¿Se viene una crisis?
Por Fernando EspondaRetrato de Nostradamus, por el Dr. Niel |
Nostradamus y el arte de predecir
Michel de Nôtre-Dame, más conocido como
Nostradamus, es el pronosticador más famoso del mundo. Su estilo críptico y
enigmático permitió que sus profecías, escritas en el siglo XVI, hayan
persistido el paso de los siglos. Sus seguidores le reconocen haber predicho
episodios ocurridos en el siglo XX, como el ascenso de Hitler al poder, las
bombas atómicas de Hiroshima y Nagazaki e incluso la tragedia uruguaya de los
andes de 1972.
Predecir el futuro también es un arte
en el que incursionan los economistas, quienes suelen intentar adelantarse a
los acontecimientos. Algunos plantean que la predicción es central en la
disciplina económica, y que la evaluación de una teoría económica debería
basarse en su capacidad de realizar predicciones válidas y significativas
(Milton Friedman desarrolla esta visión en su célebre y brillante ensayo “La
metodología de la economía positiva”). Otros, por su parte, manejan una
definición diferente de la disciplina y sus predicciones, planteando que un
economista es basicamente un experto que sabe mañana por qué lo que dijo ayer
que iba a suceder hoy no ha sucedido.
En los últimos tiempos comienzan a escucharse voces que,
implícita o explícitamente, comparan la situación actual con la previa a la
crisis del 2002, pronosticando la inminencia de una crisis. Este artículo
intenta reflexionar sobre esta inquietud. ¿Estamos en una situación parecida a
la previa de 2002? ¿Acaso estamos a un paso del abismo? ¿Se viene una crisis?
Horangel y la ciencia de la previmetría
Horacio Germán Tirigall, popularmente
conocido como Horangel, es un astrólogo argentino. Horangel utiliza desde 1963
una técnica propia: la previmetría. Esta técnica, en palabras de su creador y
único experto, “exige latitud, longitud y un estudio detallado de la población,
que incluye alimentación y nivel sociocultural. Además, hay que estudiar
historia y viajar mucho: se analiza un momento determinado para trazar las
vectoriales al pasado, para saber por qué este presente es así y, sobre la base
de eso, ver cómo será el futuro.”
La previmetría tiene una lógica muy razonable: las
predicciones sobre el futuro deben basarse en elementos del pasado y el
presente. De la mano del gran Horangel y su trazado de vectoriales veamos
entonces qué sucedía con las principales variables económicas antes de la
crisis de 2002, y cómo se encuentran estas dimensiones en la actualidad.
En primer lugar, veamos el PBI. Los tres años anteriores al 2002 el PBI uruguayo cayó: -1,9% en 1999, -1,9% en 2000 y -3,8% en 2001. Luego de la crisis Uruguay ha crecido todos los años, y aunque los últimos tres años el crecimiento se ha moderado, sigue siendo positivo: 0,4% en 2015, 1,5% en 2016 y 2,7% en 2017.
En primer lugar, veamos el PBI. Los tres años anteriores al 2002 el PBI uruguayo cayó: -1,9% en 1999, -1,9% en 2000 y -3,8% en 2001. Luego de la crisis Uruguay ha crecido todos los años, y aunque los últimos tres años el crecimiento se ha moderado, sigue siendo positivo: 0,4% en 2015, 1,5% en 2016 y 2,7% en 2017.
El desempleo es otra variable a considerar. De 1995 a 2006
Uruguay tuvo siempre tasas de desempleo por encima del 10%. Los años anteriores
a la crisis los valores fueron de 11,3% para 1999, 13,6% para 2000 y 15,3% para
2001. De 2007 a 2017 los valores de desempleo han sido siempre menores al 10%,
y si bien en los últimos años ha aumentado, sigue estando por debajo de sus
niveles históricos: 7,8% para 2015, 8,2% para 2016 y 8,3% para 2017.[1]
El salario real, la otra variable estrella del mercado
laboral, también ha tenido variaciones diferentes. Entre 1999 y 2001 el salario
real no creció; entre 2015 y 2017 creció un 6%.[2]
En términos de endeudamiento, en los tres años anteriores a
la crisis de 2002 la deuda neta que publica el Banco Central alcanzó valores de
23%, 26% y 32%, mientras que los valores para 2015, 2016 y 2017 han sido de
24%, 31% y 32%.[3]
El déficit fiscal entre los años 1999 y 2001 se mantuvo
relativamente estable: 3,2% en 1999, 3,3% en 2000 y 3,4% en 2001. Por su parte,
en los últimos tres años el déficit ha sido un poco mayor: 3,6% en 2015, 3,9%
en 2016 y 3,5% en 2017.
