Por Guzm谩n Castro Salimos, una hora despu茅s de lo planeado, a las 10 de la ma帽ana de un soleado martes de oto帽o. Hac铆a un tiempo que ten铆amos pendiente un viaje a la ciudad del Chuy, pero fue reci茅n 茅se martes que no pude encontrar una excusa para seguir retras谩ndolo. Para quienes vivimos en los alrededores de la Pedrera, el Chuy est谩 lo suficientemente cerca y lo suficientemente lejos para ser tentaci贸n e inconveniente al mismo tiempo. Por suerte, ir o no ir al Chuy es mucho m谩s que un tema de kil贸metros. El Chuy es como una perla hedionda que deseas solo de lejos. Siempre me sorprendi贸 lo r谩pido que se esfuman los 茅teres freeshoperos y lo corta que es la felicidad del ticholo. En el viaje de ida los 谩nimos son altos, una hora y media de auto donde manda la arrogancia del bagallero. Pero religiosamente, esa viveza criolla a futuro se empieza a transformar en verg眉enza cuando, al segundo o tercer freeshop, te record谩s que el Chuy es lo que parece y no lo que hab铆as imaginado. Es e