Familia (por Manuel) Bajo Licencia CC0 1.0 Universal. |
Desde hace un tiempo, diversas agrupaciones en nuestro país empezaron a reclamar la tenencia compartida[1] de los hijos tras el divorcio, motivando la presentación de proyectos de ley para modificar el marco legal existente.[2] Esta tendencia no es exclusiva de nuestro país, sino que forma parte de un movimiento global en la misma dirección. Por ejemplo, en Estados Unidos, más de 20 estados discutieron leyes para promover la custodia compartida de los hijos después del divorcio en 2017. Asimismo, muchos países europeos han cambiado sus leyes de familia para promover la tenencia compartida tras el divorcio.[3] Esta tendencia ha sido también acompañada por países vecinos: Chile en 2013, Argentina y Brasil en 2014.
El marco legal actual en Uruguay establece que la tenencia de los hijos tras el divorcio se decidirá de común acuerdo por los padres. En caso de no haber acuerdo, será decidida por el juez teniendo siempre como principio rector que la prioridad es el bienestar del/los niño/s. Así, si bien el marco legal actual no impide la tenencia compartida, si uno de los progenitores se opone es necesario recurrir a una instancia contenciosa para obtenerla. Los cambios legislativos en este sentido suelen establecer la tenencia compartida por defecto, de forma que, al contrario a lo que sucede actualmente, el progenitor que se opone a la tenencia compartida es quien debe recurrir a una instancia contenciosa para obtener la tenencia exclusiva.
Como es lógico, las discusiones sobre la pertinencia de cambios legislativos en este sentido suelen centrarse en los costos y beneficios socio-emocionales que una distribución más equitativa del tiempo con ambos progenitores podría tener para los niños tras una disolución matrimonial. Menos discutido es el hecho de que las leyes que promueven la tenencia compartida de los hijos suponen un cambio en el costo del divorcio que es diferente para hombres y mujeres, con efectos sobre un conjunto de arreglos familiares (divorcio, matrimonio, fecundidad, participación en el mercado de trabajo) y que también podrían tener consecuencias sobre el bienestar de los niños, incluso de niños de familias intactas.
Aprovechando el hecho de que me encuentro trabajando en una investigación empírica sobre este tema para España, en esta nota discuto cuáles son los efectos esperados de un cambio legislativo que promueva o imponga por defecto la custodia compartida de los hijos y qué sugieren los estudios empíricos realizados sobre este tema.
Cambios en el costo del divorcio
Las leyes que promueven la tenencia compartida de los hijos se perciben como un aumento del poder de negociación de los hombres sobre las mujeres (Allen y Brinig, 2011). Esto se basa en la premisa de que, en ausencia de estas leyes, los padres que quieren compartir el tiempo con sus hijos por igual después del divorcio es muy difícil que lo obtengan si la madre no está de acuerdo. Como consecuencia de este cambio en el poder de negociación, estas leyes tendrán efectos opuestos en los hombres en comparación con las mujeres, con efectos netos ambiguos. Por ejemplo, dado que estas leyes reducen el costo del divorcio para los hombres, aumentaría la disposición de los hombres a casarse y divorciarse, a tener hijos y a invertir tiempo con los hijos, pero lo opuesto podría suceder para las mujeres. La palabra “costo” aquí no refiere exclusivamente a un costo monetario, sino también a un costo emocional. No obstante, es importante tener en cuenta que la custodia compartida viene usualmente acompañada de una reducción y a veces incluso desaparición de la manutención que el padre suele transferir a las madres. Asimismo, en un régimen de tenencia compartida la mujer podría perder el derecho a permanecer en la vivienda matrimonial.
Las leyes de custodia compartida también podrían afectar la división del trabajo dentro del hogar. Por ejemplo, un aumento en la probabilidad de divorcio podría conducir a un aumento del empleo de las mujeres casadas como forma de asegurar sus opciones externas en caso de disolución del matrimonio. Sin embargo, un aumento en las tasas de matrominio, podría conducir a una reducción de la oferta laboral femenina, en tanto se ha demostrado que el matrimonio aumenta la especialización intrahogar.
