Contar para cambiar




Durante todo este mes de setiembre de 2011 se está realizando en todo el territorio uruguayo el nuevo censo nacional de población, después de 15 años[i]. Como socióloga y como ciudadana me llena de alegría y curiosidad este evento. Parte de esta alegría viene de la confianza que tengo en el Instituto Nacional de Estadística, confianza de la que no gozan otros institutos similares en la región[ii]. Parte de la curiosidad viene de la incorporación de preguntas que no habían estado presentes en otros censos, como la referente a ascendencia étnico-racial, cuya inclusión me parece de suma relevancia para empezar a entender mejor cómo jerarquizamos las diferencias en nuestro país[iii]. A esto último quiero dedicar mi nota de hoy.


Este entusiasmo se vio empañado hace unas semanas cuando, en una tertulia de la radio el Espectador, los participantes hicieron unas críticas sorprendentemente ligeras al censo y en particular a la pregunta de ascendencia étnico-racial. Allí, el ingeniero y analista Juan Grompone, quien propuso el tema, criticó lo que consideraba “imprecisiones” del cuestionario censal. En modo alguno creo que los ciudadanos estemos vedados de analizar el cuestionario propuesto por el INE. Creo sin embargo que nuestros argumentos deben ser más informados cuando lo hacemos. En particular, y luego de poner como ejemplo el censo norteamericano (“Si hay un país que sabe de censos es Estados Unidos”), Grompone criticó la pregunta de autoidentificación étnico-racial con el argumento de que “el concepto de raza es un concepto del siglo XIX. Nadie en el siglo XX acepta el concepto de raza”. Citando al genetista Cavalli-Sforza y sus investigaciones respecto a la inexistencia de diferencias genéticas entre razas, Grompone ridiculizó la pregunta del censo uruguayo.


No sé si lo que más me sorprende de Grompone es su ingenua fe en la ciencia, su desconocimiento de las prácticas sociales de apropiación del conocimiento científico o la ignorancia respecto a cómo funcionan las categorías raciales. Ojalá un descubrimiento científico cambiara el racismo. Pero desafortunadamente así no funciona el mundo. El propio censo de Estados Unidos, que Grompone cita como ejemplo, incluye preguntas de auto identificación racial y étnica[iv]. De hecho, a pesar de que ese país no ha logrado eliminar las múltiples y persistentes desigualdades con base en fenotipos, lengua y procedencia, el conocerlas ha alimentado políticas de acción afirmativa y luchas políticas que han mejorado la situación de grupos desfavorecidos. Muchos países de la región han incluido o vuelto a incluir preguntas en este sentido, a partir de la ola multicultural que en las últimas décadas sacudió las ideas de países con democracia racial, naciones de mestizaje armónico o naciones blancas que las repúblicas y las dictaduras intentaron imponer durante años[v]. Uruguay permaneció ajeno a esta ola. No hemos cambiado nuestra constitución para reconocer diversidad como sí lo han hecho otros países. No habíamos preguntado acerca de diferencias raciales. Preferimos esconderlas debajo de la alfombra de nuestro jacobinismo igualitario.


Y sin embargo, cuando nos animamos a preguntar, a partir de la presión de colectivos como Mundo Afro, los resultados nos dieron en las narices. Cuando en 1996-97 la encuesta continua de hogares del INE preguntó por autoidentificación racial, nos dimos cuenta de que las personas que se autoidentificaban como afrodescendientes tenían en promedio menor educación, peores empleos, más desempleo e ingresos increíblemente inferiores (¡65% menos!) que los que se consideraban de raza blanca. Resulta que el concepto “obsoleto” de raza tiene unas implicaciones prácticas muy reales[vi].


Es por ello que debemos seguir preguntando. Para poder cambiar. Para reducir brechas. Para que la constatación de diferencias no implique jerarquías. Para tener una sociedad más igualitaria. Para ver lo que está ahí. Si no preguntamos, no lo vemos, no existe, no cambiamos. Claro que esto tiene riesgos. El riesgo es esencializar las diferencias[vii]. Pero ese riesgo es, estoy convencida, muchísimo mayor en condiciones de inequidad en la calidad de vida.



