Sistema de cuidados: una oportunidad para promover la autogestión


Foto: Pablo Saludes Rodil bajo licencia CC BY 2.0.

En Uruguay hace ya varios años que el gobierno se encuentra diseñando la implementación de un Sistema Nacional de Cuidados. Si bien, esta fue anunciada como una de las prioridades del gobierno pasado, es recién con la aprobación del último presupuesto, que se asignan fondos para su implementación. En este contexto el 13 de octubre de 2015 el MIDES firmó un convenio con el Instituto Nacional de Cooperativismo (INACOOP) con el fin de promover una mayor presencia de cooperativas entre las organizaciones proveedoras de cuidados. Sin embargo, más allá de estos titulares, no existe mucha información pública sobre qué tipo de características  se pretende que tengan las organizaciones proveedoras de cuidados.

A priori, los servicios de cuidados pueden ser brindados por distintos tipos de organizaciones. Pueden ser brindados por el propio estado, por ejemplo a través de guarderías públicas. Esta es la solución aplicada en varios países europeos. En caso de ser brindados por el sector privado, puede tratarse de empresas capitalistas, organizaciones sin fines de lucro, empresas autogestionadas (EA) o trabajadores individuales. Estos servicios pueden ser contratados directamente por los hogares o puede existir también algún subsidio por parte del estado (total o parcial). Este hecho hace que existan varias combinaciones posibles a la hora de pensar qué tipo de organizaciones serían las prestadoras de cuidados en el caso del sistema uruguayo. De hecho, en nuestro país ya conviven varias de estas formas organizativas. Existen guarderías públicas, trabajadores independientes que realizan las tareas de cuidados de niños o ancianos en los propios hogares, centros de cuidados privados que los hogares contratan y centro privados subsidiados por el estado, como es el caso de los CAIF.

La creación de un sistema nacional de cuidados resulta una excelente oportunidad para promover la expansión de las EA. Para argumentarlo quisiera repasar la experiencia de la región de Quebec en Canadá. En la década de los 90, en dicha región se encontraban ante el desafío de diseñar un sistema de cuidados a la vez que resolver problemas de empleo persistentes de algunos sectores de la población. La opción que tomaron fue la utilización de organizaciones de la llamada "economía social".

Para diseñar el sistema de cuidados de los niños el alternativa elegida en Quebec tiene varias similitudes con los centros CAIF en Uruguay. El gobierno optó por entregar  un subsidio por niño a centros de cuidados privados organizados bajo la forma de organizaciones sin fines de lucro o cooperativas de trabajadores. Las empresas capitalistas también podían ofrecer servicios de cuidados pero no recibían el subsidio por parte del estado.

Pero probablemente sea en el cuidados de ancianos y otras personas mayores dependientes donde se encuentra una mayor innovación organizativa. En este caso se estableció una tarifa subsidiada por hora que los hogares debían pagar por servicios de cuidado. Dichos servicios se realizaban a domicilio para personas que aun estaban en condiciones de seguir viviendo en su hogar en forma autónoma. Las tareas realizadas incluían ayudar a las personas con la preparación de comidas, la realización de compras, la limpieza del hogar y otras tareas diversas.

Para realizar estas tareas se capacitó a trabajadores con problemas de inserción laboral y baja calificación.  Resolviendo al mismo tiempo, el problema de empleo de miles de personas. En la medida que el pago por parte de los hogares era bajo, el estado se encargaba de complementar los ingresos del trabajador para alcanzar un salario levemente mayor al laudo acordado en la negociación colectiva con los sindicatos.

La mayor novedad estuvo en que la actividad de estos los asistentes personales se organizó bajo la forma de cooperativas mixtas. Estas cooperativas eran gobernadas democráticamente no solo por sus trabajadores sino también por los usuarios de sus servicios. Si bien, esta modalidad de cooperativa mixta en Quebec solo se utilizó para los servicios de asistentes personales, nada indica que no pueda también utilizarse para otras actividades de cuidados como por ejemplo el de los niños.

El sistema de cuidados en Quebec, apoyado en cooperativas y otras formas de organizativas de economía social, tuvo una rápida expansión, generando empleo para cerca de 50.000 trabajadores, en una región de 8 millones de habitantes. Esto tuvo como consecuencia, una importante presión por parte de las empresas capitalistas para también ser subsidiadas. Hecho que se concretó hace pocos años bajo un gobierno de derecha.