En el caso de las madres divorciadas, el efecto es menos ambiguo. En un contexto de tenencia compartida, las madres divorciadas tienen más tiempo lejos de sus hijos, por lo que podrían dedicar más tiempo a trabajar. Además, la tenencia compartida suele implicar una reducción de la pensión alimenticia que recibe la madre por sus hijos y una menor probabilidad de mantener el uso de la casa conyugal, lo que también la obligaría a destinar más tiempo al trabajo remunerado.
En definitiva, los efectos sobre las tasas de matrimonio, divorcio, fecundidad y participación laboral de las mujeres casadas dependerá del contexto donde se produzca el cambio legal. Más precisamente, en contextos en los que los hombres tienen una posición relativamente más fuerte, los efectos de las leyes de tenencia compartida sobre los resultados familiares reflejarían sus preferencias y el aumento de su poder de negociación. En cambio, en contextos donde hombres y mujeres tengan una influencia más balanceada, el efecto sería más ambiguo o reflejaría las preferencias de las mujeres y cómo cambian en respuesta a estas leyes.
¿Mejor o peor para los niños?
Hay varios canales a través de los cuales las leyes de tenencia compartida pueden afectar el bienestar de los niños, y no sólo en familias disueltas sino también en familias intactas. En primer lugar, y con respecto a los hijos de padres divorciados, el convivir con ambos padres en casas separadas podría aumentar o disminuir el nivel de estrés emocional de los niños, dependiendo de si los inconvenientes asociados a la falta de estabilidad son superados por los beneficios de un contacto más frecuente con ambos padres. Además, las leyes serán buenas o malas para los niños dependiendo del tipo de incentivos que impulsen las solicitudes de tenencia compartida después de las nuevas leyes, más precisamente, si responden a un verdadero deseo de pasar más tiempo con sus hijos o simplemente a un deseo de reducir las obligaciones de manutención infantil o de tener mayor control sobre el destino de ese dinero.
Por otra parte, en la medida en que las leyes de tenencia compartida aumentan el poder de negociación de los hombres, debería esperarse un papel más predominante de las preferencias masculinas en relación con la asignación de recursos destinados a los niños, tanto antes (familias intactas) como después del divorcio. No está claro si esto conduce a mejores o peores resultados para los niños (Halla, 2015). Finalmente, los efectos de las leyes de custodia compartida en la división del trabajo dentro del hogar y en la participación laboral de las madres casadas pueden traer también consecuencias para los resultados de los hijos de familias intactas y no intactas <(Roff, 2017).
En definitiva, la respuesta a la pregunta sobre los efectos de las leyes de tenencia compartida en las decisiones familiares y en el bienestar de los niños es esencialmente empírica.
¿Qué nos cuenta la evidencia empírica disponible?
Existen muchos estudios que analizan la correlación entre la custodia compartida y una variedad de resultados emocionales y educativos del niño. Aunque los resultados varían de un estudio a otro, la mayoría de ellos encuentra que los niños en custodia conjunta tienen mejores resultados emocionales y educativos que otros niños de padres divorciados (ver Nielsen (2018) y Turunen (2017) para dos revisiones de los resultados de 60 estudios). Sin embargo, la mayor parte de esta literatura se basa en muestras muy pequeñas y en comparaciones transversales de niños en diferentes regímenes de custodia, sin tener en cuenta las características de los padres antes del divorcio. Aunque algunos de esos estudios controlan por los ingresos de los padres o el nivel de conflicto entre ellos, existe un problema obvio de identificación debido a que padres con diferentes características toman decisiones de custodia diferentes.
