Mientras que la población de los países desarrollados se vuelven cada vez más vieja, sus democracias eligen líderes más jóvenes para conducirlos. Hace un tiempo The Economist comentó sobre los casos del Reino Unido, Estados Unidos, Alemania y Francia. En 1950 la edad mediana de la población de estos cuatro países era de unos 34 años y sus líderes (presidentes/primeros ministros) tenían en promedio unos 70 años. En 2010, estos países tenían líderes casi 20 años más jóvenes (52 años en promedio) y sus poblaciones habían alcanzado una edad mediana de 40.
Las autocracias, en cambio, mantienen a sus líderes mucho tiempo en el poder. Los dictadores no solo son más viejos que los líderes electos por mecanismos democráticos, sino que están más lejos de la edad mediana de las poblaciones que gobiernan.
¿Por qué esto importa? Hay múltiples fenómenos potencialmente asociados a la edad de los líderes políticos. Muchos podrán pensar en que una de las ventajas de tener gerontes como gobernantes es la experiencia. Sin duda. Pero también esto puede tener consecuencias negativas para sus países. Por ejemplo, las personas tienden a tener vínculos más fuertes con otros de su misma generación, en el caso de gobernantes de edad avanzada podrían ser proclives a designar a otros ancianos en los principales cargos de confianza política. También se puede pensar que los ancianos tienden sostener esquemas de razonamiento más conservadores, o menos orientados a la innovación. Sus conocimientos (técnicos o académicos) pueden ser relativamente obsoletos, aún cuando tengan un alto nivel educativo o muchos años de educación formal. Más aún, la productividad de los ancianos es significativamente menor que los adultos de mediana edad. En suma, hay diversos motivos por los cuales la edad de los gobernantes podría ser un factor que afecte la calidad del capital humano que dirige el destino de las naciones.
Hay evidencia de que el capital humano de los líderes puede explicar resultados como el crecimiento económico (Besley et. al. 2011), aunque no sin discusiones (ver Carnes y Lupu 2016). También hay evidencia sobre que el recambio de líderes (muerte de dictadores ancianos que dan paso a gobernantes jóvenes) puede afectar directamente el crecimiento (Jonesy y Olken 2005).
El hecho de que una sociedad elija en algún momento de su historia un gobernante anciano no tiene por que ser un problema en sí mismo. Este fenómeno debe mirarse en el largo plazo. Mi intuición es que el problema existe cunado un país genera algún tipo de mecanismo por el cual los líderes de edad avanzada pueden ponerle obstáculos a otros competidores (potencialmente mejores gobernantes) de mediana edad. Cuando esos mecanismos están presentes, las naciones pueden sufrir las desventajas de seleccionar gobernantes con un sesgo hacia edades altas. Allí sí, dos o tres décadas de "gerontocracia" deberían ser un dato alarmante.
¿Qué líderes selecciona Uruguay? Aquí utilizo datos de Archigos (Goemans, Gleditsch, y Chiozza, 2009) para ilustrar el problema. La figura presenta la evolución de la edad de los presidentes uruguayos (algunos de ellos dictadores) en comparación con el resto de los líderes del mundo. El grafo superior muestra la edad de los presidentes en el año en que asumen su mandato. El grafo inferior muestra la misma información en percentiles de edad para cada año.
Desde el retorno de la democracia la edad de los presidentes uruguayos a tenido una marcada tendencia ascendente. En 2019 vamos a llegar a 20 años de ser gobernados por los líderes más avejentados del mundo. No se trata un caso aislado. Tampoco se trata de que tenemos presidentes apenas un poco más viejos que los presidentes latinoamericanos, o apenas algo más viejos que los primeros ministros europeos. Las edades de nuestros últimos cuatro presidentes al momento de asumir están el extremo de la distribución mundial.
Aún si el próximo presidente es una persona sustancialmente más joven (y hay ciertas chances de que esto ocurra tanto si gana el Frente Amplio como si gana el Partido Nacional), seguiremos conviviendo con una vida política fuertemente sesgada hacia las edades altas.
Referencias:
Jones, Benjamin F., and Benjamin A. Olken. "Do Leaders Matter? National Leadership and Growth Since World War II." The Quarterly Journal of Economics 120.3 (2005): 835-864.
Besley, Timothy, and Marta Reynal-Querol. 2011. “Do Democracies Select More Educated
Leaders?” American Political Science Review 105(3): 552–566.
Besley, Timothy, Jose G. Montalvo, and Marta Reynal-Querol. 2011. “Do Educated Leaders
Matter?” The Economic Journal 121(554): 205–227.
Carnes, Nicholas, and Noam Lupu. "What Good Is a College Degree? Education and Leader Quality Reconsidered." The Journal of Politics 78.1 (2016): 35-49.
Archigos. A Data Base on Leaders 1875 - 2004. A collaborative effort with Kristian Skrede Gleditsch (University of Essex, UK) and Giacomo Chiozza (Vanderbilt). The Archigos data set is the winner of the 2014 Lijphart/Przeworski/Verba Dataset Award, sponsored by the APSA section on Comparative Politics.
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