Sin embargo, la exclusión del subsidio a las empresas capitalistas en un sistema de cuidados de este tipo, tiene un sólido argumento económico si se consideran las externalidades positivas generadas por las EA. En particular, si se tiene en cuenta la tensión inherente en las empresas capitalistas entre la búsqueda de mayores beneficios y los valores que esperamos estén asociados a las actividades de cuidados y crianza. Bajo la lógica maximizadora de beneficios la atención a las necesidades de las personas se justifica si se puede lucrar con ello.  Mientras, el diseño de las cooperativas mixtas recién mencionado, posibilita que los objetivos de la organización prioricen las necesidades de sus miembros. 

Adicionalmente, existen tanto argumentos teóricos como evidencia empírica para el caso Uruguay, que sustentan la idea que las EA podrían exhibir algunas ventajas frente a las empresas capitalistas en las actividades de cuidados.

Desde el punto de vista teórico, se trata de sectores intensivos en mano de obra requiriendo bajos niveles de inversión inicial en capital. Los problemas de financiamiento para la creación de la empresa, suele ser justamente una de las principales barreras a la formación de nuevas EA. En segundo lugar, se trata de actividades que no tienen economías de escala importantes, permitiendo mantener emprendimientos de tamaño mediano de forma eficiente. Por último, se trata de actividades que permiten mantener organizaciones con cierta homogeneidad entre sus miembros en términos de calificaciones y remuneraciones. Este hecho facilita la gestión y la toma de decisiones en una organización democrática. Resumiendo, se trataría de un sector donde las EA enfrentaría menores barreras para su formación. Este hecho, podría permitirle aprovechar las ventajas que tienen las EA frente a las empresas capitalistas en materia de motivación en el trabajo y eliminación de conflictos de intereses entre patrón y trabajador. Ambos elementos que redundarían en una mayor productividad.

A estos argumentos teóricos, se agrega que en Uruguay las actividades de cuidados se corresponden con uno de los sectores donde más se han creado EA en la última década. Un hecho que nos induce a pensar que las EA enfrentarían condiciones favorables a su sustentabilidad en dichos sectores.
 

El ministro en su laberinto: visiones oficiales del problema de la seguridad

El pasado 11 de febrero el semanario Búsqueda publicó una extensa entrevista al Sr. Ministro del Interior, Eduardo Bonomi [i]. A partir de su lectura, quiero discutir tres asuntos que me parecen problemáticos: 1) la forma en que las autoridades del Ministerio del Interior entienden el problema de la violencia y criminalidad en el Uruguay, 2) su visión sobre su propio rol en términos de seguridad y 3) el papel de la evidencia en la toma de decisiones.  

¿Cómo entiende la delincuencia el Ministerio del Interior?

Sobre el fenómeno de la criminalidad, hay algunas referencias que son polémicas: por un lado, se dice que se está librando una “guerra” contra la delincuencia, aunque luego se aclara que es más un “combate”. También se caracteriza al problema como una “epidemia” que está siendo controlada, a pesar de ciertos “estallidos”. Finalmente, se traza una clara división entre personas que todavía tienen chances de ser integradas y otras que son “irrecuperables”. Son imágenes con fuertes connotaciones, y no parecen haber sido elegidas al azar. 

Una “guerra” o un “combate” implican al menos dos bandos. Las guerras implican un enemigo externo, aunque los combates no. Sin embargo, la idea de que el problema podría ser externo es reforzada por la caracterización de la delincuencia como una “epidemia”, es decir, como resultado de un agente patógeno que, según el ministro, estaría bajo control. Este tipo de retórica está diseñada para generar una representación de la sociedad que divide y excluye a cierto grupo de personas. Esta clase de discurso no es nuevo, pero es ciertamente problemático desde un punto de vista normativo. Sin embargo, es en los fundamentos para clasificar a cierto grupo social como “irrecuperable”, y en el tratamiento que está pensado para el mismo, donde se aprecia algo novedoso en la forma de entender a la delincuencia, y también es el punto en que el discurso se torna inaceptable. Según Bonomi, cuando una persona comete actos de extrema violencia (ilustrado con el ejemplo dramático de una persona que mata a un niño de un tiro frente a su familia), ya no hay reintegración posible. Para el ministro, “hay gente que necesita que la policía la detenga y la ponga en un instituto de rehabilitación”. No hay ningún elemento en la entrevista que sugiera que los institutos de rehabilitación son lugares de reintegración social. Tampoco se menciona que se podría hacer con los delincuentes que son llevados a estos lugares. Sólo se dice que ese es el tratamiento pensado para ellos. Esta concepción de las prisiones está más cerca del paradigma de la incapacitación que al de la rehabilitación. Y esta visión de las cosas es inaceptable, por tres motivos: primero, no es tarea del ministro juzgar (o prejuzgar) la capacidad de rehabilitación de los delincuentes. Segundo, expresa una visión de la cárcel como una institución pasiva, mera receptora de todo lo humanamente indeseable. Finalmente, implica una concepción del castigo desproporcionada con el delito. Parece haber un umbral determinado el nivel de crueldad implicado en el delito, que una vez sobrepasado, los agravantes se tornan irrelevantes.