Más recientemente, algunos estudios intentan superar el problema de identificación antes mencionado comparando los resultados de niños que viven en regiones que han aplicado reformas para promover la custodia compartida con niños que viven en regiones que no. A diferencia de los estudios anteriores, estos estudios tienden a encontrar efectos negativos de las leyes de custodia compartida en los niños. Nunley y Seals (2011) y Maiti (2015) encuentran que las leyes de custodia conjunta están asociadas con peores resultados educativos y laborales de los niños que crecieron en los estados de Estados Unidos que habían aprobado leyes de custodia conjunta. Estos dos estudios no distinguen entre niños de familias intactas y no intactas. Fernández et al (2018) encuentran que los estados de los Estados Unidos donde se ofrecen mayores reducciones en la manutención de los hijos debido a la custodia compartida, la tenencia compartida de los hijos tiene una mayor incidencia con resultados negativos para la salud y la educación de los niños.
Siguiendo esta última línea de trabajo, en un trabajo en conjunto con otro investigador (Daniel Fernandez-Kranz) estamos estudiando el impacto de las leyes de custodia compartida sobre varios resultados familiares y en el comportamiento de riesgo de los adolescentes en España. Para ello explotamos una serie de reformas para promover la custodia compartida en cinco regiones españolas, implementadas entre 2009 y 2011. El caso español es interesante porque entre las comunidades autónomas que introdujeron reformas en este sentido, las más "tradicionales" en cuanto al rol del hombre y la mujer en la familia fueron las que introdujeron cambios legales más radicales hacia la tenencia compartida, imponiéndola por defecto y obligando a una distribución 50-50 del tiempo de los padres con los hijos tras el divorcio (veáse un resumen de los cambios legales aquí y aquí). En nuestro trabajo encontramos evidencia de efectos negativos sobre el comportamiento de los adolescentes, que declaran tener conflictos más frecuentes con los padres, una relación peor con la madre y un conjunto de normas menos claras.
En síntesis, si bien la evidencia causal sobre el impacto de reformas que promuevan la custodia compartida es todavía muy escasa, los resultados sugieren que, aunque cualquier cambio que promueva la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos podría ser bienvenido, se necesita precaución en el diseño de estas leyes, especialmente aquellas que imponen la igualdad del tiempo compartido con ambos progenitores como la regla por defecto tras la disolución matrimonial.
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[1] Por tenencia o custodia compartida se entiende una división más o menos igualitaria del tiempo que los hijos pasan con cada uno de sus progenitores tras una disolución matrimonial.
[2] En agosto de 2015, dos diputados del Partido Nacional, Gerardo Amarilla y Rodrigo Goñi Reyes presentaron un proyecto de ley para modificar el código de la niñez y la adolescencia, denominado “División equitativa del tiempo de contacto de menores con sus padres”. Por su parte, el senador Luis Lacalle Pou presentó en febrero de 2016 otro proyecto menos ambicioso, que pretende establecer la tenencia compartida por defecto sin que necesariamente implique una división equitativa del tiempo con ambos progenitores.
[3] Alemania (2010, 2013), Bélgica (2006), Francia (2002, 2004), Italia (2006), UK (2010, 2011), Suecia (1992, 1998, 2006), Austria (2001), Dinamarca (2007), España (2009, 2010, 2011, 2015).
Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.
Cambios en el costo del divorcio
Las leyes que promueven la tenencia compartida de los hijos se perciben como un aumento del poder de negociación de los hombres sobre las mujeres (Allen y Brinig, 2011). Esto se basa en la premisa de que, en ausencia de estas leyes, los padres que quieren compartir el tiempo con sus hijos por igual después del divorcio es muy difícil que lo obtengan si la madre no está de acuerdo. Como consecuencia de este cambio en el poder de negociación, estas leyes tendrán efectos opuestos en los hombres en comparación con las mujeres, con efectos netos ambiguos. Por ejemplo, dado que estas leyes reducen el costo del divorcio para los hombres, aumentaría la disposición de los hombres a casarse y divorciarse, a tener hijos y a invertir tiempo con los hijos, pero lo opuesto podría suceder para las mujeres. La palabra “costo” aquí no refiere exclusivamente a un costo monetario, sino también a un costo emocional. No obstante, es importante tener en cuenta que la custodia compartida viene usualmente acompañada de una reducción y a veces incluso desaparición de la manutención que el padre suele transferir a las madres. Asimismo, en un régimen de tenencia compartida la mujer podría perder el derecho a permanecer en la vivienda matrimonial.
