La actual pandemia por coronavirus es un evento histórico que ha involucrado enormes cambios en nuestras vidas. Gobiernos de todo el mundo han implementado una serie de medidas de confinamiento para disminuir la velocidad del contagio del virus e intentar evitar el colapso de los sistemas de salud. La respuesta no fue homogénea y los gobiernos combinaron diferentes medidas, tales como el cierre de comercios y lugares de entretenimiento, restricciones para reuniones en lugares públicos o incluso privados, cierre de fronteras, llamados públicos a quedarse en los hogares, e incluso hasta el cierre de las escuelas. El impacto de la pandemia, y en particular de las medidas de confinamiento, ha sido enorme y sus efectos van más allá de la esfera de la salud. Transitamos una de las peores crisis económicas globales de los últimos tiempos, con niveles record de desempleo y pobreza en varios países. La pandemia está dejando otros costos sociales, como por ejemplo, problemas de aprendizaje en niños y adolescentes, o un incremento significativo en problemas de salud mental (Debata et al., 2020; Nicola et al., 2020; Xiong et al., 2020).
En este contexto, ¿qué es factible esperar de los niveles de criminalidad? La pandemia ha sido considerada por algunos criminólogos como ‘el mas grande experimento natural criminológico de la historia’ (Stickle & Felson, 2020) y la expectativa era un cambio tan drástico de los patrones de interacción social debería tener un impacto significativo en los niveles de crimen.
En Uruguay, las cifras recientes de denuncias policiales (Ministerio del Interior, 2020) sugieren un importante descenso en los delitos en dos sentidos. Por un lado, se observa una importante caída en el número de denuncias durante los primeros ocho meses de la actual gestión, (por ej., rapiñas en un 9%, hurtos en 19%, violencia doméstica 2%), así como en el último año móvil (por ej., rapiñas en un 11%, hurtos en 24%, violencia doméstica 3%, homicidios 23%). Por otro lado, también supimos que ha ocurrido un descenso de las denuncias durante el momento más álgido del confinamiento, observándose una caída de 25% para los hurtos y de 21% para las rapiñas (cuando se compara abril de 2020 con abril de 2019; Munyo, 2020). Y como era esperable, hay quienes argumentan que estas cifras se deben a la buena gestión del actual gobierno, mientras otros aseguran que son producto exclusivo de las extraordinarias circunstancias que vivimos a causa de la pandemia por coronavirus.
En principio, ambas posiciones tienen un argumento razonable o atendible. No obstante, en ambos casos, ya sea que uno crea que el causante de la baja del delito es la política efectiva del gobierno, o que uno esté mas convencido que es la pandemia la que está operando, es importante ser cuidadoso y evitar el razonamiento falaz post hoc ergo propter hoc de que, porque Y paso luego de X, entonces necesariamente X fue la causa de Y. Si bien la antecedencia temporal es una condición relevante para establecer la presencia de un vinculo causal, no es suficiente ni mucho menos, y siempre es posible que estén teniendo lugar múltiples otras condiciones que hagan espuria la relación. En este sentido, los criminólogos, en particular con ayuda de los economistas, han intentado emplear métodos econométricos para intentar establecer con la mayor fiabilidad posible si existen vínculos causales cuando analizan lo que suele llamarse ‘experimentos naturales’.
En lo que sigue nos interesa hacer tres cosas. Primero, mostrar porque teóricamente uno debería esperar cambios en el crimen producto de la pandemia. Es decir, que es lo que la teoría criminológica predice que debería ocurrir para los distintos tipos de crímenes. Segundo, queremos mostrar que es lo que efectivamente muestra la investigación empírica en la actualidad y que limitaciones posee. Y por último, queremos contarles de dos proyectos vinculados a identificar el vinculo entre pandemia y crimen en los que estamos trabajando, uno que involucra estudiar el caso uruguayo, y otro una comparación internacional de más de 20 ciudades de África, América, Asia y Europa.
¿Por qué la pandemia debería afectar los niveles de crimen?
La pandemia afectó la movilidad de las personas por la enfermedad, por el miedo a enfermarse, o por las restricciones impuestas por las medidas del gobierno (Ashby, 2020). ¿Por qué esta reducción de la movilidad debería afectar significativamente el número de delitos?