El rol del Ministerio del Interior respecto a la seguridad pública

Uno puede estar más o menos de acuerdo con la idea de que las políticas sociales y educativas son “complementos” de la política contra el crimen. También se podría conceder que es cierto que en Uruguay, el incremento de la respuesta policial no generó un aumento de la delincuencia, a pesar de que no se ofrece ninguna evidencia al respecto. Lo que resulta francamente desacertado es la descalificación tajante de todo el resto de los actores que potencialmente podrían trabajar con el Ministerio del Interior. Parte de la izquierda es caracterizada no solamente como “ingenua” por proponer la integración de políticas sociales a las políticas de seguridad. Peor, aún, están tan equivocados, que según Bonomi “no es izquierda pensar así”. Por otra parte, a la oposición - que también es tildada de ingenua - “no se le cae una idea”. En toda la entrevista no hay un reconocimiento de los errores cometidos en el pasado. Al contrario, el problema es que no se contaba con los recursos que ahora están disponibles. Lo perjudicial de este discurso es que inhabilita al resto de los actores del sistema como interlocutores válidos en la construcción de políticas de seguridad, y por ende, las autoridades del Ministerio del Interior son las únicas capaces de entender y actuar como corresponde.

El papel de la evidencia en la toma de decisiones

Para terminar, a lo largo de la entrevista es posible detectar varios problemas respecto al uso de la evidencia en la toma decisiones. De alguna forma, se pretende que la opinión pública “tome por buena” la palabra del Ministerio en asuntos que involucran información. Ya nombramos el caso de la falta de evidencia sobre si la presencia policial genera más violencia. Sería interesante también conocer por qué se compara a la violencia como una “epidemia” que está “controlada”, más allá de los “estallidos”. Estas son afirmaciones que deberían ser sustentadas con evidencia. La ausencia de evidencia es entonces uno de los problemas, pero también lo es el tratamiento que se da a la evidencia presentada. Según Bonomi, “llegamos a la conclusión de que el mayor aumento [de la delincuencia] se dio entre 1994 y 2004, cuando aumentó 113% los delitos contra la propiedad. En el período de gobierno del Frente Amplio aumentó 14%”. El problema en este caso es que los números están construidos de una forma que inducen al error en su interpretación: son incrementos porcentuales con años - base diferentes. En el primer caso se comparan los datos de 1994 y 2004, y en la segundo, de 2005 a 2015. Las tasas de delitos contra la propiedad eran muy bajas en 1994 y para 2004 las cifras se habían más que duplicado, crisis de 2002 mediante. En la segunda comparación, se utiliza 2005, que ya tenía números altos, y se lo compara con 2015, que tiene números un poco más altos. La comparación es tendenciosa, y de hecho, si se contrastara el aumento entre 1994 – 1999 contra 2005 -2010 para estos delitos, los gobiernos frenteamplistas no saldrían bien parados.

Comentarios finales

Ser ministro del interior no es tarea fácil. Hay una tendencia en ciertos sectores de la opinión pública a responsabilizar al ministro por cada delito que sucede en el país, lo cual es absurdo. En esta nota me he concentrado en las cosas que sí son de responsabilidad ministerial y que, afortunadamente, pueden transformarse. En parte, porque los problemas de seguridad presentes en Uruguay se vuelven más difíciles de tratar con la actual posición del Ministerio del Interior. Es en este sentido, que creo que el ministro ha creado un “laberinto” propio, que es totalmente innecesario. En este escenario donde el ministerio no parece encontrar en el sistema político ningún interlocutor válido, quizás sea un buen momento para recurrir a la academia. Pero no para buscar legitimación de lo que ya se viene haciendo, sino para revisar y contrastar la forma de entender el problema de la delincuencia y sus posibles soluciones. Es a través del intercambio de ideas, y no mediante la auto – exclusión política, que el Ministerio del Interior podría comenzar a desandar en parte, el camino de su propio laberinto.