Las leyes de custodia compartida también podrían afectar la división del trabajo dentro del hogar. Por ejemplo, un aumento en la probabilidad de divorcio podría conducir a un aumento del empleo de las mujeres casadas como forma de asegurar sus opciones externas en caso de disolución del matrimonio. Sin embargo, un aumento en las tasas de matrominio, podría conducir a una reducción de la oferta laboral femenina, en tanto se ha demostrado que el matrimonio aumenta la especialización intrahogar.
En el caso de las madres divorciadas, el efecto es menos ambiguo. En un contexto de tenencia compartida, las madres divorciadas tienen más tiempo lejos de sus hijos, por lo que podrían dedicar más tiempo a trabajar. Además, la tenencia compartida suele implicar una reducción de la pensión alimenticia que recibe la madre por sus hijos y una menor probabilidad de mantener el uso de la casa conyugal, lo que también la obligaría a destinar más tiempo al trabajo remunerado.
En definitiva, los efectos sobre las tasas de matrimonio, divorcio, fecundidad y participación laboral de las mujeres casadas dependerá del contexto donde se produzca el cambio legal. Más precisamente, en contextos en los que los hombres tienen una posición relativamente más fuerte, los efectos de las leyes de tenencia compartida sobre los resultados familiares reflejarían sus preferencias y el aumento de su poder de negociación. En cambio, en contextos donde hombres y mujeres tengan una influencia más balanceada, el efecto sería más ambiguo o reflejaría las preferencias de las mujeres y cómo cambian en respuesta a estas leyes.
¿Mejor o peor para los niños?
Hay varios canales a través de los cuales las leyes de tenencia compartida pueden afectar el bienestar de los niños, y no sólo en familias disueltas sino también en familias intactas. En primer lugar, y con respecto a los hijos de padres divorciados, el convivir con ambos padres en casas separadas podría aumentar o disminuir el nivel de estrés emocional de los niños, dependiendo de si los inconvenientes asociados a la falta de estabilidad son superados por los beneficios de un contacto más frecuente con ambos padres. Además, las leyes serán buenas o malas para los niños dependiendo del tipo de incentivos que impulsen las solicitudes de tenencia compartida después de las nuevas leyes, más precisamente, si responden a un verdadero deseo de pasar más tiempo con sus hijos o simplemente a un deseo de reducir las obligaciones de manutención infantil o de tener mayor control sobre el destino de ese dinero.
Por otra parte, en la medida en que las leyes de tenencia compartida aumentan el poder de negociación de los hombres, debería esperarse un papel más predominante de las preferencias masculinas en relación con la asignación de recursos destinados a los niños, tanto antes (familias intactas) como después del divorcio. No está claro si esto conduce a mejores o peores resultados para los niños (Halla, 2015). Finalmente, los efectos de las leyes de custodia compartida en la división del trabajo dentro del hogar y en la participación laboral de las madres casadas pueden traer también consecuencias para los resultados de los hijos de familias intactas y no intactas <(Roff, 2017).
En definitiva, la respuesta a la pregunta sobre los efectos de las leyes de tenencia compartida en las decisiones familiares y en el bienestar de los niños es esencialmente empírica.
¿Qué nos cuenta la evidencia empírica disponible?