La inversión como porcentaje del PBI entre 1999 y 2001 fue
de 15%, 14% y 14%, mientras que entre 2015 y 2017 sus valores fueron de 20%,
19% y 17%.
(Finalmente, y aunque parezca obvio, igual vale la pena
mencionar que los valores actuales son muchísimo mejores que los del año 2002,
que cerró con una caída del PBI de 7,7%, un desempleo de 17%, una caída de
salario real de 19%, un déficit fiscal de 3,7%, una deuda neta de 59% y una
inversión del 12%).
En resumen, con respecto al período previo a la crisis de
2002, en la actualidad tenemos mayor crecimiento económico, menor desempleo,
mayor salario real, similar deuda neta, mayor déficit fiscal y mayores niveles
de inversión que en el período previo a la crisis. Teniendo en cuenta estos y
otros indicadores los economistas pronostican un futuro de crecimiento
económico: tanto analistas internos (según la encuesta de expectativas
económicas del BCU) como externos (el Fondo Monetario Internacional) prevén crecimientos
por encima del 3% para 2018 y 2019, superiores al promedio histórico del
Uruguay.
A pesar de que las proyecciones de los expertos coinciden en
que el Uruguay, lejos de entrar en crisis, va a seguir creciendo, las preguntas
siguen latentes… ¿existe la sensación de que la economía no anda bien? ¿hay una
separación entre los datos duros y puros y el “sentimiento” sobre la actividad
económica presente y futura? ¿Se viene una crisis?
Baba Vanga y el sentimiento de los
hombres
Vangelia Pandeva Dimitrova, más
conocida como Baba Vanga, fue la más formidable vidente búlgara. En su juventud
un tornado la hizo volar por los aires, provocándole complicaciones de salud
que le causaron una ceguera permanente. La imposibilidad de ver su entorno
presente vino, sin embargo, con el poder de visualizar el futuro. Se le
reconoce haber predicho la muerte de Stalin, el desastre atómico de Chernobyl y
la desintegración de la URSS. Sus predicciones van hasta el año 5079, en donde
anuncia el fin del mundo. En el camino, la sociedad no se dividirá más en
clases para 2076 (predicción que coincide con la del Ing. Grompone), los
humanos vivirán como robots en el año 2111 y alcanzarán la inmortalidad en el
año 4599.
La ceguera de Baba Vanga es una de sus características más
pintorescas. A pesar de no poder ver el mundo presente, la adivina podía
predecir cómo sería el futuro. A diferencia de Horangel, el método de Baba
Vanga resulta menos racional, se independiza de ver la realidad, trasciende y
toma como base el sentir de los hombres.
En Uruguay se percibe –por lo menos para quien escribe– cierto sentimiento colectivo de descontento con la economía, que trasciende a
los datos macroeconómicos clásicos. Esta noción se ve reflejada en el índice de
confianza del consumidor elaborada por la Universidad Católica, Sura y Equipos
Consultores: la dimensión del índice referida a la percepción de la situación
económica del país muestra, en diciembre de 2017, el peor valor de la historia
del índice, cuya serie comienza en agosto de 2007. La imagen hacia el futuro
que nos dan los expertos se diferencia de la imagen que tiene la ciudadanía.
Sobre esta diferencia me permito arriesgar hipótesis en
cuatro niveles diferentes: la evolución del dólar, la evolución del desempleo,
la comparación con el pasado reciente y la situación regional.
En primer lugar, pensemos en el dólar. Las dos últimas
crisis del Uruguay, ocurridas en 1982 y 2002, se dieron en un esquema que los
economistas llaman “tipo de cambio fijo”. En este marco, el gobierno tenía como
objetivo establecer el valor del dólar (en los 80 se llamaba “la tablita”, en
los 90 eran “bandas de flotación”). En estos esquemas el dólar subía menos que
los precios en pesos, y a este proceso se le llamaba “atraso cambiario”. En el
período reciente lo que ha sucedido es algo similar: el dólar está quieto y la
inflación está entre 6% y 10%. De esta forma, quienes ven esta tendencia hacen
memoria y piensan: esta película ya la vi, después de este desajuste entre
dólar y precios internos, se viene la crisis.
Los economistas tienden a plantear que hay importantes
diferencias entre este momento y los anteriores: que ahora el esquema es de
“tipo de cambio flexible”; que a diferencia de 1982 y 2002, en la actualidad el
gobierno no se compromete a mantener un valor del dólar; que si bien
existen intervenciones del Banco Central en el mercado, estas son para moderar
las oscilaciones bruscas, no para fijar un nivel; que además la intervención
del gobierno ha ido justamente en dirección contraria, actuando para que el
dólar no baje; que, por lo tanto, no tiene sentido pedir que el gobierno fije
un tipo de cambio más alto ni pedir un “dólar libre”. Sin embargo, más allá de
estas explicaciones, el hombre agroexportador se autoconvoca y dice “todo
muy lindo, pero el dólar sigue planchado, los costos en pesos suben, y eso me
daña la rentabilidad, y la otra vez que pasó algo parecido se vino una crisis”.
