Como bobeando

Foto: Adriana Cabrera
Una de las cosas que caracterizó al año 2014 fue la presencia de una campaña electoral en donde, a diferencia de lo sucedido en períodos anteriores, la educación y su eventual reforma se constituyó en uno de los temas centrales.

En el marco de esa discusión volvió a insistirse sobre la idea de aumentar el financiamiento público de la educación privada. La idea  sería pasar a un sistema de vouchers. La misma fue defendida por algunos de los candidatos de la oposición y también por el propio Tabaré Vázquez (aunque nuestro acutual presidente se desdijo posteriormente en el marco de la campaña electoral).

Bajo este sistema, en vez de destinar más recursos a la educación pública, a los hogares uruguayos con niños en edad escolar o liceal, el estado les entregaría un vaucher con el que podrían pagar toda o parte de la cuota de un colegio privado.

Esta propuesta, que ha partido de sectores conservadores en Uruguay y otros países, parte de la idea que el sistema educativo público ha fracasado. Los malos resultados no se originarían en un presupuesto insuficiente ni el contexto socioeconómico de los estudiantes. El problema radicaría en que la estabilidad laboral y el poder de los sindicatos docentes favorecerían la permanencia en el cargo de malos docentes. A la vez que no generaría incentivos a esforzarse a los docentes que son potencialmente buenos. En este contexto la única solución para la sociedad, particularmente para aquellos menos favorecidos, sería irse de las escuelas públicas hacia escuelas de gestión privada con financiamiento público.

Sin embargo, una versión modificada del sistema de vouchers, también ha sido defendida desde puntos de vista de izquierda, como un instrumento que permitiría seguir objetivos igualitaristas (Bowles y Gintis 1998).

En la variante de Bowles y Gintis, las escuelas (tanto públicas como privadas) se financiarían exclusivamente mediante los vouchers. En este caso las escuelas no podrían cobrarles a los padres una sobrecuota por encima del voucher. El efecto práctico sería que las escuelas recibirían un presupuesto proporcional a la cantidad de estudiantes inscriptos. Al igual que en todos los sistemas de vouchers, una de las características del mismo es que los padres podrían elegir a que escuela o liceo van sus hijos. El efecto buscado a través de esta libertad de elección, es que quienes dirigen los centros educativos tendrían un mayor incentivo a incorporar las preferencias de los padres sobre la educación de sus hijos. Ya que de este modo atraerían más estudiantes y tendrían un presupuesto mayor. Este sistema se podría combinar con la implementación de incentivos para que las escuelas tengan una composición estudiantil diversa. El estado podrían hacer valer más los vouchers si entre los estudiantes del centro educativo se mezclan personas de diferentes razas, poder adquisitivo, etc. Evitando de este modo la generación de problemas de segregación.

Más allá de en que versión de sistemas de vouchers se esté pensando, no es para nada claro que con los mismos se consiga mejores resultados educativos que con el sistema de educación pública o que la libre elección de escuela lleve a que se den mejores resultados (ver nota del 29/8/14 de G. de Melo y N. Nollenberger).

Cualquier iniciativa de reforma del sistema educativo es muy probable que se enfrente con importantes dificultades. Sin embargo, los últimos acontecimientos en el marco de la discusión presupuestal en Uruguay y su creciente conflictividad, llevan a especular con un escenario futuro bloqueado. Donde no se llegue a algún tipo de acuerdo entre gobierno y sindicatos y donde tampoco ninguna de las partes logre hacer prevalecer sus puntos de vista. En este escenario el resultado sería que la educación pública uruguaya siga más o menos como hasta ahora.

En este contexto, no sería de extrañar que vuelva a cobrar fuerza la tentación de jopearse al sistema de educación pública. Si bien, la educación de gestión privada con financiamiento público no formó parte del programa electoral del Frente Amplio, hay que recordar que su gobierno si promovió su expansión (ver nota del 1/5/14 de G. Alves). Durante el anterior gobierno del FA se incrementó al doble el tope de exoneraciones fiscales a las empresas que hagan donaciones a instituciones educativas de gestión privada. Se trata de un mecanismo introducido en el primer gobierno del FA mediante el que las empresas reducen su carga fiscal mediante donaciones.

Evaluando los diferentes sistemas de financiamiento público de escuelas de gestión privada, la opción que ha implementado el gobierno del Frente Amplio, es probablemente la peor. Al menos en los sistemas de vouchers, todos los hogares con niños puede decidir a qué instituciones van los fondos públicos. Y esa decisión es además democrática, en el sentido de que todos estos hogares tienen el mismo poder de decisión (todos tienen un solo voucher por niño). En cambio mediante la exoneración de impuestos a las empresas que hacen donaciones, ese poder de decisión está concentrado en los hogares de mayores ingresos. Aquellos hogares que poseen las empresas que están en condiciones de utilizar estos mecanismos de exoneración impositiva. Solo ellos pueden decidir a dónde van los recursos públicos del estado uruguayo.



Bowles S. y Gintis H. (1998) Recasting Egalitarianism, Verso.
 

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