[i] El último censo fue en 1996. En el 2004 se hizo un conteo de la población, pero no se hizo el censo completo. En 2006 se hizo una encuesta de hogares ampliada basada en el marco censal de 2004. La idea de hacerlo en un año 0 (2010) o cerca es poder comparar con censos de otros países que tienden a realizarse en años cero.
[ii] Ver viñeta que acompaña esta nota, que ironiza sobre el cálculo de la pobreza del instituto de estadística (DANE) colombiano, que después de una crisis de desconfianza viene recuperando su credibilidad. En Argentina el INDEC ha tenido muchos problemas de legitimidad por acusaciones de falta de independencia del gobierno que llevarían a trastocar datos por ejemplo referentes a inflación.
[iii] Hay dos preguntas que intentan llegar a la autoidentificación étnico racial. La primera es en realidad un conjunto de preguntas de respuesta sí o no que permite contestar que sí a varias opciones de ascendencia: ¿Cree tener ascendencia Afro o Negra/Asiática o Amarilla/Blanca/Indígena/Otra?. La segunda pregunta acerca de cuál se considera la principal.
[iv] En Estados Unidos estas preguntas han estado en el centro de la discusión académica y de los grupos de interés a lo largo del tiempo. Las actuales son, a mi entender, bastante problemáticas porque separan lo racial de lo étnico, separación que ha sido cuestionada dado que nos hemos dado cuenta que tanto raza como etnicidad son categorías construidas socialmente y que no hay nada más biológico en la raza que en la etnicidad. Además lo hacen de manera curiosa, mezclando nacionalidad con color de piel de una manera poco clara. Por un lado, en la pregunta de autoidentificación racial, las categorías son blanco, afroamericano o negro, nativo americano o nativo de Alaska, indio asiático, chino, filipino, japonés, etc. Y la pregunta de autoidentificación étnica es sólo para distinguir origen hispánico. Es decir, mientras que venir de Japón es una raza venir de México es una etnicidad, entre otras curiosidades. (Ver por ejemplo: Overview of Race and Hispanic Origin: 2010, 2010 Census Briefs http://www.census.gov/prod/cen2010/briefs/c2010br-02.pdf)
[v] El censo brasilero incorporó muy tempranamente la pregunta sobre raza. A pesar de que los dos primeros censos lo preguntaron, por 50 años (entre 1890 y 1940), mientras se construía el mito de la democracia racial, no se incluyó. En el censo de 1970, en dictadura, se excluye nuevamente y la reinclusión fue posible con el advenimiento de la democracia y fue el producto de la lucha del movimiento negro y de intelectuales que cuestionaban el mito de la democracia racial. En 1991 se incorpora la categoría indígena por primera vez. (para conocer más de esta historia ver por ejemplo: Paixão, Marcelo. “La variable color o raza en los censos demográficos brasileños: historia y estimación reciente de las asimetrías.” Notas de Población, 89, CEPAL http://www.eclac.org/publicaciones/xml/0/38300/lcg2427-P_7.pdf o el excelente libro:
Telles, Edward E. 2004. Race in Another America: The Significance of Skin Color in Brazil. 2004. Princeton University Press). En Colombia, nación construida como mestiza o como una democracia racial, comienza a preguntarse sobre raza en 1993, luego de que la Constitución del 91 declarara el país como nación multicultural. El censo de 2005 vuelve a incluir una pregunta de autoidentificación que ha resultado más confiable que la anterior (para saber más sobre este caso, ver por ejemplo Urrea-Giraldo, Fernando. “La población afrodescendiente en Colombia.” Ponencia en seminario internacional Pueblos Indígenas y afrodescendientes de AL Y el Caribe, CEPAL, Santiago de Chile, 27 al 29 de abril de 2005. Ver también Alfonso, Tatiana et al. “El derecho a no ser discriminado” http://www.banrepcultural.org/sites/default/files/89980/El_derecho_a_no_ser_discriminado-Observatorio.pdf)
[vi] Ver informe del INE, “Encuesta Continua de Hogares. Módulo de Raza. Principales Resultados” (http://www.ine.gub.uy/biblioteca/raza/MODULO_RAZA.pdf). En realidad la forma de preguntar en esta encuesta y de agrupar categorías en este informe ha sido criticada por los especialistas. La pregunta incluida en 2006 en la encuesta ampliada de hogares tiene mayor aceptación entre los académicos. Los resultados comparativos entre categorías, principalmente entre afrodescendientes y blancos, sin embargo, se mantienen con esa nueva forma de preguntar. El panorama es bastante desesperanzador. Ver al respecto el excelente libro Población afrodescentiente y desigualdades étnico-raciales en Uruguay, de varios autores coordinado por Lucía Scuro y disponible en http://www.fondoespanapnud.org/wp-content/uploads/2010/07/PoblacionAfrodescendienteyDesigualdadesEtnicoRaciales.pdf#page=133. Ver también: Cabella y Porzecanski “The growth of ethnic minorities in Uruguay: Ethnic Renewal or Measurement Problems?” (http://www.ciqss.umontreal.ca/Docs/SSDE/pdf/Cabella.pdf). Y finalmente, para una visión más histórica de esta problemática el reciente libro de mi profesor George Reid Andrews Blackness in the White Nation.
[vii] De hecho, algunos de los spots publicitarios de grupos pro-reconocimiento de herencia indígena me han resultado terriblemente esencialistas donde se llama a la población a reportar su ascendencia charrúa, supuestamente cargada de valores de humildad, fraternidad, solidaridad, generosidad, libertad, etc.

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