La mitad de los votos en blanco en las elecciones universitarias se debe al mecanismo electoral y no a la voluntad del votante
Por Fernando Esponda
En el verano de 1884 el distrito londinense de Soho se vio estremecido por la peor epidemia de cólera de la historia del Reino Unido. Iniciada el 31 de agosto, en solo tres días ya habían fallecido 127 personas. La situación era desesperante: nunca una epidemia de cólera había matado tan rápido a tanta gente.El médico John Snow recorrió la zona y anotó la residencia de cada uno de los fallecidos. Desplegó sobre su escritorio un mapa y fue colocando puntos, uno por cada muerto. Poco a poco un patrón fue revelándose frente a sus ojos: las muertes se agrupaban en torno a la bomba de agua de Broad Street. En tan sólo una semana redactó y presentó su informe a las autoridades, quienes decidieron cerrar la bomba de inmediato. La epidemia cesó y en ese momento Snow se convirtió en el padre de la epidemiología moderna.
La epidemia de cólera de Broad Street es considerada uno de los primeros ejemplos de experimento natural, o sea un estudio que se realiza sobre algo que sucede “espontáneamente”, sin que haya un proceso dirigido por el experimentador. Estos experimentos son particularmente útiles en las ciencias sociales, en donde a diferencia de las ciencias más “duras” —física, química, biología— no es sencillo hacer un experimento con condiciones controladas, ya sea por problemas prácticos o éticos.[1]
El 16 de noviembre de este año 225.000 personas fueron a votar en las elecciones universitarias. Inconscientes ratas de laboratorio, también formaron parte de un inmenso experimento natural, dándonos la posibilidad de testear el efecto del mecanismo electoral sobre el voto en blanco universitario.
Como en el caso de la epidemia de cólera de Broad Street, los resultados de este experimento también son contundentes.
El experimento: pasar de tres hojas de votación a una sola
En las elecciones universitarias se votan tres órganos: Consejo y Claustro de cada facultad y Claustro de la Universidad. Cada órgano se vota en una hoja de votación diferente, por lo que hay que poner tres hojas distintas en el sobre.
¿Este tipo de votos “en blanco” se deben a una voluntad activa del votante o a la complejidad de la votación?[2] Era muy difícil responder a ciencia cierta esta pregunta, hasta ahora.
El cambio es notorio. En las elecciones de 2014 y 2018, cuando se debían poner en el sobre tres hojas de votación (Claustro, Consejo y Claustro de la Universidad), los promedios de votos en blanco y anulados para el consejo fueron 41% y 39%. En 2022, cuando sólo hubo una hoja de votación, el promedio de votos en blanco y anulado fue de 24%.[3]
El siguiente gráfico muestra el porcentaje de votos blancos y anulados por orden, abierto para egresados, estudiantes y docentes.
Históricamente los votos en blanco y anulados tenían un patrón que se mantenía: los mayores valores eran en egresados, luego en estudiantes y luego en docentes. Sin embargo, en 2022 este patrón cambió, y los estudiantes y docentes presentaron niveles similares de votos en blanco y anulados (16% y 17% respectivamente).
Pensar en las características de los órdenes nos permite obtener algunas hipótesis para explicar este fenómeno. De alguna manera, los egresados son el colectivo más lejano al día a día universitario (algunos pisan su facultad sólo cuando tienen que ir a votar en las elecciones). De esa ajenidad se derivarían niveles superiores de votos en blanco y anulados que los estudiantes y docentes, con una actividad vital mucho más cercana a la Universidad.
¿Por qué la mayor caída en los votos en blanco y anulados fue en el orden estudiantil? Esbozo una posible explicación. Los estudiantes suelen tener menos experiencia en elecciones que los docentes y los egresados. Puede darse incluso que para muchos estudiantes las elecciones universitarias sean sus primeras elecciones. De ahí que la complejidad de la votación impacte en ellos en mayor medida que en los otros dos colectivos. En 2022, simplificado el mecanismo de votación, el nivel de votos en blanco y anulados de los estudiantes terminó siendo igual que el de los docentes.
