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La política atrás del tipo de cambio



"Dollar" por MoneyBlogNewz , bajo licencia CC BY 2.0.
Algunos medios de comunicación dedican una buena cantidad de espacio informativo a presentar una visión un tanto particular sobre el tipo de cambio del peso con el dólar (TC). Muchos reportan a diario el valor del TC, con flechitas de colores indicando el signo de la variación, verde si sube, rojo si baja, como explicando qué es lo bueno y qué es lo malo para usted. Otros medios, van varios pasos más allá, y presentan la información del TC de forma claramente sesgada, o alineada con los intereses de grupos particulares. La subida del tipo de cambio es presentada como una “ganancia de competitividad” y la caída como una “pérdida”. Esta nomenclatura está lejos de ser objetiva. Cualquier movimiento del TC representa ganancias para algunos agentes económicos y pérdidas para otros.

Entonces, cuando el TC sube ¿quién gana y quién pierde? Un incremento del TC beneficia a aquellos que tienen sus ingresos en dólares y sus egresos en pesos, dado que la apreciación de la divisa aumenta el poder de compra en pesos de un nivel dado de ingresos. El ejemplo más claro está en las empresas exportadoras. En contrapartida, perjudica a aquellos que tienen sus ingresos en pesos y sus egresos en dólares, típicamente los importadores. ¿Y el resto de la gente? La persona media tiene sus ingresos en pesos y su consumo se compone de muchos bienes diferentes. En un país chico como Uruguay, donde la producción doméstica no tiene un alcance amplio, la canasta de consumo contiene una buena cantidad de productos importados. Muchos de ellos tienen incluso su precio expresado en dólares. Aún más, entre los bienes y servicios nacionales que consumimos, el precio de muchos está determinado fuertemente por insumos extranjeros. En este contexto, los consumidores pierden poder de compra con el incremento del TC. Se puede afirmar entonces que un aumento del TC genera una ganancia de competitividad para los bienes que los exportadores venden, pero una pérdida de competitividad de los salarios uruguayos.

Informar sobre descensos del TC como pérdida de competitividad de la economía equivale a presentar una notica con un sesgo. Desconozco las razones que motivan a varios medios a hacer esto, pero me parece curioso y además desacertado. La competitividad de un producto exportado está determinada por una multiplicidad de factores, su precio, su calidad, su adecuación a los gustos de los consumidores en diferentes mercados del mundo, etc. El TC es tan sólo uno de los factores, que impactan en uno de los determinantes (el precio) de la competitividad de un producto exportado desde Uruguay. Otros vienen dados por la tecnología que usa la empresa, los esfuerzos que hace para aumentar su calidad, o adecuarlo a los gustos de los consumidores extranjeros, etc. De esto surge que hay muchas formas en que la economía puede ganar en competitividad sin necesidad de alterar el valor del TC.

De lo anterior se desprende otra reflexión interesante: los reclamos de grupos particulares para que el gobierno intervenga sobre el TC, no son innocuos. Cuando un grupo de presión reclama aumentos en el TC para aumentar su competitividad, lo que está exigiendo es que una buena parte de la sociedad reduzca su poder de compra para subsidiar su actividad. Los reclamos sobre el TC enfrentan un problema, muy analizado en economía política, que involucra un grupo de interés pequeño y organizado con intereses contrapuestos a los de otro grupo grande y atomizado con dificultad para coordinar acciones. En este tipo de situaciones el primer grupo corre con ventaja. Incluso ignorando el problema de economía política, cabe preguntarse bajo qué condiciones un reclamo de este tipo puede estar justificado. En general, los subsidios pueden justificarse cuando una empresa o sector enfrenta una coyuntura particular adversa, un mal momento puntual. Pero para estos casos, también se justificaría algún tipo de devolución, una vez subsanado el mal momento. Otro contexto en el que un subsidio puede justificarse es cuando la actividad proyecta generar externalidades positivas a largo plazo. En estos casos, parece más apropiado enmarcar esa actividad en un plan de subsidios concretos a actividades estratégicas específicas, en lugar proponer un subsidio general a toda actividad exportadora.[1]

Una empresa (o sector) que reclama constantemente el incremento del TC como fuente única de competitividad debe ser una que no tiene condiciones para hacer los esfuerzos requeridos en las otras dimensiones. Supongamos que una empresa ideal X ha empujado al límite el uso de sus propios recursos para aumentar la calidad de su producto y ha llevado su proceso productivo a la frontera mundial de la eficiencia, pero de todas formas encuentra que sus productos no son competitivos en los mercados globales. Esta empresa tiene un justificado interés sobre el TC como única salida a su problema de competitividad. Incluso en este caso hipotético ideal creo que cabe preguntarse sobre la pertinencia del reclamo. Por un lado, X es una empresa ejemplar y como tal puede ser de recibo que se le otorgue una ayuda proveniente de los asalariados. Por otro, si X es una empresa líder en su sector y aun así no logra exportaciones competitivas, parece de recibo analizar la viabilidad a largo plazo del emprendimiento antes de otorgarle subsidios.

En conclusión, los movimientos del TC afectan los diversos agentes económicos de forma diversa. La información que recibimos sobre una variable que parece tan apolítica no lo es tanto y los constantes reclamos que ponen presión al gobierno para que manipule el valor de la divisa pueden atentar contra los intereses de una buena parte de la población. Bastante político todo.


Referencias
Rodrik, Dani (2008): “Real exchange rate and economic growth”. Brookings Papers on Economic Activity.




[1] Existen quienes defienden la depreciación de la moneda dado su potencial para generar aceleración del crecimiento. El argumento más notable puede encontrarse en Rodrik (2008). No obstante, esta estrategia parece ser válida fundamentalmente en países con gran potencialidad para la industrialización, lo que está lejos de la realidad uruguaya.

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