los testimonios de quienes sufrieron graves violaciones de sus derechos humanos durante aquel período. Aunque existen muchas aristas a considerar, esta aproximación  busca en particular dejar planteada la importancia de contemplar la mirada de género en los archivos de la memoria en Uruguay.  

Memorias para armar [2]
La noción de que la memoria es mucho más que el mero proceso de recolección de hechos del pasado ya es moneda corriente, tanto en la palestra académica como dentro de varios sectores de la sociedad civil. El creciente número de publicaciones dentro del campo de la memoria cultural y colectiva que se despliega desde la década de los ochenta, atestigua de la creciente preocupación por esta área de estudio.  Sin embargo, últimamente se registran  intentos (desde el feminismo, los estudios de género y los estudios queer, por nombrar algunos campos) por  ofrecer paradigmas y métodos alternativos para el estudio de la memoria colectiva y los procesos, actores y mecanismos a través de los cuales ésta opera (Cvetkovich, 2002; Scott, 1986). Desde su incepción los estudios sobre memoria -en su vertiente colectiva- han hecho hincapié en dos cualidades importantes:
a) Su intencionalidad e instrumentalidad (esto es,  hacer uso del pasado para construir identidades en el presente y proyectarnos al futuro, esta característica íntimamente relacionada con los usos políticos de la memoria y la articulación de fronteras identitarias). 
b) Su cualidad narrativa (la memoria colectiva cristaliza en el momento que se tematiza y se narra, volviéndose inteligible para los demás).   Esta cualidad está íntimamente relacionada con los médiums y medios de la memoria, y con el poder del narrador y la narración.

Sin embargo, hoy en día se problematiza esta lectura de la memoria colectiva por considerársela sobre-simplificadora, y se intenta incorporar al estudio sus vertientes no intencionales e implícitas (es decir, la memoria como algo que se impone aunque no la evoquemos intencionalmente). No toda la memoria se “utiliza” de manera instrumental; muchas veces la memoria opera como la más obstinada de las estructuras sociales, restringiendo las posibilidades del presente e imponiéndose como verdad indiscutible (Olick and Levy 1997). Por otro lado, nuevas corrientes han enfatizado la importancia de recuperar formas no-narrativas de memoria y explorar archivos alternativos que recuperen intangibles afectivos que también hacen a la memoria colectiva (Hish y Smith, 2002).  ¿Cómo recuperar entonces esas vertientes no intencionales y silenciosas de la memoria?  ¿Qué tecnologías de la memoria alternativas tenemos a nuestra disposición para recordar?

¿Qué, cómo y quién recuerda? Memoria y género en la reconstrucción del pasado reciente  



En relación a la memoria del pasado reciente, es común escuchar que la dimensión de género es innecesaria porque la represión  se aplicó a todos por igual, y no conoció diferencias por género ni clase. La experiencia de la tortura es una de las muchas memorias que podía ameritar una mirada desde los estudios de género. Es innegable que existieron  técnicas de tortura similares, el dolor, las marcas imborrables del cuerpo, y las gramáticas de poder subyacente son muy parecidas en las experiencias de hombres y mujeres.  Una cierta tendencia a descartar el género como posible prisma de análisis también se relaciona con la virtual inexistencia del discurso de género durante el periodo bajo estudio. Dado que se tendió a tematizar a la militante femenina en un plano de igualdad a sus compañeros masculinos, las reconstrucciones de su propia experiencia de generalmente no se tematizan desde la óptica de género y, si se hace, ello obedece a una elaboración realizada a posteriori. Por citar algunos ejemplos del discurso dentro de ex militantes del MLN: “Las mujeres pelearon  en el sentido más literal de la palabra de igual a igual con los hombres, se tiroteaban, fueron detenidas, torturadas y desaparecidas en términos iguales que los hombres, no se establecían diferencias entre hombres y mujeres” (testimonio-anónimo, entrevista realizada por la autora).

Sin embargo, varios estudios han mostrado cómo la represión de las dictaduras del Cono Sur tuvo especificidades de género (Taylor, 1997; Jelin, 2001; Bunster-Burotto, 1986). El género importa, no solo porque hubo técnicas de tortura que se aplicaron de forma (y en número) diferente a hombres y mujeres, sino también porque la maternidad en cautiverio, la relación entre rehenes mujeres y entre las mujeres presas y los militares también fue diferente a la que experimentaron los hombres. Este hecho es explicable por sus posiciones diferenciadas en el sistema de género imperante en la sociedad, posiciones que implican experiencias vitales y relaciones sociales jerárquicas claramente distintas.

