Lucky? por Alan Levine, bajo licencia CC BY 2.0.
¿Qué tienen en común Elon Musk, Donald Trump y el Pepe Mujica? Los tres fueron o son exitosos, tomando en cuenta múltiples definiciones de lo que significa ser exitoso. Más importante que eso, resulta imposible entrar a cualquier librería y no encontrar al menos un libro que trate sobre alguno de ellos. ¿Por qué existen estos libros? ¿Tienen las personas exitosas algo particular que enseñarnos para ayudarnos a nosotros a ser exitosos? ¿Cuánto de su éxito se debe a su esfuerzo o habilidad y cuánto a la suerte? [1]
El año pasado, la cantante pop Taylor Swift recibió un doctorado honoris causa de una prestigiosa universidad. En su discurso de aceptación declaró: "Tengo una buena y una mala noticia, tu vida es algo que depende totalmente de ti"[2]. Este mensaje es repetido por celebridades una y otra vez. Taylor parece creer que el esfuerzo es lo más importante para triunfar. O tal vez es lo que ella precisa creer para no sentirse mal cuando, de vez en cuando, se percata de lo privilegiada que es su situación: seguramente la ayude mucho pensar que lo que tiene se lo ganó con esfuerzo.
La suerte juega un papel fundamental en varios aspectos de nuestras vidas. Determina en muchas ocasiones las oportunidades que se nos presentan y en algunas las decisiones que tomamos. Una forma sencilla de ver cómo la suerte afecta nuestra situación económica es simplemente ver las importantes diferencias de ingresos promedio que se ven en el mundo. El ingreso esperado de una persona que nace en Somalia es mucho menor (aproximadamente 20 veces menor) que el de una persona que nace en Uruguay, y este es a su vez 2,5 veces menor que el de una que nace en Dinamarca. Por supuesto, el lugar donde nacemos no depende de nosotros, y difícilmente las diferencias en ingresos promedio se fundamenten por diferencias en esfuerzo promedio después de nacidos. Por lo tanto, buena parte de las diferencias en ingresos entre uruguayos, somalíes o daneses se explica por la suerte que tuvo cada uno de nacer donde nació.
Las personas que normalmente encontramos en las listas de multi-millonarios, incluso si nos quedamos solamente con aquellos que no recibieron fortunas de sus familias, también logran sus fortunas con ayuda de la suerte. Cuando Steve Jobs ocupaba los medios de prensa con frecuencia, se solía predicar que él había fundado la compañía que le daría su fortuna, Apple, en un garage, con sus amigos Steve Wozniak y Ronald Wayne. Siendo ellos altamente inteligentes y dedicando grandes esfuerzos al proyecto, lograron establecer un imperio informático. Si bien todo esto puede ser cierto, al mismo tiempo, seguramente habría otros grupos de amigos, también extremadamente inteligentes y tan trabajadores como Jobs y sus amigos, que no llegaron a nada tan reconocible como lo que es Apple. Más importante para el punto que quiero hacer aquí, los ingresos que lograron estos tres segundones que fundaron otra compañía que no terminó siendo Apple, son infinitamente menores que los de Jobs y compañía. Para ejemplificar mejor este punto consideremos el siguiente ejercicio.
Supongamos[3] que Jobs era un tipo brillante, más inteligente que el 99,9% de nosotros. La población mundial en la década del 70 era 3.600 millones de personas, por lo que debería haber algo así como 3,6 millones de personas en el mundo igual o más inteligentes que Jobs. Supongamos que de ellos sólo una fracción, digamos 0,5 millones tenían algunas de las otras características de Jobs (su edad aproximada, recursos familiares mayores a la media mundial, etc). ¿Porqué Jobs se enriqueció tanto más que todos ellos? Supongamos que de este conjunto saldrán 10 multimillonarios y que estos serán elegidos por un dios en base a su experiencia, su genialidad y su esfuerzo. Uno puede simular este ejercicio, asignando aleatoriamente puntajes para la experiencia, esfuerzo, habilidad y suerte de las 0,5 millones de personas y analizando quienes terminan en los 10 primeros puestos según su puntaje total. Hice esto 100 veces[4] y los resultados muestran que: a) el promedio de esfuerzo de los mejores 10 es de 97%, b) el promedio de suerte es similar, y c) de entre los mejores 10, sólo 1,2 hubieran pertenecido a este grupo si la suerte no fuera un factor a considerar.