En primer lugar, desde la teoría de las actividades rutinarias, los patrones delictivos, e incluso la teoría de la elección racional, la pandemia está afectando las oportunidades criminales. El crimen es producto de interacciones que tienen lugar entre potenciales ofensores y víctimas, en el curso de sus actividades rutinarias no criminales (Brantingham and Brantingham, 1995). Para que tenga lugar un delito deben darse tres condiciones simultáneas: ofensores motivados a delinquir, presencia de targets criminales adecuados (objetos atractivos y/o potenciales víctimas) y ausencia de vigilancia (Cohen & Felson, 1979; Felson & Eckert, 2018). La pandemia altera esta convergencia de las tres condiciones, pero no afecta de igual manera los distintos tipos de delitos. Por un lado, puede disminuir los robos y los conflictos violentos porque disminuyen los ofensores y las víctimas o targets ya que hay menos personas circulando por la vía publica, pero también pueden aumentar ya que disminuyen los potenciales vigilantes (formales o informales) para aquellos que transitan por la calle, e incluso pueden aumentar los hurtos de tiendas ya que dueños/empleados están ausentes (Ashby, 2020; Felson, et al., 2020). Al mismo tiempo, el llamado de los gobiernos a quedarse en el hogar disminuye el tiempo en que las casas quedan desocupadas y aumenta la vigilancia informal en los barrios, dificultando los delitos de propiedad y hurtos a los hogares (Buchanan et al., 2020). Sin embargo, el confinamiento puede generar un efecto contrario para delitos de violencia doméstica, ya que facilita la concentración de la potencial victima, el ofensor motivado y la ausencia de guardianes informales como familiares, vecinos o amigos (Piquero et al., 2020).
En segundo lugar, desde las teorías de la tensión, la pandemia está afectando mecanismos psicológicos asociados al stress y las emociones negativas. Para esta teoría, los delitos son una forma que tienen los individuos de enfrentar situaciones adversas de tensión buscando aliviar las emociones negativas sufridas en dichas situaciones cuando: i) no pueden conseguir metas, ii) sufren estímulos negativos, iii) o pierden estímulos positivos (Agnew, 2005). La pandemia y las medidas de confinamiento, junto con sus implicancias económicas negativas, pueden generar tensiones del primer tipo en muchos individuos que pierden trabajos y/o son incapaces de pagar deudas o cuentas; del segundo tipo cuando las personas se ven recluidas y hacinadas en pequeños espacios sufriendo tensiones familiares, abusos y con escasa capacidad para moverse o escaparse; y del tercer tipo en muchos individuos que se ven privados de disfrutar de la recreación, ocio, y otras actividades sociales que pueden aliviar el stress sufrido (Payne et al., 2020). Experimentar estas tensiones puede llevar a que se desarrollen emociones negativas como enojo, miedo o ansiedad, y una de las formas de lidiar con estas emociones es responder en forma violenta y delictiva (Agnew, 2005; Payne et al., 2020) tanto en la esfera doméstica, como cometiendo delitos económicos. Las tensiones y los impactos psicológicos negativos durante estos eventos pueden coexistir con problemas prexistentes de salud mental o de consumo problemático de alcohol que acentúan o desencadenan los comportamientos violentos (Payne et al, 2020).
En tercer lugar, un efecto indirecto de la pandemia que puede influir en el incremento de los delitos es la necesidad de los Estados de relocalizar los recursos públicos aplicados a la prevención del crimen y derivarlos a la aplicación y cumplimiento de medidas sanitarias, aumentando de esta manera las oportunidades delictivas por la menor probabilidad de ser detectado y arrestado (Poblete-Cazenave, 2020).
Finalmente, es importante incluir el impacto de la pandemia sobre los mercados ilegales, y por ende en los interacciones y reacciones de los grupos de delito organizado. Por una parte, la pandemia puede estar afectando significativamente tanto la oferta (por la disrupción de ingreso de insumos y productos) como la demanda (reducción de consumo) lo cual afecta circulación de los bienes ilegítimos, los beneficios, produciendo tensiones y delitos violentos entre los grupos de delito organizado (Eisner & Nivette, 2020; Global Initiative Against Organized Crime, 2020, pero ver Giommoni, 2020). Al mismo tiempo, la anteriormente referida retracción de los recursos policiales se vuelve más problemática cuando tiene lugar en barrios de periferia urbana con altos niveles de pobreza, violencia y débil presencia del Estado. Es posible que se debilite aún más la confianza y legitimidad del Estado y la policía, que se afiance el control del territorio de los grupos delictivos y su apoyo, lo cual en un contexto de elevado desempleo y escasas oportunidades legitimas, favorezca el desarrollo de mercados ilícitos, el reclutamiento de jóvenes, el incremento los delitos y la resolución violenta de los conflictos (de la Miyar et al., 2020; Global Initiative Against Organized Crime, 2020). Por otra parte, los esfuerzos de prevención policial para intentar mantener el control del territorio pueden generar efectos perversos por la vía de desorganizar el mercado ilegal y promover nuevas tensiones y conflictos por ocupar vacíos dejados por grupos ilícitos desarmados por arrestos (Bogliaccini et al., 2020).
