Los jóvenes y la edad del votante mediano

Tal vez el fenómeno más conocido de la transición electoral uruguaya de los últimos 40 años, fue el mal llamado “efecto demográfico”, donde en forma casi automática morían votantes de los partidos tradicionales y cumplían la mayoría de edad nuevos votantes de izquierda. Como sabemos esa historia –que fue mucho más de movilización política que de cambio demográfico–, está en pleno agotamiento. 

En 1973, el votante mediano (VM)(1) en el Uruguay tenía 41 años. En 1984, a la salida de la dictadura, la situación siguió incambiada, y hoy aún el VM es un individuo de unos 42 años(2). Este fenómeno, donde la edad mediana del electorado se mantiene estable con el paso del tiempo, también está llegando a su fin. 

 Para 2025, el VM va a alcanzar los 44 años, y en 2050 será un adulto de por lo menos 47 años. En otras palabras, el votante medio uruguayo envejecerá en nuestro país de aquí en más como nunca lo hizo en las últimas cuatro décadas. Esta sí será una historia puramente demográfica, seguramente menos ideológica que las anteriores, pero no sin consecuencias políticas y económicas. 




Además de que el VM será un individuo cada vez más viejo, la composición de las demandas que recibirá desde la población dependiente (fuera la de edad de trabajar) también están cambiando en forma sostenida. No es precisamente una novedad que existen tendencias opuestas en la evolución de la población dependiente de jóvenes y adultos mayores. Por ejemplo, hacia 2050 se habrá duplicado la relación de dependencia de los adultos mayores sobre la población en edad de trabajar que existía en 1971, mientras que la relación de dependencia de los jóvenes con la población en edad de trabajar pasará de un 44% a un 31% en el mismo período. 




Alguien podría decir que los votantes envejecidos están más interesados en sus futuras condiciones de vida una vez que culmine su etapa laboral activa, que en los problemas que afectan a las nuevas generaciones. Tal vez ello sea aún más claro si las contradicciones generacionales tienen algún punto de contacto con las contradicciones de clase. En cualquier caso, creo que estos cambios demográficos, y sus posibles consecuencias electorales, van a tallar en un contexto político y social que sugiere la inexistencia de un pacto intergeneracional claro en el Uruguay. 

Ello se refleja en los niveles de empleo por edad en el mercado de trabajo, en las tasas de incidencia de la pobreza entre niños y adultos mayores, y hasta los resultados del el propio el sistema educativo(3), por mencionar algunos ejemplos.

En suma, en la medida que las inequidades intergeneracionales perduren en el tiempo, las presiones demográficas no harán otra cosa que imponer desafíos cada vez más importantes para amalgamar estrategias de competencia política con el logro de transformaciones sociales y económicas necesarias para contemplar los derechos de los niños y 
--> adolescentes en el Uruguay.


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(1) La economía política refiere al “votante mediano” como aquel individuo cuyas preferencias son decisivas en elecciones mayoritarias, y por tanto, terminan siendo reflejadas en las preferencias de los gobernantes electos. Para entendernos en un lenguaje compartido, esto no es muy distinto a cuando escuchamos decir que los políticos que quieren ganar las elecciones tienen incentivos para representar las preferencias de los votantes del “centro”. 

 (2) Cálculos propios en base a proyecciones de población por edades simples con datos de CEPAL / CELADE - División de Población. Boletín demográfico No. 66 de julio de 2000. Las estimaciones tienen fines únicamente ilustrativos. 

(3) En este blog hay varias notas sobre esos aspectos.


Una muy peleadora reflexión electoral sobre las propuestas en educación, o de cómo somos el perro que se persigue la cola

Autor: Pablo Menese Camargo Advertencia Soy sociólogo. Perdón. Advertencia adicional En febrero, me propusieron escribir para Razones...