Hace dos semanas, Uruguay tuvo un
cambio de ministro en salud pública. Lamentablemente, el disparador de este
movimiento no se debió a una búsqueda de mayor rapidez en los cambios
proyectados para continuar con la implementación del Sistema Nacional Integrado
de Salud (SNIS) o al menos para lograr retomar la conducción política de un
área extremadamente sensible para el bienestar de la población. En este caso,
el centro de atención estuvo en si Jorge Venegas estaba o no habilitado, si
gritaba o no los goles de Suárez contra Chile, y otra serie de cuestiones bien
complejas y seguramente inescrutables para la mayoría de la gente. Toda esta
situación permitiría realizar diversas lecturas o reflexiones, entre las que se
me ocurren (seguramente existan otras y más interesantes) la pobreza conceptual
y de capacidad política de parte de la oposición, que se congratuló del hecho
como si se hubiera destapado un Watergate uruguayo; o la compleja (¿y dañina?)
relación de algunos sectores del Frente Amplio con el presidente Mujica, y por
lo tanto con el gobierno, que le permiten al Partido Comunista salir de
Presidencia luego de una reunión y convocar una conferencia de prensa en su
sede, para anunciar a la nueva ministra sin siquiera tener la confirmación
oficial (pero aclarando que no tienen ningún problema que la nueva autoridad no
sea comunista porque ellos están en contra del reparto por cuotas).
En estas líneas me gustaría
detenerme en una veta de todo esto un poco más específica, sectorial, que no es
más que la situación del sistema de salud uruguayo bajo el gobierno del Frente.
¿Cuántas reflexiones en torno a la especificidad del cargo y las tareas que
debía afrontar la nueva ministra se hicieron en el último mes? Pocas, por no
decir ninguna. Solamente un llamado a la descentralización, tan vago como
aspirar a la paz en el mundo.
La lectura rápida que se puede
realizar no es demasiado rebuscada: la salud dejó de ser prioridad del gobierno
del FA. Seguramente no en cuestiones específicas como la despenalización del
aborto, pero esto se explica en parte por toda la carga que este tema trae
abajo del brazo, pero sí en relación a la que fue una de las tres o cuatro
grandes reformas con las que este partido llegó al gobierno: reforma
impositiva, reinstauración de los Consejos de Salarios, reconstrucción de la
matriz de protección social con nueva institucionalidad…y reforma de la salud.
Lejos de ser un proceso acabado,
“la reforma” recién está a mitad de camino. Una de las primeras cosas que se
les enseña a los estudiantes de Ciencias Sociales en el Ciclo Inicial es que la
implementación es quizás la etapa más compleja de las políticas públicas,
porque de lo dicho en una ley a lo que efectivamente pasa después, con la
mediación de un sinfín de actores con intereses diversos y contrapuestos: hay
un largo trecho. Al gobierno, esa lectura de que el SNIS está plenamente
instalado, no le sirve. Perder el relato reformista implica dar a entender que
ahora lo único que queda es gestionar lo que hay tratando de no desajustar la
máquina. ¿Pero el sistema de salud uruguayo está donde el Frente y gran parte
de la ciudadanía quería que estuviera? Claramente no. ¿Qué cosas son las que
las que faltan? ¿Dónde hay trancazos fuertes? ¿A dónde no se va a llegar porque
se dieron cuenta que era inviable? No lo sabemos.
Es decir, los caminos abiertos
son conocidos, pero la orientación que le vaya a imprimir el FA, si es que le
imprime alguna, no está tan clara. Y el cambio de ministro a dos años de
finalizar el gobierno, previo a una elección que si bien no será como la
anterior, sí se sigue presentando favorable a una nueva victoria electoral del
FA, debería haber sido considerado por el partido – no ya por el gobierno –
como una oportunidad de pensar dos pasos adelante. Era la oportunidad para dar
una señal fuerte en una arena de política donde seguramente la oposición
intente hacer sangrar en la campaña. Era la oportunidad para pensar en una
ministra o un ministro para siete años, en acuerdo con el próximo candidato a
presidente, y no el momento de designar a alguien de bajo perfil que haga lo
posible para pasar sin sobresaltos lo que queda de gobierno.
Aspectos como este son los que
refuerzan la fractura interna del Frente Amplio, la casi inexistencia de debate
interno en relación a propuestas, a políticas; y la sensación de que los que
gobiernan son el MPP, el Partido Socialista, Asamblea Uruguay o el Partido
Comunista, pero no el Frente Amplio, por lo que depende quién esté para ver
cómo seguimos. Alguien, o mejor aún, varios, deberían estar mirando dos o tres
años para adelante.
En salud en particular: la
sustentabilidad financiera del sistema tal cual está diseñado, el rol de las
organizaciones sociales en el gobierno del sistema, la profundización del
componente redistributivo del FONASA, el rol de ASSE dentro del sistema, las
capacidades administrativas y políticas que debe tener el Ministerio de Salud
Pública, la estructura de carrera y salarial de los recursos humanos de los
sectores público y privado, la situación “desregulada” de los seguros parciales
con fines de lucro, etc., etc. ¿Para dónde va la reforma en estos y tantos
otros temas? Relanzar el proyecto de reforma, volver a llenar de contenido esa
idea de transformación, no sólo es una cuestión de campaña electoral para un
partido: es una condición imprescindible para orientar la acción y el gobierno
de cualquier administración pública.