Si la memoria colectiva es abierta, activo-selectiva, se desprende entonces que no todos los actores tienen la misma “legitimidad social” para recordar y narrar su historia. La crítica a que han sido los hombres quienes han, de alguna manera, monopolizado la memoria de la represión militar fue esbozada claramente en el libro “Memorias para Armar”, que (de alguna forma) en cierta medida fue precursor en introducir la mirada de género en la discusión. Se ha generalizado el testimonio de los hombres como un testimonio universal.

Por otro lado, incorporar una óptica de género no puede entenderse meramente como sinónimo de estudiar estas vivencias en las mujeres versus la de los hombres. En una entrevista a una presa política se describe como el accionar militar estaba teñido también por un sesgo de género.  
Aunque hay algunas interpretaciones que asocian al poder hegemónico con la dominación masculina, autoras como Scott plantean la necesidad de librarnos de interpretaciones esencialistas y procurar, por el contrario, analizar los procesos históricos de diferenciación que son inherentemente contextuales (1980:20).  El género marca las identidades en formas específicas pero debemos ver cómo la marca en formas especificas dentro de contextos determinados, en lugar de subsumirlas en categorías monolíticas y esencialistas.

Es importante señalar a esta altura de la reflexión que las relaciones jerárquicas no están construidas únicamente en términos de género, sino que también lo están  en términos económicos, sociales, políticos y raciales, y que adoptar una óptica de género no implica desconocer esas diferencias que existen entre las experiencias de mujeres entre sí y entre hombres entre sí (Cockburn, 2001). Pluralizar los discursos en torno a este período se vuelve una tarea ardua pero importante y la arista de género es una de las muchas que permiten complejizar la memoria. La noción de interseccionalidad da cuenta precisamente de la necesidad de ubicar las reconstrucciones de la memoria en las intersecciones de variadas identidades (Collins, 2008).

La discusión sobre las violaciones de derechos humanos  y cómo se la reconstruye no puede ser concebida como algo finalizado y sus impactos profundos y reales  siguen saltando  a la vista hoy en día. Más aún cuando quedan tantas heridas sociales  abiertas y muchos testimonios por ser contados. Las preguntas de cómo recordamos y quiénes y cómo lo hacemos no dejan de conservar una enorme vigencia.

Referencias

Bunster-Burotto, Jimena. (1986) “Surviving Beyond Fear: Women and Torture in Latin America” in Women and Change in Latin America, ed. Nash, J. and H. Safa. South Hadley, MA: Bergin and Garvey.
Cockburn, C. (2001) ‘The Gendered Dynamics of Armed Conflict and Political Violence’ in Moser, C.O.N and Clark, F.C. (eds.) Victims, Perpetrators or Actors? Gender, Armed Conflict and Political Violence. London: Zed Books, p 13-29.
Cvetkovich. Ann. 2002. “In the Archives of Lesbian Feelings: Documentary and Popular Culture” Camera Obscura 17.1 107-147
Hill Collins, Patricia (2008) Black Feminist Thought: Knowledge, Consciousness and the Politics of Empowerment. New York: Routledge.
Hirsch, M. and V. Smith (2002), “Feminism and Cultural Memory: an Introduction,”  in Signs: Journal of Women in Culture and Society, 28 (1).
Jelin, E. (2001) “El género en las memorias” en  Los trabajos de la memoria, Siglo Veintiuno editores, España. Cap. 6
Jelin, E. 2000. “Memorias en conflicto” en Puentes: Causas Por la Verdad. La justicia no se rinde. Año 1 (1).
Olick, J. K., and D. Levy. 1997. “Collective Memory and Cultural Constraint: Holocaust Myth and Rationality in German Politics.” American Sociological Review, 62:6:  920-936.

Scott, J. (1986).  “Gender: A Useful Category of Historical Analysis,” in The American Historical Review, 91(5), pp 1053-1075
Taylor, Diana (1997), Disappearing Acts. Spectacles of Gender and Nationalism in Argentina’s “Dirty War”, Durham  Londres: Duke University Press






[1] Walter Benjamin-TESIS DE FILOSOFÍA DE LA HISTORIA

[2] Título del libro de la Editorial Senda del proyecto “Memoria para armar” del Taller de Género y Memoria de ex presas políticas.

Jared Diamond: te odio y te amo

Por Nicolás M. Somma Hace más de una década, Felipe Monestier y Cecilia Rossel me regalaron para mi cumpleaños el libro Armas, gérmenes y ...