Actitudes hacia las mujeres, cultura y eficiencia del gasto público

A propósito de la conmemoración del día internacional de la mujer, Vázquez decidió poner énfasis en el uso del tabaco como principal causa de muerte entre las mujeres, alertando sobre la necesidad de tomar acciones en ese ámbito más que en aquellos en los que se centran los reclamos de los diversos colectivos que defienden los derechos de las mujeres.

En esta nota quisiera argumentar que la necesidad de actuar a través de las políticas públicas para corregir ciertas formas de trato hacia las mujeres (entre ellas el uso de la violencia física), así como nuestras creencias acerca de los roles de hombres y mujeres fuera y dentro del hogar, no sólo se justifica para evitar muertes y defender derechos sino también para aumentar la eficiencia de los recursos que el gobierno destinará a las áreas establecidas como prioritarias en el próximo presupuesto nacional: Seguridad, Educación y Sistema de Cuidados.

En materia de seguridad ciudadana, en la nota de la semana pasada, Nicolás sugería que un eje prioritario de intervención para la prevención del delito es el abordaje del maltrato y abuso infantil. Presentaba algunos datos, además, que indicaban que los episodios de maltrato se incrementan notoriamente entre aquellos adolescentes de familias con relaciones conflictivas entre los padres. En este marco, intervenir para reducir el uso de la violencia hacia las mujeres en el hogar contribuirá no solo a prevenir homicidios, sino también a mejorar el entorno familiar de muchos de nuestros niños y adolescentes y a prevenir, de esa manera, la ocurrencia de delitos.

Similarmente, políticas que reduzcan el uso de la violencia en el hogar y mejoren el entorno en el que crecen niños y adolescentes debería servir para mejorar la eficiencia de los recursos destinados a la educación. Por ejemplo, Pereda (2014) [1], documenta que la mitad de los adolescentes desvinculados del sistema educativo habían atravesado por alguna situación trágica familiar (entre ellas, situaciones de violencia), o personal (entre ellas intentos de abuso sexual).

Además, actuar para alterar las creencias acerca de los roles que cumplen hombres y mujeres es también necesario para aumentar la eficiencia de los recursos que se destinarán a la implementación del Sistema Nacional de Cuidados.

En efecto, el gobierno ha fundamentado la prioridad dada a la implementación de un Sistema Nacional de Cuidados en la necesidad de aumentar la participación laboral de las mujeres y la fertilidad.  Sucede que las decisiones de trabajar de una mujer dependen no sólo de factores económicos e institucionales, como el salario y condiciones de trabajo, el costo del cuidado de niños pequeños u otros dependientes, etc., sino también de sus preferencias y/o de las de su pareja en un modelo de decisiones colectivo. Estas preferencias se forman bajo la influencia de la cultura y de las creencias acerca de cuál es el papel de la mujer en el hogar, de si los niños se benefician o son perjudicados por tener una madre trabajadora, entre otras cosas.  Estudios recientes en economía han identificado el papel de los factores culturales en la decisión de trabajar de las mujeres comparando mujeres que nacieron y crecieron en un mismo país (y por tanto gozan de las mismas instituciones y sistemas de bienestar) pero que tienen diferentes orígenes ya que los padres de ellas nacieron en otro país. Encuentran que la decisión de participar o no en el mercado de trabajo está fuertemente influenciada por su cultura, y por la de su pareja, y que incluso esta última podría tener una influencia mayor.[2]  

Por su parte, los países que han logrado revertir la tendencia a la baja en la fertilidad no sólo cuentan, en su mayoría, con sistemas de bienestar que facilitan la conciliación entre vida laboral y familiar sino también con una distribución más equitativa de tareas entre hombres y mujeres al interior del hogar. Este patrón general que surge de la comparación entre países, se confirma también al comparar hogares dentro de un mismo país, en una variedad de países.[3]

En definitiva, para alcanzar el nivel de desarrollo, igualdad y bienestar de los países nórdicos, no alcanzaría con replicar su sistema de bienestar en Uruguay. Es necesario también cambiar aspectos de nuestra cultura. No sólo la “cultura del trabajo”, como señaló Vazquez en su discurso de asunción. También nuestra forma de ver y tratar a hombres y mujeres.


 Foto: Camila Domínguez (Lila Tirando A Violeta).




[1] Pereda, C. “Análisis de las entrevistas realizadas a adolescentes desvinculados del sistema educativo formal en el marco del Proyecto trayectorias educativas y primer seguimiento a adolescentes que no asisten a Ciclo Básico”. Informe de trabajo entregado al INEED, 2014.
[2] Para esta aproximación ver por ejemplo los trabajos de Fernandez (2011), Fernandez and Fogli (2009), Blau et al. (2013).
[3] Por un resumen de las teorías que vinculan la distribución de tareas en el hogar con la fertilidad y de la evidencia empírica ver García-Manglano, Nollenberger andSevilla (2014)

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