Una idea muy instalada en Uruguay es que los partidos políticos son “policlasistas”, lo que supone que los grupos de ingreso no se alinean a partidos que representen sus preferencias distributivas. Los académicos que estudian la política del país han sostenido que los partidos Nacional y Colorado han sido históricamente organizaciones catch-all, con diversas fracciones internas que lograron construir apoyo en todos los estratos sociales. Incluso la aparición del Frente Amplio en 1971 tampoco habría generado una la correlación entre el ingreso y el comportamiento electoral. A pesar de ser un partido muy programático y orientado a representar intereses populares (básicamente de trabajadores) sus votantes originales mostraban un sesgo hacia los ingresos medios (y medios-altos). Luego el Frente Amplio logró “reproducirse” en esos sectores y a la vez crecer entre grupos de bajos ingresos, pero más o menos de la misma manera que lo hacían los partidos tradicionales. Hacia 2004 los tres partidos principales del país tenían varias fracciones internas que colaboraban para recoger votos dentro de todas las clases sociales (o grupos de ingreso).
La variación mas gruesa del comportamiento electoral uruguayo ha sido tradicionalmente explicada por una variable de contexto ineludible (el voto económico) y dos estructuras (la identificación partidaria y el voto ideológico). Ninguna de esas explicaciones refiere a los intereses distributivos que tienen los distintos grupos de ingreso. El motivo de esta nota es mostrar alguna evidencia descriptiva sobre la emergencia del voto de clase a partir de 2009, y discutir alguno de los posibles motivos de este cambio.
Evolución del voto de clase entre 1989 y 2019
Por voto de clase aquí se entiende el vínculo entre el ingreso de las personas y el voto. Uno podría tener en mente un modelo político en el cual las personas de ingresos altos prefieren partidos que ofrecen menos redistribución y las personas de ingresos bajos apoyan a partidos que ofrecen más redistribución. Los ingresos medios son el grupo pivotal que debe decidir sobre coaliciones circunstanciales con la clase alta o la clase baja en cada elección (Acemoglu y Robinson 2003; Persson y Tabellini 1999; Iversen y Soskice 2006). De manera operativa entonces, el voto de clase es la correlación del ingreso con el voto. Un aspecto que simplifica mucho las cosas en Uruguay es que existe un partido, el Frente Amplio, que sistemáticamente ofreció al electorado mucha más redistribución hacia los grupos de bajos ingresos que los partidos Blanco y Colorado (y ahora se agrega Cabildo Abierto).
Veamos la evolución del voto de clase en Uruguay analizando encuestas de opinión pública desde 1989 hasta 2019. [1] Lo capturamos como una correlación entre el ingreso (log del ingreso per capita del hogar) y el comportamiento electoral. Esta correlación la vamos a observar además de manera “controlada”, por las otras explicaciones del voto mencionadas arriba (y potencialmente relacionadas al ingreso de las personas) tales como la valoración socio-trópica del estado de la economía, la identificación partidaria, y la auto-identificación ideológica.[2]
La Figura 1 muestra el efecto del ingreso sobre el voto al Frente Amplio en elecciones nacionales (octubre) desde 1989 en adelante. Como puede notarse no existe un vínculo entre el ingreso de las personas y su comportamiento electoral durante todo el periodo de crecimiento de Frente Amplio, incluso hasta la elección de 2004 cuando este partido llega al 44.7% de los votos en primera vuelta. Sin embargo, las alineaciones electorales en las últimas tres elecciones (2009, 20014, y 2019) están asociadas al ingreso de los votantes. Como puede verse, esa relación emerge en 2009 y 2014 y se mantiene aún en 2019.
Más de allá de mirar un efecto promedio, podemos ver como cada grupo de ingreso se comporta durante el periodo. La Figura 2 muestra el efecto que tiene la pertenencia a distintos quintiles de ingreso sobre el apoyo al Frente Amplio. La categoría omitida, contra la cual se hace la comparación es el quintil 5, que representan el 20% más rico de la sociedad. Los resultados muestran que los grupos de ingreso muestran una mayor polarización en torno al apoyo al FA. El 20% más pobre aumenta su sesgo hacia el FA sobre todo en 2009, y luego lo mantiene en 2014 y 2019. Algo similar ocurre si consideramos el quintil 2.