Un segundo elemento es el desempleo. Si bien a los
economistas nos encanta hablar del PBI (o, mejor aún, del “PIB”, un pequeño
cambio en el orden de las letras que usamos para sentirnos especiales), es
verdad que la gente no come PBI. Si bien es un valor relevante como resumen de
la actividad económica, probablemente el dato más palpable para la gente es el
del desempleo (Montesquieu decía que “un hombre es pobre no ya cuando carece
de todo, sino cuando no trabaja”). Y entre estos dos datos se percibe un
desacople: el PBI crece, pero las cifras de empleo y desempleo se encuentran
estancadas, con una leve tendencia al alza en el último tiempo (aunque todavía
con desempleo por debajo del 10%). Esta diferencia entre crecimiento del PBI y
estancamiento de las cifras de empleo (no así de salario, que por suerte ha
seguido subiendo) es otra posible fuente de explicación de este sentimiento.
Así, el hombre trabajador se concentra y dice “todo muy lindo con que el PBI
crezca, pero yo necesitaría que el empleo aumente y el desempleo disminuya”.
En tercer lugar, volvamos a hacer un ejercicio de comparación
histórica. Si comparamos 2017 con 2007, veremos que hace una década el
desempleo era mayor, el salario menor, el PBI menor, y la pobreza y la
indigencia eran mayores. Sin embargo, la percepción de la situación económica
era mucho mejor. El diferencial fundamental entre estos dos años no radica en
las variables, sino en la valoración de las variables: en 2007, el
pasado reciente era el 2002 (crisis, desempleo, pobreza); en 2017, el 2012
(mínimo desempleo histórico, máximos niveles de inversión). El mismo dato,
ajustado por las vivencias recientes y las expectativas de las personas, es
otro dato. Por eso el hombre que observa el pasado reciente recuerda y dice “todo
bien, pero no me hable de hace quince años, porque yo tengo el recuerdo fresco
de hace cinco años, y quiero seguir mejorando”.
Un cuarto factor es la situación de los países vecinos, que
están sufriendo crisis económicas muy importantes en estos años. A pesar de
este contexto, Uruguay no ha entrado en crisis. Por el contrario, ha crecido por
encima del promedio de Argentina y Brasil durante los últimos siete años, el
período más largo desde que hay registros, explicado por algunos economistas
por el desacople regional que ha tenido el país tanto en la dimensión
financiera como en la comercial. Más allá de este eventual desacople, la
situación de los países vecinos atemoriza al hombre atento a la región, que lee
los diarios y dice “todo bien, pero si ves las barbas de tu vecino arder,
pon las tuyas en remojo”.
De esta forma, el hombre agroexportador, el hombre
trabajador, el hombre que observa el pasado reciente y el hombre atento a la
región plantean distintas problemáticas. Y quizás sea este combo de inflación
en dólares, desempleo desacoplado con el crecimiento, expectativas ajustadas y situación
regional lo que está detrás de la diferencia entre las proyecciones de los
expertos y el sentimiento de los hombres. Y sí, es verdad, son elementos que
sin dudas deben ser tenidos en cuenta en la planificación de la política
económica. Ahora bien, también es verdad que una cosa es señalar estos
problemas, y otra cosa diferente es decir que ya estamos o que se viene una
crisis. Y más allá de que existen sectores con problemas, de los datos no se desprende un escenario de crisis en el presente ni en el futuro inmediato.
En fin, más allá de poder tener una visión global, nunca sabremos con exactitud lo que nos deparará el futuro económico. Lo que sí sabemos es que siempre habrá pronósticos y pronosticadores, Nostradamus, Baba Vangas y Horangeles de la economía. El futuro ha sido, es y será un tema que despierta el interés de la gente, seguramente, como dice Woody Allen, "porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida."
[1] A
efectos de realizar la comparación histórica, se utilizan datos de desempleo en localidades de 5000 y más habitantes.
[2] Variación
en el promedio anual del índice de salario real.
[3] Deuda
neta del Sector Público Global (http://www.bcu.gub.uy/Estadisticas-e-Indicadores/Endeudamiento%20Pblico/resdspg.pdf).
La deuda neta calculada solamente como deuda bruta menos reservas
internacionales alcanzó valores de 26%, 29% y 35% en el período 1999-2001, y de
30%, 38% y 38% en el período 2015-2017.