[i] La entrevista se encuentra disponible en: http://www.busqueda.com.uy/nota/la-epidemia-de-delincuencia-esta-controlada-aunque-quedan-estallidos-en-algunas-zonas-que-la (Última consulta: 17/02/2016).

Foto: "Casas con espinas" por Matías Brum, bajo licencia CC BY-NC-ND 2.0

La maldición petrolera

Foto: "Platform Holly" de Glenn Beltz bajo licencia CC BY 2.0.
Hace tiempo que Uruguay explora la posibilidad de encontrar petróleo en su territorio. Diversas señales del gobierno actual parecen indicar que estamos cerca y ya se han escuchado opiniones sobre lo malo que podría ser para el país que el descubrimiento se confirmara.[1] Según esa visión, si se llegara a descubrir un recurso explotable económicamente, lo mejor sería ignorarlo y seguir como si nada. Desde la economía hay un montón de argumentos que avalan esta visión. En este post voy a tratar de explicar los fundamentos de la visión pesimista o petro-escéptica y argumentar que muchos de los miedos están pobremente fundamentados. Voy entonces a centrarme en los argumentos que tienen una base económica tratando de hacer una síntesis de la literatura. No me voy a detener en argumentos ambientales que sería bueno se incorporaran al debate de la mano de gente que esté formada en el tema. Tampoco voy a tratar las razones éticas de porqué deberíamos apropiarnos los uruguayos del recurso que se descubre en nuestro suelo, cuestión que también creo interesante pero no está planteada en el debate actual.

La teoría
La hipótesis conocida como la maldición de los recursos naturales, establece que hay varios canales a través de los cuales, cuando se empieza a explotar un recurso natural X (sea petróleo, gas u otros) la economía y la sociedad pueden no beneficiarse a largo plazo. Estos canales son:

  1. Enfermedad holandesa[2]: si un país tiene una dotación importante de un recurso, al vender productos derivados de ese recurso en el mercado mundial obtiene muchos dólares. La entrada de dólares al mercado local abarata el precio de la divisa (baja el tipo de cambio) en el mercado local, abaratando los productos importados y encareciendo las exportaciones. La intensidad de este efecto depende del éxito de la explotación, pero si esto ocurre con una intensidad considerable, los costos en dólares de producir otras cosas domésticamente suben tanto que terminan dificultando una producción competitiva de los mismos. Las consecuencias directas de la enfermedad holandesa serían entonces una gran riqueza en dólares y una tendencia a la concentración excesiva de la producción. Esto no parece lo peor que le puede pasar a una sociedad hasta que se combina con otros factores como los siguientes.
  2. Recursos naturales e instituciones[3]: si la riqueza se distribuye entre toda la población, todos terminaríamos siendo más ricos en dólares. El problema es cuando un caso fuerte de enfermedad holandesa se mezcla con instituciones débiles que son fácilmente capturables por grupos particulares. En concreto, si la riqueza se la queda un gobierno corrupto o un grupo de empresarios codiciosos, entonces se puede terminar en una situación en la que pocos están muy bien y el resto muy mal. Todavía peor, si la mala distribución de la riqueza impulsa a sucesivos grupos a luchar por obtenerla, el recurso natural puede traer largos y dolorosos conflictos internos o externos. Por último, la renta procedente de la explotación del recurso puede simplemente ser invertida de mala manera.
  3. Especialización y crecimiento[4]: una economía especializada en pocos productos tiende a crecer menos que las economías más diversificadas. La razón es que las economías diversificadas acumulan más “saberes” o capacidades y esto les permite adaptar mejor su producción a través del tiempo. Un fenómeno de enfermedad holandesa podría entonces reducir las capacidades de crecer a largo plazo.
  4. Especialización y volatilidad[5]: cuanto más especializada esté una economía en pocos productos más vulnerable será a los shocks de precios de los productos que vende. Para una economía diversificada, el precio de una de sus exportaciones no es tan importante y además si el precio de una está bajo esto puede cancelarse con el precio de otra que esté alto. Este punto tiene un vínculo importante con el anterior dado que mayor volatilidad también suele relacionarse con menor crecimiento.