El ejercicio anterior ilustra de forma simple que, en una población grande, para lograr resultados excepcionales, se necesita mucho esfuerzo pero también mucha suerte. Esto implica que incluso en una meritocracia perfecta, si la suerte existe, las personas que llegan a lugares excepcionales, seguramente tuvieron una dosis de suerte importante acompañando sus esfuerzos y habilidades. La importancia de este punto es incluso mayor en sociedades en las que los ingresos crecen exponencialmente con el rendimiento (lo que antes consideré esfuerzo + experiencia + habilidad + suerte), de modo que un rendimiento un poquito más alto aumenta los ingresos mucho más. La diferencia entre ser Jobs y ser alguien idéntico pero con un poco menos de suerte es inmensa.
Un aspecto a resaltar de la suerte es que es, en buena parte, algo más difícil de apreciar que el esfuerzo. Cada uno es por lo general consciente del esfuerzo que pone en hacer las cosas. En ocasiones también puede observar el esfuerzo que ponen otros en hacer lo que hacen. Pero la suerte que afecta los resultados que obtiene cada uno por su esfuerzo es más difícil de percibir y mesurar.
Esto cobra especial trascendencia cuando las meritocracias no son perfectas. Supongamos que vivimos en un mundo en el que existen posiciones de poder, en el cual ciertas personas tienen mayor influencia que otras a la hora de determinar las reglas del juego y a esas posiciones se accede a través del mérito revelado. Dada nuestra discusión anterior, las posiciones de poder serán ocupadas en gran parte por personas que han tenido muchísima suerte. Un problema grande aparecerá si estos líderes no son capaces de reconocer el papel de la suerte. Esto seguramente ocurra con frecuencia dado el esfuerzo que requiere acceder a estas posiciones. Todos ellos se esforzaron por sus logros, por lo que es natural que piensen que sus premios están justificados. Lo que seguramente no todos vean es que también tuvieron una dosis importante de suerte y por lo tanto, la importancia de la suerte se verá minimizada en sus ideas y las políticas que propongan. En sistemas en los que los líderes tienen un poder desproporcionado para establecer las reglas del juego, y en los que solo personas con cierto nivel de éxito llegan a ser líderes, será natural que cierta injusticia prevalezca simplemente por el sesgo perceptivo de los que fijan las normas.
Por último, la importancia de la suerte es relevante para otro debate: contribuir o no contribuir a la situación de los otros. O una realización más concreta: cobrar o no cobrar más impuestos a los que más tienen. En muchos casos las grandes fortunas son heredadas. En el marco de una meritocracia es fácil argumentar que es justo limar el ingreso de quienes no se esforzaron por su riqueza. Pero dado el argumento de este post, grabar el ingreso de quienes hicieron su riqueza también tiene justificación, en la medida en que la suerte explica una buena parte de los ingresos más altos. Transferir ingresos desde los más pudientes a los menos pudientes es una forma de compensar por las diferencias de suerte. Este punto no es obvio para quienes ocupan las posiciones de privilegio dado el sesgo perceptivo que desarrollamos antes (uno conoce su propio esfuerzo, no la suerte que tuvo). Es claro que si la gente más rica piensa que su riqueza se deriva altamente de su esfuerzo, entonces: a) no estará fundamentado que paguen mayores impuestos (¿por qué tiene que pagar más quien más se esforzó?), b) para realmente ayudar a la gente menos privilegiada, no alcanza con transferirles recursos, lo mejor es incentivar su esfuerzo. Es por lo tanto importante reflexionar y difundir sobre este tema para lograr sociedades más justas.
Referencias
Fleurbaey, M.: Fairness, Responsibility and Welfare. Oxford University Press, Oxford (2008).
Frank, R.H. (2016), Success and Luck: good fortune and the myth of meritocracy. Princeton University Press.
Lefranc, A., Pistolesi, N. y Trannoy, A. (2009): Equality of opportunity and luck: definitions and testable conditions, with an application to income in France (1979–2000). Journal of Public Economics. 93(11–12), 1189–1207
Roemer, J.E. y Trannoy, A. (2016): Equality of opportunity: theory and measurement. Journal of Economic Literature. 54(4), 1288–1332.
Esta nota se benefició de los valiosos comentarios de Mery Ferrando.[1] Este post esta inspirado en Frank (2016). Otras lecturas interesantes y vinculadas pueden ser Fleurbaey (2008), Lefranc et al (2009) o Roemer y Trannoy (2016).
[3] El ejercicio que sigue está inspirado en el que se propone en este video de Veritasium.
Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.