¿Quién gobierna? ¿Cómo cambiarlo? ¿Y por qué importa? Diversidad de la representación política en Uruguay.
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Este año, nuestro país inauguró un nuevo gobierno. Una de sus inauguraciones adyacentes, fueron cambios relevantes en quiénes—en términos de sus atributos descriptivos—están al mando de la toma de decisiones en el país. El presidente de la República es el primero en 100 años nacido en el interior del país; renovación mediante, también sigue los pasos de su predecesor en la reducción de la edad promedio de los electos para este cargo en comparación con las dos décadas anteriores; y, finalmente, destaca por ser el primer presidente profesor, sumándose a la corta lista de presidentes con profesiones no “tradicionales”. La vicepresidenta es, por segunda vez consecutiva, una mujer, quien—en un año récord de candidaturas femeninas a la carrera presidencial el año previo—se convirtió en la primera precandidata mujer competitiva en la historia de las internas en Uruguay. La representación de mujeres en el parlamento creció mínimamente, siendo noticia más favorable un nuevo cambio histórico hacia mayor participación política de mujeres en cargos de alta jerarquía en el ejecutivo. Este período es también inaugurado por el primer ministro afrodescendiente del Uruguay, quien ya había hecho historia 20 años atrás como el primer legislador afro del país. Vale recordar que, en un país donde el 10,6 % de la población es afrodescendiente, la primera mujer afrouruguaya en ser electa al Parlamento lo logró recientemente, en 2015 y 2020, de manera consecutiva.
Estos avances reflejan un cambio en la política uruguaya y demuestran que la representación se está ampliando. Sin embargo, las estructuras de poder siguen estando en gran medida en manos de grupos privilegiados. La política, y por ende las sociedades—en Uruguay y en el mundo—, están en gran medida dominadas por hombres, mayores, y de antecedentes étnico-raciales dominantes. En Uruguay, las desigualdades en términos de representación política se están rompiendo, pero queda mucho por andar. Sobre todo, considerando que una vez pioneros en temas de inclusividad y política, un siglo después destacamos por nuestro rezago en la región y en el mundo en estos temas. ¿Seguirá siendo este uno de los rasgos característicos de la representación política en el país?
¿Cómo cambiarlo? Experimentos y entrevistas con políticos previo a las elecciones.
Aumentar la
diversidad en la representación política no es solo una cuestión de voluntad,
sino también de incentivos y oportunidades dentro de los partidos políticos.
Entre las
herramientas para aumentar la representación se encuentran sistemas
electorales más proporcionales y disposiciones específicas para fomentar
la inclusión, como cuotas de género y etnia/raza en el ámbito legislativo y
partidario, escaños reservados, el estímulo (y reclutamiento y selección activa)
por parte de líderes de los partidos políticos para que grupos subrepresentados
se postulen y ocupen cargos públicos, programas de formación para candidaturas
y mecanismos que garanticen mayor igualdad en el acceso al financiamiento de
campañas.
Sin embargo, más
allá de estas reformas institucionales claves, mi investigación reciente
demuestra que existen factores más maleables, de corto plazo y relativamente
fáciles de aprovechar que pueden impulsar la representación descriptiva de varios
grupos tradicionalmente subrepresentados. Los cambios en la opinión
pública y el desempeño electoral de los partidos pueden generar incentivos
inmediatos para una mayor inclusión, funcionando como mecanismos flexibles
que los partidos (así como movimientos sociales y organizaciones de la sociedad
civil) pueden utilizar estratégicamente.
En particular, la
saliencia de la marginación en el contexto electoral—es decir, la
visibilidad pública de las desigualdades que enfrentan ciertos grupos—juega un
rol clave en la selección de candidatos. Cuando estas desigualdades son prominentes
en términos de opinión pública, las elites políticas
son más propensas a adoptar estrategias inclusivas, aumentando la presencia de
mujeres, afrodescendientes y jóvenes en sus listas partidarias.