Esta rápida revisión por las teorías criminológicas nos muestra que existen distintos mecanismos y efectos contradictorios que ocurren de manera simultanea y hacen difícil predecir la dirección o magnitud de los efectos de la pandemia sobre el crimen. Además, los efectos de los mecanismos varían notablemente según el tipo de delito.
¿Qué dice la evidencia empírica?
Efectivamente, la evidencia empírica muestra que, si bien con el inicio de la pandemia se ha observado una importante caída en muchos crímenes, el impacto no es universal y depende notablemente del tipo de delito. Es más, en muchos casos los resultados son muy inconsistentes. Mientras algunos estudios en Canadá (Hodgkinson and Andresen, 2020), México (de la Miyar et al., 2020), Estados Unidos (Ashby, 2020) y en Reino Unido (Halford et al., 2020) muestran que las denuncias por hurtos de vehículoshan disminuido durante la pandemia, otros estudios en ciudades de Estados Unidos han mostrado ausencia de efectos o incluso incrementos (Campedeli et al., 2020; Mohler et al. 2020). Los hurtos muestran un panorama más consistente ya que la mayoría de los estudios muestran un descenso de las denuncias por ejemplo en México (de la Miyar et al., 2020), India (Poblete-Cazenave, 2020) y Estados Unidos (Campedelli, et al., 2020; Mohler et al., 2020), pero algunos estudios que comparan ciudades de Estados Unidos muestran que casi no hay cambios (Ashby, 2020).
Los delitos violentos tampoco muestran un patrón claro. Por un lado, las denuncias de rapiñas parecen mostrar un descenso significativo producto de la pandemia en estudios en India (Poblete-Cazenave, 2020), México (de la Miyar et al., 2020) o Estados Unidos (Campedelli et al., 2020; Mohler et al., 2020). No obstante, no se observa un efecto significativo sobre las denuncias de lesiones o ataques físicos con o sin armas en Estados Unidos (Ashby, 2020; Campedeli et al, 2020; Payne et al., 2020) o Canadá (Hodgkinson and Andresen, 2020). Adicionalmente, tampoco es claro el efecto sobre la violencia letal: mientras los estudios en India (Poblete-Cazenave, 2020), Perú (Calderon-Anyosa & Kaufman, 2020) y Estados Unidos (Shayegh & Malpede, 2020) muestran un descenso significativo de los homicidios, otros estudios en México (de la Miyar et al., 2020) y Estados Unidos (Campidelli et al., 2020) no encuentran efectos significativos.
En violencia doméstica los estudios también muestran un panorama bastante heterogéneo. Algunos estudios en Estados Unidos (Leslie & Wilson, 2020; Mohler et al., 2020), Perú (Agüero, 2020), India (Ravindran & Shan, 2020), y Argentina (Perez-Vincent & Carreras, 2020) muestran un claro incremento de las denuncias durante la pandemia. No obstante, otros estudios en Estados Unidos (Campedeli et al., 2020; Piquero et al., 2020) y México (de la Miyar, 2020) no detectan evidencia de efecto sobre este tipo de crímenes. Hay incluso algunas investigaciones que parecen demostrar que las denuncias de violencia doméstica sorprendentemente disminuyen, por ejemplo, en India (Poblete-Cazenave, 2020) o en Reino Unido (Halford et al., 2020).
Como es posible apreciar por la evidencia existente, es difícil estimar el efecto de la pandemia sobre el crimen ya que depende enormemente, no sólo del tipo de delito, sino también del contexto geográfico, el período de tiempo analizado, la intensidad y el tipo de confinamiento y regulaciones empleadas en cada país, el tipo de datos empleados, así como la estrategia de identificación causal seleccionada.
En qué medida la pandemia va a generar un desafío en materia de seguridad ciudadana es una pregunta clave para los hacedores de políticas públicas de prevención (Eisner & Nivette, 2020). Más específicamente, el desafío involucra preguntarse no sólo i) en que medida las políticas sanitarias generan efectos no previstos en el crimen, sino también ii) cómo se verán afectadas otras formas de prevención del crimen tradicionales que siguen en funcionamiento durante la pandemia. Este doble desafío es particularmente relevante en regiones donde hay altos niveles de pobreza, marginalidad, violencia y donde hay áreas del territorio en las cuales la presencia del Estado es muy débil y, por consiguiente, donde grupos de crimen organizado disputan el territorio. América Latina constituye un caso paradigmático ya que es donde existen los mayores niveles de criminalidad y violencia y donde el desafío a la legitimidad del Estado de los grupos criminales es mayor (Bergman, 2018; Eisner, 2015; Muggah & Aguirre Tobon, 2018; UNODC, 2019).