Las diferentes experiencias

Hasta acá los canales a través de los cuales descubrir petróleo podría traer problemas. ¿Qué dice la evidencia empírica? Los trabajos que analizan cómo les va al conjunto de países petroleros arrojan resultados encontrados por lo que la conclusión parece no ser del todo evidente.[6] Lo que sí es claro es que dentro del grupo de países productores de petróleo, hay una gran diversidad de casos en los que los canales anteriores operaron con diferente intensidad. Hay países que, contando con el recurso, han adoptado diferentes formas de gestionarlo de forma de no caer en la enfermedad holandesa (EEUU o Canadá) y hay otros que, “sufriendo de la enfermedad” la disfrutan entre todos (Noruega por ejemplo tiene alrededor del 60% de su canasta exportadora concentrada en petróleo pero el nivel de vida de la población en general es muy alto y los niveles de desigualdad bajos). Un tercer grupo sería aquel en el cual la enfermedad holandesa opera fuertemente y los beneficios llegan a unos más que a otros (Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, etc). Finalmente hay varios países para los que descubrir yacimientos parece haber traído más problemas que soluciones (Libia, Angola, Nigeria y varios otros países de África subsahariana).

El hecho de que los casos de fracasos son bastantes más que los exitosos parece ser el mayor fundamento para la tesis de los petro-escépticos, pero a mi entender indica solamente que el desafío de gestionar adecuadamente el recurso no es despreciable. Por otro lado, la caracterización anterior invita a preguntarnos: ¿en qué va que nuestra potencial experiencia con el petróleo termine pareciéndose a la de Noruega o a la de Nigeria? De la literatura se desprende que la situación del país antes del descubrimiento del recurso natural importa mucho en la forma en que se logra gestionar una vez descubierto. La fortaleza de las instituciones democráticas, el nivel educativo de la población y el momento histórico en que el recurso se descubre hacen la diferencia a la hora de explicar cómo es que el descubrimiento de un recurso valioso afecta la economía del país en el mediano y largo plazo.

El modelo de los países de América del norte se basó en restringir las exportaciones de petróleo que se dirigió más bien al mercado interno lo que abarató su consumo y esto funcionó como base para otras actividades, en especial la automotriz, que facilitaron la industrialización de estos países. Si bien no creo que Uruguay comparta muchas características estructurales con países de este grupo (en particular carece de un mercado interno tan poderoso), tampoco veo que nuestro país tenga similitudes importantes con los países de África subsahariana ni con los de Medio Oriente. Tal vez los casos más similares sean los países de la región (Argentina, Brasil, Ecuador y Venezuela) aunque incluso en este club la heterogeneidad parece ser importante: las exportaciones de crudo de Argentina y Brasil rondan el 5% y 10% respectivamente mientras que para Ecuador pasan el 50% y el 90% en Venezuela, por otro lado las historias de estos países no son un calco la una de la otra.

¿Qué debería hacer Uruguay?

De confirmarse el descubrimiento de petróleo en Uruguay, se deberá buscar la mejor forma de explotar el recurso aprendiendo de las experiencias existentes, incluso de la propia. Nótese que todos los argumentos que la teoría establece como problemáticos no son necesariamente específicos del petróleo, el gas o los recursos extractivos en general. Cualquier fuente de riqueza en la cual un país tenga ventajas comparativas realmente altas, puede provocar una “maldición” con todos los componentes descritos antes.[7] Si usted le desconfía al petróleo porque teme a la maldición de los recursos naturales le tengo una mala noticia: Uruguay ya sufre en buena medida de esta maldición. A pesar de los esfuerzos realizados por diversificar la estructura productiva del país, la gran mayoría de las exportaciones de bienes uruguayas son de origen agropecuario (alrededor del 70% en 2014) y así ha sido durante toda la historia del país. No son pocos los estudios que vinculan esta especialización con el escaso crecimiento y la alta volatilidad que el país ha experimentado en el largo plazo.[8] Quienes se preocupan por el efecto que la explotación petrolera tendría sobre la diversificación productiva del país, ¿votarían a favor del cese de la explotación agropecuaria? Una propuesta más lógica sería diversificar la estructura productiva buscando promover cada sector en su justa medida. No debe perderse de vista que el sector petrolero, si bien no parece ser el sector más encadenado con los otros, también puede ayudar a que el país gane en aprendizajes. Más importante aún, los recursos que se desprendan de su explotación pueden volcarse a la formación de recursos humanos altamente necesarios para un país que apunta al desarrollo.