Sin embargo, esta mayor inclusión no ocurre automáticamente, sino cuando existen incentivos electorales que la hacen conveniente para los partidos. A través de experimentos y entrevistas con legisladores, líderes partidarios y miembros del gabinete en Uruguay,[2] mi estudio revela que los partidos son estratégicamente inclusivos ante la saliencia de la marginación:[3] seleccionan más mujeres, afrodescendientes y jóvenes para sus listas cuando además enfrentan escenarios de incertidumbre y mayor competencia electoral, tras una caída o un bajo desempeño electoral, ante una demanda explícita de los votantes por mayor representación, o cuando cuentan con más espacio para seleccionar múltiples candidatos. Es decir, cuando la marginación es un tema visible y los partidos perciben un riesgo u oportunidad electoral, aumenta significativamente la inclusión de candidatos subrepresentados.
Estos hallazgos indican (1) que los partidos no solo reaccionan a cambios estructurales, sino que también pueden ajustar sus decisiones en respuesta a señales claras de la opinión pública, y (2) que la representación política puede cambiar cuando la inclusión se convierte en una estrategia electoralmente viable. Potenciar la visibilidad pública de la marginación y fortalecer la demanda ciudadana por mayor diversidad, en conjunción con aprovechar contextos electorales en los que los partidos están más abiertos a estrategias alternativas en sus procesos de selección de candidaturas, son claves para lograr un sistema político más representativo.
¿Por qué importa?
La diversidad en la
representación política no es solo una cuestión simbólica o de correctitud
política: tiene efectos concretos en la calidad de la democracia y en las
políticas públicas. Las investigaciones científicas han demostrado ampliamente
que la inclusión de mujeres, jóvenes y minorías en los espacios de decisión
amplía la agenda de debates, influye en las prioridades de los gobiernos y
afecta los resultados de política, generando respuestas más alineadas con las
necesidades de una sociedad heterogénea.
Además, una
representación diversa impacta la relación de los ciudadanos con el Estado,
reforzando la legitimidad de las instituciones democráticas—un aspecto clave en
tiempos de retroceso democrático. Cuando ciertos grupos quedan sistemáticamente
fuera de los espacios de poder, se debilita la confianza en el sistema y se
profundizan las brechas de desigualdad. Por ello, avanzar hacia una política
más inclusiva es una tarea urgente y colectiva.
Los tiempos han
cambiado, planteando nuevos desafíos, sí, pero también nuevas oportunidades. La
prominencia pública de la marginación e incentivos electorales de los partidos
aumentan la inclusión de grupos históricamente marginados en posiciones de
poder. Estos grupos pueden aprovechar este momento—potenciando aún más la
visibilidad de la marginación en la opinión pública y el contexto electoral de marcada
competencia política—para acelerar sus luchas colectivas y consolidar una
representación más justa y equitativa en toda la política uruguaya.
[1] Imágenes recortadas a partir de: 'Jura de la Constitución' de Juan Manuel Blanes (Dominio público, vía Picryl); 'Inauguración de la Expo Uruguay Sostenible' (Verónica Caballero, vía Wikimedia Commons, CC BY 4.0); y 'Primera sesión de la Asamblea General, 1985' (Dominio público, Centro de Fotografía de Montevideo, CdF).
[2] El estudio original, actualmente en
revisión, está disponible en: https://osf.io/preprints/osf/dh3sp_v1.
Este estudio se basa en una muestra amplia y representativa de las élites
políticas uruguayas. El trabajo de campo, realizado en persona entre diciembre
de 2022 y diciembre de 2023, abarcó a casi la totalidad de los principales
tomadores de decisiones en los partidos: legisladores, líderes nacionales,
miembros del gabinete y dirigentes locales con influencia en la selección de
candidaturas, alcanzando un 66% de tasa de respuesta.

Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.