En este contexto, es interesante intentar entender que esta ocurriendo en Uruguay donde se ha venido experimentando un empeoramiento sistemático de los indicadores de crimen, y en particular del crimen violento y donde la concentración de la violencia en ciertas áreas de la periferia urbana y la presencia ciertas formas de crimen organizado son motivo de preocupación. ¿Qué es lo que queremos hacer en materia de investigación?
¿Qué estamos haciendo?
A los efectos de intentar entender mejor qué está ocurriendo con el delito durante la pandemia y qué potenciales efectos puede tener sobre los distintos tipos de delitos, estamos actualmente trabajando en dos líneas de investigación que se enmarcan en un convenio de cooperación honoraria con el Ministerio del Interior.
Por un lado, como parte de un proyecto liderado por la Universidad de Cambridge, la Universidad de Utrecht, y la Universidad de San Pablo, estamos participando en un estudio que realiza una comparación cross-cultural del efecto de las medidas de confinamiento en 24 ciudades de 20 países de América, Europa, Asia y Medio Oriente en seis tipos de crímenes basadas en denuncias policiales (lesiones, robos sin violencia, robos de propiedad, robos con violencia, robo de vehículos y homicidios). El objetivo es medir cuán severas son las respuestas de confinamiento de los gobiernos combinando ocho dimensiones relevantes: clausura de escuelas, clausura de espacio de trabajo, suspensión de eventos públicos, restricción de reuniones en publico, suspender el transporte público, y requerimiento a quedarse en casa, y restricciones a viajes nacionales o internacionales. Esta novedosa base de datos tiene la virtud de que incluye ciudades con una alta variabilidad de medidas de confinamiento que van desde las recomendaciones escasamente restrictivas y voluntarias del caso sueco hasta medidas de emergencia, restrictivas asociadas a penas severas del caso argentino o peruano. La inclusión de este tipo de medidas y una amplia variabilidad en las medidas de confinamiento permitirá obtener resultados sobre el vinculo entre la pandemia y el crimen con mucho mayor capacidad de generalización que los estudios de casos precedentes. Los primeros resultados (Nivette et al., forthcoming) de este proyecto muestran que, si bien los efectos son heterogéneos por ciudad y delito, en promedio las restricciones de movilidad más severas están asociadas a reducciones más fuertes en el número de delitos reportados. Esta evidencia está en línea con la relevancia que tienen tanto las oportunidades como las rutinas diarias al momento de entender y disuadir el delito.
Por otro lado, nos interesa explorar el efecto criminógeno de la pandemia para el caso uruguayo. Concretamente, buscamos ver cómo varía el efecto de las medidas de confinamiento aplicadas a causa de la COVID-19 en distintos tipos de denuncias de delitos violentos y no violentos para la ciudad de Montevideo, prestando particular atención a la violencia doméstica. Para ello hemos construido una base con denuncias de hurtos, rapiñas, homicidios, lesiones, y violencia doméstica georreferenciadas del Ministerio del Interior, que hemos combinado con información también georreferenciada sobre el uso de transporte público (Intendencia de Montevideo) y el uso doméstico de energía eléctrica (UTE). De esta manera podemos explotar diferentes niveles de acatamiento por barrio para así intentar identificar el efecto que ha tenido la pandemia por COVID-19 en la seguridad pública. Resultados preliminares van en línea con lo observado en otras ciudades: una menor movilidad parece estar asociada con menores niveles de inseguridad pública, con presencia de heterogeneidades por tipo de delito (Diaz et al., forthcoming).
Como señalaban Stickle y Felson (2020) la pandemia constituye una oportunidad única para entender como es que cambios tan significativos en nuestras vidas influyen los distintos tipos de crímenes. El gran desafío en los próximos meses es desarrollar estudios que permitan identificar con el menor sesgo posible en que medida el efecto es producto de las medidas de confinamiento de la pandemia, y en que medida dicho efecto varia para los distintos tipos de delitos, contextos socio culturales, tipo de medidas sanitarias, y las políticas de prevención del delito de los gobiernos.
Carlos Diaz, Sebastian Fossati y Nico Trajtenberg
Referencias
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Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.