Esto no quiere decir que los partidos políticos hayan dejado de ser policlasistas, sino que por primera vez (¿en la historia del Uruguay?) emerge el ingreso como un predictor relevante del comportamiento electoral.
Por otra parte, y en forma simultánea con este cambio, en 2009 ocurre una discontinuidad en el voto ideológico hacia el Frente Amplio, mostrando una caída marcada. Esto es también representa un cambio importante, dado que una de las principales características de los votantes Uruguayos es su fuerte ordenamiento ideológico entre los dos bloques de partidos de izquierda y derecha. Extrayendo resultados del mismo modelo, la Figura 3 muestra que el efecto de la autoidentificación ideológica es fuertemente negativo (cuanto más hacia la derecha menos probabilidad de votar al FA) hasta 2004 pero en 2009 cae abruptamente (acercándose a cero). Aún así la ideología de los votantes sigue teniendo un impacto muy fuerte sobre el comportamiento electoral.
Explicaciones posibles
¿Por qué razón el voto de clase emerge solo recién en 2009 y no antes? Un trabajo de Mainwaring, Torcal, y Somma (2015) sugiere que la principal condición para la emergencia del voto de clase en América Latina es la existencia de candidatos y partidos de izquierda viables. Como vimos estos elementos ya estaban presentes en Uruguay durante un largo periodo y antes de que el FA llegara al gobierno en 2004.
Es posible que el alineamiento de clases con bloques políticos recién en 2009 sea consecuencia el efecto señalizador de la política pública. Muchas veces los programas de los partidos políticos no logran ofrecer lo que se conoce como “compromisos creíble” frente a la ciudadanía. En ese sentido, solo políticas fuertemente distributivas pueden revelar la identidad de un partido pro-igualdad para los votantes de bajos ingresos. Evidencia de este mecanismo la ofrecen Manacorda et al. (2011), quienes muestran que los beneficiarios de las transferencias del programa de emergencia social PANES aumentaron significativamente su apoyo al gobierno del Frente Amplio (2005-2009).
Hay una amplia literatura que discute si luego de la ola de izquierdas en América Latina las clases bajas generaron preferencias estables por estos partidos. Al igual que lo sucedido en países como Brasil con la llegada de Bolsonaro, este fenómeno pude atenuarse o simplemente desaparecer en Uruguay. De hecho, los populismos son un gran problema para los partidos de clase porque logran romper los esfuerzos de estos últimos por ofrecer compromisos creíbles de redistribución hacia votantes de bajos ingresos. Volveremos más adelante a hablar sobre las bases sociales el populismo de derecha en Uruguay.
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1. Parte de estos resultados surgen de una descripción inicial realizada junto con Rosario Queirolo (López-Cariboni y Queirolo (2016)) que luego motivó un proyecto más amplio sobre “voto económico sesgado por clase” en América Latina y al cuál se incorporó Martín Opperti.
2. Notar que todo esto es una descripción y no un test de una teoría del comportamiento electoral. Para 1989 se usan datos de Equipos Mori; para 1994 hasta 2004 los datos son de CIFRA, y para 2009, 2014, y 2019 se utilizan datos de LAPOP.
Referencias
Acemoglu, Daron, y James A. Robinson. 2003. Economic Origins of Dictatorship and Democracy. New York: New York: Cambridge University Press.
Iversen, Torben, y David Soskice. 2006. «Electoral Institutions and The Politics of Coalitions: Why Some Democracies Redistribute More than Others». American Political Science Review 100 (2): 165-81.
López-Cariboni, Santiago, y Rosario Queirolo. 2016. «Class voting versus economic voting: Explaining electoral behavior before and after the ‘Left turn’ in Uruguay».
Mainwaring, Scott, Mariano Torcal, y Nicolás M Somma. 2015. «The Left and the Mobilization of Class Voting in Latin America». The Latin American voter: Pursuing representation and accountability in challenging contexts, 69-98.
Manacorda, Marco, Edward Miguel y Andrea Vigorito. 2011. «Government Transfers and Political Support». American Economic Journal: Applied Economics 3 (3): 1-28.
Persson, T, y G Tabellini. 1999. «The Size and Scope of Government: Comparative Politics With Rational Politicians». European Economic Review 43 (4-6): 699-735.
Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.