Eleccciones uruguayas y mitos griegos

Las elecciones han terminado. Los candidatos se congratulan nuevamente de un proceso llevado adelante en orden y paz. La prensa internacional se hace eco, señalando a Uruguay como ejemplo para la democracia. La reciente edición del índice de percepción de la corrupción de transparencia internacional confirma el liderazgo de Uruguay en esta materia en América Latina. Un nuevo gobierno se prepara para tomar el poder mientras Montevideo ingresa en su bucólico verano. Satisfechos de sí mismos (y algunos más contentos que otros) los uruguayos dan por cerrado un ciclo electoral bastante largo. Es la hora de gobernar.

Sin embargo, hay grietas en esta ídilica imágen. El Presidente saliente advirtió que dinero del narcotráfico podría haber ingresado en la campaña electoral. Un edil de la oposición fue procesado por vínculos con el narcotráfico. El medio online Sudestada, utilizando información proporcionada por la Corte Electoral detectó una serie importante de violaciones a la regulación electoral, particularmente en términos de financiación de las campañas políticas. Las repercusiones de esta noticia llevaron a admitir a la Corte Electoral que era incapaz de controlar a los partidos y los fondos que estos reciben. La información pública demuestra a su vez que los partidos no presentan su contabilidad de manera sistemática, complicando cualquier operación de control social como señala un reciente estudio de Victoria Terán. Las estimaciones realizadas por estudios realizados por Daniel Chasquetti y Rafael Piñeiro * afirman que aproximadamente el 75 % del dinero en las campañas viene de fondos privados. La publicidad que los medios de comunicación realizan (y sus costos) también son parte de la caja negra del sistema.

¿Cuál es el problema? El dinero en política es un fenómeno difícil de estudiar. A diferencia de la influencia que tienen los votos de los ciudadanos en la elección de un candidato (la cuál es bastante observable) , la cantidad de dinero, de quien viene y cómo influye es difícil de estimar. Algunos estudios en los Estados Unidos muestran como las maquinarias de recaudación de fondos influyen en el despegue y eventual éxito de algunas campañas. Trabajos como el “Explorador de influencia” de la Fundación Sunlight muestra como el dinero que ciertos actores ¨contribuyen¨al proceso electoral norteamericano y a la aprobación de ciertas regulaciones. Pero aún en contextos donde la información está relativamente disponible, es difícil de saber exactamente como el dinero juega en campaña y después de ella. El presupuesto más simple ( e inocente) es que el dinero compra influencia y acceso a quienes deciden como afirman Casas y Zovatto en un estudio sobre América Latina. Este acceso de quien contribuye es obviamente mayor que el de otros grupos e individuos en la sociedad que no lo hacen y puede traducirse en la adopción (o no) de determinadas normas que favorezcan a ciertos grupos.

En Uruguay los partidos políticos tienen un prestigio ganado fruto del devenir histórico del país y la creencia establecida en diversos ámbitos acerca del rol positivo que cumplen en la democracia. Frente al argumento de la necesidad de controlarlos, la respuesta usual es que, debido a la competencia existente entre los partidos uruguayos, se controlan los unos a los otros de forma eficiente. Usualmente quienes abogan por mayor transparencia son considerados “anti-políticos” y portadores de una actitud ¨moralizante¨ frente al ejercicio del poder (del cuál en la citada visión tienen casi un monopolío). Sin embargo este anticuado debate debe cesar frente a la evidencia: el garante del sistema es incapaz de vigilar lo que pasa y la mayoría de los aportes a los partidos vienen de lugares que no se conocen.

Las soluciones frente este problema son múltiples. Las mismas incluyen un regulador con poderes, normas que obliguen a los partidos a liberar más información y control social adecuado. También requiere repensar el financiamiento de los partidos con fondos públicos y su espacio en los medios. Es un combo que como señalan algunos colegas requiere de una solución a la “Ulises encadenado”. Ulises ató sus manos para prevenir que el canto de las sirenas le costará su vida, de la misma forma que los partidos debieran limitar de quien reciben fondos para asegurar su independencia. La solución “a la Ulises” depende de que los partidos en el poder den el primer paso. También hay una solución alternativa: a la “Narciso”. Preso de su supuesta belleza Narciso murió ahogado al caer en el lago. Y ese es el riesgo del discurso auto-complaciente que se sabe afortunado en el contexto regional y para el cuál “todo está bien como está”. Para bien o para mal dinero, influencia y política irán juntos por largo tiempo. La manera en que este tema se resuelva dirá mucho de la supuesta madurez y sofisticación, tanta veces proclamada, de nuestro sistema político.

Fabrizio Scrollini




* Las afirmaciones de ambos autores se dieron en el marco del evento En la caja negra de la democracia uruguaya organizado por AUCIP el 19 de Setiembre de 2014 y forman parte de sus respectivos trabajos de investigación presentados en dicho evento.

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