Por último, no conozco estudios que muestren cómo la explotación petrolera se combina con la explotación agropecuaria. En particular sería deseable que se estudiara cuánto una apreciación fuerte del peso uruguayo impactaría en el costo de los diferentes productores locales (que difieren mucho en cuanto a la composición importado/doméstico de sus insumos).

En suma

No estoy abogando aquí por un sumergimiento incondicional en los pozos de petróleo. Más bien abogo por un uso con inteligencia del recurso, que sea útil al desarrollo de largo plazo del país. Para esto se requiere mucho estudio previo. Hay mucho para aprender y para discutir sobre este tema. A mí (que siempre me molestaron los finales tipo Spielberg en los que luego de una gran aventura los héroes deciden que es mejor enterrar el tesoro o destruir la máquina mágica, que investigarla o aprovecharla), me parece que descartar la explotación sin un rico debate previo equivale a desperdiciar una oportunidad y no veo en las investigaciones científicas nada que establezca que estamos condenados.




[1] Acá tengo dos opiniones en el mismo sentido: la de Jorge Batlle y la de Guillermo Lamolle.
[2] Un trabajo clásico en esto es Corden y Neary (1982).
[3] Esta literatura se cruza con la Ciencia Política. Algunos ejemplos son: Baland y Francois (2000), Cotet y Tsui (2013), Haber y Menaldo (2011) o Lei y Michaels (2014).
[4] Ver Sachs y Warner (2001) o Hausmann et al (2011).
[5] Ver por ejemplo Koren y Tenreyro (2007).
[6] Algunos trabajos como Sachs y Warner (1995, 2001) señalan que la maldición existe mientras que otros como Brunnschweiler (2008) dicen que no. La diferencia es la medición usada para cuantificar la dotación de recursos naturales de los países.
[7] Algunos estudios señalan, como especificidad negativa de la explotación petrolera, que la actividad no parece estar demasiado conectada con otras actividades y por lo tanto no sería un tipo de producción que genere derrames beneficiosos en el largo plazo. Por ejemplo en Hidalgo et al (2007) se presenta un mapa de vínculos productivos entre diferentes productos y se muestra a la actividad petrolera como una de las más aisladas del resto. Esto debe tomarse tan sólo como un primer acercamiento a la cuestión dado que, por la forma en que el mapa se construye, no puede descartarse que dicho aislamiento sea más bien resultado de la enfermedad holandesa.
[8] Ver por ejemplo Bittencourt (2006) u Ourens (2012).
 
Referencias
Baland, J.M. y Francois, “Rent-seeking and resource booms.” Journal of Development Economics, Abril 2000, 61(2): 527-542.
Bittencourt, G. “Uruguay 2006: desarrollo esquivo o ruptura con la historia.” América Latina Hoy, Noviembre 2006: 15-39.
Brunnschweiler, C. “Cursing the Blessings? Natural Resource Abundance, Institutions, and Economic Growth.” World Development, 2008, 36 (3): 399-419.
Corden, M.W. y Neary, P.J. “Booming Sector and De-Industrialization in a Small Open Economy.” Economic Journal. 92(368), Diciembre 1982: 825-848.
Cotet, A.M. y Tsui, K.K. “Oil and Conflict: What Does the Cross-Country Evidence Really Show?” American Economic Journal: Macroeconomics, 5(1), Enero 2013: 49-80.
Haber, S. y Menaldo, V. “Do Natural Resources Fuel Authoritarianism? A Reappraisal of the Resource Curse.” American Political Science Review. 105(1), February 2011: 1-26.
Hausmann, R., Hwang, J. y Rodrik, D. “What you export matters.” Journal of Economic Growth, Deciembre 2007:1-25.
Hidalgo, C., Klinger, B., Barabási, A-L. y Hausmann, R. “The product space conditions the development of nations.” Science 2007(317)5837: 482-487.
Koren, M, y Tenreyro, S. “Volatility and Development.” Quarterly Journal of Economics, Febrero 2007: 243-287.
Lei, Y. y Michaels, G. “Do Giant Oilfield Discoveries Fuel Internal Armed Conflicts?” CEPR Discussion Paper 8620. London, Centre for Economic Policy Research, 2014.
Ourens, G. “Uruguay al espejo.” Revista de Economía del BCU, Mayo 2012: 99-142.
Sachs, J. y Warner, A. “Natural Resource Abundance and Economic Growth.” NBER Working Paper,
Sachs, J. y Warner, A. “The curse of natural resources.” European Economic Review, 45, 2001: 827-838.


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