La propuesta: simplificar la votación en una única hoja de votación
Así cómo el mapa de puntos que armó John Snow recomendó clausurar la bomba de Broad Street, este análisis cierra también con una propuesta. Quizás no tenga la relevancia de la propuesta de Snow, quizás no salve vidas ni sea un hito de la historia de la ciencia, es verdad, pero la recomendación de política que se deriva del análisis es clara y valiosa: cambiar el mecanismo de votación de las elecciones universitarias, y pasar a votar con una sola papeleta que incluya los tres órganos.[5]
El principal argumento que he escuchado en contra de unificar la elección en una sola hoja de votación es que se impide el voto cruzado. Es cierto. Quizás pueda haber algún votante sofisticado que quiera ejercer esa opción, votar una agrupación para el Consejo, otra para el Claustro de facultad y otra para el Claustro de la universidad, y la unificación de todo en una misma hoja de votación lo impediría.
Sin embargo, recordemos que nada menos que en las elecciones nacionales votamos tres órganos diferentes: la Presidencia, la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores. Todo en una sola hoja de votación. Nadie se espanta por juntar estos órganos, que son incluso de poderes diferentes. Nos parece razonable y con esta definición impedimos en los hechos que alguien vote al presidente de un partido y parlamentarios de otro partido. Esta definición permite simplificar la votación.[6] ¿Por qué no hacerlo también en las elecciones universitarias?
Mantener tres hojas o pasar a una hoja única es una definición subjetiva, con sus pros y contras, como tantas otras, pero la evidencia que arrojaron las últimas elecciones es nueva y contundente. La duplicación de los votos en blanco del mecanismo de tres hojas ya es ineludible. Debemos ir hacia un esquema de hoja única de votación. La democracia pasa por poder elegir y también por facilitar la comprensión de lo que se elige.
[1] En economía es una herramienta particularmente utilizada. De hecho, el premio Nobel de economía del año pasado fue para David Card, Joshua Angrist y Guido Imbens, quienes se destacaron precisamente por extraer conclusiones económicas de experimentos naturales, en campos tan diversos como la relación entre salario mínimo y empleo, inmigración y empleo o nivel de estudios y salarios.
[2] La relación entre el mecanismo de voto y los resultados es un tema súper interesante y trabajado en ciencia política. Se pueden encontrar trabajos recientes que muestra relaciones entre los resultados de votación y la informatización de los mecanismos de votación, en particular su impacto en los votos cruzados y en votos nulos (ver por ejemplo Enchufes, espejos y tijeras: efectos del diseño de las boletas sobre el comportamiento electoral de Juan Dodyc y Juan Pablo Ruiz Nicolini, en donde se relevan varios estudios sobre este fenómeno).
[3] Estuve también jugando con algunas regresiones para ver posibles efectos de la cantidad de listas, la participación o el total de votos sobre los votos en blanco y anulados. El impacto de la cantidad de listas presentadas da una disminución de 3 puntos porcentuales de los votos en blanco y anulados por cada lista adicional que se presenta, mientras que los parámetros asociados a la participación y la cantidad de votos dan no significativos. Cierro este pie de página con un par de datos más: las elecciones de 2022 tuvieron menos cantidad de listas que 2014 y 2018, más votos absolutos y menor participación (75% en 2022 contra 80% y 79% en 2014 y 2018). Estos elementos no permitirían explicar per se la caída del voto en blanco y anulado.
[4] Hay también un leve aumento de los votos anulados. Interesante. Un amigo me planteó una hipótesis: que en las elecciones muchas veces se contabilizan mal los votos anulados. En rigor un voto anulado debería anular todo el contenido del sobre, y por ende la cantidad de votos anulados por órgano por circuito debería ser idéntica. Sin embargo, muchas veces en los escrutinios aparecen totales de anulados diferentes por órgano, porque se hace una “anulación parcial”, anulando el voto en un órgano y marcando voto en blanco para los otros dos órganos. A los efectos de la distribución de cargos este fenómeno no modifica nada, pero sí hace un pequeño ruido en este análisis. De todas formas, el problema se netea al mirar los votos anulados y en blanco sumados.
[5] La propuesta no es nueva e incluso ha sido discutida dentro de la Universidad, sin haberse resuelto hasta el momento cambios concretos. Un informe interno de hace algunos años planteaba que “nos es imposible saber a ciencia cierta qué proporción de la diferencia entre votos en blanco parciales y totales se explica por decisiones conscientes de realizar votos parciales, pero sospechamos que el grueso se explica por falta de información, principalmente en los órdenes de estudiantes y egresados.” Ahora lo sabemos: la mitad.
[6] El voto a nivel nacional de estos órganos en una sola lista también responde a otros objetivos, como por ejemplo que no se hagan cooperativas de votos a nivel de la cámara de representantes, o mantener las agrupaciones de votos por partidos.
Tomado de Razones y Personas. Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 3.0 No portada.