Existen muchos estudios que analizan la correlación entre la custodia compartida y una variedad de resultados emocionales y educativos del niño. Aunque los resultados varían de un estudio a otro, la mayoría de ellos encuentra que los niños en custodia conjunta tienen mejores resultados emocionales y educativos que otros niños de padres divorciados (ver Nielsen (2018) y Turunen (2017) para dos revisiones de los resultados de 60 estudios). Sin embargo, la mayor parte de esta literatura se basa en muestras muy pequeñas y en comparaciones transversales de niños en diferentes regímenes de custodia, sin tener en cuenta las características de los padres antes del divorcio. Aunque algunos de esos estudios controlan por los ingresos de los padres o el nivel de conflicto entre ellos, existe un problema obvio de identificación debido a que padres con diferentes características toman decisiones de custodia diferentes.
Más recientemente, algunos estudios intentan superar el problema de identificación antes mencionado comparando los resultados de niños que viven en regiones que han aplicado reformas para promover la custodia compartida con niños que viven en regiones que no. A diferencia de los estudios anteriores, estos estudios tienden a encontrar efectos negativos de las leyes de custodia compartida en los niños. Nunley y Seals (2011) y Maiti (2015) encuentran que las leyes de custodia conjunta están asociadas con peores resultados educativos y laborales de los niños que crecieron en los estados de Estados Unidos que habían aprobado leyes de custodia conjunta. Estos dos estudios no distinguen entre niños de familias intactas y no intactas. Fernández et al (2018) encuentran que los estados de los Estados Unidos donde se ofrecen mayores reducciones en la manutención de los hijos debido a la custodia compartida, la tenencia compartida de los hijos tiene una mayor incidencia con resultados negativos para la salud y la educación de los niños.
Siguiendo esta última línea de trabajo, en un trabajo en conjunto con otro investigador (Daniel Fernandez-Kranz) estamos estudiando el impacto de las leyes de custodia compartida sobre varios resultados familiares y en el comportamiento de riesgo de los adolescentes en España. Para ello explotamos una serie de reformas para promover la custodia compartida en cinco regiones españolas, implementadas entre 2009 y 2011. El caso español es interesante porque entre las comunidades autónomas que introdujeron reformas en este sentido, las más "tradicionales" en cuanto al rol del hombre y la mujer en la familia fueron las que introdujeron cambios legales más radicales hacia la tenencia compartida, imponiéndola por defecto y obligando a una distribución 50-50 del tiempo de los padres con los hijos tras el divorcio (veáse un resumen de los cambios legales aquí y aquí). En nuestro trabajo encontramos evidencia de efectos negativos sobre el comportamiento de los adolescentes, que declaran tener conflictos más frecuentes con los padres, una relación peor con la madre y un conjunto de normas menos claras.
En síntesis, si bien la evidencia causal sobre el impacto de reformas que promuevan la custodia compartida es todavía muy escasa, los resultados sugieren que, aunque cualquier cambio que promueva la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos podría ser bienvenido, se necesita precaución en el diseño de estas leyes, especialmente aquellas que imponen la igualdad del tiempo compartido con ambos progenitores como la regla por defecto tras la disolución matrimonial.
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[1] Por tenencia o custodia compartida se entiende una división más o menos igualitaria del tiempo que los hijos pasan con cada uno de sus progenitores tras una disolución matrimonial.
[2] En agosto de 2015, dos diputados del Partido Nacional, Gerardo Amarilla y Rodrigo Goñi Reyes presentaron un proyecto de ley para modificar el código de la niñez y la adolescencia, denominado “División equitativa del tiempo de contacto de menores con sus padres”. Por su parte, el senador Luis Lacalle Pou presentó en febrero de 2016 otro proyecto menos ambicioso, que pretende establecer la tenencia compartida por defecto sin que necesariamente implique una división equitativa del tiempo con ambos progenitores.
[3] Alemania (2010, 2013), Bélgica (2006), Francia (2002, 2004), Italia (2006), UK (2010, 2011), Suecia (1992, 1998, 2006), Austria (2001), Dinamarca (2007), España (2009, 2010, 2011, 2015).
Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.